Pilares de la resistencia al neoliberalismo

II Congreso de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo

26/11/1997
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Con la adopción de un plan de luchas que incluye la realización de una Marcha Latinoamericana contra la dominación, la deuda externa y el neoliberalismo en el curso del año 2000, concluyó el 2? Congreso de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), celebrado en Brasilia del 2 al 7 de noviembre. La nota destacada del evento, al que se dieron cita 338 delegados/as de 49 organizaciones de 23 países de la región, fue la activa participación de las mujeres, quienes iniciaron la jornada con la realización de la 1ra Asamblea de Mujeres del Campo (2-3 noviembre) cuyas propuestas fueron plenamente recogidas por el congreso, entre las que sobresale el compromiso de asumir el enfoque de género y garantizar la participación femenina en un 50% en todos los niveles, y especialmente en los espacios de decisión y dirección. La CLOC encaró este segundo congreso como un desafío para avanzar en sus definiciones políticas y organizativas, bajo el lema ?Unidad contra el neoliberalismo por la tierra, el trabajo y la producción! ?Construyamos nuestra integración! En tal sentido el tema central de reflexión giró en torno a las políticas neoliberales y su impacto en el campo (1), cuyos planteamientos centrales fueron recogidos en la declaración final que incluimos en esta edición. De hecho, siendo que esta problemática ha estado muy presente a lo largo del proceso organizativo de la CLOC y ha sido un componente central de su participación al movimiento mundial que se identifica como la Vía Campesina, el 2? CLOC se ocupó de consolidar posiciones y aquilatar las alternativas que se están desarrollando a partir de las luchas concretas que actualmente se libran en el agro latinoamericano. De los informes presentados por las regiones resulta una constatación básica: la lucha de los hombres y mujeres del campo se ha convertido en uno de los puntales de la resistencia al proyecto neoliberal en Latinoamérica. Tras el estallido de la insurgencia zapatista en Chiapas, en México los movimientos agrarios e indígenas han recobrado un nuevo protagonismo que les ha proyectado como actores claves para una salida democrática a la crisis; mientras en Brasil las multitudinarias movilizaciones de los sin tierra han conducido a que se incluya en la agenda nacional el tema de la reforma agraria. Situación que también se viene perfilando en Paraguay. La lucha por la tierra se encuentra igualmente al centro de los conflictos socio-políticos en América Central, particularmente en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras; y está también presente en la Región Andina bajo el tenor de la resistencia a las nuevas disposiciones legales impulsadas por los respectivos gobiernos para poner fin a las políticas de reforma agraria. En tanto que al Sur del continente se asiste a una importante recomposición organizativa de los habitantes del campo en un proceso que está revirtiendo la situación adversa creada por las dictaduras militares y las políticas neoliberales. Y en medio de todo este panorama tienen particular relevancia las luchas específicas de los pueblos indígenas por sus territorios e identidad. La violencia en el campo La postergación de soluciones al problema agrario, y que por el contrario se ha agravado con las políticas neoliberales, se encuentra en la base del incremento de la violencia en el campo, fue otra de las constataciones que se hicieron durante el 2? CLOC. Para testimoniar la gravedad de esta realidad se trajo a la memoria las masacres de campesinos y campesinas registradas en los últimos años en Brasil, México, Colombia, Bolivia, entre otras, cuyos autores materiales e intelectuales se mantienen en la impunidad. Mas la lista de víctimas no se detiene ahí: solo en Brasil durante 1995 la Comisión Pastoral de la Tierra registró 141 asesinatos -tanto de militantes y líderes agrarios como de abogados, sacerdotes y religiosas vinculados a ellos- y 135 amenazas de muerte. La ANUC de Colombia, para anotar otro ejemplo, denunció que últimamente han sido asesinados más de 150 de sus miembros, millares de ellos forzados a desplazarse de su terruño y muchos de sus dirigentes obligados a salir al exilio. En la mayoría de países latinoamericanos parece haberse establecido una dualidad de comportamiento por parte de las esferas oficiales en cuanto a la vigencia de libertades públicas y derechos políticos en la ciudad y en el campo. Es así que en este último la impunidad consagrada hace difícil establecer límites entre la acción de los órganos regulares de represión y de los matones a sueldo y fuerzas paramilitares, muchas de ellas comandadas por el narcotráfico. Más aún, sistemáticamente se está militarizando el agro, al tiempo que se busca criminalizar la lucha por la tierra, y la protesta social en general, como lo demuestra el nefasto juicio contra el dirigente del Movimiento Sin Tierra del Brasil, José Rainha. Todos estos elementos fueron procesados por la CLOC en su segundo congreso y sobre esa base afinó sus propuestas organizativas y programáticas, con resoluciones que tienen que ver con la lucha por la reforma agraria, los asalariados rurales, el desarrollo sustentable, el medio ambiente y los recursos naturales, la defensa de los derechos humanos, las