¿Paraíso del ‘terrorismo’?
11/09/2014
- Opinión
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El idioma ya no es una herramienta de comunicación sino un biombo detrás del cual esconden la realidad. Allí escribí que jamás los esbirros de la DINA o la CNI fueron calificados de ‘terroristas’. Como tampoco lo fueron el general Silva Renard, verdugo de los mineros y sus familias en la Escuela Santa María de Iquique, ni las tropas que fueron a imponer la llamada “Pacificación de la Araucanía”.
Los Lautaro, los Caupolicán, los Colo-Colo contemporáneos, son calificados de ‘terroristas’ por continuar, empecinadamente, la lucha que iniciaron sus ancestros contra la invasión de otros conquistadores no menos bestiales que los de hoy.
Amalgamar diferentes hechos –de variada gravedad– envolviéndolos todos en el cómodo calificativo de ‘terrorismo’ no ayuda ni a entender sus causas, ni a identificar a los responsables. Y esconde una responsabilidad mayor: la del Estado y sus organismos de “inteligencia” (?), supuestamente encargados de prevenirlos.
Una rápida mirada a la historia reciente nos muestra que los malhechores del 99,9% de los atentados a los derechos humanos portaban uniforme de las FFAA, y señala sin lugar a dudas que obedecían órdenes superiores. Un puñado de uniformados duerme en prisión, lo que permite ocultar que sus inspiradores civiles duermen en el Parlamento y a veces en algún ministerio.
En materia de violencia política las clases dominantes le llevan años luz de ventaja a los bomberos locos del anarquismo y de la izquierda pistolera. Si los segundos son ampliamente conocidos de los organismos de “inteligencia”, las primeras suelen formar parte de estos últimos, y a veces los dirigen.
De ahí que cuando un irresponsable ‘combatiente anti-imperialista’ pone un petardo, dos horas más tarde prolongue su reflexión guerrera en prisión. Si hay dificultades para identificar al ‘terrorista’, apuesto mi camisa que el responsable a) ya está en el extranjero, b) se oculta en algún cómodo resort, c) volvió al regimiento, d) ya recibió instrucciones y dinero para fundirse en el medio ambiente.
Los detectives de la literatura policíaca, de Sherlock Holmes a Georges Simenon y Hercule Poirot, pasando por los periodistas de Millenium, suelen hacerse una pregunta ineludible: ¿A quién beneficia el crimen? La fórmula Cui bono, popularizada por Cicerón, es tan antigua como la Roma antigua.
Séneca utilizó otra forma en Medea (acto primero, escena primera, versos 500-501): "Cui prodest scelus, is fecit", o sea: Aquél a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido.
De ahí que resulte caricatural que algún diputado sugiera indagar entre los barbouzes de la dictadura. Un policía normalmente constituido no puede despreciar ninguna pista, no debe eliminar ninguna hipótesis ni dar por inocente a nadie sino hasta haber identificado fehacientemente al culpable.
Los americanos, tan dinámicos a la hora de hacer dinero con cualquier vaina, lo comprendieron muy bien cuando produjeron ese portento de falsas pistas que constituye la serie The Killing (¿quién mató a Rosie Larsen?).
Quienes se apresuraron a lanzar sobre Chile el manto de la Reconciliación (¿te acuerdas?) se hicieron responsables de un crimen llamado impunidad, también denominado “Justicia en la medida de lo posible”. Con ello estaban garantizando que la historia se reprodujese algún día no muy lejano. Algo me hace pensar “Henos aquí”.
Ante un sabroso pisco sour, frente al mar en Miraflores (Lima), Máximo me dice:
“A la hora de perdonar… me gustaría saber qué diablos estoy perdonando…. Visto que todos son inocentes de crímenes contra la humanidad, que nunca entregaron a los desaparecidos, que hay un pacto de silencio, que la verdad es dispensada con cuenta-gotas, que Ricardo Lagos les garantizó el ocultamiento de la verdad durante 50 años, que los que están en prisión no son sino los lampistas, los ‘últimos monos’, los testa di ferro, los chivos expiatorios… de verdad, me gustaría saber qué diablos tengo que perdonar”.
Yo de investigaciones de este tipo no tengo ni idea. Pero algo me dice (tal vez las películas de Hollywood…) que hay asesinos en serie, psicópatas, genocidas y otros dementes que no se detienen sino cuando los ponen fuera de combate.
Y como asesinos en serie, en los últimos 40 años… ¿Hace falta que te haga un dibujo?
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