El primero de diciembre y las manifestaciones de apoyo por Ayotzinapa
Encuentro de voces de lucha y recuentos de la ignominia y el agravio
02/12/2014
- Opinión
“No me voy a cansar. [ ] ... Los llevo a todos [los normalistas desaparecidos] en mi corazón. Vamos a encontrarlos. Los estamos esperando en Ayotzinapa”. Clemente Rodríguez Moreno, padre del normalista desaparecido Cristian Alfonso Rodríguez Telumbre [manifestación de la marcha del primero de diciembre en la ciudad de México].
“Ayotzinapa somos nosotros y toda la gente que nos ha apoyado en donde quiera que nos hemos parado y nos han brindado la solidaridad”. José Solano, estudiante de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos [manifestación de la marcha del primero de diciembre en la ciudad de México].
Movilización y fractura de la inercia
Rompiendo la inmovilidad y siguiendo la convocatoria y el llamado de los padres y compañeros de los normalistas asesinados y desaparecidos el 26 de septiembre, el pasado primero de diciembre se llevaron a cabo diversas marchas multitudinarias para exigir justicia y la aparición con vida de los estudiantes normalistas secuestrados en Iguala. En dichas manifestaciones se reunieron nuevamente diferentes organizaciones sociales y políticas, miles de estudiantes de educación medida superior, universitarios de diferentes instituciones de educación pública superior, maestros, trabajadores, grupos de la sociedad civil, organismos de derechos humanos y diversos colectivos a lo largo de las principales ciudades del país y en gran parte de las entidades federativas del territorio nacional. A estas manifestaciones se sumaron diversas demostraciones y actividades de apoyo y solidaridad en el extranjero desde diversos países. Venciendo el miedo y la intimidación de los últimos actos represivos de las fuerzas de seguridad del estado (justificados y estimulados por la actuación de provocadores e infiltrados), la gente salió a las calles una vez más e hizo resonar la exigencia de dar una repuesta veraz y expedita a las demandas irresueltas de los padres y compañeros de los normalistas ausentes, quienes, con dolor y rabia, desde hace más de dos meses han buscado incansablemente a sus hijos y compañeros.
Convergencia en la diversidad, la movilización y los rostros de la diferencia
A semejanza de las anteriores jornadas globales en apoyo y solidaridad con Ayotzinapa (8 y 22 de octubre, 5 y 20 de noviembre), las recientes movilizaciones del primero de diciembre fueron un vasto conjunto de encuentros dentro y fuera de México donde se conjugaron las voces de diversos grupos. Los crímenes de Iguala y la demanda de justicia han logrado un amplio concierto de variados organizaciones políticas, movimientos sociales y colectivos:
(1) En primer término, los padres y compañeros de los normalistas ausentes y asesinados, quienes, reivindicando sus orígenes rurales-campesinos e indígenas, reiteraron que aún permanece irresuelta su principal demanda: sigue sin saberse el paradero y estado de sus hijos y compañeros secuestrados por las fuerzas de seguridad municipales. A través de sus diversos voceros y representantes, el primero de diciembre una vez más expresaron que el gobierno federal, no sólo ha venido desmantelando sistemáticamente las normales rurales y no tomó medidas preventivas para impedir que acontecieran los crímenes de Iguala, sino que tampoco ha sido capaz ni ha tenido la voluntad política efectiva de llevar a cabo una investigación (y búsqueda de los normalistas) seria, verosímil y creíble. Como han señalado en múltiples ocasiones, si el Estado se los llevó (refiriéndose a los policías municipales y el ex-alcalde de Iguala), que el Estado los regrese.
(2) Los estudiantes, universitarios y maestros de diferentes instituciones de educación pública del país, quienes, desde sus diferentes espacios e instituciones educativas, han sufrido el embate de las políticas neoliberales, principalmente mediante la reciente reforma educativa y los procesos de privatización y mercantilización de los diversos niveles y modalidades del sistema de educación pública, así como han padecido las políticas represivas del actual régimen federal. Este ha sido uno de los sectores que ha respondido de manera constante y masiva a los llamados de movilización en apoyo a los normalistas de Ayotzinapa.
