Origen y alcances de la crisis mundial

29/09/1998
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Primero fue Asia. Luego le tocó a Rusia, donde el experimento del mercado libre, antes de cumplir su primera década, yace hecho trizas: devaluaciones permanentes, corridas en los bancos, miles de empresas en quiebra, moratoria del pago de los bonos estatales. Y como la crisis de los mercados financieros viene encadenada, actualmente se la está sintiendo fuertemente en América Latina. Para los seguidores del neoliberalismo, lo que está ocurriendo simplemente es el resultado de las "imperfecciones" del mercado que se irán corrigiendo en los próximos años. Las voces críticas, en cambio, señalan que detrás del remesón de las bolsas, hay una crisis económica de fondo que tiene que ver con la dificultad de las empresas para vender sus mercancías y con la dictadura que ha impuesto el capital especulativo. El economista y profesor universitario francés, François Chesnais (FC), quien es columnista del mensuario parisino Le Monde Diplomatic, en la siguiente entrevista efectuada por Antonio Martins (AM) profundiza sobre el origen, el carácter y los alcances de la actual crisis mundial. Francois Chesnais (FC): Usted defiende la tesis de que lo que está ocurriendo en Asia es la primera etapa de una crisis económica global. ¿En qué se basa? Antonio Martinis (AM): La prensa continúa presentando esta crisis como resultado de "turbulencia en los mercados asiáticos". Exceptuando a Estados Unidos, Asia fue en los noventa la única región del mundo en que se registró un crecimiento económico significativo, tanto en lo que respecta a las verdaderas inversiones como a las aplicaciones financieras especulativas. La gravedad del proceso en curso está ligada al hecho de que, detrás de un episodio aparentemente financiero, hay en realidad una crisis económica, que se traduce en las dificultades crecientes de las empresas -sobre todo asiáticas, pero también estadounidenses y europeas- para vender las mercaderías que producen, atender los objetivos de rentabilidad fijados para las inversiones productivas, y por lo tanto satisfacer los niveles de rendimiento a los cuales los operadores financieros (principalmente de Estados Unidos) estuvieron habituados a lo largo de esta década. La crisis comenzó hace un año en un país poco relevante para las finanzas internacionales, Tailandia. Pero sufrió, semana tras semana, un proceso de propagación casi químicamente puro. Después de alcanzar a Corea del Sur y Japón, y amenazar a China y a Hong Kong, ya se está expandiendo en forma mecánica. AM: ¿Cuáles son los mecanismos de propagación de este incendio? FC: Básicamente tres. El primero está centrado en el sector industrial. Las empresas se vieron obligadas a reducir severamente sus actividades, reestructurarse y despedir personal. Las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional(FMI) agravan esta espiral de recesión, ya que provocó, en Asia, la caída de las exportaciones regionales y la búsqueda frenética, por los exportadores, de nuevos espacios en los mercados mundiales. Este proceso acelera la deflación mundial en el sector de las materias primas -en el que los precios ya habían comenzado a estancarse- y la proyecta en dirección de otros sectores. El segundo mecanismo es el sistema internacional de crédito. La colosal deuda acumulada por los países asiáticos fue contraída por agentes económicos privados, sobre todo empresas y bancos. El último mecanismo tiene que ver con las bolsas de valores, que conforman un grupo caracterizado por reaccionar de manera paranoica ante las "malas noticias". En razón del carácter altamente jerarquizado de las finanzas, sólo a partir de un crack en Nueva York o en Chicago podrá desatarse un movimiento de amplitud tal que conduzca a una recesión a escala mundial. Pero los propios especialistas en mercados financieros excluyen cada vez menos esta hipótesis. AM: ¿Se está viviendo una situación semejante a las crisis clásicas del capitalismo? FC: En parte sí. En realidad, hay bolsones localizados de superproducción sobre un fondo de subacumulación y de una demanda efectiva insuficiente. Las inversiones básicas en infraestructuras están cayendo incluso en Estados Unidos, en especial en los barrios menos favorecidos de las metrópolis. En el Tercer Mundo la degradación es por supuesto más grave. La crisis que se está gestando tiene relación directa