La palabra identidad
Pueblos indígenas alzan la voz en Santiago
13/09/2005
- Opinión
Padecieron mucho para conseguir las firmas en apoyo a la candidatura
de Aucán. Muchos notarios se negaron a realizar el trámite, les
pidieron dinero por adelantado, otros “cobraron” entre 600 y 1.500
pesos por cada elector inscrito. Muchos indígenas y simpatizantes no
pudieron inscribirse porque no tenían dinero para viajar desde los
pueblos del interior hasta las notarías que, además, pusieron horarios
restrictivos o sólo atendían “a una persona por día”. Es terrible
constatar el dolor de sus rostros. ¿Qué les podía decir? A pesar de
todo, juntaron casi 200 firmas en Ollagüe y Calama. Y las trajeron con
mucho esfuerzo a Santiago.
Esperando en la Plaza Vicuña Mackenna, a las faldas del cerro Welen,
la retrasada llegada de Aucán Huilcamán, dos señoras indígenas se
acercaron a la banca en la que estaba sentado. Me saludaron,
sentándose junto a mí. Nadie acostumbra saludar a la gente acá en
Santiago. Es muy raro. Y quien lo hace puede pasar por insano o
metiche. Recordé que para los pueblos originarios el saludo es una
costumbre, un acto de respeto, una comunión. Respondí. Se acomodaron
en la banca y esperaron un momento para preguntarme, estaban curiosas,
‘qué periódico era ése que estaba leyendo’ y ‘en qué puesto estaba’.
“¿Puesto?”, pregunté. “Sí, donde lo venden”, dijeron. “Es un periódico
mapuche”, contesté. “Sí sabemos. Queremos llevarlo a Ollagüe… ¿Usted
conoce Ollagüe?”.
Poco a poco comenzamos a conversar. Me dijeron que en Ollagüe y Calama
había sido una odisea trabajar por Aucán Huilcamán, principalmente por
los problemas económicos para desplazarse y las constantes amenazas
que habían recibido. Les pregunté que cómo era eso. Me explicaron que
personas ligadas al alcalde de Ollagüe, el UDI Carlos Reigadas, y
funcionarios de la CONADI les habían dicho a las comunidades indígenas
que “si se inscribían en las notarías para apoyar a Aucán arriesgaban
perder sus proyectos productivos y otros beneficios”. Un vil chantaje,
pensé. Y comenzó a apretárseme el corazón. Recordé las denuncias de
maltrato y torturas en la escuela de Ollagüe y la visita de una
delegación de quechua en Santiago el año pasado a los cuales
entrevisté, antes de que me despidieran del semanario El Siglo por
denunciar las prácticas antisindicales y deudas previsionales en la
propia CUT.
En el pueblo de Ollagüe como en otros del altiplano chileno, la UDI
impone un fraude electoral a costa de campañas millonarias y amenazas.
En Camiña, Colchane y Ollagüe, votan muchas más personas de las que
viven en esos poblados indígenas. De esta forma, las comunidades se
ven impedidas de elegir a sus autoridades. “Vivimos en un campo de
concentración”, me dijo esa vez Elizabeth Urrelo Quispe, quien
encabezaba la delegación de quechua. En Ollagüe no viven más de 30
familias quechua que no sobrepasan las 120 personas. Los demás -unas
30 personas-, son autoridades municipales, funcionarios de Carabineros,
Aduana y Ferrocarriles que también votan en la comuna. En total, unas
180 personas. Pero, cada vez que hay elecciones decenas de furgones,
vehículos y buses inundan el pueblo. Pude ver un video en dónde se
aprecia claramente cómo 27 buses abarrotados de electores llegaban al
poblado para “votar” por el candidato de la UDI. En definitiva, votan
más de 1.200 personas y la derecha y la Concertación -que también
acarrea electores-, controlan todo.
Seguimos conversando y recordé la denuncia de la comunidad en contra
del director de la escuela San Antonio de Padua, Estenio Pizarro
Bugueño, quien golpea a los menores e incluso los tortura mojándolos
con agua fría, insultándolos por ser “indios”. Recordé que a pesar de
que los quechua denunciaron la situación en los organismos pertinentes
e, incluso, en el ministerio de Educación y los tribunales de Justicia,
no obtuvieron nada o casi nada… Recordé que a pesar que votan miles de
personas que no viven en el pueblo y eso es un delito, los tribunales,
la Contraloría General de la República y el Registro Electoral nunca
han fiscalizado esta situación.
