Autonomía y el México del futuro
01/02/1998
- Opinión
A partir de la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN,
iniciada en enero de 1994, los derechos de los pueblos indígenas -incluido
el de libre determinación y autonomía- han ocupado un lugar preferente en la
agenda pública. Es que la insurrección de Chiapas no solo obligó al
gobierno del Partido Revolucionario Institucional, PRI, a discutir la
situación de los pueblos indígenas sino que toda la sociedad se vio sacudida
por la presencia indígena, ignorada o menospreciada través de siglos.
El debate no solo ha atravesado a los sectores académicos, gubernamentales,
políticos o guerrilleros, sino al propio movimiento indígena. En éste
último, han existido discrepancias pero se han hecho grandes esfuerzos por
elaborar y llevar a la práctica propuestas mayoritarias de autonomía, desde
instancias representativas como: la Asamblea Nacional Indígena Plural por la
Autonomía, ANIPA, el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Foro Indígena
Nacional Indígena Permanente (FNIP).
Ya en 1995, la ANIPA formuló un diagnóstico y una propuesta de reformas
constitucionales para la creación de regiones autónomas pluriétnicas. En
ella se señalaba que en México, según cifras oficiales, el 10% de la
población (8 milllones de habitantes) se identificaba y reconocía como
indígenas. Ellos viven en todo el territorio nacional, aunque la mayoría
está localizada en el centro y sur del país. La rica variedad de lenguas
aborígenes alcanza las 92.
La autonomía para los pueblos indígenas, según la ANIPA, no es una práctica
nueva, ajena, extraña, promovida desde afuera. A lo largo de la historia,
enfrentándose al Estado y a los grupos de poder, los pueblos indígenas han
logrado preservar formas de autonomía de hecho, que se han dado en
condiciones difíciles o precarias, a contracorriente de la ideología liberal
que busca afanosamente la homogeneidad.
Los pueblos indígenas no fueron tomados en cuenta a la hora de definir el
modelo del Estado liberal y la división territorial del país. En este
sentido, las causas de la marginación y la pobreza que actualmente sufren
las poblaciones indígenas no son atribuibles a sus características socio
culturales o étnicas, sino a las relaciones desiguales, de subordinación y
de exclusión social que se mantienen desde hace más de 5 siglos.
Para corregir esta injusticia es necesario replantear el proyecto de Estado
hegemónico y dar nacimiento a un nuevo proyecto de nación y una nueva
Constitución sustentados en un federalismo renovado, en el que los pueblos
indígenas sean parte orgánica.
La clase gobernante ha acusado al movimiento indígena de querer romper la
unidad nacional, de pretender "balcanizar" al país y de fomentar los odios
étnicos, y los indígenas han respondido que el régimen de autonomía se
fundamenta en "los principios de la unidad nacional en la diversidad, en la
igualdad de todos los mexicanos, en la pluralidad, en la fraternidad de sus
miembros, y en la identidad de todos los grupos de identidad (indios y no
indios) que coexisten en las diversas regiones del país".
La autonomía, según la ANIPA, busca crear un marco en el cual los diversos
grupos sociales asentados en una región puedan vivir en armonía, bajo normas
democráticas y sin exclusiones, en un sistema que garantice la igualdad de
oportunidades y de trato entre todos los mexicanos. En concreto, la ANIPA
pugna por la creación de un régimen de autonomía que incluya tres niveles de
autogobierno (el comunal, el municipal, el regional) a los cuales puedan
acceder los pueblos indígenas, según sus condiciones en cada región del
país, y que para ese efecto se les reconozca competencias o facultades y los
recursos necesarios.
Acuerdos de San Andrés
Muchas de las propuestas de la ANIPA, elaboradas en el transcurso de cinco
asambleas, coincidieron con las del EZLN y su grupo de asesores en el
transcurso de los negociaciones que éste sostuvo en 1995 y principios de
1996 con el gobierno federal y que concluyeron en la firma de los acuerdos
de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena, el 16 de febrero de 1996.
Esto no es de extrañarse puesto que uno de los objetivos del zapatismo fue
convertir al diálogo en una tribuna en la que los representantes de la
sociedad civil debatieran los problemas nacionales y buscaran acuerdos,
comprometiéndose, desde el inicio del diálogo, a "hacer suyos y defender los
consensos".