con el neoliberalismo. A finales de los ochenta, a partir de los gobiernos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan en Estados Unidos, tuvo lugar un cambio en el régimen de acumulación capitalista. El modelo que surgió se caracteriza por estar dominado por las finanzas y liderado por Estados Unidos, que ahora ejerce un nuevo papel en las relaciones internacionales. Es un régimen muy distinto de aquel que dinamizó el mundo capitalista desde la posguerra hasta los setenta y que fue conocido como "fordismo". AM: ¿Cuáles son las diferencias esenciales? FC: Las décadas entre los cuarenta y los setenta estuvieron marcadas por una coyuntura internacional muy particular. La Guerra Fría, y en especial la revolución china, obligaron a Estados Unidos a lanzar programas reales de ayuda a muchas otras economías y a irrigar, con capitales y tecnologías, al resto de sistema. Los flujos de capital que partían de Estados Unidos impulsaron de modo notable la expansión de la industria, al financiar tanto la instalación de una nueva base productiva como el consumo de las nuevas mercaderías producidas. Un nuevo clima político permitió que, en la mayoría de los países, las ganancias en productividad fueran repartidas entre el capital y el trabajo, favoreciendo el aumento de los salarios y el establecimiento de mecanismos de producción social. Después de asegurar tres décadas de crecimiento económico acelerado, este régimen de acumulación entró en crisis en los setenta. AM: ¿Es de esa crisis que surge el neoliberalismo? FC: Exactamente, Al revés de lo que afirma la propaganda de las clases dominantes, el nuevo régimen no es producto de una evolución "natural" de los mercados, sino de una intervención política masiva de los estados capitalistas, cuyo objetivo es destruir el consenso social entonces existente, y subordinar las posiciones del trabajo frente al capital. Ante la caída de la demanda interna de los países centrales, la estrategia neoliberal consistió en aumentar la productividad mediante la reestructuración industrial, de funciones y adquisiciones; la quiebra del poder del trabajo organizado, para reducir la dispersión del lucro; y el cierre de las "ventanas de oportunidades" que se habían abierto por medio de políticas de sustitución de importaciones en países del Tercer Mundo. Ninguno de estos objetivos puede ser alcanzado, sin embargo, sin promover una liberalización financiera que quiebre todos los límites impuestos en la posguerra a los movimientos de capitales. La liberalización y la desregulación provocaron un crecimiento acelerado de los activos financieros, cuya expansión fue mucho más rápida que la inversión. La expansión de los activos financieros permitió que se reconstituyera una clase social de "acreedores profesionales", que disfrutan de rendimientos resultantes de la simple tenencia de títulos de deuda pública y de acciones. Surgió entonces en todo el mundo la bola de nieve de las deudas internas y la "dictadura de los acreedores". AM: ¿Es algo inédito en la historia del capitalismo? FC: No, pero nunca se produjo en la escala actual. Los asalariados están siendo sobreexplotados, las capas más importantes de la sociedad son presionadas mediante impuestos cuyo producto sirve para garantizar el pago de los intereses de la deuda pública. Los rentistas se alimentan también de los intereses de los préstamos concedidos a las pequeñas empresas agrícolas o urbanas. Pero a pesar de que el nivel de explotación del trabajo aumentó, la inversión cayó a niveles muy bajos, de forma que, globalmente, la acumulación no produjo suficiente capital. Lo curioso es que este mecanismo de transferencia debilita a la única institución que fue capaz, en los treinta y en la posguerra, de sustentar la economía y de revertir la crisis cuando los mercados conocieron reflujos: el Estado. Se pueden hacer muchas críticas al Estado, que justifican medidas específicas de corrección pero no la destrucción de una institución indispensable para sustentar la economía, corregir las distorsiones de los mercados y satisfacer las necesidades básicas de vastos sectores sociales. AM: ¿Qué efectos provoca el rentismo sobre los salarios y el trabajo? FC: Las inversiones también han caído como consecuencia de otro mecanismo. Los fondos de pensión y mutuales controlan una parte cada vez mayor del capital de las grandes empresas. Pero estos fondos se orientan por una lógica