“Si participáramos solo los indígenas de la comunidad en las
elecciones, la autoridad sería un quechua. Pero no es así”, recuerdo
que me dijo la señora Urrelo con decepción y amargura. El maltrato a
los niños es gravísimo y la única explicación es el racismo y el que
las autoridades -incluidos la mayoría de los profesores, no son
indígenas. Los tratan de endemoniados, les lanzan la comida, se las
dan fría, los arrastran por el suelo, los humillan cada día por su
color de piel y por profesar otras creencias. Recordé que los quechua,
en esa oportunidad, me contaron que el alcalde había enterrado a su
perro en el cementerio indígena, a pesar de que esto era una horrible
falta de respeto, una profanación... El corazón se me apretó otra vez.
Una de las señoras, sentada en la banca, a mi lado, me dijo que el año
pasado una delegación de quechua había venido a Santiago y que habían
sido entrevistados por un periodista… Les dije que yo había
entrevistado a la señora Urrelo, a la señora Achú, a su hijo... Pude
ver en sus ojos una inmensa alegría. “Le diremos a Elizabeth que lo
conocimos acá en Santiago, en nuestro viaje”. Realmente, estaban
felices y emocionadas de conocerme. Una felicidad verdadera,
completamente cristalina. Uno cuando escribe espera eso, que alguien
lea y que sirva de algo lo que uno hace. Con el tiempo, uno va
adoptando una actitud de lejanía porque los problemas de la gente
afectan. Levantas una muralla y muchas veces eres completamente
indiferente a las denuncias o a las tristezas. Todo te da igual…
“Recuerdo que esa vez, cuando los quechua me señalaron que los niños
eran maltratados y golpeados por ser “indios”, que el pueblo era
completamente controlado a través del miedo y amenazas, y que en su
cementerio había sido enterrado el perro del alcalde porqué él decía
que su perro “era superior a los indígenas”, mi indignación no aguantó.
Los acompañé a Radio Nuevo Mundo, traté que un canal de TV los
entrevistara, infructuosamente, llamé a Radio Bío Bío, pero no se
interesaron, y estuve días peleando para que en El Siglo me otorgaran
un espacio en sus páginas. Los acompañé en microbús para que no se
perdieran. Pero cuando estuve solo no aguanté. Era muy grande la
impotencia y el dolor, y trataba de imaginarme la impotencia y el
dolor que ellos deben sentir. Infinitamente más violento y sobrehumano.
Ahora, recuerdo las sonrisas de estas señoras quechua que trajeron las
firmas apoyando la postulación de Aucán Huilcamán desde Calama hasta
Santiago. Como por arte de magia, comenzaron a contarme los problemas
y desgracias de Ollagüe. La discriminación de que siguen siendo objeto
por las autoridades “blancas” del pueblo. Me enteré que los
funcionarios de la municipalidad y de la CONADI presionaron a la
comunidad para que no se inscribieran apoyando a Aucán. Que incluso el
alcalde Reigadas hizo un “gran asado” y ofreció beneficios para
dividir aún más a la comunidad y aislar a quienes siguen exigiendo un
trato digno para los estudiantes en el internado. Los problemas en la
escuela siguen igual. Aún persiste el maltrato a los niños, el racismo
y la discriminación. Todavía no les es posible elegir a sus
representantes. El pueblo sigue viviendo con miedo por las presiones y
amenazas de las autoridades. Uno de los niños maltratados y torturados,
hijo de la señora Achú, se suicidó, por que no soportó el daño que le
provocaron… Y las autoridades regionales y nacionales no han hecho
nada o muy poco. Qué dolor fue escucharlas y saber que nada ha
cambiado desde hace un año atrás y que los chilenos siguen maltratando
a este pueblo indígena, como a los demás, imponiendo su ley y su odio.
Padecieron mucho para conseguir las firmas en apoyo a la candidatura
de Aucán. Muchos notarios se negaron a realizar el trámite, les
pidieron dinero por adelantado, otros “cobraron” entre 600 y 1.500
pesos por cada elector inscrito. Muchos indígenas y simpatizantes no
pudieron inscribirse porque no tenían dinero para viajar desde los
pueblos del interior hasta las notarías que, además, pusieron horarios
restrictivos o sólo atendían “a una persona por día”. Es terrible
constatar el dolor de sus rostros. ¿Qué les podía decir? A pesar de
todo, juntaron casi 200 firmas en Ollagüe y Calama. Y las trajeron con
mucho esfuerzo a Santiago.
