La esperanza postergada

05/06/2005
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A Camille Chalmers, profesor de la de la Universidad del Estado de Haití e integrante de la coordinación de PAVDA, una coalición que agrupa a movimientos sociales, grupos femeninos, campesinos, de profesionales y ONGs que luchan contra las políticas neoliberales y por la emergencia de verdaderas alternativas para Haití, lo conocí en Cabo Haitiano, en la Asamblea de los Pueblos del Caribe, que tuvo lugar en agosto de 2003. Desde entonces, nos habíamos visto en Quito, Ecuador, en el Primer Foro Social de las Américas; en Porto Alegre y recientemente en La Habana, en el IV Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA. Fue, precisamente, en este último evento, desarrollado en el Palacio de Convenciones, que el dirigente haitiano accedió a conversar sobre la situación actual de ese hermano país caribeño. ¿Qué es PAVDA y qué hace dentro de Haití? PAVDA, como ya te explicaba, es una coalición que integra varias organizaciones populares y sociales haitianas que participa también en numerosas redes internacionales. Uno de los ejes principales es trabajar sobre la integración caribeña de los pueblos, en un espacio de concertación y debate propiamente caribeño que es la Asamblea de los Pueblos del Caribe; además somos los representantes para esta zona geográfica de Jubileo Sur, e igualmente participamos en otras redes mundiales que comparten nuestros puntos de vista para construir la globalización desde abajo. Camille, cuénteme sobre la situación actual que vive hoy Haití luego de la salida de Aristide y la ocupación militar de Estados Unidos, sobre todo, las consecuencias que para el pueblo haitiano ha traído esa ocupación. Estamos viviendo una situación muy difícil, caracterizada por la masificación de la pobreza y por esa ocupación militar, organizada desde Naciones Unidas, pero detrás de la cual, todos sabemos, que se encuentra el imperio de Estados Unidos, que utiliza y manipula a ejércitos de América Latina para transformar el país, conforme a sus objetivos estratégicos en la región y el continente. Es una ocupación que se define a largo plazo, que se presenta como una ocupación colonial de veinte años y quiere ser también masiva, con muchas tropas; ya tenemos un poco más de ocho mil soldados extranjeros en el país, con dos tipos de componentes, uno militar y otro policíaco. Estamos viviendo una situación muy grave porque esa ocupación no permite la expresión de la soberanía y la autodeterminación del pueblo haitiano y agrava la crisis, que no se puede resolver sin una posibilidad de crear espacios que le permitan al pueblo definir su porvenir, su visión económica y su proyecto de desarrollo. Esto no se puede lograr con la presencia militar. Por otra parte, los espacios estratégicos están siendo ocupados por los funcionarios de Naciones Unidas y de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Ya conocimos una ocupación de este tipo en 1994, con la presencia de veinte mil soldados de Estados Unidos y todo el mundo pudo evaluar los resultados: fue una situación con balance totalmente negativo que no permitió ningún avance en términos de desarrollo, al contrario, contribuyó a desarticular las instituciones estatales de Haití. Y todo esto forma parte del plan neoliberal cuyo soporte ideológico se sustenta en que para dominar a los países hay que desarticular totalmente el Estado. Ahora volvemos a enfrentar una crisis y una situación de gran debilitamiento de las instituciones estatales del país., que se han convertido en una ficción pues no son las que toman las decisiones estratégicas. Por las noticias circuladas hace unos meses atrás, conocimos de una misión que visitó Haití, encabezada por el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, ¿cuáles fueron los principales resultados de la evaluación realizada por esta misión? Esta fue una decisión impulsada en el Foro Social de las Américas, en julio de 2004, luego de un taller sobre la situación del pueblo haitiano. Allí se organizó una misión de solidaridad con Haití, realizada el pasado mes de abril, durante una semana y estuvo presidida, como bien dices, por Adolfo Pérez Esquivel y por Nora Cortiñas, de las Madres de la Plaza de Mayo, y compuesta, además, por representantes de veinte movimientos del continente. Para nosotros fue un momento muy importante no solamente por el hecho de que esos movimientos pudieron tener un mejor conocimiento de la situación por la que atraviesa Haití sino también porque pudimos transmitir una información real de lo que pasa en mi país. Lamentablemente hay mucha manipulación de los medios masivos a nivel mundial y es muy difícil construir solidaridad cuando no existe una visión objetiva y real de lo que está sucediendo. Esa misión tuvo una semana muy cargada, mucho trabajo. Se reunieron con numerosas organizaciones de derechos humanos, de mujeres, de obreros, de campesinos y también se organizaron visitas a diversas provincias haitianas, donde pudieron tener contacto directo con grupos de obreros que trabajan en la zona franca, grupos del campesinos que luchan en el centro del país por la defensa del arroz frente a la liberalización del mercado y la invasión del mercado por los subsidios desde los Estados Unidos. Tuvieron, también, la posibilidad de dialogar, de discutir y percatarse de la gravedad de la situación en términos económicos, del nivel muy grave de miseria que afecta a más del sesenticinco por ciento de la