cortoplacista, de short termism. Por eso es que se presiona para reducir la parte de lucro destinada a las inversiones. Las empresas reaccionan reduciendo cada vez más los salarios y flexibilizando el trabajo. Para dar "buenas noticias" a los accionistas, los administradores promueven procesos que consisten en tratar de mantener una producción con 20 por ciento de los trabajadores empleados anteriormente. Hay que tener en cuenta una contradicción que las políticas neoliberales no se cansan de profundizar: la productividad aumenta, pero al costo del debilitamiento y la destrucción de la demanda. AM: ¿Cuál es el papel de Estado Unidos en este sistema? FC: Es al mismo tiempo su pivote y su principal beneficiario. Es la primera vez en la historia que el país central del sistema capitalista absorbe el ahorro internacional en vez de expandirlo hacia la periferia. Hay otro fenómeno extremadamente preocupante y peligroso: el sistema de pensiones de los trabajadores estadounidenses ya no es viable basándose únicamente en los recursos generados internamente. Sólo se sustenta si persiste el flujo hacia Estados Unidos de recursos proveniente de decenas de países, bajo forma de dividendos e intereses de las deudas internas. AM : ¿Este fenómeno está relacionado con el esfuerzo de los Estados Unidos de construir un orden internacional al servicio de sus intereses? FC: Estados Unidos está interesado en intentar construir un orden mundial que tal vez no sea unipolar pero en el cual un polo domina por completo, desde el punto de vista político, militar y financiero, a los otros dos. Este intento se ve limitado por la extrema pobreza del pensamiento y del proyecto político que lo alimenta. Aparece frecuentemente como una exhibición de fuerza pura. Estados Unidos redujo sus gastos militares globales, pero mantuvo su inversión en investigaciones científicas y tecnológicas bélicas. Sus fuerzas armadas son prácticamente el único laboratorio de investigación militar permanente, al cual están asociados grandes grupos industriales. Esta situación es la que transforma, por ejemplo, la hipótesis de una segunda guerra en la zona del Golfo en una amenaza permanente: Washington precisa probar, en el escenario de una batalla real, una nueva generación de armamentos. El capitalismo regresó, en una buena medida, al carácter salvaje que lo caracterizó hasta el siglo pasado. Desde que la globalización y la desregulación redujeron claramente la fuerza de los sindicatos, volvió a ser un sistema cada vez menos controlado por movimientos o fuerzas sociales. Ni el capitalismo japonés ni el europeo son capaces de competir con Estados Unidos. En Japón y en Alemania, las tasas de productividad son resultado en gran medida de negociaciones, de compromisos sociales. La brutalidad es un factor que juega en favor de la competitividad estadounidense. Por otro lado, parte de los enormes recursos financieros centralizados por Estados Unidos alimenta la actividad tecnológica y la innovación interna con una fuerza que jamás se había podido alcanzar anteriormente. Ningún otro país puede ofrecer a sus empresas de alta tecnología facilidades de financiamiento semejantes a las proporcionadas por las bolsas de valores de Estados Unidos. AM: Mientras el FMI recomienda a los países "emergentes" tasas de interés más altas, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea intentan reducir las suyas. ¿Por qué? FC: El nivel de las tasas de interés no tiene que ver con los "consejos" del FMI sino sobre todo con el papel que cada país y cada mercado desempeña en el sistema. Las diferencias en este plano son reveladoras de la naturaleza jerarquizada, imperfecta y carente de instancia de regulación asumida por el proceso de globalización financiera. En el centro del sistema está, evidentemente, Estados Unidos. En torno a él, los otros países del Grupo de los Siete y Suiza, donde las tasas de interés pagadas por los tesoros respectivos son relativamente bajas. Los otros mercados están todos en la periferia, pero entre ellos hay también diferencias, jerarquías. En todo el mundo hay sólo 25 plazas financieras. La mayor parte de los países ni siquiera están integrados a los grandes flujos de capitales, y pueden ser excluidos del proceso en cualquier momento. Es lo que sucedió con Indonesia. Las tasas de interés expresan esta jerarquización entre países. Pero indican también las condiciones que ciertos gobiernos y