Siete Iglesias juzgan a Brasil
Por un "nuevo milenio sin excluisiones"
29/02/2000
- Opinión
La Campaña de la Fraternidad 2000 se iniciará el Miércoles de Ceniza, 8 de
marzo, bajo el tema "Nuevo milenio sin exclusiones" y el lema "Dignidad
humana y paz". Por primera vez, será una promoción ecuménica. Al lado de la
Iglesia Católica, que la creó en 1964, en este año participan las Iglesias
Anglicana, Metodista, Luterana, Cristiana Reformada, Presbiteriana Unida y
Ortodoxa Siria. Las siete Iglesias son parte del CONIC (Consejo Nacional de
Iglesias Cristianas del Brasil), fundado en 1982.
En el texto base, distribuido en las parroquias y comunidades, se retrata las
"grietas de la vida" con serias denuncias: "En pleno final del siglo XX, hay
trabajadores esclavizados en el Brasil" (p. 37). En 1998, en Perolândia, GO,
39 hombres trabajaban en la carbonería de la hacienda Campo Limpo en régimen
de esclavitud. En las haciendas Colorado, en Sapucaia, y Santa Helena, en
Agua Azul del Norte, ambas en Pará, 60 peones vivían como esclavos. En Pará
y en Amapá, "70 grandes haciendas, adoptando trabajo esclavo, fueron
sorprendidas infraganti, en 17 años, por los órganos federales responsables
de la fiscalización" (p. 39).
En su primer año de mandato, el presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC),
prometió acabar con el trabajo esclavo en el Brasil; sin embargo, la Campaña
de la Fraternidad demuestra que fracasó en este propósito. No satisfecho de
eso, ahora su gobierno quiere cambiar el artículo 7? de la Constitución,
privando a los trabajadores de derechos sociales, como el 13? salario, Fondo
de Garantía, vacaciones pagadas, etc.
En cuanto al trabajo infantil, las siete Iglesias denuncian que "había en el
Brasil, en 1996, una mano de obra invisible, un silencioso ejercito de 7.5
millones de niños y adolescentes trabajando como adultos" (p. 43). Son los
muchachos cortadores de caña en Pernambuco, carboneros en Mato Grosso del
Sur, zapateros en Río Grande del Sur y en Sao Paulo. Cincuenta mil niños y
adolescentes rebuscan los basurales en busca de sobrevivencia.
A la luz de los 500 años de colonización del Brasil, las iglesias denuncian
el genocidio indígena. En la Amazonia, donde habita el 60% de los pueblos
indígenas del Brasil, "actúan verdaderos carteles de explotación ilegal de
madera, caza y minería en tierras indígenas" (p. 67). La biopiratería se
realiza a través de falsos misioneros, que patentan en el exterior
conocimientos y recursos tradicionales de la medicina indígena. Los Guaraní-
Kaiowá fueron expulsados de sus tierras por el latifundio, en diciembre de
1998. En 13 años, ocurrieron 319 casos de suicidio entre los Guaraní de Mato
Grosso del Sur, debido a la falta de tierra y más condiciones de trabajo.
El documento de la Campaña de la Fraternidad trata, también, de la
discriminación del negro y de la mujer y censura al gobierno por abrir "de
manera irresponsable el mercado interno a los productos extranjeros, forzando
a la producción nacional a adoptar los criterios técnicos de producción de
las multinacionales. Como el proceso se apoya en capitales internacionales,
la política de intereses y de cambio se define para atraerlos" (p. 96). En
Brasil, "el 20% más rico controla más del 64% de la renta, mientras el 20%
más pobre sobrevive con 2.5% de la renta" (ONU/98).
Los compromisos
La Campaña no se restringe al diagnóstico. Propone compromisos: "crear
grupos y movimientos dispuestos a asumir la causa de los más abandonados y
explotados; colaborar con los sindicatos; participar en los Consejos
Paritarios; favorecer cooperativas; apoyar la lucha por la tierra, la reforma
agraria; organizar trabajos comunitarios; luchar por políticas democráticas
de comunicación; poner los medios de comunicación de las iglesias al servicio
de las causas populares; apoyar la participación de los movimientos sociales"
(pp. 61-62)
La situación social del Brasil es tan dramática y agravada aún más por el
fracaso del gobierno de FHC, que hasta el PFL (Partido del Frente Liberal)
habla de luchar contra la pobreza. El FMI, coherente con su política
genocida, pero revestido de la prepotencia que la subordinación de nuestro
gobierno le imprime, expresó su desacuerdo, a través de Lorenzo Pérez, su
representante en el Brasil. Es así, que no se conoce un solo país en el
mundo, gerenciado por el FMI, donde los ricos se hayan quedado un poco menos
ricos y los pobres menos pobres.
Hagamos del mirar lúcido y profético de las siete iglesias cristianas nuestra
guía en la selección de los candidatos a las elecciones municipales de este
año. Votemos por un Brasil sin exclusiones.
https://www.alainet.org/es/active/823?language=en
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