población que está por debajo de un dólar de ingreso diario. La situación es particularmente difícil en el terreno de la agricultura donde los planes económicos están destruyendo las capacidades productivas. Por ejemplo, nosotros teníamos una autosuficiencia en la producción de cereales en los años setenta y ahora somos totalmente dependientes de la importación de cereales desde los Estados Unidos y eso crea no sólo una pérdida en términos de dignidad sino también un flujo de migrantes hacia las ciudades con la consiguiente creación de inmensas favelas con todos los problemas sociales y políticos que acompañan ese tipo de fenómenos. La misión está preparando su informe final que va a ser presentado al secretario general de Naciones Unidas y va a ser difundido en toda América Latina como un primer paso en el esfuerzo de construir una cooperación solidaria que está totalmente opuesta a la visión dominante de las “misiones de paz” de Naciones Unidas, que como se sabe, son manipuladas por los Estados Unidos y que no ayudan a los pueblos a salir de las crisis, todo lo contrario. En medio de esta situación muy compleja para ustedes, ¿cómo ve usted el futuro de las organizaciones sociales y populares en ese camino de resistencia que necesariamente tendrán que seguir? Es muy importante esclarecer algunos elementos que están presentes en la actual situación que vive Haití. Digamos, la insurrección popular que se había realizado en contra de Aristide estaba denunciando su traición al proyecto popular, pues no se puede olvidar que Aristide subió al poder con un proyecto popular que luego, gradualmente, fue abandonando y aplicando un plan de ajuste estructural muy dañino para el pueblo haitiano. Por otra parte, durante el golpe de Estado entre 1991 y 1994 se habían destruido muchas organizaciones, pero, al mismo tiempo, había un proceso de reconstrucción de las dinámicas populares. ¿Qué ha pasado ahora? La intervención militar vino a parar ese proceso. Fue una intervención y un golpe de Estado contra el pueblo de Haití, contra la movilización popular. Al intervenir cambiaron toda la dinámica al imponer un status militar apoyándose en antiguos militares duvalieristas. Ahora nos enfrentamos a un proceso de reconstrucción de la movilización popular, un proceso de acercamiento entre diversos movimientos para definir nuevos campos de lucha frente a las dinámicas que nos quieren imponer desde el exterior. Por ejemplo, hay elecciones previstas para fines de este año, pero son elecciones controladas por la MINUSTAH, financiadas desde el exterior y donde no va existir ningún espacio de expresión de la soberanía popular de Haití. De modo que frente a eso estamos tratando de participar en numerosos esfuerzos de acercamiento entre los movimientos populares y sociales. La experiencia de Aristide creó mucha polarización dentro del movimiento popular mismo y ahora estamos precisados a hacer un balance, una reflexión crítica de lo que pasó pero también salir adelante con nuevas propuestas. Parece que Haití está signada por una especie de espada de Damocles, y el eco de la Revolución haitiana fue un ejemplo muy fuerte que ha marcado la historia y la vida de los haitianos por más de doscientos años... Eso es algo que el imperio nunca ha podido aceptar. El hecho de que se haya hecho una revolución antiesclavista y se haya creado un Estado fue algo muy duro para ellos. Realmente los problemas que vivimos hoy en Haití, sobre todo desde el punto de vista institucional y económico, derivan de la primera ocupación militar norteamericana de 1915 que tuvo como objetivo destruir todo lo que fue construido durante el siglo XIX y crear una situación de total dependencia, por ejemplo, el ejército fue formado y controlado ideológicamente por los Estados Unidos. Claro, la situación que estamos viviendo en Haití es una señal para el resto de los pueblos de América Latina. Por eso es tan importante estudiar lo que está pasando en Haití y tratar de crear fuertes lazos de solidaridad porque en nuestro país se están tratando de experimentar formas de ocupación militar bajo el paraguas de una “cooperación Sur-Sur latinoamericana” , algo que es mentira, es decir, es otra manera de manipular el problema. Los militares brasileños, por ejemplo, que están en Haití no tienen ninguna participación en todo lo que se define en términos estratégicos o económicos o en los contratos de privatización que se hacen a favor de las empresas norteamericanas. Ellos sólo son un paraguas bajo el cual se oculta los verdaderos fines de la ocupación que no son otros que reforzar el neoliberalismo y la sumisión de Haití. Una de las más peligrosas mutaciones del ALCA para la región es la militarización... Tienes toda la razón, la militarización del Caribe y de otras regiones del continente es algo muy peligroso y este es un frente de lucha fundamental para todas las naciones latinoamericanas. La militarización es una nueva expresión de terrorismo y violencia. Haití lo vive en carne propia. Lo que está pasando en mi país es apenas una señal de lo que el imperio quiere imponer para América Latina y para el resto del mundo. Por eso es necesario que se conozca la verdad sobre la realidad haitiana y que no nos dejemos engañar por manipulaciones. A pesar de todos los obstáculos y problemas, la esperanza no ha muerto para los haitianos. La lucha de resistencia que iniciamos hace más de doscientos años tiene hoy más vigencia que nunca.
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