San Cristóbal de Las Casas, Chiapas a 22 de diciembre de 2004
Contra el olvido, la memoria
22/12/2004
- Opinión
A siete Años de la Masacre de Acteal, no son investigados ni
sancionados los delitos de lesa humanidad contra la población civil
en Chiapas.
El 22 de diciembre de 1997, hace siete años, en la población de
Acteal, cercana a San Pedro Chenalhó, Chiapas, fueron masacrados 49
indígenas tsotsiles que se encontraban en una ermita, después de tres
días de ayuno y oración por la paz: 19 mujeres, 8 hombres, 14 niñas,
4 niños y 4 más que aún no nacían y que junto con sus madres fueron
brutalmente asesinados, además de 25 heridos, por un grupo de hombres
con armas de alto calibre y balas expansivas de uso exclusivo del
Ejército Mexicano sin que los Policías de Seguridad Pública
acuartelados a escasos 200 mts, y el Ejército ubicado a menos de 1
Km., intervinieran en su ayuda, ni a pesar de que este Centro de
Derechos Humanos notificó a la Secretaría de Gobierno del Estado de
Chiapas sobre lo que ocurría esa mañana del 22 de diciembre. El
ataque se prolongó por más de 7 hrs.
Esta brutal masacre se inscribió en un contexto de guerra irregular
preparada por la Secretaría de la Defensa Nacional, ideada por el
General de División Miguel Ángel Godínez Bravo, ordenada por el
entonces presidente Zedillo en febrero de 1995, y ejecutada por el
General de División Mario Renán Castillo, en el que las acciones
paramilitares fueron la clave en el plan de campaña del Ejército en
Chiapas. La impunidad en el caso Acteal no es un agravio únicamente
para las víctimas, sino para todos los mexicanos, ya que es imposible
hablar de un estado de derecho efectivo cuando ni siquiera se
respetan las reglas mínimas del derecho internacional humanitario.
Ante esta realidad los gobiernos estatales y federales se han negado
a reconocer las evidencias que señalan el origen de la masacre, ya
que la procuración de justicia con sus acciones ha pretendido
confundir a la opinión pública sobre los verdaderos motivos,
señalando que se trata de un problema religioso, intracomunitario e
incluso de usos y costumbres, recurriendo para ello a lagunas legales
como parte de su estrategia de ocultar la verdad.
Mientras no existan marcos legales que contemplen los conflictos
armados internos, delitos de guerra y de lesa humanidad, así como
controles civiles efectivos, basados en el respeto a los derechos
fundamentales de los ciudadanos, cuando de las actividades del
ejército se trata, seguiremos siendo testigos y víctimas de este tipo
de actos ilegítimos, y estos seguirán siendo tratados como delitos
comunes.
Los orígenes de la masacre que los gobiernos de los distintos niveles
y de las diversas administraciones han negado, nos dan muestra clara
y contundente que forma parte de una estrategia de ataque a la
población civil, donde un grupo de paramilitares ligados con las
autoridades municipales, estatales y federales incluyendo al Ejército
mexicano, han sido el instrumento con el cual se intenta acabar con
lo que el propio Ejército denomina "organización de masas".
La violencia en Chenalhó se documentó por este Centro de Derechos
Humanos desde febrero de 1994. El saldo de las acciones paramilitares
en Chenalhó al 22 de diciembre de 1997 fue de: 6.332 personas
desplazadas, que incluye la pérdida de bienes y la quema de sus
casas; 62 muertos de manera violenta y 42 heridos. Todo esto generado
en un clima de tensión, hostigamientos y amenazas del grupo
identificado con el PRI y promovido por la presidencia municipal de
San Pedro Chenalhó, que actuaba con armamento de uso exclusivo del
Ejército, uniformes y con el amparo de la Policía y de los militares.
La gravedad de la situación fue mostrada por Ricardo Rocha unos días
antes de la Masacre. Los hechos descritos, aunados a los
acontecimientos ocurridos en la zona norte del estado entre 1995 y el
año 2000, son claras consecuencias de la implementación de una
política deliberada de Estado encaminada a cometer ataques
generalizados y sistemáticos en contra de la población civil y con
conocimiento de dichos ataques, consistentes en Asesinatos, Traslado
forzoso de población (en la zona altos y norte se desplazaron
aproximadamente 10,000 personas de un total de 12, 000 en el estado
de Chiapas), Privación grave de la libertad física, Tortura,
Persecución de una colectividad con identidad propia fundada en
motivos políticos (opositores al PRI), étnicos (todas las víctimas
son indígenas), y religiosos (miembros activos de la Diócesis de San
Cristóbal de Las Casas), además de Desaparición forzada de personas,
por medio de la creación, financiación, adiestramiento y
encubrimiento de grupos paramilitares. Todos estos delitos son
reconocidos como de Lesa Humanidad, en términos del Estatuto de
Nüremberg y que implican una negación flagrante de los principios
fundamentales consagrados en las Cartas de la Organización de los
Estados Americanos y de las Naciones Unidas.
