Entrevista a Helena Argirakis:
Bolivia, el Vivir Bien y el G77
15/06/2014
- Opinión
Concentración festiva organizada por movimientos sociales en Santa Cruz con motivo de la reunión del G77+China |
El aporte de Bolivia de insertar el concepto del Vivir Bien en el debate internacional sobre desarrollo sostenible y en las metas post 2015 de la ONU, tiene su raíz en la Constitución boliviana, pero también en el diálogo que se lleva a cabo en ese país entre la cosmovisión indígena y las exigencias de un país que busca salir del modelo de desarrollo del siglo XX, que ha significado saqueo de los recursos, pobreza y desigualdad.
ALAI conversó de este tema en Santa Cruz, donde se desarrolla la Cumbre del G77 (14-15 de junio) con Helena Argirakis, politóloga cruceña y docente de relaciones internacionales y ciencia política en la Universidad Nur. Para Argirakis, el Vivir Bien no es solamente una política exterior o una crítica económica, sino que también tiene aristas en torno a una cosmogonía, una cosmología alternativa de orden internacional. “Engloba una crítica fuerte; en eso no hay mayor contradicción con una crítica desde la izquierda o el marxismo, pero el Vivir Bien supera el marxismo en el sentido que critica la base industrial extractivista que tiene el marxismo y básicamente plantea una nueva manera de gestionar armonía entre seres humanos, naturaleza, economía, sociedad”, explica, y ello porque, a la vez que cambia los sujetos colectivos dueños de esos recursos naturales, elimina el concepto mismo de “recursos naturales”, lo que abre “un horizonte interesantísimo de debate que aparece muy fuerte en el hecho que existen comunidades epistémicas que trabajan sobre el Vivir Bien”.
En tal sentido, representa “un encuentro con el pasado, con los antepasados de los pueblos indígenas, sus sabidurías ancestrales, pero a la vez es un debate de vanguardia, porque se plantea en la cima del debate del siglo XXI”, opina la docente. Es también un punto de encuentro “que salta más allá de los debates ideológicas entre derechas e izquierdas que fueron características de los 60 y 70”, acota.
Toda vez, este proceso no está libre de contradicciones. Tanto Bolivia como Ecuador, que tienen en su constitución este concepto del Vivir Bien o Buen Vivir, son países con una economía basada en gran medida en la extracción de recursos naturales, política que siguen impulsando estos gobiernos para tener los recursos financieros que necesitan para salir de la pobreza y desarrollar otras opciones de producción; y esto está generando conflictos justamente con pueblos indígenas. Preguntamos a Helena Argirakis qué implica esta contradicción.
“Es el famoso dilema del Estado -responde- porque en la medida en que estos pueblos y estos movimientos se hacen del Estado, el Estado es el gran administrador del recurso. En el caso boliviano (que es el que conozco), hay una problemática de estatalidad inconclusa, porque si tomamos en cuenta la historia política de Bolivia, se funda la república, pero no se funda una estatalidad en el sentido de generar soberanía, integración, ocupación espacial, territorial, ni sobre todo la soberanía económica y productiva. Entonces, hay una serie de temporalidades que se están dando simultáneamente”.
En el caso de Bolivia, Argirakis señala que se están resolviendo deudas históricas a la vez que generando administración del presente. Implica no solo redistribución, sino buscar empoderar una nueva clase económica, es decir el sujeto constitucional indígena-originario-campesino-popular, para que pueda incorporarse cualitativamente a un país que ha sido históricamente excluyente, racista y discriminador. A la vez –dice- se está trabajando en una perspectiva hacia el futuro.
