Para muchos Evo Morales es un extremista. Acaba de liderar un ‘cabildo abierto’ y una marcha campesina que ha estremecido a La Paz. Sin embargo, a su izquierda están los que dirigen la huelga de El Alto y la Central Obrera Boliviana (COB) quienes le acusan de no querer echar al presidente y al congreso y de sólo pedir que el Estado se quede con el 50% de las ganancias del gas cuando ellos demandan que las petroleras sean confiscadas. Solares (líder de la COB) es, a su vez, cuestionado por sindicatos radicalizados que le acusan de querer un golpe militar tipo-Chávez y no una ‘revolución proletaria’. Morales se monta sobre la protesta popular para evitar que ésta sea capturada por los ‘revolucionarios’. El busca mantener a Mesa y al parlamento, quiere evitar golpes y levantamientos, y ansía llegar constitucionalmente a la presidencia en el 2007 para gobernar imitando mucho al brasilero Lula. Inestabilidad Mesa más parece un presidiario de las circunstancias que un presidente. Sin contar con un partido, base social, mayoría parlamentaria o deseo de apoyarse en la fuerza pública, él se ha mantenido 19 meses en el poder haciendo de mediador entre distintas presiones. Mas, ahora su caja de trucos se viene agotando. Difícilmente acabará su mandato en el 2007. Los extremos vienen creciendo. Los sectores que quieren atraer inversiones extranjeras para el gas animan un bloque pro-autonomía regional de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando. Las marchas que piden la nacionalización de las petroleras crecen en el altiplano. En ambos bandos hay quienes tocan cuarteles ya sea para poder llevar a la presidencia al centro-derechista presidente del congreso (Vaca) o a un ‘Chávez’ local. Otras posibilidades son elecciones adelantadas o que el descontento produzca otro levantamiento popular espontáneo tan típico en Bolivia. Mesa y Morales podrían tratar de frenar esas perspectivas si vuelven a pactar y se cooperan. - Isaac Bigio es analista internacional