En los acuerdos de San Andrés tanto el EZLN como el Gobierno federal,
asumieron como principios "que deben normar la acción del Estado en su nueva
relación con los pueblos indígenas", el pluralismo, la sustentabilidad, la
integralidad, la participación y la libre determinación.
Enmarcado en el principio de libredeterminación, se reconoce que la "demanda
fundamental de los pueblos indígenas es su derecho a la autonomía, en tanto
colectividades con cultura diferente y con aptitud para decidir sus asuntos
fundamentales en el marco del Estado nacional. Este reconocimiento tiene su
base en el Convenio 169 de la OIT, ratificado por el Senado de la República.
En este sentido, el reconocimiento de la autonomía se basa en el concepto
de pueblo indígena fundado en criterios históricos y de identidad cultural".
"La autonomía -señalan los Acuerdos- es la expresión concreta del ejercicio
al derecho a la libre determinación, expresada como un marco que se conforma
como parte del Estado nacional. Los pueblos indígenas, podrán en
consecuencia, decidir su forma de gobierno interna y sus maneras de
organizarse política, social, económica y culturalmente. Dentro del nuevo
marco constitucional de autonomía se respetará el libre ejercicio de
determinación de los pueblos indígenas en cada uno de los ámbitos y niveles
en que la hagan valer, pudiendo abarcar a uno o más pueblos indígenas,
conforme a las circunstancias particulares y específicas de cada entidad
federativa. El ejercicio de la autonomía de los pueblos indígenas
contribuirá a la unidad y democratización de la vida nacional y fortalecerá
la soberanía del país".
El gobierno federal accedió a reconocer, en estos Acuerdos, una régimen de
autonomía comunal más no un régimen de autonomía regional como venían
planteando algunas organizaciones indígenas.
Tanto el gobierno federal como el EZLN se comprometieron a enviar las
propuestas acordadas conjuntamente a las "instancias de debate y decisión
nacional".
Autonomías de hecho
Las demandas indígenas se ven parcialmente reflejadas en los Acuerdos de San
Andrés, por ello sectores del movimiento indígena consideraron que con
éstos, culmina una primera fase de la lucha y a la vez se abre otra
caracterizada por la lucha por su pleno reconocimiento constitucional y la
construcción de autonomías de hecho. En efecto, en Chiapas y en otros
estados de México, llevaron a la práctica el principio de la
autodeterminación e instalaron experiencias autonómicas de facto, sin que
tengan reconocimiento legal.
Un nuevo impulso a la lucha por la autonomía lo dio el Congreso Nacional
Indígena reunido en octubre de 1996, convocado por la ANIPA, el Foro
Nacional Indígena y el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (CCRI-EZLN). El CNI, que constituye la
representación mayoritaria de los pueblos indígenas de México, demandó el
cumplimiento inmediato y completo de los Acuerdos de San Andrés y apoyó que
éstos fueron la base para la elaboración de una iniciativa de ley en materia
de derechos indígenas, proyecto que fue elaborado por una comisión del EZLN
y entregado a la Comisión de Concordia y Pacificación del Congreso.
A dos años de la firma de los Acuerdos de San Andrés, el gobierno de Ernesto
Zedillo no solo que no ha cumplido la palabra empeñada, sino que ha
impulsado la militarización de los territorios indígenas, lo que ha
agudizado el conflicto. Sin embargo, luego de la masacre de Acteal, el
mandatario mexicano, presionado por la opinión pública nacional e
internacional, ha vuelto a referirse a los Acuerdos de San Andrés aunque
todavía no ha dado muestras claras de querer cumplirlos, como lo viene
demandando la Comisión de Concordia y Pacificación y la Comisión Nacional de
Intermediación, que consideran que ésta es una de las vías para la solución
pacífica del conflicto armado de Chiapas.
Ver al mundo en su rica composición
En la siguiente entrevista, Gilberto López y Rivas, diputado del Partido de
la Revolución Democrática e investigador del tema de la autonomía, se
refiere al papel jugado por los zapatistas y a los factores contrarios y
favorables a la autonomía.
?Cómo está el problema de la autonomía en México?
