Toda marcha es política

09/03/2015
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Una manifestación propia de la democracia es la marcha. Se marcha a favor del establecimiento o en contra. Se marcha en contra de la guerra o en defensa del uso de la fuerza. En favor del acuerdo humanitario o en respaldo del rescate militar. Se marcha para que se instale algún evento o para resistirle. En pro de una política pública o en su negación. La marcha es un tanque de oxígeno de la democracia. Marchar es nutrir la democracia con buenas prácticas democráticas. La plaza pública, las arengas y la movilización son condiciones propias de una democracia robusta.
 
La democracia en Colombia es lánguida, incipiente y endeble. Le asiste el sistema de salud. Por ello su aspecto demacrado y de condición de abandono. Precisamente por nuestra frágil democracia es que casi no hay marchas en Colombia. Y cuando se proponen resultan miles de excusas para no marchar. Debería haber más conciencia de que existen muchas razones para marchar. De ellas resulta posible visibilizar fallas estructurales en materia de educación, de salud, de seguridad, de empleo, de violencia de género, de exclusión racial o de abuso de la fuerza. Debería haber más marchas. Muchas marchas. No creer en ellas y no marchar también debe ser entendido como una posición política que cabe en un régimen democrático.
 
Pero afirmar que no se marcha porque la marcha es política, no solo representa una excusa muy mediocre sino que avisa una miopía política. Pues toda marcha es política. El adn de la política está inscrito a lo largo y ancho de toda marcha. La política en el entendido de Foucault se expresa en términos de proliferación de escenarios políticos (relaciones de mando y obediencia por doquier). Claro que la marcha de este domingo, convocada por Mockus, era política. Se jugaba unos intereses políticos ostensibles. Propios de un año electoral y de un camino de negociación con la guerrilla de las Farc que avanza y retrocede. Prospera y patina, como ocurre con todos los procesos transicionales.
 
Estas marchas, a favor o en contra, son necesarias. Oxigenan. Recrean y exigen hacer uso de la creatividad. Toda marcha debe tener unos fines políticos, propios y necesarios. En este caso el mensaje era claro: la vida y la reconciliación. Detrás de ese lenguaje, y dada la inclusión, defensa y promoción (económica y humana) del establecimiento, estaba el espaldarazo tácito al proceso de paz.
 
Y el pueblo ha respondido, pero en el entendido de que quiere y necesita hacer saber que la paz, la vida y la reconciliación no solo se juegan en la mesa de negociación en La Habana. Para que dicho proceso sea legítimo, válido, incluyente y definitivo se debe hacer más partícipe al pueblo. Que ha sufrido las consecuencias de la guerra, ha puesto los muertos y ha derramado la sangre. La paz, la vida y la reconciliación no están exclusivamente ancladas a un acuerdo político en La Habana. Están en el pueblo que las ha encontrado esquivas, precisamente por las acciones u omisiones de quienes están allá. Ese pueblo soberano, confiado y entusiasta empieza a darse cuenta de que la paz, la vida y la reconciliación aunque hayan sido esquivas o arrebatadas, vale la pena, son posibles y son necesarias.
 
Marzo 9 de 2015
 
John Fernando Restrepo Tamayo
Politólogo y profesor de Teoría constitucional
jfrestr1@gmail.com

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