El asesinato del padre Héctor Gallego

29/06/2005
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Aun sin encontrar los restos de Héctor Gallego En el mes de junio se cumple un aniversario más del secuestro y asesinato del padre Jesús Héctor Gallego Herrera por parte de los aparatos represivos del régimen militar que se instaló en el poder el 11 de octubre de 1968 producto de un cruento golpe militar. Los militares del régimen dictatorial instaurado por Boris Martínez y Omar Torrijos Herrera, secuestraron el 9 de junio de 1971 al cura Gallego en la población de Santa Fe, provincia de Veraguas. Los golpes que le proporcionaron sus verdugos le produjeron una grave herida en el cráneo, lo cual obligó a sus secuestradores a trasladarlo al hospital militar de la capital del país. En dicho centro de atención médica murió el sacerdote. El cadáver del padre Gallego fue ocultado por los sicarios de la dictadura y hasta el día de hoy no se ha podido localizar, aunque los actores materiales fueron enjuiciados y condenados por este infame crimen. El nombre del padre Jesús Héctor Gallego Herrera pasó a formar parte de la lista de los más de cien asesinatos y desapariciones forzadas que generó el terrorismo de Estado durante los 21 años de dictadura militar. Los familiares y el pueblo en general tienen el derecho de rescatar los cuerpos de los desaparecidos y conocer la verdad sobre las circunstancias y condiciones que rodearon sus asesinatos, así como saber exactamente quiénes fueron los autores intelectuales de tan horribles crímenes. Por consiguiente, estas trágicas páginas de la historia no podrán cerrarse hasta que al pueblo panameño le sean devueltos los restos de estos mártires y que la memoria histórica registre en su detalle la forma en que fueron violados sus derechos humanos y se determine las responsabilidades de los actores materiales e intelectuales. Trayectoria del padre Gallego Jesús Héctor Gallego Herrera nació en Colombia en el pueblo antioqueño de Montebello un 7 de enero de 1938. Hijo de padres campesinos, era el mayor de los 11 hijos que procrearon Horacio Gallego y Alejandrina Herrera Desde muy temprana edad se sensibilizó de los problemas sociales y políticos que afectaban a la población más pobre de las áreas rurales y se forjó el propósito de hacerse sacerdote y llevar la palabra de Dios a cualquier parte que se requiriera de sus servicios. En ese sentido, se inscribió en el seminario. En 1965, a los 27 años, Héctor Gallego fue informado por uno de sus compañero seminarista llamado Plinio Mojica, que en la Diócesis de Veraguas sólo había 9 sacerdotes para prestarle servicios espirituales a 160.000 almas. Dos años (1967) después es ubicado en San Francisco de Veraguas desempeñándose como Diácono. Ese mismo año retorna a Medellín Colombia para consagrarse como sacerdote el 16 de julio de 1967. El encargado de ordenarlo en la parroquia del Carmen de su ciudad natal sería el Obispo de Santiago de Veraguas, Mons. Marcos Gregorio McGrath.. Su buena relación con Mons. McGrath le facilitaría ser nombrado misionero en Panamá para el desempeñar su labor eclesiástica. El 13 de agosto del mismo año lo ubicamos en la población de San Francisco, en Veraguas, donde oficia su primera misa. Una semana después, se traslada a la población de Santa Fe donde comienza a prestar diversos servicios religiosos a los campesinos del área. La situación de pobreza que se manifestaba en esta región, los abusos ejercidos por las autoridades gubernamentales sobre los campesinos y la extrema explotación ejercida sobre ellos por los terratenientes de la región fueron sensibilizándolo y orillándolo a convertirse en protector de aquellos campesinos. En dicha población denuncia la violencia institucionalizada contra los pobres y comienza a practicar los ideales que le había legado como herencia el padre guerrillero Camilo Torres. Poco a poco Gallego va ganando la confianza de los campesinos y los asesora en el proceso de producción y comercialización de los productos agrícolas