“Este es el primer paso de la unidad de los pueblos originarios”,
señalaban. “Y si no es posible que Aucán se inscriba, no importaba,
porque ya hay una esperanza levantada, y en cuatro años más puede ser
posible. Hay que seguir trabajando porque este es el paso más
importante que se ha dado en muchos años”… En eso estábamos cuando
apareció Aucán Huilcamán y sus jinetes por la Alameda, a trote firme…
Nos despedimos. Me dieron sus manos y me agradecieron haberlas
acompañado a ellas y a las que vinieron el año pasado a Santiago. Se
amarraron sus aguayos y se dirigieron al borde de la calle Miraflores
para escuchar a Aucán y acompañarlo hasta el Registro Electoral. Yo
tomé mi grabadora, pero con otras manos.
“Venimos acá para interpelar la conciencia de los chilenos. La clase
política se ha olvidado de nosotros. Se ha olvidado de los pueblos
indígenas, de las regiones, de las provincias y de todos los pueblos
originarios de esta tierra. Les pido que me acompañen con la misma
organización que hemos tenido desde que salimos el 16 de agosto hasta
el día de hoy. Hagámoslo por nuestros derechos, por nuestra vida, por
nuestro futuro. Vamos camino a inscribirnos para hacernos presente
desde la negación de los indígenas y sus derechos. Erradiquemos la
discriminación y el racismo”, señalo Aucán al llegar frente a sus
partidarios.
“El pueblo de Chile nos ha olvidado, pero los indígenas somos la
verdadera conciencia del pueblo. Esta conciencia colectiva tiene por
objeto levantar los temas de los excluidos. Desde la negación nos
queremos hacer presentes. Queremos luchar conjuntamente con los
excluidos de este país y hacer posible una participación más amplia de
los indígenas y los marginados. Queríamos traer las firmas en un
caballo, pero ha sido difícil sortear los problemas burocráticos con
los notarios. Las firmas están, más de 39 mil, y ahora quedarán en
manos de las instituciones que tienen que tomar su decisión. Esta es
una gran oportunidad para que efectivamente haya más democracia y
participación. Es un gran logro para los pueblos indígenas hacernos
presente aquí cuando el país toma sus decisiones. Queremos transitar
de la negación a la participación plena, y en todos los asuntos que
nos afectan. Quiero erradicar la discriminación y el racismo”, agregó.
Aucán expresó que los notarios les cerraron sus puertas, que les
cobraron excesivamente. Trajo recibos. Un notario de Santiago, por
apenas 30 firmas, cobró 120.000 pesos. Y pusieron problemas para
atender a los posibles adherentes, con horarios restrictivos, una o
dos horas por día. Una burla. Trabas para que no lo lograra. Huilcamán
presentó tres recursos de protección en contra de notarios de Temuco,
Concepción y Santiago.
“En estas ciudades sólo dos notarías aceptaron acreditar las firmas.
Otras nos pidieron dinero por adelantado. Eso es un trato
discriminatorio, abusivo y racista. El Tribunal Electoral y la
sociedad chilena tienen la oportunidad de erradicar el racismo
institucionalizado. Con la fuerza de la tierra hemos llegado aquí y
con la fuerza de la tierra seguiremos de pie. Mi candidatura es un
llamado a la conciencia del pueblo chileno que se ha olvidado de los
indígenas y de los excluidos. Recorrimos casi 700 kilómetros a caballo
para estar acá hoy. El sistema binominal, la práctica discriminatoria
de los notarios y la represión policial han sido los grandes
obstáculos que hemos encontrado en el camino. El apoyo de los pueblos
indígenas ha sido muy significativo. Aquí están licanatay, aymara y
quechua presentes. Los pueblos indígenas estamos cansados del
centralismo político y la manipulación de que somos objeto por la
clase política. Queremos erradicar el feudalismo político de los
partidos que se reúnen y reparten el país a su manera, sin consultar a
las regiones, a las provincias y a los indígenas. Por eso tomamos la
decisión de presentarnos autónomamente”, concluyó.
Las señoras quechua estaban en medio de los manifestantes, con sus
aguayos y sus sonrisas. No me pude despedir de ellas porque después no
las volví a ver en el tumulto. No importa. Nos habíamos despedido
antes. Aucán se inscribió en el Registro Electoral luego que llegaran
las firmas de apoyo, pasadas las seis de la tarde. Y al salir, todos
querían abrazarlo y felicitarlo. Mapuche y chilenos, aymara, quechua y
licanantay. Después de vivir lo que viví, creo haber entendido lo que
significa la palabra identidad / Azkintuwe
- Arnaldo Pérez Guerra es corresponsal de Azkintuwe en Santiago. Texto
tomado del Periódico Mapuche Azkintuwe:
http://www.nodo50.org/azkintuwe
https://www.alainet.org/es/active/9220?language=en
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