Ferguson en llamas
19/08/2014
- Opinión
La pretensión manipuladora de la canalla mediática usamericana y sus repetidoras del continente y el mundo, de reducir la actual situación de conflicto social y político en la pequeña ciudad de Ferguson, Estado de Misuri, USA, a un asunto meramente policial y de conducta racista de un oficial de Policía por el asesinato del joven Mike Brown; se ha venido disolviendo en medio de la persistente protesta de la mayoritaria comunidad afrodescendiente de la ciudad y la opinión generalizada de algunos generadores de opinión de los Estados Unidos, incluyendo el presidente Barak Obama, que se manifiestan por descubrir las razones profundas en una variedad de causas que están presente en el lugar pero que forman parte de la situación pos-segregacionista de los Estados Unidos.
La muerte a manos de la Policía o de cualquier agente del Estado e, incluso, de particulares en ejercicio de una acción de defensa privada autorizada por la Ley, no es noticia relevante en los Estados Unidos de América por cuanto tales hechos se producen con dramática frecuencia en todos los Estados de ese país y son mediáticamente encubiertos y judicialmente justificados en acciones legítimos de los agentes de encargados de hacer cumplir la ley contra individuos implicados en conductas criminales o de desobediencia peligrosa o amenazante a órdenes de policías locales o estadales y agentes federales, en el ejercicio de sus funciones.
Sin embargo, lo relevante en relación con estos homicidios es que, a pesar de todo lo que se ha podido avanzar en la superación de las consecuencias de los sistemas de explotación esclava, segregación y discriminación social imperantes en toda la historia de los Estados Unidos de América, el abismo en la igualdad de oportunidades sociales, laborales, económicas, políticas y militares, las restricciones en el libre acceso a todos los espacios públicos y privados, la insuperada integración residencial, la sobrevivencia de leyes y sistemas judiciales y penitenciarios prejuiciados, la legalización y permisiva actitud de los grupos racistas y de odio como el Ku Kus Klan y otras organizaciones supremacistas, la formación policial prejuiciada en el uso letal de la fuerza en situaciones de violencia no armada y, los estereotipos de conducta criminal y antisocial que los medios y la industria del entretenimiento sostiene en contra de la población no “blanca”; representan algunas de las más importantes causas que mantienen la brecha étnico-social en la sociedad usamericana y que, cuando se producen hechos como los de Ferguson, replantean el debate sobre los problemas del racismo y la exclusión social.
Es la combinación de este conjunto de situaciones legales, institucionales y culturales en la aún mayoritaria población “blanca” de los Estados Unidos, reforzada por el crecimiento de la intolerancia étnica-social y anti-inmigrante por parte de los sectores de la ultraderecha política, identificada hoy con el ala xenófoba del Partido Republicano y su corriente del Tea Party y, una Corte Suprema de Justicia dominada en número y doctrinas por el pensamiento jurídico conservador, lo que casi ha congelado el proceso de cambio político y cultural abierto a partir del movimiento anti-segregacionista liderizado por el reverendo Martin Luther King de los años 60’s del siglo XX e impide que en la Federación, en los Estados y en los gobiernos locales, se produzcan nuevas leyes, se dicten novísimas jurisprudencias y se desarrollen políticas públicas de “acción positiva”, más acorde con el espíritu, letra y propósito de la Constitución de los Estados Unidos y que, incluso, superen ese pacto Federal de 1776 suscrito en la ciudad de Filadelfia, a todas luces separados y antagonizado con las nuevas realidades de la vida en éste comienzo del siglo XXI.
Ferguson es hoy, más que una llamarada de fogatas callejeras y negocios destruidos, un incendio de voces y reclamos que representan la conciencia de la comunidad afrodescendiente de los Estados Unidos de América que, aunque que crecientemente se destaca en la vida social, económica, cultural y militar en los Estados Unidos, se resiste a seguir siendo tratada como “ciudadanos de segunda” por un Estado en donde muchos de sus leyes declaran la Igualdad y No Discriminación pero que en los hechos, sus autoridades e instituciones siguen miranda hacia atrás en la historia de los galeones esclavistas, las ferias de venta de africanos, los blancos campos de algodón llenos de negros y los soldados norteamericanos negros llevados en la Guerra de Secesión a morir en el campo de batalla por una clase burguesa que, aún 159 años después de ese sangriento conflicto, los mantiene en una suerte de esclavitud social y política favorecedora del dominio de las elites descendientes de los inmigrantes europeos y el aparato militar-industrial, que gobiernan los Estados Unidos de América, sin importar que a orillas del Potomac, en la White House, este instalado un mestizo descendiente de un africano.
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