reivindicaciones de los pueblos indígenas y afroamericanos, la cultura, la educación y la comunicación, las reivindicaciones de género y la juventud. Desafíos organizativos y programáticos La CLOC constituye el esfuerzo más importante protagonizado históricamente por las organizaciones del agro latinoamericano, no solo en lo que a representatividad se refiere, sino también respecto a la concepción organizativa y programática. Formalmente esta Coordinadora se conformó en el primer congreso realizado en Lima, Perú, del 21 al 25 de febrero de 1994, tras un proceso que tuvo como marco el desarrollo de la Campaña Continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular. Su motivación central fue el reconocimiento que una de las aspiraciones de las organizaciones del agro "ha sido la articulación de un espacio propio y autónomo, que contribuya a reforzar las luchas e impulsar la unidad y solidaridad de los trabajadores del campo", siendo que en la región "la gran mayoría de organizaciones se han desarrollado sin tener filiación alguna a las centrales sindicales internacionales" (2). Esta dimensión de la autonomía como elemento sustantivo del proceso organizativo de la Coordinadora fue ratificada en el segundo congreso, al establecer que: "el carácter de las organizaciones que integran la CLOC, se fundamenta en ser independientes, autónomas y representativas. La CLOC reivindica la unidad en la diversidad, la autonomía y el respeto a las especificidades y soberanía nacionales". Complementando que las decisiones en todas las instancias de coordinación "serán adoptadas por consenso". Dicho en otros términos, nadie puede pretender hablar a nombre de nadie, sino cada cual a partir de sus luchas. La CLOC se reconoce como instancia que integra a "organizaciones nacionales o regionales, representativas de las más variadas categorías de trabajadores rurales (sin tierra, asalariados, pequeños productores, mujeres, indígenas, afectados por represas, forestales, etc.)". Se estructura a partir de coordinaciones nacionales que se articulan en cinco regionales. Para darle continuidad al proceso cuenta con una Comisión Coordinadora integrada por dos reprentantes por región, dos por los jóvenes y dos por la articulación de mujeres. México será la sede del próximo congreso que se realizará en el año 2000, en tanto que la Secretaría Operativa -instancia encargada de implementar las decisiones del congreso y la comisión coordinadora- para el próximo período se instalará en Nicaragua. En cuanto a los retos y proyecciones programáticas, este congreso básicamente estableció los siguientes: I. Vincular nuestras luchas inmediatas, reivindicativas, relacionadas con las necesidades del campo, con un proyecto estratégico nacional, de largo plazo. II. El neoliberalismo es un modelo económico común a nuestros países, implantado por el imperialismo. Ante eso necesitamos desarrollar también luchas comunes continentales. III. El peso social del campo disminuye cada día con ese modelo. Por eso es fundamental que llevemos la lucha para las ciudades. Tenemos que hacer luchas junto con otros sectores sociales de los excluidos, de los trabajadores urbanos. IV. Las clases dominantes siguen con sus métodos de cooptación, división o represión de nuestros movimientos. Para enfrentarlos es necesario elevar el nivel de conciencia política de nuestras bases. V. Necesitamos crear alternativas de participación de la juventud y de la mujer, tanto en alternativas económicas de trabajo y renta como en alternativas de participación en la dirección política de nuestras organizaciones. VI. La necesidad de formación de cuadros es una necesidad urgente y permanente, si queremos que nuestras organizaciones crezcan y avancen. VII. Perfeccionar nuestro método de organización y de dirección. Debemos tomar en cuenta la experiencia histórica de la clase obrera a nivel universal. En esa experiencia identificamos los principios organizativos fundamentales que deben marcar nuestros métodos: dirección colectiva, vinculación permanente con las masas, organización de la base, disciplina, crítica y autocrítica. Solamente eso permitirá fortalecer a las organizaciones y combatir los desvíos que todavía tenemos, como por ejemplo, del centralismo, burocratismo, personalismo, sectarismo,etc.. VIII. Debemos mejorar nuestro método de práctica política. Estamos acostumbrados a hacer buenos discursos, documentos, reuniones, congresos, pero somos todavía débiles en hacer y realizar planes de lucha masivos. IX. Recuperar la práctica cotidiana de los valores éticos de una nueva sociedad, que va creando el hombre y mujer nueva. El neoliberalismo con su hegemonía en la sociedad predica solamente el individualismo, el egoísmo y el consumismo. X. Recuperar nuestra cultura popular nacional como un valor fundamental. No caer en la trampa de praticarla sólo como folklore o recuerdo de los antepasados. La cultura es el elemento fundamental de integración y unidad social de los pobres. Debemos utilizar la cultura como un instrumento de pedagogía de las masas. (1) Los paneles organizados en torno a esta temática fueron animados por José Cademártori, James Petras, Irene León, Plinio Sampaio, Frei Betto y Francisca Rodríguez. (2) Tríptico de la convocatoria al I Congreso Latinoamericano de Organizaciones del Campo.
https://www.alainet.org/es/articulo/104316?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS