“Esto apenas empieza”

09/11/2014
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La quema deliberada de una de las puertas principales de Palacio Nacional, la noche del 8 de noviembre después de una manifestación pacífica de la Procuraduría General de la República al Zócalo, puede ser el punto de quiebre de la escalada de acciones violentas, vandálicas y/o provocadoras atribuidas al movimiento o a uno de los múltiples actores de él, que desató la matanza de cinco personas, decenas de heridos y las 43 desapariciones del 26-27 de septiembre en Iguala, Guerrero.

 
Lo será o no en la medida que los actores del movimiento social que brindan solidaridad en México y el extranjero, a los padres de familias y la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, en particular a los de la Normal Rural de Ayotzinapa, dejen de guardar silencio sobre esta preocupante cadena de hechos vandálicos que comenzó en Chilpancingo, continuó en Iguala y otros puntos de Guerrero, para ser trasladados a la capital del país, donde no tengo duda que serán rechazados por una ciudadanía que por más demandante y mejor informada entiende muy bien que destruyendo bienes e inmuebles públicos y privados lo único que se logra es desatar la acción represiva de las autoridades y el malestar creciente de los afectados en forma directa e indirecta.
 
La irritación por los términos del informe dado por el procurador general de la República puede ser ilimitado, pero esa energía social tiene múltiples vías para expresarse y los dirigentes están obligados a canalizarla más y mejor si hacen honor al papel que les tocó jugar –que no es de por vida, por cierto– y a sus obligaciones éticas con el conjunto del movimiento y no sólo con la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero, columna vertebral del movimiento, pues pareciera privilegiar su programa y el de la Coordinadora Nacional. Y las dirigencias de ambas organizaciones no acaban de asumir que fueron derrotadas, momentáneamente si se quiere, por el gobierno de Enrique Peña Nieto con su “reforma educativa”.
 
Y si lo que están haciendo es una suerte de ajuste de cuentas, de venganza con el grupo gobernante que jura obstinadamente “Mover a México”, pareciera elemental reconocerlo, y no usar de ariete a los afligidos padres de familia y los muchachos de la FECSM y en su nombre, parapetándose en cobardes capuchas, realizar acciones vandálicas que también brindan “servicios al enemigo”, como incendiar el edificio de Finanzas del gobierno de Ángel Aguirre, sustituido por un señor académico que le permitirá a Peña Nieto el nombramiento del procurador y del secretario de Seguridad Pública. Mientras, el denominado virrey de Michoacán sustituye al Ministerio Público y da cuenta sobre detenciones de funcionarios que colaboraron con Leonel Godoy.
 
Sé muy bien que es políticamente incorrecto plantear estos asuntos y mucho más cómodo y rentable asumir el papel de vocero de la inconformidad y la irritación sociales, como lo hace La Jornada, y cerrar los ojos a esta realidad, incluso a la hora de valorar editorialmente el delicado tema.
 
Tampoco puede obviarse que, como es frecuente escuchar, desde que el Partido Revolucionario Institucional retornó a Los Pinos, las prácticas de infiltrar marchas, mítines, bloqueos y otras formas de protesta, se volvió ordinaria. Igualmente, no es recomendable hacerse de la vista gorda cuando los voceros de las organizaciones sociales asumen como propias y hasta con orgullo las acciones vandálicas de sus activistas.
 
Claro que si lo que se busca es aislar al movimiento e incrementar el rosario de las derrotas cosechadas, están en el mejor de los rumbos definidos.
 
Twitter: @IbarraAguirreEd
 
 
 
 
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