"Externalidades" de la Mesa de conversaciones de La Habana
11/09/2014
- Opinión
Recurro a la noción económica de "externalidad" entendida como las actividades que afectan a otros para mejorar o empeorar, sin que los mismos paguen por ella o sean retribuidos, para intentar otra explicación de los resultados de las negociaciones entre el gobierno del Presidente Santos y las Farc para solucionar el conflicto social y armado, que ya completan casi 24 meses.
La Mesa de La Habana ha inducido un contexto político nacional y ha propiciado unas coyunturas (cortes temporales de corto y mediano plazo) que, a mi juicio y sin ánimo dogmático, le plantean fuertes desafíos a las formas analíticas convencionales y de uso frecuente. Mi tesis es que ciertas hipótesis y categorías para el análisis político presentan un rezago y carecen de suficiencia epistemológica para entender y explicar a profundidad los eventos asociados con la terminación de la guerra colombiana. Y, por supuesto, eso tiene un costo, es la torpeza política que caracteriza el desempeño de algunos componentes de la izquierda social y el movimiento popular. No lo digo para descalificar a nadie, lo hago a manera de crítica y autocrítica. Retomo al final esta línea de reflexión y abordo a continuación los efectos de la Mesa de La Habana.
Además de los avances de los diálogos en la construcción de "consensos suficientes" en los temas agrario, de participación política, de cultivos ilícitos y de víctimas, los impactos de las conversaciones son visibles en tres campos.
El primero es la fragmentación, división tajante, si se quiere, de las estructuras tradicionales de poder. La parcelación del bloque dominante, entre santistas y uribistas, ha colocado en una posición adversa a la facción fascista del régimen, aunque conserva una importante cuota de influencia. Lo evidente es que allí se ha configurado una "estructura de oportunidad" que aun el campo popular no percibe en sus potenciales, como se pudo observar en las recientes elecciones presidenciales. La intuición apenas si alcanzo para convocar a la Izquierda a votar por Santos en la segunda ronda presidencial.
El segundo es el estímulo a la movilización social reflejada en los paros, huelgas, bloqueos, manifestaciones de los campesinos, estudiantes, mineros y grupos de derechos humanos a lo largo de los últimos 24 meses. En 30 años no se habían registrado acciones del movimiento social como las ocurridas en el año 2013. Hoy el movimiento social es una subjetividad muy potente que pesa estratégicamente en las disputas con la élite dominante.
Y el tercer, que recién cobra forma, es la derrota moral, ética y política del aparato militar y paramilitar del Estado oligárquico. Lo que no es cualquier cosa. Son los efectos, las consecuencias, de la política o del recurso a la política por parte de la resistencia campesinas revolucionaria. Es que la guerra no es un asunto puramente técnico, de destrezas y habilidades para el combate y la batalla bélica. La guerra es, fundamentalmente, un proceso político racional que si se descuida, si se omite, alcanza los niveles de una fatalidad histórica. Es justamente lo que estamos viendo a propósito de los tímidos avances para abordar el eje temático del "fin del conflicto", que por lo visto, tomara una largo tiempo dada la resistencia de las castas prevalecientes respecto de los ajustes institucionales que implican una reforma profunda de la maquina estatal en todos sus niveles y sectores. Veremos.
Respecto de las insuficiencias analíticas en el campo revolucionario quiero mencionar el tema de la Oposición. Mi consideración es que la Izquierda y el movimiento social no orbitan hoy en el campo de la oposición liberal y fascista. Esa es una función del uribismo, básicamente para destruir el proceso de paz.
Hay tendencias en el campo de la izquierda que siguen su gestión como si aquí nada hubiese cambiado en el campo político. Gran error. Es lo que explica la salida en falso de no haber ingresado al gabinete del actual gobierno, después de haber contribuido a su triunfo con una importante votación que se ofreció para defender la paz. Por supuesto Santos, ni corto ni perezoso, le echó mano a todo, sin percatarse de los peligros y daños de su codicia burocrática. Mi opinión es que el proceso de paz necesita de la Izquierda en el gabinete y en el gobierno, para blindarlo frente al sabotaje parapolítico.
Es que en vez de oposición a la manera como la hace la ultraderecha, la Izquierda debió, debe, saltar hacia otra noción política más fecunda, es la de la disputa con la clase dominante. La disputa por la renta. La disputa en el escenario del Estado.
La disputa por la renta es un terreno políticamente más productivo. Ya lo vimos a propósito de las movilizaciones agrarias de las Dignidades (cafeteras, arroceras, paneleras y lecheras) y huelgas de los campesinos pobres en el Catatumbo, Putumayo y otras zonas de frontera. Fueron casi 3 billones de pesos arrebatados al gobierno de turno en duras batallas populares y de negociaciones precisas con los delegados gubernamentales.
Hoy, el centro de las disputas entre el movimiento popular y la izquierda se focaliza en la renta minero-energética. En principio son casi 40 billones de pesos anuales originados en impuestos, dividendos, participaciones y regalías que ingresan al Estado (Ecopetrol, ANH, departamentos y municipios), representando casi el 25% de las rentas fiscales del mismo. Es una cifra descomunal que se reparte sin el concurso de las fuerzas populares y la izquierda social. Es una disputa que está en pañales y debe ser centro de atención de toda la sociedad civil para que su reparto no sea la fuente de la configuración de una nueva generación burguesa más desenfrenada en su codicia y deseo de acumulación. La renta minero-energética debe ser para construir la paz con justicia social.
El Estado como escenario de disputa implica otro salto analítico en la lectura del mismo. El Estado no puede ser concebido como la simple gerencia de los negocios de los grandes capitales. Eso está bien pero no es suficiente. Hay que verlo como un escenario de disputa entre los sujetos sociales, la Izquierda y los clanes dominantes. El Estado tenemos que disputarlo en todos sus ámbitos con el fin de hacer prevalecer los derechos democráticos fundamentales de las grandes mayorías Son las enseñanzas de los procesos postneoliberales en Bolivia, Brasil, Venezuela, Ecuador, El Salvador y otras naciones.
Horacio Duque
Licenciado en Ciencias Sociales e Historia de la Universidad del Quindío (Armenia, Colombia); autor de varios libros y artículos sobre historia y política colombiana.
https://www.alainet.org/es/articulo/103283
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