que producían. Al mismo tiempo, externa en varias ocasiones su desacuerdo con los atropellos de que son víctimas los campesinos por parte de los funcionarios estatales y de la oligarquía terrateniente. Su posición en defensa de los intereses de los campesinos lo convierte rápidamente en enemigo de los terratenientes y en blanco de represalia. La explotación y la injusticia se acentúan después del 11-10-68 Después del golpe militar conducido por Omar Torrijos Herrera y Boris Martínez el 11 de octubre de 1968 las comunidades campesinas comenzaron a vivir un período de terror. Muchos terratenientes coludidos con funcionarios gubernamentales arrebataron tierras a las comunidades campesinas y acentuaron la explotación de los jornaleros que trabajaban dentro de sus propiedades. Además, la producción de los campesinos en las tierras comunales era acaparada por los terratenientes, quienes les compraban los productos a precios irrisorios para que en épocas de nula producción poder vendérselas a precios sumamente altos. Por estos y muchos otros abusos Gallego comenzó a impulsar la organización de los campesinos en una Cooperativa, hecho que le granjeó la animadversión de dueños de poderosos negocios del área, pues éste constituía el único bastión de lucha para evitar la explotación y la profundización del empobrecimiento del campesinado del distrito de Santa Fe en Veraguas. Esta cooperativa era vista como un desafío al poder que tenían los terratenientes y militares en este periodo. Por su afán de luchar contra las injusticias sociales y de ayudar a los campesinos, se ganó la enemistad de los terratenientes, apoyados en ese momento por la cúpula militar de ese entonces. El 2 de julio de 1970, uno de los terratenientes que se consideraba afectado por la organización que Gallego había impulsado en la comunidad campesina, Alvaro Vernaza Herrera, primo hermano del Dictador Omar Torrijos Herrera, acusó a Gallego de ser el responsable de haber quemado la planta eléctrica que él había prestado durante la campaña política de 1968. Los servicios de seguridad de la dictadura arrestaron al sacerdote. Su superior, el Mons. Marcos Gregorio McGrath realizó gestiones locales para lograr el encarcelamiento de Gallego, obteniendo resultados negativos. Por ello, estableció una audiencia telefónica con el Dictador Torrijos en la que le suplicaba interceder para que Gallego fuera liberado. Torrijos respondió positivamente a la súplica de McGrath y puso como condición que el sacerdote viajara a la ciudad capital para entrevistarse con el general. En conversación sostenida con el general Torrijos, Gallego denuncia el estado de pobreza y explotación de que son objetos los campesinos por parte de los negociantes poderosos y denuncia a Alvaro Vernaza Herrera como uno de los terratenientes que más abusa del campesinado. Nueve días después de esta entrevista, el terrateniente Vernaza lanza en Santa Fe su Jeep contra los sacerdotes Héctor Gallego y Vázquez Pinto. Según comentarios de la época, Vernaza Herrera llegó a golpear a Vázquez Pinto y a Gallego. El incidente fue muy comentado en todo Veraguas, llegando La Conferencia Episcopal a emitir un pronunciamiento público el 16 de julio de 1971. Para calmar los ánimos de los enfurecidos campesinos, Vernaza fue separado del cargo de Director Regional que desempeñaba en el Instituto Nacional de Agricultura, aunque en poco tiempo sería nombrado administrador del INA de Divisa. Durante el mes de marzo de 1971 Gallego se desempeñaba como vocero de los campesinos de Santa Fe en los encuentros que impulsaba el gobierno para discutir un plan de desarrollo para esa comunidad. El cura se reunía con los campesinos, escuchaba sus puntos de vista y portaba las peticiones a las autoridades gubernamentales. En ese sentido, Gallego se reunió con el general Torrijos el 30 de marzo y recibió los documentos sobre el nuevo plan de desarrollo. Estos documentos fueron presentados por el cura a los dirigentes de las comunidades, quienes lo analizaron, rechazaron