Elecciones en Brasil y Bolivia: más economía, menos política
30/09/2014
- Opinión
Dos contiendas electorales están próximas a llevarse a cabo en Suramérica. Brasil y Bolivia deciden su futuro próximo con diferentes matices y problemáticas que, para los ciudadanos de ambos países, tendrán vital importancia al momento de emitir su voto. Sin embargo, ambos países viven ciclos económicos distintos, lo cual hace que la ciudadanía en ambos países emita distintas demandas, sobre todo desde la clase media, en torno al crecimiento económico. El gigante brasileño y el país andino, lejos de cualquier homogeneidad, viven momentos particulares, el primero con una economía estática y, el segundo, con una en constante crecimiento a tasas mayores al 5%.
En el caso de Brasil, con el proceso electoral más caro de su historia (casi 31,500 millones de dólares), la polarización entre dos candidatas es evidente: Dilma Rousseff y Marina Silva. Sin embargo, si vamos a centrarnos en la economía, el mercado bursátil en Brasil no ha reaccionado nada bien frente a la ligera ventaja que lleva la candidata oficialista sobre la candidata ambientalista. Con el constante aumento de la tasa de inflación y las altas deudas de las clases medias, ambas candidatas tienen retos grandes para generar mayor confianza y crecimiento de una de las economías más prósperas en Suramérica hasta hace unos años. Con más de 100 millones de brasileños de esa nueva clase media, integradas gracias a la promoción de los programas sociales desde el gobierno de Lula, el elector brasileño mantiene aún sus dudas sobre si mantener la hegemonía del Partido de Trabajadores o, si seguir el camino de los inversores extranjeros, que aguardan una posible victoria de la ambientalista Marina Silva.
Si bien Brasil bajo doce años de gobierno del Partido de Trabajadores ha logrado notables avances macroeconómicos, la crisis del 2008 y la cuantiosa inversión realizada para mega eventos como el Mundial 2014 y las Olimpiadas del 2016, no han logrado satisfacer las demandas de una clase media brasileña cada vez más integrada al libre mercado. Por ello, el grueso de inversionistas extranjeros que añoran el regreso de un gobierno de corte neoliberal como el de Cardozo, ven en Marina Silva a una candidata que retomaría esos lazos con EE.UU y Europa, cuando realmente el comercio mundial mira más hacia el Asia Pacífico. Ahora, no es tanto la política lo que importa en Brasil, sino la economía. Basta ver la reacción de la ciudadanía frente a los múltiples escándalos de corrupción de su empresa estatal de bandera “Petrobras”.
En Bolivia, la realidad es otra. Con un proceso electoral un tanto falto de propuestas desde la oposición, ha logrado que el partido de gobierno (MAS) haya logrado una cómoda ventaja sobre una oposición cada vez más fragmentada y con falta de unidad frente al proyecto hegemónico del MAS. El debate electoral del domingo último, el único que se ha realizado en toda la campaña electoral, tuvo la ausencia notable del partido de gobierno y por tanto, la mescolanza de propuestas en la oposición no trajo ninguna novedad que puedan alentar al elector boliviano a inclinarse por uno de los cuatros candidatos de oposición. Si bien los mejor preparados fueron Jorge “Tuto” Quiroga, ex presidente de Bolivia, y Juan del Granado, ex alcalde de La Paz y aliado del MAS, el electorado contrario al MAS muestra mayores simpatías por el empresario Samuel Doria Medina. Sin embargo, Morales ha demostrado mayor astucia política y aprovechó el tiempo en ganar las simpatías de un electorado que ya le trajo inconvenientes en el pasado (Crisis del 2008) y que ahora, parece mostrar mayor preferencia por el MAS: el elector de Santa Cruz, motor de la economía boliviana.
Ahora, si bien la clase media en Bolivia ha crecido durante los ochos años de gobierno de Evo Morales, la inversión en infraestructura por parte del gobierno boliviano, ha logrado generar empleo y con ello, mitigar las consecuencias de la crisis económica del 2008. Por ello, para el partido de gobierno es necesario integrar a ese desarrollo económico a esas regiones que son parte de la “Media Luna” y que por décadas, han mirado con recelo el centralismo político de La Paz. Asimismo, como es sabido, el “milagro boliviano” (con tasas de crecimiento mayores al 4% desde el 2006), solo ha podido materializarse gracias a la “nacionalización de los hidrocarburos” llevada a cabo el 2006. Las regalías de esa nacionalización han sido invertidas en múltiples campos de la economía boliviana. Sin embargo, aún queda una deuda pendiente en una reforma judicial que toda Bolivia pide, así como una mayor implementación de la Nueva Constitución Política del Estado.
Como vemos, Brasil y Bolivia se juegan distintos porvenires en sus respectivos procesos electorales. Si bien en ambos países se busca mantener un proyecto hegemónico político y económico, la ciudadanía en Brasil y Bolivia tienen una gama distinta de demandas hacia el gobierno central. Ya se dejó de lado lo ideológico y lo que prima en el imaginario del elector no son más que razones económicas, que cuanto más lo alejen del acceso al mercado, mayores serán sus cuestionamientos al partido gobernante.
Alejandro Mejía Tarazona, es politólogo de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) e investigador en el Instituto Andino de Estudios Políticos (IEPA). Director de la web de opinión “Tintero Político” (Perú).
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