Un impuesto a las transacciones especulativas
15/07/1998
- Opinión
La globalización financiera agrava la inseguridad económica y las desigualdades sociales.
Menoscaba las opiniones de los pueblos, de las instituciones democráticas y de los Estados
soberanos encargados de vigilar el interés general. Les mueve una lógica estrictamente
especulativa, expresando solamente los intereses de las empresas transnacionales y de los mercados
financieros.
En nombre de una transformación del mundo asumida como una fatalidad, los ciudadanos y sus
representantes ven, de esta manera, usurpado su poder de decidir sobre su propio destino. Esto
genera un sentimiento tal de impotencia que favorece la emergencia de partidos y tendencias
antidemocráticas. Es urgente detener este proceso, creando nuevos instrumentos de regulación y
de control, tanto en el plano nacional y europeo, cuanto en el plano internacional. La experiencia
nos ha demostrado ya muchas veces que los gobiernos no reaccionan sin que se los aliente y se los
presione para que actúen.
Responder al doble desafío de una implosión social y de un sentimiento de desesperanza política
exige un compromiso cívico y militante.
La libertad total de circulación de capitales, los paraísos fiscales y la explosión del volumen de
transacciones especulativas, arrastran a los Estados a una enloquecida carrera para ganarse los
favores de los grandes inversores. En nombre de la modernidad, 1.5 billones de dólares van y
vienen cada día sobre los mercados financieros, en búsqueda de una ganancia rápida, sin ninguna
relación con la producción ni con la comercialización de bienes y servicios.
Este proceso tiene por consecuencia el crecimiento permanente de las ganancias del capital en
detrimento de los ingresos de los trabajadores, con la consecuente generalización de la precariedad
y la extensión de la pobreza.
Bajo el pretexto de la seguridad, los trabajadores son invitados a cambiar sus sistemas de jubilación
por un mecanismo de administración de fondos de pensiones, que somete a las propias empresas en
las que ellos trabajan a adaptarse a los imperativos de la rentabilidad inmediata, y con ello se
agravan las condiciones de su trabajo, se extiende y profundiza la zona de influencia de la esfera
financiera y contribuye a persuadir a los ciudadanos de la obsolescencia de la solidaridad entre
naciones, pueblos y generaciones.
Los países miembros de la OCDE, con el pretexto de fomentar el desarrollo económico y el
empleo, no han renunciado a firmar el Acuerdo Multilateral sobre las Inversiones (AMI), que
otorgaría todos los derechos a los inversionistas e impondría, asimismo, todos los deberes a los
Estados. De igual manera, la Comisión Europea y algunos gobiernos pretenden continuar su
cruzada por el libre-cambio, a través de la ejecución de un convenio por un Nuevo Mercado
Trasatlántico (NTM), el mismo que apunta abiertamente a consolidar la hegemonía de los Estados
Unidos en las esferas de lo audiovisual y, de otra parte, el desmantelamiento la política agrícola
común europea.
La Tasa Tobin
Los engranajes de esta máquina que produce la desigualdad entre el Norte y el Sur así como en el
corazón mismo de los países desarrollados, pueden ser detenidos. Con demasiado frecuencia, el
argumento de la fatalidad se alimenta de la censura de la información sobre las alternativas. Tan
cierto es ello que las instituciones financieras internacionales y los grandes medios de comunicación
(cuyos propietarios son, generalmente, beneficiarios de la globalización), han guardado silencio
sobre la proposición del economista americano James Tobin, premio Nobel de economía, de
imponer un impuesto a las transacciones especulativas sobre los mercados de divisas.
Incluso con la fijación de una tasa particularmente baja de un 0,05%, la "Tasa Tobin" reportaría
cerca de 100 mil millones de dólares por año. Asumida y recolectada en lo esencial por los países
industrializados, en donde se localizan, además, las grandes plazas financieras, esta suma podría ser
entregada a organizaciones internacionales para acciones de lucha contra las desigualdades, para la
promoción de la educación y la salud pública en los países pobres, para la seguridad alimentaria y el
desarrollo durable. Un dispositivo tal, pondría un grano de arena en los engranajes de la
especulación y coadyuvaría a las lógicas de resistencia, volvería a dar márgenes de maniobra a los
ciudadanos y a los Estados, y, sobre todo, significaría que la política retoma su importancia.
Con este propósito, los firmantes se proponen crear la Asociación ATTAC (Acción por una Tasa
Tobin de Ayuda a los Ciudadanos), que les permitirá la producción y la difusión de la información
para actuar en común, tanto en sus respectivos países cuanto a nivel europeo e internacional. Y,
además, con el fin de obstaculizar la especulación internacional, de tasar los rendimientos del
capital, de sancionar los paraísos fiscales, de impedir la generalización de los fondos de pensiones,
y, de una manera general, de reconquistar los espacios perdidos por la democracia en beneficio de
la esfera financiera y de oponerse a todo nuevo abandono de la soberanía de los Estados bajo el
pretexto del "derecho" de los inversores y de los mercaderes. Se trata, en realidad y simplemente
de reapropiarnos, todos unidos, del porvenir de nuestro mundo.
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