varios puntos del proyecto gubernamental y presentaron sus propias peticiones. La dictadura incrementa las amenazas contra el cura En mayo de 1971 las relaciones entre las comunidades campesinas de Santa Fe y los funcionarios gubernamentales aceleraron su deterioro. Los funcionarios encargados del área agrícola no compartían las sugerencias propuestas por el campesinado para el plan de desarrollo agrícola de la región. Estos funcionarios menores informaban a los dirigentes y asesores de la dictadura militar sobre lo difícil que se estaba tornado el querer imponer la solución propuesta por el régimen y sugerían detener la tendencia de esta comunidad de desafiar el poder que tenían los militares. A pesar de los intentos realizados por Gallego para presentar ante Torrijos las peticiones de los campesinos, la entrevista no logra concretarse; Torrijos aduce no tener el tiempo requerido para discutir el plan propuesto por los campesinos. Entonces, Gallego decide enviar una carta a Torrijos enterándolo de las diversas reuniones que han tenido los campesinos para discutir el plan de desarrollo y le comunica entre otras cosas, que los dirigentes campesinos se sienten molestos por la poca importancia que muestra el gobierno por sus puntos de vista. En esa misma carta Gallego le transmite a Torrijos “que no puedo menos que expresarle, General, mi temor de que tal actitud de ignorarlos, pudiera influir adversamente en los campesinos, animados como están del deseo de colaborar en el programa de desarrollo.” En 1971, según la fuente del Ministerio de Gobierno y Justicia, en posiciones de mando en la Guardia Nacional, en el Estado Mayor, en las jefaturas del G1, G2, G3, G4 y G5 estaban los tenientes coroneles: Armando Abel Contreras, Manuel Antonio Noriega, Rubén Darío Paredes Del Río, Manuel José Araúz Valencia y el mayor Simón Nemesio Ferrara Martínez, respectivamente. En las áreas militares estaban: en el cuartel de Los Pumas en Tocumen, el capitán Ricardo Garibaldo Figueroa, trasladado allí, el 5 de agosto de 1970. En la Fuerza Aérea ubicada en Tocumen, el capitán Alberto Lorenzo Purcell Dusaire, con el cargo de Comandante de la Fuerza Aérea Panameña. En la Compañía Macho de Monte, el teniente Edilberto Del Cid. En la jefatura de la Zona Militar, con sede en la provincia de Veraguas, el capitán Eros Ramiro Cal Muñoz. La conclusiones de los campesinos alarmaron enormemente a los miembros del Estado Mayor, pues consideraban que las propuestas campesinas se orientaban a provocar la recuperación de tierras, adquirir el control del comercio, aumentar la producción y garantizar los servicios de salud para los campesinos. La cúpula de la dictadura militar dio carta abierta para que se ejerciera presión sobre Gallego para obligarlo a encuadrar sus actos dentro de los lineamientos del régimen. La cooperativa creada por Gallego comenzaba a afectar los intereses de los grandes comerciantes de la región, quienes se quejaban de la tendencia socialista del cura. Mediante esta organización ya el campesinado no vendía su producción al precio que impusieran los comerciantes acaparadores y en época no productiva podían adquirir los productos para su consumo a precios más accesibles. Los funcionarios gubernamentales que servían al régimen dictatorial y apoyaban a los grandes comerciantes comenzaron a presionar para que la cooperativa se convirtiera en una institución del gobierno y tratar de explotarla en el sentido político. Al no lograr sus objetivos mediante métodos persuasivos, ensayaron contra Gallego otros más agresivos. El 23 de mayo de 1971 elementos de la policía militar del régimen le prendieron fuego al rancho de Gallego, obligándolo a buscar refugio en la casa de los esposos Clotilde Toribio de Peña y Jacinto Peña. Este y otros incidentes intimidatorios hicieron que Gallego presintiera que algún acto violento contra él estaban planeando los sicarios de la dictadura. Por eso, les comunicó a los campesinos de la cooperativa “Esperanza de los Campesinos” que si algo le