...ese montón de haraganes que no nos dejan entrar al progreso
16/09/2014
- Opinión
Hace algunos meses fui a una empresa de revelado de fotos. En el contexto de la conversación con la persona que me atendió, luego de haber revisado en su computadora el disco compacto que contenía varias fotos recientes de mujeres indígenas, hizo algunos comentarios, de los que logré registrar los siguientes:
Ahora los jóvenes le toman foto a cualquier mierda. (…) Guatemala sólo avanzaría si se lograra exterminar a todo ese montón de haraganes que no nos dejan entrar al progreso. Cinco mil años de historia me respaldan para decir que las pieles de color negro, las del trópico, no pueden avanzar. (…) Por ejemplo, a los nórdicos… qué diferencia. Pero es que su piel es blanca. No cabe duda que venimos del mono. Pero éstos tienen más del mono. (…) A patojos como vos lo que les falta es una buena sacudida para que ya no sean tan idealistas y entiendan que con esta gente no se puede trabajar (…) La única forma para que Guatemala avance es haciendo un exterminio. Por eso yo creo que tiene justificación lo que hizo ese chafa de haber exterminado a tanto indio…
Dos aspectos quiero destacar de esta experiencia. Por un lado, me confirma que en Guatemala el racismo continúa operando como dispositivo organizador de la sociedad. Hace que las dinámicas de deshumanización se vuelvan borrosas dentro de una normalización imaginaria que construye a esos “otros” diferentes e inferiores.
El imaginario social guatemalteco dominante está empapado de ideas racistas que justifican el exterminio como solución para el supuesto “problema del indio”. Ejemplo de ello son los actos de impunidad estatales y “extra-legales” que han estado ocurriendo en Raxruhá y las fincas Santa Rita y Xalahá (Alta Verapaz). Se trata de acciones racistas que están definiendo formas de administrar vidas, de producirlas y, también, de legitimar su muerte. Cuando la actuación de las fuerzas estatales se convierte en un control sobre la vida misma –individual o colectiva-, la “legalidad” se hace parte de la muerte. Son actitudes que fortalecen toda una gama de ideas cuyo común denominador es considerar a los pueblos indígenas como inferiores, salvajes y, sobre todo, como cuerpos desechables.
Es importante destacar la idea sobre que los blancos son los únicos capacitados –“naturalmente”- para trazar el camino que nos llevará a la modernidad. Es un discurso que, una vez más, evidencia esa mirada racista según la cual existen diferencias “biológicas” que deben aceptarse sin cuestionarlas. Si se examinan, puede comprobarse que se sustentan en la prepotencia derivada de una supuesta superioridad racial; como del temor que generan las demandas que dichos sujetos, históricamente marginados, están planteando para recuperar los derechos que a lo largo de la historia les han sido reiteradamente negados.
Otro aspecto a destacar es el relacionado con el carácter autoritario con el que mi interlocutor calificó el contenido de esas fotos. Según él, interesarse por mujeres indígenas es perder el tiempo. Situación que le autorizaba a entrometerse y, además, evidenciar sus ideas racistas. Salirse de esos cánones supone una seria amenaza que debe ser enérgicamente reprimida.
También me sorprendió la soltura y libertad con que procedió a “regañarme” por –según él- estar dedicando mi tiempo y energías en algo sin sentido. Los calificativos despectivos que utilizó, a partir de esas fotos de algunas mujeres para referirse a los pueblos indígenas, evidenció lo profundo de su convicción racista, como también la necesidad de “corregirme”. En este sentido, me interesa destacar cómo este sujeto se atribuyó el derecho de externar a un extraño, sin ninguna censura, tales ideas. Creo que esa acción fue posible porque él se concebía investido de la autoridad que todo adulto –supuestamente blanco- cree tener sobre cualquier persona pero, más aún, sobre ese sector de la población. Además, para asegurarse que esas prácticas racistas se sigan reproduciendo sin obstáculos.
Considero pertinente destacar la fuerza con que continúan reproduciéndose los discursos racistas en Guatemala. Las coyunturas antes mencionadas, relacionadas con el juicio contra dos militares y los actos de represión que están viviendo pobladores de Alta Verapaz, los estimulan y fortalecen. En el testimonio citado al inicio de esta reflexión, que no es muy diferente de los casos de impunidad y represión mencionados, el eco del racismo es muy fuerte, por lo que es necesario denunciarlo y evidenciarlo donde quiera que éste se manifieste.
Guatemala, 9 de septiembre del 2014.
Columna de opinión escrita por Walter González del Área de Estudios sobre Historia Local de AVANCSO. La columna fue editorial del Noticiero Maya K’at de la Federación Guatemalteca de Educación Radiofónica FGER el 10 de septiembre del 2014
https://www.alainet.org/es/active/77200?language=en
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