Los niños y niñas soldados
21/05/2014
- Opinión
“La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras”. --Jean Jacques Rousseau, filósofo francés.
Se entiende por niño/a soldado toda persona menor de 18 años que forme parte de cualquier fuerza o grupo armado, regular o irregular, con independencia de las labores que desempeñe; y toda persona menor de 18 años que acompañe a esas fuerzas o grupos cuando ello no sea en condición de familiar. Se incluye también en esa categoría a las niñas y a quienes se haya reclutado con fines sexuales o para obligarlas a casarse. (Principios de Ciudad del Cabo, 27 de abril de 1997).
Si partimos del concepto anterior, ya ha habido niños soldados en Honduras, a finales de los 70 y en los 80, el servicio militar obligatorio, quienes reclutaban en las calles, discos, restaurantes, cuando venían saliendo los estudiantes de los institutos nocturnos, donde fuera, muchas veces se llevaban menores de 18 años, y se quedaban a hacer la plaza dependiendo de la estatura. Así fui atrapado yo a los 17 años, hasta ahora me di cuenta que fui niño soldado.
Ese reclutamiento se acentuó después de 1978 cuando triunfa la Revolución Sandinista en Nicaragua, allí llegaba al Cuarto Batallón de Infantería el general Adolfo Álvarez Martínez, a darnos arengas desde oficiales hasta el último recluta, en lo que sobresalía el odio hacia los nicaragüenses, que eran nuestros enemigos, y, sin duda, nos adiestraban porque en la mente de Álvarez Martínez la guerra (¿o invasión?) a Nicaragua era un hecho.
Yo era estudiante, aspirante a escritor, que para tener más resistencia en los duros entrenamientos, tarareaba mentalmente las canciones de los Guaraguao y de Mejía Godoy. No había tal arenga del general que me convenciera de que los nicaragüenses eran nuestros enemigos, en cambio otros soldados y reclutas lo asumían como palabra santa.
También la doctrina que nos daban iba contra nuestros compatriotas civiles, de hecho, era especie de insulto y humillación sin un clase le decía a un soldado: “Firme civilón”. Por eso se daban muchos problemas cuando salíamos franco, pues íbamos prepotentes, arrogantes y pendencieros contra la población civil. En octubre del año pasado que visite Honduras para presentar mi libro El Equlibrista (Alfaguara, 2013), tuve oportunidad de conversar con dos miembros de la recién creada policía militar. Y pude percatarme de que el entrenamiento poco o nada había cambiado.
El otro día leía en El Comercio, de Perú, un reporte de ANSA:
“Organizaciones defensoras de los derechos humanos criticaron al gobierno del presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, por el entrenamiento militar a niños pobres en “riesgo social” con el propósito declarado de alejarlos del crimen organizado.
“Nos causa indignación ver que actualmente niños y niñas en edad escolar estén asistiendo a los batallones para recibir ‘formación en valores’, estamos convencidos de que la militarización de la niñez y juventud no es la mejor manera de fomentar y promover valores humanos, cívicos y morales para formar a las y los ciudadanos de nuestro país”, indicó en un comunicado la Organización Humanitaria Casa Alianza.
Al menos 25 000 niños y niñas catalogados por el gobierno en riesgo social recibirán “formación” a través de Guardianes de la Patria con el objetivo de atender durante tres años a 75 000 menores de edad y jóvenes de 5 a 23 años”.
Los grupos de poder, a raíz del golpe de Estado encabezado por el nefasto Roberto Micheletti, encontraron en la parte oscura de Colombia, sus mejores aliados. Y desde entonces el resquebrajamiento social en Honduras ha venido en picada, continuado tal cual lo inició el De Facto por los irregulares gobiernos de Porfirio lobo y Juan Hernández. Y entre tanto mal que agobia a Honduras, está la militarización de la niñez.
Honduras un país empobrecido, en donde el gobierno ha llegado al colmo de pagar recompensa para quienes denuncien donde los acaparadores esconden los frijoles, mientras puede encontrarse el plomo a cualquier hora y en cualquier parte, en donde la vida, como dice el corrido, no vale, cada día que pasa la militarizan más.
En las últimas horas un congreso manejado por el ejecutivo ha autorizado compra de aviones de guerra, más armas y un lujoso avión presidencial (para alguien que supuestamente solo le quedan tres años de gobierno), nos hace pensar que los hilos que verdaderamente manejan el poder en Honduras, están allí para quedarse a largo plazo usando el país como plataforma para librar otras guerras, que no son precisamente la del pretexto, la lucha contra el narcotráfico.
Esa niñez que pretenden “rescatar” a través del entrenamiento militar, no es otra cosa que los soldados de esas futuras guerras que ya ha comenzado a alentar, no sabemos por órdenes de quien, Juan Hernández, provocando a la república hermana de El Salvador. Y el teatro de Colombia ya se les cayó, pues el mismo presidente Santos ha reconocido que la tal paz no existe, que pudiera ser a través del proceso de paz y trabajando juntas por edificarle las parte en conflicto. Mientras el jefe de los paracos, Álvaro Uribe, se mueve como Pedro por su casa adulado por sus discípulos Michelleti, Lobo-Hernandez, por Honduras. Queda claro que de las fuerzas del mal de Colombia nada bueno puede heredarse, como lo demuestra la denuncia de que el asesor y amigo personal de Juan Orlando Hernández recibió 12 millones de dólares de tres poderosos capos.
En el llamado país más violento del mundo, no es posible que el mejor camino para buscar la paz sea entrenando niños y niñas para matar, mientras las escuelas se derrumban, carecen de todo, así como se despide una amiga maestra del chat: “Me voy para Corozal, a dar clases debajo de un árbol de mango”.
Puede ver el video sobre este tema en google y youtube: “En Honduras entrenan militarmente a niños y niñas”.
Nueva York 21 Mayo 2014.
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