sucedía ellos deberían de continuar la lucha: “USTEDES SABEN QUE YA ME ESTAN PERSIGUIENDO Y EN CUALQUIER MOMENTO ME PUEDEN HACER ALGUNA COSA... Ustedes son responsables de llevar a cabo el programa de Evangelización que encausará la liberación de los hombres de este mundo, y en especial en Santa Fe. Es por esto que les digo, que si desaparezco no me busquen sino que sigan la lucha, por que lo importante es la salvación de todos los hombres de la explotación y esclavitud ocasionada por los explotadores y por esto hay que morir si es necesario. Este es el compromiso último de un cristiano”. El secuestro del padre gallego El 1 de junio de 1971 el cura Gallego hizo un nuevo intento para obtener una entrevista del general Torrijos, con el propósito de presentarle las principales peticiones de los dirigentes campesinos sobre el plan de desarrollo para el campo. Su gestión no logró materializarse. Durante los 3 siguientes días, Gallego estuvo en la ciudad capital participando en un curso sacerdotal. Su estancia fue aprovechada por la emisora católica Radio Hogar para realizarle una entrevista. En la entrevista que concede el 4 de junio de 1971 Gallego arremete contra los grandes comerciantes y terratenientes de la región y señala que la orientación del movimiento social y político que se estaba gestando en Santa Fe tenía que irradiarse a todo el país. Sus declaraciones alarmaron enormemente a los dirigentes de la dictadura, quienes giraron instrucciones para desmembrar la cooperativa. Urgía a los militares acallar, sin demora, la palabra cierta del sacerdote, la que movía voluntades hacia la consecución de una patria en donde resplandeciera la verdad y la justicia; era un imperativo de los militares eliminar al hombre que representaba una bandera contra el atropello y despojo cometido por personajes del régimen y por caciques políticos que siempre han explotado las lágrimas y el sudor del pobres en las zonas rurales de Veraguas y de otros puntos de la nación. El Estado Mayor toma la decisión de capturar y deportar a Gallego por comunista y haberse metido con la familia del general Torrijos. Esta es la justificación que Manuel Antonio Noriega le transmite a Melbourne Walker, uno de los responsables materiales del asesinato del padre Gallego. Es muy posible que Noriega haya impartido a los autores materiales del secuestro la orden de golpear y detener a Gallego, para inmediatamente inventarle una serie de delitos subversivos y justificar su deportación. Lo cierto es que los altos mandos del instituto armado sabían sobre la operación que se estaba tramando en contra del padre Gallego. El lunes 7 de junio de 1971, cerca de las 10 de la mañana, los señores Eugenio Magallón y Melbourne Walker, miembros de la "inteligencia" militar llegaron a la tienda de la Cooperativa indagando sobre el Padre Gallego. Bajaron a "El Carmen" donde Gallego estaba trabajando en la Casa Comunal y hablaron con él. El 9 de junio unos estudiantes del INA de Divisa trabajaban en el campo cuando vieron un helicóptero de la Fuerza Aérea Panameña (FAP), en el que viajaban el general Omar Torrijos, Gerardo González, Alvaro Vernaza y Enrique Landau. Dos de estos estudiantes afirman que cuando regresaron al INA, a eso de las 4:00 p.m., pudieron observar que en la Dirección del plantel permanecían reunidos el Ingeniero Richard Pretto, el capitán Edilberto Del Cid, jefe de los Macho de Monte; Tulio Córdoba y Juan González, de los Macho de Monte, así como Alvaro Vernaza Herrera y un profesor de apellido Zapata. Ellos imaginaron que algo muy importante se estaba platicando en dicho encuentro, pero que nunca imaginaron que se trataba de un asunto relacionado con el cura Gallego. Antes de la hora del secuestro, el elemento del G-2, Melbourne Walter, recibió en su habitación del Hotel Magnolia en Santiago, a Edilberto Del Cid, jefe de los Macho de Monte y el sargento Juan González (hoy difunto), de la misma compañía. Ambos habían retirado esa mañana en la CIUDAD CAPITAL del Departamento de Crédito de