El turismo salvaje devora Machu Pichu
21/09/2005
- Opinión
El vestigio más asombroso de la civilización inca asiste a su
degradación fruto de la negligencia institucional.
Cuentan con ironía en el pueblo de Aguascalientes, a los pies de Machu
Pichu, que el turismo está logrando lo que los “invasores españoles”
no consiguieron cinco siglos atrás. Si entonces este símbolo incaico
escapó del fuego conquistador sin aún saber cómo, hasta que en 1911 un
ávido arqueólogo estadounidense dio con su paradero, no ha faltado
tiempo para que esta maravilla visual, patrimonio cultural de la
humanidad, ceda sus privilegios al turismo ‘dolarizado’ bajo la
impávida actitud de instituciones internacionales (UNESCO) y
nacionales (Gobierno peruano), amén de compañías privadas cuyo
carácter depredador roza el esperpento.
Ya puede la UNESCO, agencia de la ONU que preserva el patrimonio
considerado de todos, anunciar, como hizo hace dos años en un
mediático informe, el inexorable daño que sufre; ya puede el Gobierno
de Lima, tanto en el mandato privatizador de Fujimori, como en el del
continuista y decepcionante Toledo, reconocer fallos de gestión cuando
ya no hay marcha atrás; ya pueden clamar al cielo voces independientes
y la revista ‘New Scientist’ contrastar los peligros; o el Instituto
de Prevención de Desastres de Kioto (Japón) anunciar: “el Machu Pichu
se mueve un centímetro al día porque yace sobre terrenos volcánicos”.
Se puede seguir hablando del halo misterioso que encierra, de los
secretos exquisitos que guarda, de la importancia de sus restos
arqueológicos o del ¡corramos a visitarlo! de las agencias turísticas.
Eso sí, ni palabra de por qué las partes interesadas acordaron limitar
la entrada a menos de mil personas diarias, mientras se duplican o
triplican los visitantes, según fechas y épocas estacionales; o cómo
decenas de microbuses circulan a todo trapo, seis o siete veces al día,
ida y vuelta, por un camino de tierra que zigzaguea el valle hasta
quedarse a unos pocos metros de las ruinas; del polvo y ruido que
desprenden y las consecuencias que ello deriva en el ecosistema – un
manantial selvático de 200 clases de orquídeas y 300 especies de
aves –; de por qué el informe de la Unesco sobre Machupichu (julio de
2004) carga las tintas en recomendaciones secundarias – como un mayor
control a los mochileros que recorren por el Camino Inca 64 kilómetros
desde Cuzco a Machu Pichu - olvidando de pleno el verdadero nudo
gordiano: el modelo turístico capitalista devora Machu Pichu.
Beneficios económicos
Porque sobre las virtudes económicas de esta maravilla del mundo mejor
ni hablar. Desde las reiteradas invitaciones a la inversión privada
por parte del presidente Toledo, con foto incluida junto a Kofi Annan,
secretario general de la ONU, a los pies del poblado, hasta el
caramelo que supone para las autoridades limeñas: una exquisitez
valorada en 15 millones de euros anuales. Y sólo con los beneficios de
las entradas individuales, unos 25 euros.
A eso hay que añadir otros 80 del tren que recorre Cuzco-Machu Pichu-
Cuzco y cinco euros (sólo ida) del microbús escoba que sube hasta las
ruinas. Más la pernocta si es necesaria.
Los empresarios limeños dominan una parte de la actividad hostelera de
Aguascalientes, donde se asientan unos 40 establecimientos en un
pueblo de 5.000 habitantes, diez veces más que hace una década. La
otra porción la explota el consorcio estadounidense Orient Express y
sus modernos edificios con habitaciones a precio occidental.
Pero la privatización del ‘espacio Machu Pichu’ no acaba ahí. Una
subcontrata de la compañía aérea chilena LAN explota la única vía de
acceso al pueblo - la ferroviaria - y el camino de los microbuses. En
una clara muestra de la funesta política que comenzó Fujimoru en los
noventa y que no ha hecho sino agudizar la marginación de una
población que vivía del turismo a pequeña escala (venta de productos
artesanales, porteadores, pensiones) y de golpe a porrazo ha pasado a
mendigar mal que bien haciendo frente a las subidas del billete
ferroviario y comprando bienes de consumo revalorados. Y lo que es más
grave: asistir impotentes a la agonía de su identidad cultural y
gastronómica por el ‘fast food’ y el espagueti.“Me imagino que quieren
más visitantes. Es una trampa turística”, reflexiona el periodista
chileno Banjamin Labatut tras visitar el “monumento más importante de
América” por su trascendental significado.
Artesanos en guerra
El mejor ejemplo de la escabechina que supone este modelo turístico es
la simbólica protesta de los artesanos de Aguascalientes desde hace
semanas. Cada día, unos cien, en su mayoría mujeres, esperan en las
vías del tren la llegada de los cinco convoyes que llegan desde Cuzco
atestados de turistas. Muestran su ira al espectador con gritos y
pancartas contra la empresa que explota el servicio: Perú-Rail, que
está en manos de un conglomerado anglo-chileno. Exigen que cumplan lo
pactado y no demoren ni un segundo más la reconstrucción del puente
que una mortífera riada se comió en abril de 2004.
La pretensión de los artesanos es avivar las obras para que el tren
arribe en su destino natural, la estación del pueblo, en lugar de la
parada ocasional situada junto al complejo hotelero. Pero esta
reclamación encierra otra motivación: poder recuperar las ventas del
mercado de artesanía popular ubicado junto a la parada. En otras
palabras, impedir que la porción de tarta que les proporciona el
turismo no se la acabe comiendo los empresarios hoteleros.
“Se trata de una metáfora del canibalismo turístico que se aplica en
Machu Pichu, donde sólo se benefician unos pocos”, afirma Francisca
González, una joven vendedora ambulante, mientras despacha botellines
de agua de una marca europea a los turistas para refrescar el cuarto
de hora que se tardan en subir en microbús desde Aguascalientes hasta
las ruinas de Machu Pichu.
- Mateo Balín es periodista, Agencia de Información Solidaria,
http://www.infosolidaria.org
https://www.alainet.org/es/active/9281
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