ciertas clases dominantes interesadas en sumarse a la globalización financiera imponen a sus sociedades para lograr esta integración. AM: ¿La constitución de la Unión Europea y el surgimiento del euro pueden amenazar la hegemonía de Estados Unidos? FC: Es muy difícil saberlo. Hay inclusive una tesis, que no es mía y que todavía no pude examinar, según la cual la moneda única y las fuerzas combinadas de los mercados financieros de Francfort, París y Zurich podría constituir una nueva divisa-refugio y de esa forma debilitar la capacidad de Estados Unidos para resistir las acciones especulativas contra el dólar. Pero hay que recordar que las instituciones no son entes mágicos. Todavía no hay en Europa una voluntad política común en lo que respecta a temas internacionales y en particular en cuanto a la actitud a asumir ante Estados Unidos. Esa articulación entre finanzas y política es muy importante. AM: ¿Por qué? FC: El euro puede ser una moneda mucho más atractiva que el marco o el franco francés, pero, contrariamente a lo que pasa con el dólar en Estados Unidos, no tiene un Estado centralizado detrás suyo ni el mismo grado de certeza para los inversores financieros. El Banco Central europeo es también una incógnita. ¿Va a seguir el modelo de Bundesbank alemán? ¿O se limitará a controlar la inflación y las tasas de cambio? ¿Estará dotado del mismo pragmatismo y de la misma capacidad de intervención cotidiana que caracteriza al FED? AM: Una de las particularidades de esta crisis es que no existe un movimiento de oposición al capitalismo articulado internacionalmente. ¿De qué forma la crisis podría ayudar a formar esa resistencia? FC: En la mayor parte de los casos -creo que hay sólo una excepción- la primera respuesta de los trabajadores al neoliberalismo debeser dada todavía en el plano nacional. Pensar en emprender ahora una acción internacional a este nivel, lamentablemente, puede ser incluso un pretexto para no actuar. AM: ¿Cuál es la excepción a la que hacía referencia? FC: Europa. En este continente se acumulan condiciones favorables a una acción internacional de la clase obrera y de los movimientos sociales. Hay una historia común, por la cual se pagó el muy caro precio de dos guerras mundiales. Las lecciones de estos conflictos fueron absorbidas conjuntamente: los pueblos europeos saben, por ejemplo, que ya no pueden mantener guerras entre ellos. Aunque construida sobre la base del mercado, la Unión Europea también fue hecha a partir de una crítica al papel de los Estados Unidos. Además, lo que caracteriza al capital europeo es la necesidad de cierto consenso social, lo cual reduce en mucho la posibilidad de que tome formas tan brutales de exportación como las estadounidenses. Ningún país de Europa continental adoptó, por ejemplo, el modelo thatcherista de ataque a los derechos sociales. AM: Usted parece partir de las bases teórica del marxismo para proponer un programa que apunta a enfrentar el "capitalismo real". FC: Es lo que voy intentar escribir en mis próximos artículos. Por el momento la cuestión del capital no puede ser resuelta a nivel del Estado o de las fronteras. La salida consiste en reconocer que los medios de producción y reproducción de la vida social son potencialmente independientes del capital, aunque tenga una apariencia capitalista. Hay que reconstruir un sujeto social. Los principales avances en el pensamiento filosófico fueron hechos en épocas en que grupos de pensadores y formas de organización política y social aceptaron y estudiaron el hecho de que la historia no es un proceso que evolucione sin hilo conductor o sin sujeto, sino que puede ser conducida socialmente por el ser humano. Esta idea fue defendida por los enciclopedistas en el siglo XVII y marcó la revolución francesa. Yo me inscribo en esta tradición. La historia sin sujeto conduce necesariamente al caos y la barbarie. Entregarla a los mercados o delegarla en el gobierno de Estados Unidos es, para mí, un retroceso ideológico sumamente grave. AM: Esta misma tradición fue reivindicada por las primeras experiencias socialistas. FC: Hoy es necesario efectuar un balance muy riguroso de esas ideas. Hacer su crítica radical, reafirmando al mismo tiempo la necesidad de transformar el ser humano en sujeto de la historia, es el desafío internacional que hoy se debe enfrentar.
https://www.alainet.org/es/articulo/104198
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