Toyopan y Tesa en la provincia de Panamá, un jeep Toyota Land Cruiser con el cual hicieron el viaje a Divisa y a Santiago. A ellos informó sobre las pesquisas que había realizado sobre Gallego que resultó útil para la captura del cura. Melbourne Costantino Walter Nevans, miembro activo del cuerpo de inteligencia del G-2 y Eugenio Nelson Magallón Romero del S-2 de la 3ra Zona Militar en Veraguas, a cargo del capitán Eros Ramiro Cal, se pusieron de acuerdo para efectuar el secuestro con Del Cid y González. Más de una docena de testigos afirman que desde las 8:30 de la noche del 9 de junio de 1971, un Jeep Toyota Land Cruiser color verde, con la capota blanca, recorrió las comunidades que van desde San Francisco hasta el Carmen (10:30 p.m.) y Santa Fe (12:10 a.m.). En el vehículo, al parecer, viajaban tres hombres. Edilberto Del Cid y Juan González, de los Macho de Monte, participaron en la captura de Gallego. Testigos directos de la desaparición del padre Gallego fueron el campesino Jacinto Peña y su esposa Clotilde Toribio de Peña, quienes habían dado posada en su humilde hogar a Gallego después que manos siniestras le prendieron fuego a su casita. En declaraciones formuladas ante las autoridades judiciales y reafirmadas más tarde ante un medio editorial, Jacinto y Clotilde afirman que tres hombres se apersonaron esa noche a la casa, pidieron hablar con el sacerdote y le solicitaron al cura que los acompañara al cuartel militar, pues por órdenes superiores se requería de su presencia. A partir de ese momento no supieron más de Gallego. Mientras los secuestradores se alejaban a prisa de la población de Santa Fe, ataron de manos y pies al sacerdote y procedieron a propinarle golpes en distintas partes del cuerpo. Por su parte, Jacinto corrió la voz entre la comunidad y sugirió que un grupo fuera en la mañana a la cárcel de Santiago para denunciar el arresto del sacerdote. Cientos de campesinos con machete en mano salieron esa noche a buscar por los caminos, trechos, ríos y matorrales a Gallego, pues pensaban que lo habían golpeado y tirado por alguno de esos sitios. Los verdugos privaron de su libertad al padre Gallego, lo secuestraron y lo forzaron a desaparecer. En la madrugada de esa misma noche, se trasladaron hasta el Instituto Nacional de Agricultura de Divisa, lugar en el que se había realizado en la tarde la reunión `para afinar los detalles del secuestro. Un estudiante del INA diría años después que, cuando se dio el secuestro de Gallego, dijo haber visto llegar al INA, a las 4:00 a.m., al Macho de Monte Juan González (hoy difunto) y a otros dos integrantes más de ese cuerpo militar, quienes abrieron un jeep recién llegado y bajaron a una persona que a la que mantenían inmóvil, y aparentemente atada de manos y pies. Poco antes de que saliera el sol ese 10 de junio de 1971, los verdugos se percataron de que las heridas que le habían ocasionado al sacerdote eran de suma gravedad y que los síntomas que manifestaba eran la de un moribundo: “el cráneo de Gallego sufrió fracturas como consecuencia de golpes que recibió después de ser detenido.” A partir de este momento, reconstruir lo que realmente sucedió ha resultado difícil por la variedad de versiones que se han emitido y a las inconsistencias de algunas evidencias. Una de las versiones apunta a señalar que cuando los sicarios detectan que Gallego no responde adecuadamente y que parecería haber sufrido un shock producto de un golpe en la cabeza, lo conducen al hospital militar en Santiago, donde el médico declaró que “se les había ido la mano”, que había fractura del cráneo. Otra versión señala que de Santa Fe viajaron esa noche, hicieron escala en Santiago y prosiguieron su viaje hasta Divisa, llegando al INA en la madrugada y que desde ahí entablaron comunicación con algunos militares de mayor jerarquía y recibieron la instrucción de trasladar al herido al hospital militar de la ciudad capital. Con el asesoramiento de Julio Córdoba entablaron comunicación con el comandante Manuel Antonio Noriega y