"Los otros 500"
24/04/2000
- Opinión
La sociedad brasileña está frente a dos visiones sobre los 500 años de
nuestro país. Una, oficial, absolutamente conmemorativa, apoyada y
promovida por casi todos los medios de comunicación. La otra, alternativa,
cuestionadora, que tiene al frente organizaciones representativas de indios,
negros, sin-tierra, mujeres, sindicalistas, varias ONGs y partidos políticos
del campo democrático popular.
¿Qué es lo que nuestros niños aprenden en la escuela sobre la historia del
Brasil?
Aprenden, por ejemplo, que los indios eran perezosos y que los portugueses
importaron esclavos del Africa para trabajar en el Brasil. Dos grandes
mentiras, creadas por los colonizadores y divulgadas hasta hoy.
Los indios, en su gran mayoría, resistieron a la dominación portuguesa, no
se sometieron a la esclavitud y fueron diezmados. Los negros eran hombres
libres en Africa. Vencidos militarmente, fueron apresados, secuestrados de
su tierra natal y traídos encadenados para trabajar y morir en el Brasil.
Acostumbro decir, citando algunos historiadores, que los portugueses fueron
competentes durante nuestra colonización: consiguieron mantener el país
unificado con una sola lengua; construyeron fuertes militares en toda
embocadura de río importante en este vasto litoral; e impidieron que se
formasen universidades en nuestro país, manteniendo al pueblo en la
ignorancia y a nuestra cultura dependiente de la europea. Todo eso fue muy
bueno para la dominación portuguesa, es evidente.
El gobierno quiere marcar el evento de los 500 años con un clima de
selección brasileña, de "patria de botines", de "Brasil, ámelo o déjelo".
El máximo de fiesta y lo mínimo de reflexión.
La división ante las conmemoraciones no es artificial. Un pueblo que no
conoce su historia está predestinado a no cambiarla.
Exclusión social y violencia
La exclusión social es una marca de estos 500 años. El esclavo era tratado
como un simple instrumento de trabajo. Hoy, cerca del 40% de la población
más pobre recibe solamente el 7% de la renta nacional, mientras el 10% más
rico se queda con cerca del 51%. La mayor tasa de concentración de la renta
en el mundo. Es por eso que no hay, por ejemplo, ninguna preocupación de
los gobernantes por el aumento del salario mínimo de millones de brasileños
y jubilados. Es como si prevaleciese todavía la mentalidad esclavista. Al
fin de cuentas, una persona que gana R$151,00 no puede decir que es
exactamente libre.
Otra cuestión que divide la historia de nuestro pueblo es la violencia.
¿Alguien puede imaginar que sería posible mantener una sociedad esclavista
sin el uso regular y sistemático de la violencia contra los esclavos? Esa
violencia ha sido legitimada a lo largo del tiempo por el Estado: los
"coroneles", todo el mundo sabe, siempre tuvieron el poder de la vida y la
muerte con relación a sus empleados y servidores. La gran mayoría de la
población humilde, que vive en los campos, en las "favelas", en las
periferias de la ciudades, es tratada a hierro y fuego por las policías, o
por las milicias particulares, siempre que manifiesta descontento o
contradice los intereses de los poderosos. Mucha gente que tiene el poder y
el dinero en este país continúa actuando como si estuviese sobre las leyes y
la justicia.
En nuestra historia, los líderes populares aparecen poco y no se los
destaca. Muchas veces son tratados como bandidos. Zumbi, líder de los
Quilombos; Sepé Tiaraju, gran jefe Guaraní; Antonio Conselheiro, héroe de
los Canudos; y tantos otros de revueltas como las Cabanadas, Balaiadas y
Farroupilhas.
El gran desafío de estos 500 años es la desigualdad social. El país tiene
unidad territorial, más no tiene igualdad de condiciones sociales.
Esconder o negar los conflictos es siempre interés de quienes dominan, mas
no de los dominados. Los conflictos revelan que hay insatisfacción social,
lucha real o potencial, y posibilidad de cambio. A quien domina y se
beneficia de la dominación no le interesa el cambio. El criterio justo para
valorar a los gobiernos y períodos de nuestra historia deberían ser:
¿contribuyeron o no a eliminar las desigualdades sociales del país?
En estos 500 años, nuestro pueblo pobre -la gran mayoría de negros, indios y
tantos excluidos sociales- conquistó el derecho de gritar que está con
hambre. Pero aún no conquistó el derecho de comer.
* Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de honor del Partido de los
Trabajadores y consejero del Instituto Ciudadanía.
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