La casa de horrores de la CIA
29/07/2014
- Opinión
Publicado originalmente en el semanario puertorriqueño CLARIDAD el 10 de agosto de 2001.
Comenzando en la década de los 50, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos realizó grotescos experimentos con sujetos humanos con la intención de crear personas-robots que siguieran órdenes sin cuestionarlas. Los métodos que usaron para modificar el comportamiento humano incluyeron drogas alucinógenas, choques eléctricos, privación sensorial, mensajes subliminales y hasta lobotomías.
La CIA comenzó sus experimentos para controlar mentes (mind control) tan temprano como 1950, cuando la Oficina de Seguridad de la Agencia, entonces dirigida por Sheffield Edwards, inauguró el proyecto Bluebird. Como parte de este proyecto, la CIA endrogó e hipnotizó prisioneros de guerra norcoreanos internados en Japón, en violación directa de las convenciones internacionales sobre el tratamiento de combatientes capturados. En experimentos subsiguientes la CIA usó como sujetos a drogadictos, prisioneros e indigentes con enfermedades terminales.
El proyecto Bluebird lo dirigió Morse Allen, veterano de la inteligencia naval y pionero en el uso del polígrafo, según el libro Whiteout: The CIA, Drugs and The Press, por los reporteros investigativos Alexander
Cockburn y Jeff St. Clair (Verso Books, 1998). Allen entró en este campo experimentando con hipnosis, pero eventualmente se cansó y dirigió sus investigaciones a técnicas más entretenidas, como terapia de choques eléctricos y lobotomías.
Pocos años después se le cambió el nombre de Bluebird a MK-ULTRA. El macabro programa MK-ULTRA obtuvo la aprobación personal de Allen Dulles, quien entonces dirigía la Agencia, y lo supervisó directamente Richard Helms, quien luego sería director de la CIA de 1966 a 1973.
Frank Olson, ¿Saltó? ¿O lo empujaron?
En 1953 ocurrió un incidente trágico que ayudó a traer estos horrores a la luz pública. El 18 de noviembre de ese año un pequeño grupo de oficiales de la CIA y del laboratorio de guerra biológica del ejército en Fort Detrick se reunieron en el hotel Deer Creek Lodge, en las montañas de Maryland. Este encuentro fue parte de una serie de sesiones regulares para discutir el desarrollo de pociones y venenos para el uso de la CIA.
La reunión no hubiera sido nada fuera de lo ordinario de no ser porque a uno de los presentes, el doctor Sydney Gottlieb, se le ocurrió hacer una travesura. Gottlieb, quien entonces dirigía la División de Servicios Técnicos de la CIA, le puso a las bebidas de los presentes una dosis del alucinógeno LSD. Cuando les preguntó cómo se sentían, éstos dijeron que no sentían nada fuera de lo ordinario. Entonces el buen doctor les reveló el pequeño detalle del alucinógeno en sus bebidas.
Pero más tarde el LSD surtió efecto sobre uno de los presentes, el doctor Frank Olson de Fort Detrick, quien era el experto más destacado del ejército de Estados Unidos en el campo de guerra biológica. Ese día Olson tuvo lo que en los años sesenta se conocería como un bad trip, una experiencia mala con alucinógenos. Pasó varios días delirando mientras que Gottlieb buscaba la manera de sacarlo del "trip" y hacerle volver a la normalidad. Olson se estaba quedando en la ciudad de Nueva York en el apartamento de Richard Lashbrook, segundo al mando en la División de Servicios Técnicos, cuando ocurrió su muerte misteriosa. Según Lashbrook, Olson corrió hacia una ventana cerrada y cayó varios pisos a la calle.
La viuda, Alice Olson, y sus hijos, Eric y Nils, nunca creyeron que Frank Olson se suicidó. La CIA no les informó que a Olson se le había dado un alucinógeno sin su consentimiento. Tampoco les dejaron ver el cuerpo, porque supuestamente estaba muy mutilado por la caída. Por 22 años la familia vivió con la angustia e incertidumbre de no saber qué realmente pasó, hasta 1975. En ese año Eric, quien era entonces sicólogo clínico, ley´ø en la prensa que una comisión dirigida por el vicepresidente de Estados Unidos, Nelson Rockefeller, había investigado las actividades domésticas de la CIA y encontró, entre otras cosas, que un hombre que fue drogado surrepticiamente con LSD por la CIA murió al saltar de una ventana. La familia contactó a un antiguo colega de Olson, Vincent Ruwet, quien les confesó que el hombre al que se refería la Comisión Rockefeller era precisamente Frank Olson.
