Nadine Heredia

17/03/2014
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Nada sería más fácil que sumar mi pluma a la de conocidos periodistas de diversas vertientes y empinarme, lanza en ristre, contra Nadine Heredia calificándola como la responsable de la reciente crisis de Gabinete- Después de todo, sólo debiera - para eso- reconocer que ella nombró a los ministros del Gabinete cuestionado, y que usurpó la función presidencial relegando al mandatario Humala que, apenas, si tuvo valor de salir a defenderla.
 
Pero en política, las cosas no son tan simples. Ni las personas tienen tanta capacidad, o poder, para decidir lo que les plazca en cualquier escenario. A una consecuencia, se llega porque hay factores que la generan. Y estos, operan al margen incluso de la voluntad de los hombres que -como dijo Marx- hacen la historia, pero no a su capricho.
 
Veamos cual es la situación y tratemos de desentrañar el porqué de la aplastante ofensiva mediática descargada contra quien ostenta una doble función ciertamente discutible: Primera Dama de la Nación, y Presidenta del Partido Nacionalista.
 
Discutible, porque el cargo de Primera Dama, no existe. Es un legado de la vieja república, usado en el pasado para dar un poco de lustre a las consortes y tenerlas ocupadas en algo. Y lo de Presidenta del Partido Nacionalista es casi una ficción, porque su designación no se rigió por las normas establecidas para el funcionamiento de Partidos ni elección de sus dirigentes. En este orden, tampoco ninguno de los líderes de las actuales estructuras partidistas tendría crédito. Todos están encaramados en funciones que no les corresponderían si sus partidos tuviesen vida democrática. El tema es otro. Veamos.
 
Desde hace un buen tiempo la derecha más reaccionaria -la mafia, podríamos decir con mayor propiedad- está buscando desesperadamente recuperar el control completo del aparato del Estado, que perdiera el 2011.  Ha recurrido a los más variados procedimientos; pero, en grandes líneas, se ha centrado en dos: desacreditar al máximo al Presidente Humala y dañar su más concreta posibilidad de futura relación con el Poder, descalificando a Nadine Heredia como eventual Presidente del país el 2016.
 
Durante los primeros 18 meses de gestión, remó contra la corriente. Aunque con errores, Ollanta Humala conservó un alto índice de popularidad. La gente hizo poco caso a las apreciaciones de la “prensa grande” y otros, que lo juzgaron como un monigote digitado por una mujer ambiciosa.
 
Ocurre que tanto da el agua al cántaro, que al fin rebalsa. También se dice que el agua continúa, orada la piedra. Y que una mentira repetida mil veces, termina siendo lo más parecido a la verdad. Con el paso del tiempo -y también a partir de errores cometidos en la función pública- la expresión quedó “confirmada” incluso con la paternal ayuda de don Isaac.
 
Asentada esa idea en el imaginario de la gente, era relativamente fácil pero, sobre todo indispensable, dar el segundo paso: desacreditar a la digitadota, es decir, a la señora Heredia. Y el tema tiene otra explicación lógica: necesitan sacar a la señora de la competencia electoral del 2016, a cualquier precio.
 
Ellos saben que en el escenario de hoy, y en el que se proyecta, Keiko Fujimori tiene un electorado cautivo: un tercio de votos. Pero ese porcentaje -que no le daría victoria alguna en primera vuelta- sí le permitiría marchar con toda comodidad al ballotage que se avecina. Para ganar en él, tiene que saber con quién habrá de competir. Y si puede escogerlo ella misma, mejor.
 
Hay dos opciones para ese sitial. Una, la encarna PPK, un hombre entrado en años, en fortuna personal y oscuros antecedentes, pero sin equipo de gobierno y sin partido. El otro, Alan García, que sueña obsesivamente por detentar siempre el poder. A diferencia de Pedro Pablo, García sí tiene equipo de gobierno y partido, además de una inmensa fortuna mal habida. Carga, sin embargo sobre sus hombros el desprestigio de la corrupción, los narco-indultos, y otros. Por eso tiene hoy el 75% de rechazo electoral que, sin embargo equivale al 25% de adhesiones. Una campaña electoral abierta y la facilidad oratoria del caudillo, podría permitirle confirmar ese porcentaje, que no le serviría, en primera instancia, para ganar, pero si para pasar a la segunda ronda. Ya lo hizo el 2006, desplazando con ayuda yanqui a Lourdes Flores.
 
