Destituido o restituido: el dilema de Petro

13/04/2014
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El gran dilema que se abre para el futuro político de Gustavo Petro es saber que le conviene más: si permanecer como un alcalde destituido, víctima de la tropelía y la desmesura del procurador Ordoñez, avalada y consumada por el presidente Santos (la sangre del justo debe ser derramada para cumplir con la tarea redentora), o ser restituido en su cargo tras los pliegues de un fallo del Consejo de Estado y enfrentar el desafío de cumplir con su programa de la Bogotá Humana en los 20 meses que le restan, luego de casi seis meses de una administración semiparalizada y con buena parte de sus grandes metas con saldo en rojo.
 
Destituido o restituido Petro será protagonista importante en la tras escena de la presente campaña presidencial y en el futuro político mediato, todo depende de la manera como se resuelva el dilema en curso y de su capacidad de llevar a buen puerto sus aspiraciones políticas.
 
A diferencia de otros líderes de izquierda, bastante apegados al tradicionalismo, al conservadurismo encubierto en el dogmatismo, predecibles en sus formas de acción, apegados a la ortodoxia y a las consignas históricas, Petro ha demostrado ser un político que se reinventa así mismo, que está a la caza de la oportunidad, que no petrifica la política, siempre en plan de ser protagonista de primer orden.
 
Crear hechos políticos, polarizar, tener siempre un enemigo con el cual fajarse, ayer era Uribe y el Procurador, hoy lo son Santos y Vargas Lleras, graduarlos a todos de representantes de las mafias, la corrupción, el narcotráfico y el dinero sucio, una fe ciega en la controversia mediática, forma parte de su particular estilo.
 
Petro es poco creyente de la política como acción colectiva, todo lo apuesta a su capacidad de liderazgo. El proyecto que dice defender descansa en su cabeza, no en un partido o en una organización. Es un hombre sin partido que aspira a encarnar el líder carismático y mesiánico que salve y gobierne a Colombia, algo inédito en la izquierda colombiana, pero no en el país, como lo demostraron las fuerzas de centro derecha con los 8 años de gobierno de Uribe.
 
No quiere un príncipe colectivo, un partido, como sugiere la política desde Maquiavelo, pasando por Gramsci y la ciencia política moderna, prefiere las multitudes, no en el sentido de Toni Negri, sino en el sentido gaitanista. Gaitán se ha coinvertido en su referente histórico: el verbo encendido desde el balcón frente a la plaza pública, incluidos los excesos populistas, la polémica polarizante, el trino como verdad revelada. Barranquilla, Cali y Medellín ya lo han escuchado.
 
Reiteradamente ha dicho que no tiene partido, ni pertenece a la Alianza Verde, que lo acordado por el Movimiento Progresistas no lo compromete. El petrismo no tiene forma, ni organización, ni programa definido. Es lo que diga, ordene y haga Petro.
 
El largo e intrincado vericueto jurídico que ha representado la destitución se ha tornado en un asunto de interés político electoral inmediato. La institucionalidad democrática y la necesidad de un gobierno estable para la ciudad es un asunto secundario y subordinado frente calculo e interés electoral de Santos y Petro.
 
En medio de la desazón, “la ira y el intenso dolor”, causada por la destitución y la consumación de la “traición”, el defenestrado alcalde optó inicialmente por una postura radical, de polarización y de guerra declarada a Santos y a Vargas Lleras de quien dijo “es el jefe político de un cartel de contratistas. Es un enemigo del proceso de paz y tiene encarcelado al presidente”.
 
Los espejos del Palacio Liévano y sus más cercanos asesores lo llevaron a “convocar a los pueblos de Colombia a la Asamblea Nacional Constituyente, porque el voto en Colombia no sirve”, así mismo manifestó  que estaría dispuesto a reunirse con las Farc en la Habana y con Uribe: “no me asusta que el uribismo plantee su constituyente. Es la diversidad colombiana”. También invitó a la participación masiva en un “paro nacional” y una “huelga civil” por la Asamblea Constituyente y por la paz. El viraje de Petro estuvo acompañado de la solicitud de renuncia colectiva de su gabinete, la aceptación inmediata de la misma y el anuncio de no presentar terna para escoger el alcalde encargado.
 
Una apuesta política abiertamente contraria a la estrategia de paz y negociación de Santos, que lo acerca al presidente Uribe y las Farc en materia de enemigo común y apoyo a una Constituyente.
 
La radical postura de Petro duró lo que dura un trino. Tres días después, en la tranquilidad de su hogar y frente a su propio espejo decidió que presentaría terna y señalo los nombres, la renuncia irrevocable se podría reconsiderar y sentencio: “Vamos a volver a ganar la alcaldía de Bogotá”.
 
No hay duda que la destitución ha causado mella en la imagen de Santos y afectado sus índices como candidato presidencial. La apuesta de Vargas Lleras de ir por Bogotá en las elecciones atípicas, ha resultado demasiado costosa. Esto explica la intensa “diplomacia secreta” emprendida por Santos para recomponer las relaciones con el exalcalde. La estrategia utilizada para tal fin es abrir la puerta de la restitución de Petro como alcalde, presionando la adopción de una medida cautelar por parte de Consejo de Estado y que Santos  se comprometió púbicamente a acatar de inmediato.
 
La audacia de Santos es infinita: quedar bien con todo el mundo y de paso recuperar su imagen como candidato: le cumple al Procurador al aplicar la arbitraria medida decretada, respeta la decisión del Consejo de Estado de establecer medidas cautelares, la restitución inmediata lo reconcilia con Petro y despierta el frenesí de sus seguidores, para nada despreciables en las afujías electorales que padece Santos, y de contera tranquiliza a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Eso es lo que está en juego, ese el juego de Santos. Una medida de largo aliento electoral, pero de corto vuelo para la estabilidad institucional de la ciudad. La restitución reactiva de inmediato el referendo revocatorio, al tiempo que revive la estrategia del Pacto por Bogotá de Vargas Lleras. Ya veremos en qué orillas se colocan Santos y Petro en la contienda por la revocatoria o si deciden consumar una santa alianza, ante la amenaza uribista de hacerse a la alcaldía. Todo va a depender de los tiempos y movimientos electorales de la primera vuelta. Un galimatías político que sin duda prolonga la crisis y el estancamiento de la ciudad. La ciudadanía y los problemas que la agobian diariamente mientras tanto deberán esperar que cartas juegan Santos y Petro y como terminan: si de amigis o de enemigis.
 
Semanario Virtual Caja de HerramientasNº 395, Corporación Viva la Ciudadanía, Semana del 11 al 17 de Abril – 2014, Bogotá D. C.. www.viva.org.co
 
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