Los Olson denunciaron esta barbaridad públicamente y el clamor fue tal que el propio presidente Gerald Ford se disculpó públicamente por lo ocurrido. Pero la CIA se tardó quince años más en darle una compensación a la familia. Al Alice morir en 1993, sus dos hijos decidieron exhumar el cadáver de su padre. Eric estuvo presente durante el procedimiento y notó que el cuerpo no estaba mutilado, como le habían dicho. El patólogo forense, James Starrs de la George Washington University, encontró una concusión en la frente de Olson. Según Starrs, la concusión debió ser suficiente para dejarlo inconsciente, pero no pudo haber sido producto de la caída. Además, no tenía los rasguños que uno esperaría ver en una persona que saltó a través de una ventana de cristal cerrada. En 1997 el fiscal de distrito de Manhattan, Robert Morgenthau, anunció su intención de investigar la muerte de Olson, la cual casi 50 años después sigue siendo un misterio. ¿Saltó de esa ventana? ¿O lo tiraron?
Un doctor demente
Numerosos doctores y psiquiatras prestigiosos participaron de los experimentos MK-ULTRA. De éstos el más infame fue sin duda el doctor Ewen Cameron, quien trabajaba en la Universidad de McGill, en la ciudad canadiense de Montreal. Con el apoyo financiero de la CIA y la Fundación Rockefeller, Cameron realizó experimentos con sujetos humanos involuntarios, reminiscentes de los experimentos médicos de los nazis.
Según Cockburn y St. Clair, a Cameron le encantaba realizar experimentos extremos de privación sensorial. Una vez encerró una mujer en una caja oscura a prueba de sonidos por 35 días. No sabemos cómo se afectó el sujeto, pero ya para 1955 los doctores de la CIA habían realizado experimentos de privación sensorial en los que determinaron que menos de cuarenta horas de privación sensorial pueden causar psicosis severa.
A Cameron también le gustaba hacer lobotomías. Le instruyó a sus colegas a que las hagan con un mínimo de anestesia para poder saber cómo se distorsionaban las mentes de los sujetos a medida que el escalpelo iba cortando el cerebro. ¿Drogas? ¡Como no! Una vez le dio a una paciente catorce dosis de LSD en dos meses sin su conocimiento.
Pero el juguete favorito del doctor Cameron era la aplicación de choques eléctricos. Más de 150 de sus pacientes fueron objeto de una brutal mezcla de drogas, choques eléctricos y mensajes subliminales para "desprogramarlos" y "reprogramarlos" como si sus mentes fueran computadoras.
Uno de los pacientes, el joven Robert Loguey, recuerda que le pusieron en su cuarto una grabación 23 horas al día que decía "mataste a tu madre", Cuando regresó a su casa se asombró al ver que su madre estaba viva.
Peor fue el caso de Linda McDonald, de 25 años de edad y madre de cinco. Fue al doctor Cameron para tratamiento de una depresión post-parto y acabó como conejilla de indias. McDonald pasó 86 días narcotizada y en estado semi-comatoso. Durante ese periodo la sometieron a 102 "terapias" de electro-shock. Cuando salió del hospital estaba tan incapacitada que ni siquiera podía ir al inodoro sin ayuda.
Tras una larga y dolorosa recuperación, McDonald se unió a Loguey y seis otras víctimas de Cameron y demandaron a la CIA. La Agencia eventualmente les pagó una compensación, pero hasta el día de hoy insiste en que no tiene culpa de las acciones de Cameron, quien murió en 1967.
Cameron no era ningún científico loco trabajando en un cuarto oscuro de la CIA. Fue presidente de la American Psychiatric Association y la World Psychiatric Association.
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