El movimiento de los pueblos indios mexicanos por la autonomía, expresado en
el Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional, sigue su marcha en medio de las dificultades y los cercos
militares a partir de una conclusión fundamental a la que ha arribado los
últimos años: que la autonomía no se concede, se conquista, se práctica, se
construye; que la autonomía se inicia y tiene razón de ser en la formación
misma, en el fortalecimiento permanente del sujeto autonómico, en la
maduración y profundización de la conciencia política autogestionaria de los
pueblos indios, en el establecimiento desde abajo, desde las comunidades, de
la democracia que manda obedeciendo, que va depurando su existencia cuando
esta se corrompe en los procesos de cooptación y en los mareos del gobierno
y los cargos públicos, en el agotamiento a los fundamentalismos que restan y
dividen en el interior del movimiento, que separa la lucha de los pueblos
indios de las de otros sectores nacionales.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, ?qué papel ha jugado en está
lucha por la autonomía?
Bueno, ha sido un estímulo extraordinario, no solo a la lucha por la
autonomía, sino también, a la lucha por la democratización del Estado y de
la sociedad. Particularmente, en lo que se refiere a la autonomía, ellos
han jugado el papel de mediadores de las diversas tendencias que se dan en
el seno del movimiento indígena.
Por su autoridad moral y política han podido sentar en la mesa del diálogo
no solo al gobierno, que asistió como una especie de convidado de piedra,
sino a los representantes de prácticamente todas las etnias del país, y
todas las tendencias del movimiento indígena, más a sus intelectuales,
académicos y miembros de las ONGs.
Durante los meses que duró el diálogo en San Andrés, antes de la firma de
los acuerdos, teníamos un extraordinario proceso de discusión y debate
nacional sobre la cuestión indígena. Único en su género en México, porque
no era el debate academicista, sobre conceptos, sino que eran los conceptos
unidos a las realidades cotidianas de los pueblos indígenas. Esto
constituyó un ejercicio único de crítica hacia las posiciones academicistas
y también una forma de intelectualización del movimiento indígena, que en
muchas ocasiones se muestra, injusto con los intelectuales.
Fue una especie de reconciliación, entre el trabajo intelectual y la
práctica política y creativa de la intelectualidad indígena y de la
intelectualidad académica. También constituyó una forma de lucha ideológica
para decidir el rumbo de nuestras autonomías, pues no fue un campo idílico
de controversias, fue un duro debate que se dio en el interior del bloque
que representaba al EZLN, es decir sus invitados, sus asesores. Porque el
gobierno no aportó, más que los obstáculos y los cuestionamientos de a las
posiciones del EZLN.
?Qué tendencias, en México, se oponen a la autonomía?
Las tendencias que se oponen son de dos tipos. Por un lado las de origen
liberal, liberales del siglo XIX, es decir las grandes corrientes que dieron
origen a los Estados-nación actuales, que conciben el mundo a partir de los
ciudadanos, es decir, son posiciones asimilacionistas, integracionistas, que
jurídicamente se expresan en la nación de los ciudadanos, en la que un
ciudadano es un voto, en la que no pueden haber, ni se conciben derechos
especiales, que ellos califican de corporativos, sin tomar en cuenta que
también sus leyes son corporativas, con respecto al Ejército y a muchas
otras cosas.
Ellos tiene clasificado, dentro de su esquema nacional, que no pueden haber
derechos especiales para indígenas, esas son las reticencias y
contradicciones paradójicamente en un mundo donde existe una especie de
traición nacional de los gobiernos y de las oligarquías financieras
actuales, ellos atacan a la autonomía, porque conciben que va en contra de
la unidad nacional, de la soberanía nacional. Nosotros respondemos, ?cuál
unidad nacional en un mundo de pobres, de desocupados, de crimen organizado,
narcotráfico, de una incertidumbre total de lo que va a pasar mañana?
Las tendencias que se oponen son de dos tipos. Por un lado las de origen
liberal, liberales del siglo XIX, es decir las grandes corrientes que dieron
origen a los Estados-nación actuales, que conciben el mundo a partir de los
ciudadanos, es decir, son posiciones asimilacionistas, integracionistas, que
jurídicamente se expresan en la nación de los ciudadanos, en las que un
ciudadano es un voto, en la que no pueden haber, ni se conciben derechos
especiales, que ellos califican de corporativos, sin tomar en cuenta que
también sus leyes son corporativas, con respecto al Ejército y a muchas
otras cosas.