solicitaron instrucciones. “Yo mantengo la versión de que Noriega dio la orden de apresarlo para después expulsarlo”. Ese día 10 de junio la Guardia Nacional estableció un cerco alrededor de Santa Fe prohibiendo la entrada o salida de cualquier persona o vehículo. Por otra parte, el Ministro de Gobierno e Justicia acusó a Jacinto Peña de ser el responsable de la desaparición de Gallego. Provocan la muerte de Héctor Gallego De los altos mandos de la Guardia Nacional emanó la orden de trasladar al sacerdote a un hospital militar de la capital para que recibiera atención médica. Aún no se ha precisado si Gallego fue trasladado a Panamá en Avión, en automóvil o en helicóptero. Lo que si se ha podido comprobar es que el 10 de junio de 1971, cerca de las 10 de la mañana, un helicóptero se apostó en la parte posterior de la clínica militar de la Guardia Nacional en el Cuartel Central e inmediatamente unidades uniformadas ataviados de fatiga transportaron al herido al interior de la clínica, poco después de haber desalojado del área a las personas que permanecían en la misma. Los médicos que examinaron las heridas que traía Gallego y revisaron cuidadosamente el estado del paciente, llegaron a la conclusión de que si el paciente lograba salvarse después de una operación, era muy posible que quedara inválido. Mientras era sometido a una cirugía de emergencia en el Hospital Militar, sufrió una embolia cerebral que lo paralizó. Según esta versión, relatada a un cura por un ex - miembro de la Guardia Nacional, el estado crítico de Gallego fue comunicado a los gorilas del Estado Mayor de la dictadura, quienes “para evitar el escándalo de que el sacerdote inválido fuera visto en público, Torrijos ordenó que lo mataran”. Ese mismo día se giraron instrucciones selectivas para que el cuerpo del sacerdote fuera enterrado en los terrenos del Cuartel de Los Pumas en Tocúmen. "La Cía. LOS PUMAS, fue constituida el 14 de mayo de 1959. Para junio de 1971, se localizaba en el corregimiento de Tocumen. Para esa fecha, la comandaba el capitán RICARDO GARIBALDO FIGUEROA. El antiguo Cuartel de los Pumas de Tocúmen, área sometida al férreo control de la dictadura militar, pareciera estrechar mayores nexos con las versiones que lo mencionaban como el sitio donde fue llevado el sacerdote, ya sea para hacerle emprender un vuelo sin retorno, o para enterrarlo. Desaparición del cadáver de Gallego La muerte del sacerdote originó serias preocupaciones en la cúpula del régimen militar. Si el cadáver se le entregaba a los directivos de la comunidad católica, podía constatarse las consecuencias de las torturas a las que fue sometido el sacerdote y el mundo se enteraría de las atrocidades con la que se manejaba la dictadura militar. Por otra parte, un conflicto diplomático con el Vaticano era lo que ellos menos deseaban. En el cuartel de los Pumas en Tocumen, el cadáver del sacerdote fue llevado y enterrado en la madrugada. A partir de ese instante cualquier información en los medios de difusión relacionada con la desaparición del sacerdote era controlada por el comandante del G-2 Manuel Antonio Noriega. En aquel entonces se manejaba la versión de que el cuerpo del padre Gallego había sido tirado al océano, igual que al de Encarnación González. Existe la versión de que meses o años después, el cadáver del sacerdote fue exhumado por un comando militar y enterrado en otro lugar. Al cumplirse un aniversario más del secuestro y desaparición física de Héctor Gallego. El pueblo clama continuar con las investigaciones hasta esclarecer la desaparición y muerte de cada una de las víctimas de la dictadura. “Cada una de las víctimas es un testimonio de abuso estatal, de encubrimiento y complicidad y, en la mayoría de los casos de impunidad. Los desaparecidos, no son otra cosa que personas aprehendidas por agentes obrando bajo las órdenes o protección de superiores, privados de su libertad, en su mayoría golpeados y torturados, para luego ejecutarlos.”
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