Hospital Eugenio Espejo:
Gobierno de Rodrigo Borja: “Por aquí el pago de la deuda social no ha pasado”
22/01/1990
- Opinión
El presidente Rodrigo Borja ha viajado a 6 países y ha recorrido de punta a punta el país; ha piloteado aviones, tanques de guerra y submarinos, pero hay lugares donde no lo hemos visto: los hospitales públicos.
¿Cuáles son las razones para que no visite los centros hospitalarios del Ministerio de Salud Pública?
No lo sabemos, pero intuimos que no debe ser agradable ir a esos edificios lúgubres, en el que los menesterosos se debaten entre la vida y la muerte, en medio del desabastecimiento de medicinas y una pésima alimentación. Si concurriera a los hospitales suponemos que dejaría de hablar del pago de la deuda social.
Fuimos al Eugenio Espejo, el hospital público más grande de Quito, con el fin de visitar a Yolanda, una mujer que se ganaba la vida en la Colón y fue atacada despiadadamente por un grupo de niños bien, a vista y paciencia de la policía. En efecto, Yolanda estaba internada en la sección de Neurocirugía. Tal era la paliza que le habían propinado que estaba inconsciente y emitía fuertes quejidos que taladraban los oídos de quienes nos encontrábamos en la sala. Fuimos a constatar el drama de Yolanda y encontramos que en ese hospital había decenas de Yolandas, decenas de dramas de los cuales poco o casi nada se conoce. Ahí está, por ejemplo, otra mujer, sin nombre y sin familia, que había sido atropellada por el automóvil de unas damas diplomáticas.
Todo esto nos llevó a investigar lo que pasa en este hospital, que bien puede ser el reflejo de lo que pasa en todos los demás de su género en el país.
El doctor Edgar Guarderas, jefe de Neurocirugía, nos cuenta que el trabajo en esta sección se desenvuelve con mucho apremio, con mucha angustia por la escasez de insumos y medicamentos para atender de forma adecuada a los pacientes. Falta de todo: desde analgésicos hasta gasas y sueros. Un mismo frasco de suelo denominado manitol, que es una substancia para curar los edemas e hinchazones del cerebro, es administrado entre dos y tres pacientes.
La sección vive de la caridad pública. “Acá vienen actualmente personas, afirma el doctor Guarderas, de toda condición social y económica. Cuando hay un accidente y las personas tienen posibilidades, entonces les solicitamos una ayuda para los pacientes que no tienen para comprar sus medicinas”.
Por su parte el director del hospital, Dr. Ernesto Mantilla, reconoce esta realidad: “En lo que a medicinas se refiere, expresa, manejamos un arsenal básico de 86 medicinas, que pretenden proveer a los pacientes los 365 días al año. Estoy consciente de que con esto cubrimos no más de un 50 % de las reales necesidades del hospital.
“Nosotros atendemos unas 170 emergencias por día, de las cuales aproximadamente unas 18 son cirugías. Se trata de pacientes que dejaron de atenderse en otras casas asistenciales. Y los atendemos nosotros. Eso consume nuestros recursos. Y claro, cuando tenemos que proveer a todos los demás pacientes hospitalizados siempre resultan escasas nuestras provisiones. Pero yo creo que en una labor humana, en la labor social en la que nos hallamos nosotros, atender la emergencia es lo que estamos obligados a hacer, porque lo que es planificado puede esperar. Para este tipo de pacientes, ellos proveen muchas cosas y no solo los pacientes sino filántropos e instituciones que ayudan a solucionar los problemas.
“Fundaciones como hermano Miguel, Tierra de Nadie, Sociedad de Cardiología, filántropos anónimos, bancos amigos, colaboran no para solucionar los problemas del hospital sino de los pacientes. Fíjese que aquí nosotros operamos tres cirugías de corazón abierto por semana, esto quiere decir que necesitaríamos unos dos millones de sucres por semana para los suministros. Sería tan costoso y el hospital no lo podría hacer nunca. Sin embargo, a través de trabajo social, estas instituciones colaboran directamente con los pacientes”.
¿Resulta suficiente la ayuda de las instituciones de filántropos?
¿Puede estar un hospital sujeto a la ayuda eventual de estas fundaciones?
La época en que se proclamaba que había medicina gratuita ya pasó. Ahora los enfermos deben comprarse casi todos sus medicamentos. Pero si no tiene para comprarlos, o simplemente no aparece la mano caritativa, ¿qué futuro les espera?
La crisis y la inflación afectan directamente al hospital que cuenta con un presupuesto fijo que en 1989 fue de 1.220 millones de sucres. De ese monto, un 70 u 80 por ciento se destina a sueldos y el resto a adquirir medicinas, alimentos, reactivos para laboratorio, materiales para rayos X.
La calidad de la alimentación se ha deteriorado aceleradamente. Ella, según el doctor Guarderas, consiste básicamente en hidratos de carbono y poca proteína (carne). La alimentación no es balanceada ni guarda relación con el estado de enfermedad de cada individuo.
Según Rafael Chiluisa, secretario general del sindicato de trabajadores, el hospital, a principios de 1989, compraba 7000 libras de carne a un precio de 140 por libra. A fines del mismo año, solo pudo comprar de 4000 a 5000 libras al mes, pues la libra ha subido a 315 sucres.
El año pasado, el presupuesto para alimentación fue de 21 millones de sucres. Esto equivale a los ingresos de tres generales… o de dos diputados.
Cada paciente cuenta con un rubro de 160 sucres para las tres comidas diarias. ¿Qué se puede, por ejemplo, desayunar con 53 sucres cuando un pan cuesta 30 sucres, un huevo 55 y un litro de leche 160? ¿Cuánto se gasta diariamente en alimentar un perro policía o un caballo del ejército? La paradoja en el país es que ciertos animales tienen preeminencia a las necesidades de los hombres que ocupan los hospitales públicos.
Para 1990, el presupuesto se incrementará de 1220 a 1900 millones de sucres, pero según el director del Eugenio Espejo, ese excedente no cubrirá todas las necesidades y servirá únicamente para afrontar la tendencia alcista de los precios de alimentos, implementos y suministros.
Junto al viejo, se levanta el nuevo edificio que se construye desde hace unos 10 años. “Imagínese en este pobre hospital tenemos una capacidad de 340 camas y no hay como atenderlos, qué pasará con el nuevo que va a tener 560”, manifiesta preocupado el doctor Guarderas.
El representante de los trabajadores afirma que toda la situación descrita no es culpa de tal o cual funcionario sino del régimen social y político en su conjunto que descuida los presupuestos para la salud y educación, mientras prioriza el pago de la deuda externa y los gastos de defensa.
Nos alejamos del hospital. Ahí queda Yolanda, la mujer atropellada, los trabajadores que anuncian un nuevo paro, los médicos que ganan menos que una secretaria, en fin, la empleada de la farmacia que no quiso hablar porque no tenía órdenes superiores… ¿Qué pasará luego de unos pocos meses cuando la crisis se haya profundizado?
Publicado en el semanario Punto de Vista # 402, 22-01-1990, Quito - Ecuador
https://www.alainet.org/es/active/77026
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