Gran coalición por la paz y contra el fascismo
26/05/2014
- Opinión
Una buena parte de la clase política de la “Unidad Nacional” se bajó del proceso de Paz. Abandonó a Santos. Esa es la causa principal del crecimiento de Zuluaga. La “Unidad Nacional” es historia. El pasado 25 de mayo se quebró y hoy César Gaviria recoge sus restos.
Esa clase política tradicional – sobre todo en algunas regiones claves y estratégicas – se ha dado cuenta que un clima de Paz en Colombia genera condiciones para el avance del movimiento popular. Ya lo ha sentido durante todo el año 2013 y en muchos departamentos ha empezado a ser desplazada por nuevas fuerzas políticas.
Esa casta política no movió un dedo en las pasadas elecciones o si lo hizo, fue forzada por la propia población. Hoy –en forma vergonzante y solapada– se están deslizando hacia el uribismo. La desbandada va a crecer.
Mientras tanto, las fuerzas independientes, alternativas, progresistas y de izquierda, se han ido desplazando hacia el apoyo a Santos pero no han sido capaces de unificarse para poder liderar con claridad una Gran Coalición Democrática por la Paz y contra el Fascismo.
El momento es de máxima tensión y es crítico para el futuro del país. El proceso de Paz cuelga de un hilo ante la amenaza directa de Zuluaga (Uribe) de que si es elegido va a suspender los diálogos y colocará condiciones imposibles para la desmovilización de los guerrilleros.
Santos propone dividir las delegaciones negociadoras para manejar los dos temas que faltan en mesas simultáneas. Sabe que debe acelerar las negociaciones y producir acuerdos, pero al igual que lo ocurrido en la semana pasada (firma del tercer punto y cese de fuegos), esos gestos dramáticos muestran más debilidad que fortaleza. Además, la percepción de un presidente acorralado no es el mejor mensaje para recuperar la credibilidad pública.
Es urgente que las fuerzas políticas independientes, alternativas, progresistas y de izquierda (Polo, Progresistas, Verdes, UP, ASI, MAIS, liberales independientes, promotores del voto en blanco) y organizaciones sociales (Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, Cumbre Agraria) convoquen la constitución de una Gran Coalición Democrática por la Paz y contra el Fascismo, que al igual que en 2003 derrote a Uribe en sus pretensiones autoritarias.
El vacío que la clase política corrupta le ha hecho al presidente Santos va a ser ocupado por las fuerzas progresistas y de izquierda, lo cual significa una total transformación de las condiciones políticas en el país, en donde las fuerzas de la Paz y la Democracia (así sea apoyándose en una figura tan precaria y débil como Santos) se van a enfrentar con las fuerzas de la guerra y el fascismo criollo.
El momento exige una visión estadista – de grandes alcances – a los dirigentes progresistas y de izquierda. Si actuamos con visión estrecha y de corto plazo vamos a pedirle esta vida y la otra a un presidente debilitado que va a firmar “cheques en blanco” mientras logre ganar, pero que al otro día retrocederá y nos traicionará como lo hizo con Uribe.
Con esa actitud – infantil y esquemática – los progresistas y la izquierda lo que harían, de actuar así, sería debilitar más a Santos, mostrarlo ante la opinión pública como “entregado” a la izquierda (y de paso “sometido” a las FARC), lo cual generará inevitablemente mayor temor entre las fuerzas de centro y de derecha moderada, que correrán bajo el ala de Uribe (Zuluaga).
La actitud correcta es el apoyo unilateral o con acuerdos mínimos en relación a aspectos vitales para el futuro del proceso de Paz, como la exigencia a las FARC de que declare un cese de fuegos permanente y unilateral, y otros puntos de ese tipo que generen confianza entre la población de que los diálogos van a finalizar en poco tiempo y se va a llegar en verdad al fin del conflicto armado.
Los progresistas y la izquierda deben ser generosos en este momento crucial que vive la Nación. Una actitud madura y unificada potenciará a este sector político – no tanto para hacer parte del nuevo gobierno –, sino para convertirse en un factor social y político para transformar el período del “post-acuerdos” en un proceso de cambio del modelo económico que actualmente se aplica en el país.
Se correrá el riesgo de que Santos una vez en el gobierno intente desconocer la fuerza y aporte electoral de progresistas y de la izquierda. Son los riesgos que se deben correr pero la unidad y la claridad política serán las herramientas para enfrentar esas eventualidades.
Las próximas elecciones del 15 de junio ya no serán sólo entre dos representantes de la oligarquía. El panorama es más complejo:
Por un lado está Zuluaga (Uribe), quien representa a la burguesía agraria, al gran latifundismo y a las fuerzas más retrógradas y reaccionarias de la sociedad colombiana, quien está recogiendo lo peor de la clase política tradicional que está asustada con el avance popular y le aterroriza un clima de Paz que ponga en riesgo sus privilegios y poder.
Por el otro lado está Santos, representante de la gran burguesía transnacionalizada, parcialmente abandonado por una parte de la burguesía burocrática, quien estará sostenido realmente por las fuerzas democráticas (progresistas y de izquierda), que con cierto temor, reservas y desconfianzas, van ocupando ese lugar, pero que pueden – si se lo proponen – dar un salto cualitativo en la lucha por acceder al gobierno y al poder, más adelante.
Todo se definirá en si las fuerzas de la guerra imponen su voluntad. Si gana la democracia, empezaremos a liquidar al latifundismo agrario, político, cultural, ideológico y delictivo. Se despejará hacia el inmediato futuro la lucha frente al modelo neoliberal y a las fuerzas sociales que lo sostienen: la gran burguesía transnacionalizada y el imperio.
El latifundismo político e ideológico se ha apoyado en los errores y crímenes de la insurgencia para sobrevivir y engañar. Ese ha sido su combustible para perpetuarse en Colombia. Debemos quitarle ese combustible consolidando el proceso de Paz y poniéndole fin al conflicto armado. Esperemos que la insurgencia comprenda que ya no es el actor principal, que las fuerzas democráticas (progresistas y de izquierda) son las que deben tener la representación de lo más avanzado de la sociedad y el pueblo.
Vivimos un instante de grandes definiciones. Esperemos no equivocarnos.
Popayán, 27 de mayo de 2014
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