El Estado mexicano ha violado el derecho a la vida, a la integridad
personal, a la libertad personal, a la honra y dignidad, los derechos
de la niñez, a la propiedad, a la circulación y de residencia.
Se ha violado también el derecho a la justicia que corresponde a las
víctimas, justicia que no se limita a la prontitud con que debe
resolverse un juicio, cosa que tampoco se ha cumplido, si no también
a ser eficaz, para que a partir de ahí se pueda obtener una sentencia
justa que entre otras cosas, repare integralmente el daño causado.
El derecho a la verdad, que es parte fundamental en la integración de
la justicia, también fue violado por el Gobierno Mexicano, ya que las
causas y los verdaderos responsables de este crimen de lesa
humanidad, no han sido reconocidos. A pesar del procesamiento de
algunos de los autores materiales de la masacre y de algunos
funcionarios públicos, la investigación de la entonces Fiscalía
Especial para la Atención de los Delitos Cometidos en Chenalhó en
cuanto a la autoría intelectual, sólo se limitó al nivel local,
evitando en todo momento reconocer la existencia de grupos
paramilitares y la responsabilidad del Ejército en los hechos.
Se cumple un año más en la denegación de la justicia, impunidad
ratificada en el franco desinterés de autoridades, mutismo jurídico
de los gobiernos, en un contexto en el que el municipio de Chenalhó
con doce campamentos, tiene la mayor presencia militar por población
en el país después del Distrito Federal, y el tráfico de armas y
municiones, las amenazas y hostigamientos continúan.
La desaparición en la administración Fox, de la Fiscalía Especial
para la Atención de los Delitos Cometidos en el Estado de Chiapas,
así como de la Unidad Especializada para la Atención de Delitos
Cometidos por Presuntos Grupos Civiles Armados, ambas de la PGR,
demuestran la intención de las autoridades de minimizar los hechos y
la poca importancia que le dan a las víctimas de un conflicto armado
no resuelto.
Aún con la miopía en la procuración de justicia quedan pendientes de
ejecutar 29 órdenes de aprehensión, 27 de ellas giradas contra
civiles que participaron en la ejecución, y 2 más en contra de ex
funcionarios públicos.
A la fecha las autoridades no han informado sobre la situación de los
prófugos de la justicia a quienes se les giró orden de aprehensión
como son Jorge Gamboa Solís (Ex Coordinador de la Policía Estatal) y
José Luis Rodríguez Orozco (Director de la Policía de Seguridad
Pública Estatal). Cincuenta y tres de los señalados como culpables
por las víctimas aún están siendo procesados, pues las causas penales
correspondientes se encuentran en reposición de procedimientos en
etapa de desahogo de pruebas.
Aunado a esta grave situación de dilación y denegación a la justicia,
a mediados del año 2003, la defensa de los paramilitares presos
actualmente en el penal "El Amate", del municipio de Cintalapa,
inició una campaña en la que argumentan que los motivos de la masacre
de Acteal son de carácter religioso.
Mientras los grupos paramilitares no sean desarmados, su presencia en
las comunidades continua siendo un grave riesgo para la población y
una amenaza constante de reactivación.
Ante esta situación el Centro de Derechos Humanos exige:
1.- Que se cumpla el derecho a la Verdad de las víctimas y de
la sociedad en su conjunto:
A.- Haciendo público un informe de actividades y resultados
de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos
Cometidos por Presuntos Grupos Civiles Armados de la
Procuraduría General de la República desaparecida en el año
2001.
B.- Realizando una investigación seria considerando las
líneas que apuntan a la responsabilidad del Estado por los
delitos de lesa humanidad perpetrados en el estado de
Chiapas, a través de la creación de una Fiscalía Especial
Autónoma con capacidad de llamar a cuentas al Ejército
mexicano y de deslindar responsabilidades de Estado.
2.- Que se garantice el derecho a la Justicia sancionando a los
responsables materiales e intelectuales de los delitos de lesa
humanidad dirigidos en contra de la población civil, de acuerdo
al Estatuto del Tribunal de Nüremberg.
3.- Que se haga efectiva la Reparación del Daño de las víctimas
de desplazamiento forzado, asesinatos, desapariciones y tortura.
4.- Que se garanticen medidas de No Repetición:
A.- El desarme y la desarticulación de grupos
paramilitares.
B.- La desmilitarización del territorio indígena de
Chiapas.
C.- La inclusión de los tipos sobre delitos de lesa
humanidad en el marco del derecho positivo mexicano.
D.- La desaparición del fuero militar en tiempos de
paz y particularmente cuando se trata de violaciones
de Derechos Humanos.
E.- La ratificación del Protocolo II sobre Conflictos
No Internacionales, de los Convenios de Ginebra.
F.-- La ratificación por parte del Senado del Estatuto
de la Corte Penal Internacional.
https://www.alainet.org/es/active/7410
Del mismo autor
- Ejecuciones extrajudiciales, práctica reiterada de las policías de Chiapas 11/01/2009
- Contra el olvido, la memoria 22/12/2004
- Emboscada a zapatistas en Pasté 13/04/2004