Es importante analizar las contradicciones internas de la oposición venezolana que han salido a la luz en los días reciente. La primera de ellas es en hacer un llamado a la protesta callejera con el fin de que el Presidente de la República renuncie, haciendo uso de la constitución cuando esa vía no está contemplada en la misma. En 2003 la sala constitucional del TSJ sentenció que el artículo 350 se activa cuando se han agotado todas las vías jurídicas a nivel nacional y se ha recurrido a instancias internacionales las cuales han hecho un fallo sobre un caso específico. A esto se suma que el artículo 350 está relacionado con el artículo 333, donde se afirma que la constitución no perderá su vigencia cuando sea derogada por la fuerza. Los mismos que llaman a la activación del 350, en Abril de 2002 apoyaron y participaron de la derogación de la constitución por vías ilegales e ilegítimas.
La segunda clara contradicción se da entre el rostro pacífico de manifestaciones en marchas, que terminan en acciones violentas y enfrentamiento con las fuerzas del orden público. Es el caso de las manifestaciones que se desarrollan en normalidad, hasta que llegan a un punto donde no está permitido el paso, es ahí donde empieza una batalla campal contra la guardia nacional, la policía y cualquier otro que se encuentre en la zona. Si se supone que las manifestaciones son pacíficas ¿por qué no respetan la legalidad y culminan con actividades culturales o expresiones pacíficas ante la negativa a que puedan continuar? ¿Por qué activar una vanguardia violenta que se enfrente durante varias horas a la policía o la guardia?
Luego, hay un conjunto generalizado de contradicciones entre las acciones de protesta y las consignas de las mismas. Se alzan banderas contra la inseguridad pero generan un ambiente de inseguridad en las zonas donde viven, secuestran a sus propios vecinos en sus casas, agreden a los transeúntes, violentan su propia tranquilidad. Se critica la escasez de alimentos pero se queman camiones donde se traslada comida que será distribuida a bajo costo, se impide el paso de suministros a las ciudades. Denominan a las protestas “estudiantiles”, pero no tienen reclamos dirigidos directamente al tema educativo y al contrario impiden el desenvolvimiento normal de las actividades académicas.
Finalmente, la mayor contradicción se da en quienes afirman que la vía es la protesta pacífica con los elementos de la resistencia civil, pero esas formas van mutando a lo largo de las semanas hasta asumir las características de un enfrentamiento abiertamente violento contra el Estado, manifestantes armados, asesinatos y ataques selectivos. Hasta que llegan a hacer uso de la bandera de la “guerra a muerte” que declaró Simón Bolívar en el marco de la guerra de independencia, se asume un discurso bélico donde se llama al asesinato de figuras políticas, extranjeros y el propio Presidente de la República.
La utilización de la bandera de guerra a muerte es muy significativa, ya que ilustra la forma como se ha articulado la protesta actual. Si bien un sector importante que dirige las manifestaciones violentas maneja los códigos políticos e ideológicos, la mayoría desconoce muchos de los contenidos que repite, las consignas y los símbolos. Es el caso del peligroso uso de esta bandera, la cual invita a una abierta guerra interna en el país, que ya en su primera edición hace 200 años llenó de sangre la nación. Es un llamado al conflicto sacado totalmente de contexto histórico y significado real.
Muchos de los que usan esta bandera en las redes sociales como fondo de pantalla desconocen el significado expuesto, ignoran los orígenes y contexto de su surgimiento, así como la invitación que hacen a ser asesinados. Usar una bandera de guerra a muerte es casi como ponerse un blanco, porque es identificarte como el enemigo a muerte de otro, abriendo la posibilidad de que si no te mata, lo matas, se trata del uso bélico de la consigna “estás conmigo o estás contra mí”.
Esta bandera usada hoy en días representa una de las características de la violencia desatada recientemente, refiere a la irresponsabilidad absoluta respecto a las acciones, consignas e invitaciones implicadas en las manifestaciones. Aquellos que llaman a una guerra a muerte suelen no hacerse responsables de lo que eso significa, al mismo tiempo que usan la bandera pretenden decir que hacen una protesta pacífica. Una gran diferencia respecto a la izquierda que obligada por la ilegalización de los partidos, la persecución, tortura y asesinatos, se va a las montañas a llevar a cabo la lucha guerrillera, pero de una vez asume las implicaciones, responsabilidades y consecuencias de esos actos, manifiesta públicamente sus intenciones con el rostro descubierto. Tal es el glorioso caso de Fabrico Ojeda cuyo valor es antagónico a la cobardía de la dirigencia opositora actual.
Manuel Azuaje Reverón