Derecho de autodeterminación de un pueblo
09/02/2015
- Opinión
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Las imágenes del consenso mediático muestran conflictos reales, no son ficciones, pero son también parte de una estrategia de bloqueo a la autodeterminación de los pueblos que quieran escapar al modelo global de democracia de mercado. No informan el papel de los Estados Unidos y sus aliados del momento, cuya influencia debilita sociedades, las fragmenta, las agita, las divide, las polariza. Es posible que en Estados Unidos no falte leche ni carne, hay un evidente sobrepeso promedio que al contrario enferma y un gigantismo político que utiliza para intervenir política y militarmente la realidad de otros, para certificar la legitimidad de los demás, aunque no logre sostener la suya propia. ¿Cómo puede justificar su “buen terrorismo” con bombardeos indiscriminados en Irak, Afganistán o Siria, torturas en Abu Grahib o Guantánamo, sus crímenes de guerra en Oriente medio o África y seguir siendo el certificador? A Europa le ocurre igual, participa en la quiebra de países antes sólidos y provoca con sus acciones la muerte a quienes convertidos en víctimas de sus despojos no pueden salir a buscar alimentos.
Las imágenes locales sobre los vecinos bolivarianos, muestran una realidad interpretada políticamente conforme a una ideología y un libreto preparado para resaltar sin otro contexto que la acción misma, lo que quiere hacer ver, desprovisto de mirada crítica, comparativa al menos. Mirar de este lado del río Arauca, Cúcuta o la Guajira hacia el vecindario hoy resulta complejo porque la frontera ya no solo es solo geográfica, es ideológica, tan distinta que el régimen Uribe soñaba bombardearla. Las hermanas repúblicas del siglo XX tuteladas por la América de los norteamericanos que terminaba en Venezuela y Colombia ahora tienen profundas diferencias, distancias abismales, modos de acción y formas de entender y ejercer el poder radicalmente distintas. Y ese ser distintas los medios lo estigmatizan con una moral de buenas y malas. La buena es la nuestra, aliada del imperio que tiene de todo, la mala la otra que trata de autodeterminarse y le falta de todo. De este lado no falta comida pero hay gente que muere de hambre, hay papel higiénico pero lo venden carteles mafiosos, hay harina, caviar y una que otra cola aunque sea para morir a la puerta de algún hospital buscando una cita médica, para acceder a un empleo o tomar un insuficiente transporte público en el que puede ocurrir un robo, una vejación o un crimen.
Políticamente los medios resaltan de la hermana la visita de expresidentes cuestionados en sus países tratando de entrar a una cárcel y mítines por libertades. Es indudable que hay conflictos y tendrán que resolverlos, como pedimos que se haga aquí donde pasan cosas parecidas minimizadas para dimensionar mejor las de los malos. Aquí no hay uno, dos o diez encarcelados de conciencia hay 8500, es decir más que en todos los demás países juntos. Aquí los periodistas fueron considerados por el Estado como un grupo poblacional víctima de la guerra que sufren exilio, autocensura, desplazamiento, muerte. Hay un centenar de organizaciones y defensores de derechos humanos amenazadas en lo poco que va de 2015. Y nos diferenciamos de lejos con la existencia de estructuras de muerte inimaginables en cualquier otro lugar del planeta, paramilitares con nombre de bandidos cometiendo masacres contra adversarios y defensores de tierras, de minas, de riquezas naturales, de derechos. Centros de barbarie como las denominadas casas de pique donde unos seres humanos convertidos en víctimas son descuartizados vivos, y asesinato de niños a granel, como en 2014 cuya cifra se acerca a 1500. Aquí hay comida y mientras la compramos otro afuera mata por robar un celular o mostrar su hombría y el país parece ajeno, quizá porque aun somos en América los únicos en estado de guerra, en el que ocurren las más graves violaciones a los derechos humanos y en el que más jóvenes usan armas en cambio de aulas universitarias para empujar ideas. No hay malos allá, ni buenos aquí, ni viceversa, la comparación con los dobles raceros de la alianza de medios que repite colas y carencias es para desestabilizar, alentar odios y promocionar violencias. Las dos hermanas con debilidades y dificultades se necesitan como pueblos para reconstruir su destino por cuenta propia, sin mandatos ajenos, en ejercicio de su derecho de autodeterminación.
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