Ellos tienen clasificado, dentro de su esquema nacional, que no pueden haber
derechos especiales para indígenas, esas son las reticencias y
contradicciones paradójicamente en un mundo donde existe una especie de
traición nacional de los gobiernos y de las oligarquías financieras
actuales, ellos atacan a la autonomía, porque conciben que va en contra de
la unidad nacional, de la soberanía nacional. Nosotros respondemos, ?cuál
unidad nacional en un mundo de pobres, de desocupados, de crimen organizado,
narcotráfico, de una incertidumbre total de lo que va a pasar mañana?
La unidad nacional, su futuro, su naturaleza, intrínsecamente de
perspectivas hacia adelante, solamente las tenemos los grupos democráticos,
que estamos luchando por una reforma al Estado y la sociedad y por una
concepción nueva de los estados nacionales actuales: pluralista, donde
convivan ciudadanos y pueblos, donde se pueda dar una lucha frontal contra
el racismo y contra la discriminación inherente en estas posiciones
liberales.
También hay otros que se oponen desde distintas concepciones, que son
herencias de un marxismo esquemático, y particularmente atrasado. Son
aquellos que también ven con temor las autonomías, porque consideran que
estas autonomías van en contra de concepciones como el obrerismo,
concibiendo que los indígenas y los campesinos son sectores atrasados de la
sociedad, aliados secundarios. Aunque estas ideas ya no se expresan de
manera frontal, de todas maneras están presentes en el substrato de las
élites que ahora han cambiado pero que conservan ciertos matices marxistas o
liberales. Cuando estas posiciones se juntan en partidos como el nuestro
(el PRD), que es una unidad de ex-comunistas, con ex-priistas, con todo este
cúmulo de gentes que tienen un pasado, entonces el resultado es que, cuando
se toca el tema, más bien se lo hace por omisión. Entonces lo que existe es
negligencia y abandono, una falta de interés real por las autonomía, un
criterio de destacar peligros inexistentes y de no trabajar hacia el
establecimiento de las autonomías.
?Cuáles tendencias favorecen a las autonomías?
Son las tendencias de un marxismo renovado, en el cual yo me inscribo.
Nosotros nos interesamos en las autonomías a partir de la llamada cuestión
nacional, pero haciendo una crítica a lo que constituyen las posiciones del
stalinismo y rompiendo con toda las ideas dicotómicas de la existencia única
y exclusivamente de clases dentro de la sociedades contemporáneas,
abriéndonos a la necesidad de ver al mundo en la rica composición de etnias,
culturas, lenguas, pueblos, dentro de la cual la matriz clasista tiene
sentido y su razón de ser. Y ver cada una de las contradicciones de la
sociedad en su mutua interrelación, por ejemplo, en ocasiones, las
identidades étnicas o raciales tienen un peso mayor, que rompe o supera las
matrices clasistas, o hacen una conciencia interclasista. Incluso dentro de
las propias clases dominantes, ciertas posiciones racistas, sitúan a las
burguesías en un plano de contradicción interna con otros núcleos
específicos de su propia clase, como es el caso, por ejemplo, de sectores
judíos o negros, en las poblaciones interraciales, que son de todas maneras
discriminados en muchas esferas de la vida social.
Nosotros nos identificamos con una concepción, aún marxista pese a todo,
porque pensamos que es factible tener un marco de referencia que nos permita
recoger toda una serie de planteamientos de las autonomías que en el papel
existieron en muchos de los países ex-socialistas y que nos dan pie incluso
para marcos jurídicos y legales. Lo que fueron las regiones, las comarcas,
las repúblicas autónomas, indudablemente no sirvieron de nada para los
procesos de rusificación y los procesos de nulo poder en términos del Estado
centralizador stalinista, pero evidentemente, en la conciencia y en la
teorización, son útiles para poder vislumbrar ciertos esquemas jurídicos o
políticos que se pudieran poner en práctica en algunas de nuestras naciones.