De ese modo, la segunda ronda electoral peruana, tendría que definirse entre la hija del chinito de la yuca y el Gordo Vago que puso la imagen de Cristo en Chorrillos hace algunos años. Keiko piensa que, en esa coyuntura, podría ganar, capitalizando el voto no aprista o anti aprista. Y García cree que ganaría él, “enfrentándose” a la Mafia. Ninguno de los dos estaría en condiciones -quizá- de obtener más del 50% de los votos, pero en segunda vuelta éste no es ya un requisito indispensable: gana el que más votos tiene.
 
Hay una forma de romper ese esquema: formar una alianza y levantar una candidatura capaz de acumular un tercio de votos en la primera vuelta, y desplazar a García de esa ubicación. ¿Quién podría concretar la hazaña?
 
Con esperanza muchos piensan -y me incluyo en tal segmento- que ésa es la tarea de la Izquierda: encontrar ése candidato, y construir tal movimiento. Pero la política es la única área en la que no se puede ser iluso. Para que eso sea posible, se requieren dos requisitos esenciales que aun se concretan: la unidad más amplia, no solo de la izquierda, sino de todas las fuerzas progresistas y democráticas; y un programa elemental que sea capaz de entusiasmar a la gente garantizándole un gobierno eficiente y honrado.
 
Si la dispersión cunde y la confusión se alimenta, y si no surge esa alternativa, las posibilidades de la izquierda se reducen a pelear puestos parlamentarios -que parece interesan a muchos- , con sumas electorales que no superarán el 10%. Así quedará confirmado el idílico escenario que ansía la mafia.
 
La probabilidad de que este cuadro quede roto, estriba en la eventual postulación presidencial de Nadine Heredia si es que ella conserva aún el tercio de adhesiones que registrara hasta poco antes que la gran prensa y sus aliados iniciaran para arrasarla. Hoy  -en su “peor momento”- se le asigna un 27% de adhesiones.
 
Si retuviera ese caudal, o lo incrementara, podría levantarse algo más de un tercio de votos y pasar sin dificultad a una segunda ronda electoral. En ese marco, habría que preguntar a cada quién: ¿Por quién votaría Ud.: por Keiko, o por Nadine?. De esa respuesta, saldría la voluntad ciudadana.
 
En el flanco izquierdo de nuestra política se podrá decir que la señora Heredia “no es de izquierda”. Y es así. Pero hay dos temas por deslindar ¿Tenemos la posibilidad real de forjar una candidatura de Izquierda y ésta tendría la posibilidad de imponerse finalmente? Pero, además, la lideresa del Partido Nacionalista sabe que en una definición entre ella y la mafia - con cualquier de sus dos variantes- la Izquierda votará en su favor. No necesita  “hacerle concesiones” para asegurar que eso sea así. En cambio, le resultará rentable parecer “no izquierdista” para neutralizar potenciales electores del centro y de cierta derecha no comprometida con las indecencias de la mafia.
 
Todo esto lo hemos dicho varias veces de diverso modo. Y la mafia -que no es idiota- lo ha tomado en cuenta con la mayor seriedad. Por eso busca trapear el piso con el nombre de Nadie Heredia, para bloquear cualquier posibilidad de su candidatura. Incluso, recurre al extremo de “darle pantalla” televisiva a César Hildebrandt, al que echó de allí, para que hable contra Nadie Heredia.
 
La resulta indispensable hacerlo. Sabe, además que si la hoy Primera Dama no participa en la jornada presidencial, el Partido Nacionalista tendría muy pocas posibilidad de levantar otra opción, y una probabilidad precaria para una alianza con otras fuerzas detrás de algún otro candidato.
 
El tema tiene sus bemoles, y antes de uncirse entusiastamente al carnavalesco carro que arroja agua turbia, y sucia, al rostro de Nadine Heredia, la Izquierda debiera estudiar con seriedad el inmenso peligro que se cierne sobre el país y sus habitantes en el caso que la mafia retorne al poder con el odio acumulado y a voracidad implacable que la caracteriza.
 
Más allá de la adhesión, o el rechazo, a las personas está la realidad, que no es como nosotros quisiéramos, y que no responde a sentimientos ni pasiones, sino a la vida. Nunca debemos olvidar los consejos de quienes saben del tema: el viejo Lenin nos dijo siempre: hay que actuar con el corazón ardiendo, pero con la cabeza fría. Nunca al revés.
 
Lunes, 17 de marzo, 2014
 
Gustavo Espinoza M.
Integrante del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
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