Avances en la integración latinoamericana (II)

26/01/2015
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2ª parte
 
Veíamos que el proceso para formar un bloque integrado por los países de América Latina y el Caribe, se acentúa y fortalece en los últimos lustros, pero éste tiene un largo camino. Nace con intentos para crear organismos integradores que vienen, desde el empeño Anfictiónico de Bolívar, en Panamá (22 de junio de 1826), continúa su periplo a lo largo de los Siglos XIX y XX, insistiendo en la anfictionía, para corroborar en los hechos la enorme dificultad para concretarla –a pesar de la buena fe mostrada-. http://www.laguia2000.com/america-hispanica/el-congreso-anfictionico
 
De allí que el posicionamiento geopolítico en el Planeta, de A. L. como región que pugna por una progresiva autonomía, no sea hecho novedoso ni mucho menos frustrado. Desde mediados del S. XX las subregiones del Continente, vienen conformando asociaciones de grupos de países –las de mayor importancia y fortaleza las mencioné en la 1ª parte- que muestran en la práctica bondades y debilidades que la teoría no menciona. La mayoría son cooptadas por intereses comerciales transnacionales que amplían considerablemente sus rangos de acción y ventas en la región, gracias a la intervención y determinaciones de los gobiernos participantes, en cada caso, eliminando controles aduaneros y aranceles, sobre todo.
 
El sentido e intereses de las organizaciones multilaterales en L.A. y el Caribe, adquiere dimensión y velocidad a partir de diversos acontecimientos regionales y planetarios, que rompen la hegemonía de los imperios en la disputa por sus territorios –mismos que ya mencionamos- junto al surgimiento de líderes continentales, también señalados en la 1ª entrega, preparados ideológica y socialmente para hacer frente a las consecuencias de sus acciones en busca de avances en la libertad y desarrollo, en base a la libre determinación de los pueblos del subcontinente latinoamericano. http://es.slideshare.net/pepa2012/organismos-latinoamericanos-y-del-caribe-diapositivadocx
 
Las luchas de los pueblos de la región, fundamentalmente los originales –hace dos a tres lustros intensificadas- son contra la conversión política, social y cultural, que la sumergen en un fortalecimiento de nuestras características económico-sociales, de proveedores de materias primas de extracción, bajo la égida de las transnacionales. El aceleramiento y modificación de las formas del neoliberalismo, le permiten a éste, utilizando nuevas y sofisticadas formas de explotación, ampliar sus fronteras de lucro en la extracción de minerales e hidrocarburos, afectando tierras intocadas hasta hace poco, en aras de surtir a su nueva etapa industrial. Desaparece con ello el lema utilizado por Emiliano Zapata, en las luchas agrarias dentro de la Revolución Mexicana de que “la tierra es de quien la trabaja” por otro que pareciera decir que “la tierra es de quien la perfora”.  
 
La analista sudamericana Mónica Bruckmann, confirma y aclara que tal impulso “extractivista” se realiza en nuestros territorios, tanto por la ruta de infraestructuras, como mediante varios acuerdos de mediano y largo plazo, entre gobiernos nacionales y empresas transnacionales, a contrapelo –diríamos- de los pueblos y comunidades, no considerados en tales determinaciones. El asunto no queda allí, a pesar de los problemas que se afrontan para realizar las exploraciones y explotación de yacimientos y minas –incluso enfrentamientos de pueblos nativos organizados, con fuerzas públicas de los países permisivos o guardias blancas de las transnacionales- se continúan realizando exploraciones y negociando nuevos enclaves de extracción, muchos de ellos de fuentes no convencionales. ( Ver: BRUCKMANN, Mónica. Recursos naturales y la geopolítica de la integración sudamericana. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 2013. http://es.slideshare.net/rafael311048/recursos-naturales-y-la-geopolitica-de-la-integracion-sudamericana-monica-bruckmann )
 
Los observadores del proceso latinoamericano entendemos que hay diversas formas de ver y presentar el extractivismo. El debate viene de lejos y continuará, en tanto sea motivo de discusión por la existencia de diferentes ideologías e intereses enfrentados, unos que tienden a perpetuar el dominio imperial de siglos, antes con la invasión armada y control de territorios; ahora por la vía económico-financiera, comprando conciencias, territorios y derechos de piso sobre grandes extensiones territoriales. Otros, construyendo hipótesis y estrategias para fortalecer o recuperar –según el caso- la autonomía en las determinaciones de pueblos, y naciones, respecto al trato y usufructo de sus recursos naturales, buscando un uso respetuoso del ambiente y positivo para el crecimiento y desarrollo de las comunidades en que se encuentran tales recursos.
 
Así se llega a diversos supuestos, base para la discusión. Quizá el más conocido y repetido manejo del tema es aquel que coloca el extractivismo como parte de un proceso metabólico y un arquetipo de norma de reproducción de la vida. En él plantean un enfoque, en el cual parece que se está hablando exclusivamente sobre un “modelo económico”, también como un ejemplar de perfil o gestión del estado. Habría que aclarar que el extractivismo en su carácter es un ejemplar de asimilación del sistema capitalista moderno que cruza, permea y participa actuando en los característicos procesos de reproducción de vida, para transformarlos a su función específica en la División Internacional del Trabajo.
 