“En este momento, pienso que Bolivia está en una situación de transición donde está saldando deudas históricas, está administrando presente, pero a la vez está generando posibilidades de dar esa transición –acota-; y por eso considero el G77 un espacio estratégico. Pero ese salto hacia el futuro no lo va a poder dar Bolivia ni Ecuador solos y aislados, si el entorno internacional sigue siendo capitalista, desarrollista y extractivista. Entonces, tiene que ser un desmontaje y una transición colectiva del orden internacional, no a partir de un análisis económico solamente, sino de un análisis integral sobre la vida, que es justamente la fortaleza del Vivir Bien y del Buen Vivir. En la medida en que se articulen estas alianzas y se pueda hablar de un bloque de países que caminen en esa dirección, Bolivia y Ecuador podrían avanzar hacia la superación de este momento actual muy difícil, duro y contradictorio. En el caso boliviano, el gobierno, el MAS, los pueblos, los movimientos sociales, no plantean quedarse en este momento de desarrollo extractivista, de industria y redistribución, sino ir avanzando, en un avance colectivo. Allí está el valor de que esta Cumbre sea ahora en Bolivia, porque tiene una serie de propuestas para cambiar”, concluyó la docente.
El G77 más allá de las diferencias
No era tan evidente, toda vez,hasta qué punto este debate andino podía calar en un escenario como el G77, que abarca una gama muy amplia de Estados con sistemas, economías, culturas y visiones muy distintas entre sí. Argirakis opina que, a pesar de la aparente distancia y diferencia, hay una base común entre estos países, en la medida en que buscan la superación de un orden internacional neoliberal, donde hay también serias críticas a la imposición cultural judeo-cristiana occidental y moderna. Asimismo, “hay una redistribución geográfica-geopolítica del poder –señala- o sea, un descentramiento de los países desarrollados -EEUU, Europa- hacia el Sur, y eso plantea esa cooperación Sur-Sur, no solamente en términos de integración o de comercio, sino en torno a experiencias pasadas de países que en muchos casos han sido colonizados, en la búsqueda de la deconstrucción del impacto de la colonia, y sobre todo la gestión de relaciones más equitativas, más armoniosas, más justas y equilibradas”, señala.
Este hecho plantea un diálogo Sur-Sur, y un diálogo “con otros sujetos que no son humanos, que justamente es la fuerza del planteamiento del Vivir Bien, o del Buen Vivir ecuatoriano, que postula que los otros seres vivos que habitan el planeta son sujetos políticos, como el caso de la naturaleza, o del clima, el ecosistema, que tiene manifestaciones políticas en la medida en que, por ejemplo, hay manifestaciones del poder que tiene la naturaleza a través del impacto del cambio climático”. La investigadora considera también que esta reconfiguración implica sobre todo la mirada de valorizar cultural y científicamente lo que no ha sido considerado valioso, pues “ha habido una violencia cultural y civilizatoria que ha invisibilizado los saberes, los conocimientos. Entonces allí vemos que el G77 puede construir estos puntos de consenso, porque está mirando al mundo desde otro punto de vista, desde otras referencias”. Reconoce que estos consensos no son fáciles, pero permiten acuerdos más duraderos y más legítimos, y sobre todo más cohesionados, para introducirlos al sistema de la ONU.
El G77+China agrupa a alrededor de dos tercios de los países del planeta (133) y 60% de la población mundial. No obstante, el poder sigue estando concentrado, hasta ahora, en el otro tercio. En tal sentido, preguntamos a la politóloga qué posibilidad ve que esta agenda vaya avanzando para lograr acuerdos globales en la ONU. Helena Argirakis opina que una gran fortaleza que tienen varios Estados del G77, como el bloque de países progresistas que integran UNASUR, es que trabajan conjuntamente con otros foros de deliberación social que no necesariamente son foros de Estados. “Eso creo que es una de las características distintivas, por ejemplo de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay, que trabajan de manera aliada con foros de sociedades, como el FSM, y esos foros van generando la participación, la presión, el lobby de la sociedad que puede ser también vinculada con sociedades que se encuentran en los países desarrollados”, donde se pueden establecer alianzas y hermanamiento. “El sistema de Naciones Unidas, básicamente creado sobre las correlaciones de fuerzas resultantes de la segunda guerra mundial, difícilmente puede hacer fuerza real solamente dentro de la ONU; tiene que ser una estrategia envolvente, que presione desde todos los flancos posibles”, concluye.
Santa Cruz, 15/06/2014
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