Una deuda anticolonial

22/07/2014
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En estos días nos vienen a la mente dos ilustres pensadores: José Martí y Eugenio María de Hostos, que avizoraron una lucha por la liberación de sus pueblos. Martí señaló que Lares y la Demajagua eran dos hermanas que se besan a través de las olas que las separan y que la independencia de ambas no eran solo el medio único de asegurar el bienestar decoroso del hombre libre de ambas islas, sino el suceso histórico indispensable para salvar la independencia amenazada de las Antillas libres, de la América libre y la dignidad de la república norteamericana”.
 
Cuba se liberó del imperio español, aunque el imperialismo estadounidense dirigió sus destinos durante más de medio siglo, hasta que la alborada del Moncada señaló el camino de la verdadera y definitiva independencia. Puerto Rico batalla después de 113 años por liberarse del yugo neocolonial y para dejar de ser un Estado libre-asociado.
 
Recuento histórico aparte, valdría la pena recordar la vigencia de la Resolución 1514 de las Naciones Unidas, aprobada en 1960, que reconocía el derecho inalienable de todos los pueblos a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía y a la integridad de su territorio nacional y proclamó la necesidad de poner fin rápida e incondicionalmente al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones. Han transcurrido 4 decenios.
 
Los patriotas puertorriqueños persisten estoicamente para la descolonización y han debido sufrir, además, la utilización de la isla de Vieques y Ceiba durante más de sesenta años por la infantería de marina para maniobras militares, (incluidas detonaciones de bombas y quema abierta), que dañan la salud de la población y el medio ambiente e impiden el desarrollo económico-social.
 
Una de sus demandas es que se ejerza la supervisión y limitación por la comunidad internacional sobre la actuación de Estados Unidos y permitirle a Puerto Rico participar en las discusiones de problemas compartidos, como la crisis financiera, el despido laboral, los crímenes por el tráfico ilícito de drogas o las plagas provenientes del extranjero.
 
Las acciones violentas, la represión e intimidación ejercida por Estados Unidos contra los patriotas independentistas y la prolongada prisión de éstos, como Lolita Lebrón, Albizu Campos y Oscar López, confirman que los sucesivos gobiernos de Washington hacen caso omiso de los acuerdos de la Asamblea General y del Comité de Descolonización de la ONU, de las cumbres del Movimiento de Países no Alineados y de la CELAC, de la Proclama de Panamá y México, o de cualquier foro regional y planetario que reclame justicia.
 
Un ejemplo de ello es el dictamen del denominado Grupo Interagencial de Trabajo sobre el status de Puerto Rico, designado por el Presidente estadounidense, que lo confirmó como “un territorio sujeto a la autoridad congresional de ese país”.
 
Cuba es abanderada de la causa del pueblo puertorriqueño. Desde la Cumbre de El Cairo, celebrada en 1964, propugna la inclusión del tema en el Comité Especial de Descolonización. En 1972 se logró una resolución reconociendo los derechos del hermano pueblo. Desde entonces, cada año se renueva la resolución, mientras la situación permanece sin cambios notables.
 
Una treintena de Resoluciones, emitidas por la Asamblea General y el Comité de Descolonización de la ONU esperan su concreción para respetar la identidad nacional de Puerto Rico.
 
Esta vez, la más reciente del Comité Especial de Descolonización, aprobada el 23 de junio, contó con la presentación por Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela, Irán y Siria de posiciones, amparadas en 40 ponencias, que se centraron en que los puertorriqueños puedan definir por sí mismos su status político; el reclamo de libertad para Oscar López; contra la militarización de la Isla y la imposición de la pena de muerte; la limpieza de los terrenos utilizados por los marines y el llamamiento a Estados Unidos para que asuma su responsabilidad.
 
El caso de Puerto Rico se mantendrá bajo examen continuo. Para nosotros es una deuda anticolonial. Hostos y Martí nos trazaron el sendero.
 
 
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