En el asunto del ordenamiento territorial en cada uno de los países, que se denomina “División Nacional de la Naturaleza”, que crean los Estados con tendencia extractivista, se entiende que representa una rehabilitación del examen del extractivismo, partiendo de la transdisciplinariedad, el cual es enriquecido sobre todo, desde la geografía crítica y la ecología política, que lleve a que, por una parte, consideremos que el extractivismo es un procedimiento transterritorial, y por otra, representa un régimen biopolítico. En tales condiciones la territorialidad debe ser entendida como la reproducción biosocial de la vida, una asociación que es indivisible.
 
El sistema extractivista genera por tanto, territorialidades, clasificaciones geográficas, que se ven articuladas jerárquicamente en torno a métodos hegemónicos de acumulación de capital; origina poder sobre los organismos; genera disposiciones explicativas y culturales utilitarias para estas dinámicas; reproduce un proceso metabólico particular sobre la naturaleza y la producción de energía. “Se hegemoniza no sólo al establecer una estructura organizada, transnacionalizada y corporativa de extracción/producción de energía y materia para el mercado mundial, sino también al intentar configurar los procesos productivos moleculares y territoriales haciendo que se deriven de ésta”.
 
La temporalidad y velocidad del metabolismo biosocial de un país, sus privativas cadencias de procesamiento del uso y el movimiento, no están solo determinados por la disposición de tecnología para lograrlo, sino en 1er grado, por cómo la lógica del capital viene generando comprobadamente un camino transversal, cada vez más brutal en su territorialidad.
 
Es grave recordar que, en el caso venezolano, el 96% del monto de las exportaciones son petroleras frente a una importación creciente de alimentos, respecto del total del consumo nacional de alimentos. De ahí conviene apreciar como el extractivismo petrolero venezolano, configura un ordenamiento geográfico donde los sujetos son paulatinamente desterrados de sus propias tierras, abandonando sus ecosistemas originarios sus metabolismos tradicionales. Por ello sus procesos de producción/consumo/ vida/ se adaptan a la estipulada correlación espacio-temporal, que genera el dinero de la renta petrolera, con sus privativas formas de producción, subjetividad, corporalidades, molde de imagen de los supuestos sociales, sus intensivos procesos energéticos per cápita.
 
Al observar los llamados “recursos minerales estratégicos”, con una mirada especial sobre el litio -con mayores expectativas por nuevos proyectos y líneas extractivas en Suramérica- apreciamos que sus usos básicos están en las cadenas productivas de electrodomésticos (televisores, pantalla plana, teléfonos celulares, computadores portátiles, cámaras -video o fotografía- y otros). Este “metabolismo depredador transterritorial”, determina “modos de vida imperial”; puede alimentar guerras o conflictos de orden geopolítico, o bien, robustecer el carácter extractivista del Estado (podría ser el boliviano, donde están las mayores reservas de litio del mundo).
 
Esto llevaría a la reconfiguración de su ordenamiento territorial, así como la desterritorialización intrínseca de los perjudicados por nuevos proyectos extractivos. El objetivo: fomentar procesos de acumulación de capital, en campos de la producción industrial transnacional, incrementando consumos suntuarios de un fragmento “privilegiado” de la población mundial.
 
Así, el sistema extractivista influye “de arriba hacia abajo” sobre procesos socio-bioproductivos populares, incluso de carácter autónomo, autosuficiente y de escala molecular; desdeñando socialmente los valores que produce, llevándoles a la subordinación de su modo de acumulación. Cuando esto no se logra, son brutalmente destruidos, externalizando costos hacia trabajadores, pobladores y naturaleza. Se conforman así, rutas metabólicas del sistema, un patrón energético piramidal que, partiendo de una cadena concreta de productos, materias y energías que le son funcionales al capital, alimentan una progresión que altera, incluso, la cotidianidad de los seres humanos, inscritos en ámbitos determinados.
 
Creemos entonces conveniente, profundizar en la lógica de dominación de los sistemas extractivistas, por encima del proceso extractivo como tal. Viendo más allá de sus dinámicas estructurales, o aquellas que trasciendan una visión puramente “económica”, o política (centrada en el Estado) y otras. Poder hacer visibles las derivaciones metabólicas originadas por un tipo de régimen de reproducción de la vida que opera transterritorialmente. Por ello excede el área donde se realiza la extracción de naturaleza, articulando, en torno a su modo de acumulación, múltiples espacios geográficos, subjetividades, funciones sociales, incluso las que muestran condiciones muy diversas, pero subordinadas a las zonas donde se generalizan los “modos de vida imperial” (pueden ser países -Suiza, Suecia o Canadá- o zonas especiales (en Buenos Aires, Johannesburgo o Santa Cruz de la Sierra). Correspondería, en trabajos posteriores, ver alcances en la ampliación de objetos y sujetos, a examinar desde la crítica al extractivismo. http://alainet.org/active/45772
 
Víctor Manuel Barceló R.
V_barcelo@hotmail.com Ciudad de México 25-enero-2015.
 
https://www.alainet.org/es/active/80378
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