(3) Una vasta gama de organizaciones políticas y sociales de variado cuño que van desde el SME hasta el FPDT-Atenco, el EZLN, UPOEG y grupos campesinos e indígenas, quienes en carne propia en sus trabajos y territorios han experimentado la depredación y despojo de sus tierras y recursos naturales a manos de empresas nacionales e internacionales, con la venía y beneplácito del Estado mexicano. Estos grupos, a través de sus medios y posibilidades, han manifestado su respaldo y solidaridad a las demandas de justicia de los padres y estudiantes de Ayotzinapa.
(4) Las organizaciones, colectivos y grupos de personas que han padecido la inseguridad y tienen familiares desaparecidos y asesinados por grupos del crimen organizados y ciertos sectores de diversas fuerzas de seguridad del Estado (policías municipales y estatales, militares, etc.), bajo el marco de la violencia política de la impunidad y la negligencia oficial de las dos últimas administraciones federales. En síntesis, los asesinatos y desapariciones de Ayotzinapa son un espejo cruel de los agravios, la impunidad y la violencia en el cada uno de estos grupos y sectores se ve reflejado e interpelado.
La movilización social frente a la cosecha de atrocidades e ignominia
La argamasa que une y articula a estos grupos, organizaciones y miembros de la sociedad es la sensación y el hecho de vivir una situación de injusticia estructural, permanente y profundad; está la percepción de que cualquier otro individuo o persona pudo haber sido o puede ser el desaparecido número 44 y el séptimo asesinado. También permanece la certeza de que los 43 desaparecidos resuenan como un eco atroz e hiriente de los más de 26 mil desaparecidos en los últimos ocho años de gobierno, y de que los tres estudiantes brutalmente asesinados el 26 de septiembre en Iguala son una manifestación exacerbada de la violencia que ha generado más de cien mil asesinatos y muertes violentas en la última década. Todo esto es en gran parte resultado de una política oficial de seguridad militarista, errática y desfasada que sólo ha cosechado lo contrario a lo que discursivamente se proponía: inseguridad y muerte.
Cada vez está más presente y se difunde la idea de que el Estado (en sus diversos niveles y con sus múltiples instituciones) no sólo no le interesa y no ha sido capaz de dar respuesta a las problemáticas y demandas (de seguridad, empleo, educación, salud, trabajo, etc.) de grandes sectores de la sociedad (normalistas, maestros, estudiantes, organizaciones sociales y políticas, padres de familia, entre otros). Por el contrario, conforme pasa el tiempo es más generalizada la consideración de que el Estado, no sólo no actúa y por tanto incurre en omisión y negligencia, sino que es parte integrante de estos problemas y de que es él mismo quien fomentó las políticas y condiciones socio-económicas que hicieron posible atrocidades como las muertes y desapariciones de Ayotzinapa (así como los decenas de miles de desaparecidos y los más de cien mil asesinatos en las dos últimas administraciones federales). La confianza y credibilidad en el Estado se ha rotó y vuelto añicos para grandes sectores de la población mexicana.
No obstante, también se ha venido fracturando la inercia y la inmovilidad social. Por eso, son los mismos padres y compañeros de los normalistas secuestrados quienes, a semejanza de otras organizaciones que luchan mediante sus propias vías y medios por sus derechos (EZLN, UPOEG, FPDT-Atenco entre muchos otros), se han movilizado para exigir sus demandas y también para buscar ellos mismos a sus compañeros e hijos desaparecidos. Esto es reflejo de que cada vez es más frecuente la percepción de diversos grupos sociales y políticos de que la solución y atención de las exigencias de justicia tienen que tomarse en las propias manos y buscar una respuesta por sí mismos.
- Guillermo Castillo Ramírez es profesor de posgrado y trabaja en la UNAM-México en un proyecto sobre migración.
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