El nuevo Presidente reconoce como emprendimientos ineludibles a Asamblea Constituyente, referéndum de autonomías y política de hidrocarburos. Finalmente se impuso el efecto dominó, luego de la renuncia de Carlos Mesa. La hipótesis de que Sucre brindaría la tranquilidad que no garantizaba La Paz, quedo negada por la presencia de miles de campesinos y también centenares de mineros que se desplazaron desde Potosí, Oruro y de Chuquisaca. Pero también se multiplicaron huelgas de hambre encabezadas por autoridades municipales y otros sectores en muchas de las ciudades principales e intermedias de Bolivia. Aparentemente las movilizaciones no lograban neutralizar los deseos de Hormando Vaca Diez de asumir la Presidencia de acuerdo a la línea de sucesión determinada por la Constitución Política boliviana. Pero la muerte del presidente de una cooperativa minera representó el punto de inflexión que no pudo ser superado. Los campesinos y mineros junto con maestros, estudiantes y otros sectores movilizados se desplazaron de inmediato a los lugares donde se procesaban las tensas negociaciones entre los parlamentarios. El presidente del Senado fue protegido en una guarnición militar y no apreció sino hasta cerca de las 21 horas para anunciar su declinación a la sucesión presidencial, seguido por un anuncio similar por parte del presidente de los diputados. Nacido en Cochabamba, con 48 años de edad, Eduardo Rodríguez acepta su condición de presidente con un objetivo específico de convocar a elecciones, pero reconoce como emprendimientos ineludibles a la Asamblea Constituyente, el referéndum de autonomías y política de hidrocarburos. Con seguridad, la posesión de Rodríguez no solucionará los problemas de orden estructural y surgirán muchas opiniones a favor y en contra; pero, lo más rescatable en Bolivia ha sido la demostración de la capacidad de los movimientos sociales para haber llevado las decisiones políticas a sus linderos.