Otra tendencia que favorece las autonomías es aquella conformada por gentes
que viniendo de concepciones liberales han abierto sus mentes y pensamientos
a nuevas forma de concepción de la sociedad actual que hacen énfasis en la
sociedad civil y plantean cuestiones como plebiscitos, revocación del
mandato, particularmente aquellos sectores ligados al zapatismo que han
asumido como una de sus banderas las autonomías.
?La sociedad mexicana está cambiando con la presencia de los indígenas, con
el proceso de autonomía?
Yo creo que sí, que esta habiendo cambios, aunque no tan rápidos ni tan
profundos como quisiéramos, es decir los zapatistas se han convertido en la
conciencia crítica de la nación. Si uno quiere realmente conocer a fondo lo
que el pueblo piensa, hay que leer un documento zapatista. Ellos siempre, en
todo momento, en toda coyuntura, presentan la visión más lúcida y crítica
del momento.
La presencia de los zapatistas, para el gobierno es una molestia enorme, un
obstáculo enorme para sus planes neoliberales, y lo es porque se dan cuenta,
y así lo han reconocido incluso en la ley que formó la Comisión de Concordia
y Pacificación de la cual soy parte como miembro del Congreso, de que ellos
son un grupo de mexicanos mayoritariamente indígenas que se han inconformado
con las injusticias, eso lo dice la ley, no lo digo yo. El propio gobierno
se da cuenta de que no puede seguir una política de tierra arrasada, como la
que se dio en Guatemala, porque evidentemente traería como consecuencia un
caos financiero e incluso iría en contra de su propio modelo económico, en
términos de la fragilidad con que éste ostenta actualmente.
Y ha influido mucho, en cuanto a la discusión sobre la composición misma de
nuestra nación, en cuanto al papel de los pueblos indígenas. Se ha
desterrado esa idea del indio pobrecito, esa imagen deplorable de un
indígena durmiendo con su sombrero en un cactus, ahora hay la imagen del
sujeto político, actuando, orgulloso, digno. La palabra dignidad es la que
más se encuentra en los documentos zapatistas, porque es básicamente lo que
ha introducido dentro del movimiento. Terminó ya la era del pobre indio y
comenzó la era del indígena de resistencia y de lucha, que en realidad
siempre ha existido. La imagen proyectada en los códigos culturales e
ideológicos de la burguesía, ya no tuvo más remedios que salir fuera del
floklorismo y entrar en la realidad de un indígena que lucha, que se
prepara, que se lanza hacia la conquista de su futuro.
Los indígenas en México están llevando a una renovación del lenguaje
político, hemos escuchado cosas que tienen un gran contenido, incluso
poéticas, como "mandar obedeciendo", "representar y no suplantar", "servir y
no servirse", ?cómo ve eso?
No sólo del lenguaje político, sino de la cultura política y de la ética
política. Es decir que hasta que no aparecieron los zapatistas, se vivía un
mundo de cambios y modificaciones, muchas veces muy positivos, pero que
dejaban a un lado la cuestión de los principios políticos.
El derrumbe de las ideologías socialistas y comunistas trajo consigo, en su
aspecto negativo, un cierto cinismo político, una especie de escapismo de la
necesidad de contar con una ética en la política, que nos lleve hacia el
respeto de los principios, y no solamente al cambio, de acuerdo a ganancias
políticas, clientelismos o de acuerdo a las próximas elecciones que se van a
llevar a cabo y cuál es la plataforma que más nos conviene.
El zapatismo ha renovado muchísimo la discusión dentro del campo de los
partidos políticos, como el PRD al que pertenezco, y evidentamente ha puesto
a la luz un problema específico, ?qué hacer con el poder?, ?para qué sirve el
poder? ?a quiénes les sirve el poder? Y ?quiénes sirven al poder?
En algunas revoluciones, incluso la sandinista, lo que ha ocurrido es la
corrupción de la revolución por el poder, el olvido de la razón de ser de
las revoluciones, que son los pueblos, y la formación de una clase
burocrática que se perpetúa y se reproduce dentro del poder. Todo esto lo
han puesto en cuestión los zapatistas, con su lema "Para todos, todo, para
nosotros nada".
* Este documento es parte de "Autonomías Indígenas - Diversidad de Culturas, Igualdad de
Derechos". Serie Aportes para el Debate No. 6.
https://www.alainet.org/es/active/973
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