Los desafíos de la globalización

28/10/1998
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Los siglos y los milenios son extrañas creaciones de la imaginación humana. Lo que ocurrirá dentro de dos años, que para nuestro sistema de contabilidad del tiempo es un marco de cambio, en nada afectará, en términos físicos, la rotación y la revolución del planeta Tierra. Mientras tanto, talvez por ser nuestro sistema de cálculo del tiempo un elemento frágil en el ámbito de nuestras tentativas de manejar los problemas existenciales fundamentales de la condición humana -la muerte, la extinción de la especie, la posibilidad de progreso o salvación- el momento de pasaje del siglo y sobre todo del milenio desencadena, en la esfera pública, tanto un exceso de optimismo como de desesperanza. No sabemos como los sistemas cognitivos humanos manejaron el pasaje de los milenios en otras épocas, y tampoco si llegaron, mínimamente, a exponer este problema. Pero, sabemos que el pasaje del siglo XIX hacia el siglo XX fue marcado por escritos y debates públicos que oscilaban entre visiones utópicas de un nuevo mundo basado en el progreso tecnológico a los pronósticos sombríos de catástrofes colectivas. A lo largo de este siglo, en función de las grandes perturbaciones ocasionadas por la Gran Depresión y por las dos guerras mundiales, se tornaron aún más fuertes los temores colectivos respecto a que los sistemas económicos escaparan del control social o político. Por otro lado, el pasaje del siglo ha renovado esperanzas en función de los nuevos procesos de democratización: la social-democracia y el anticolonialismo. Esto sugiere, por lo tanto, que los grandes marcos de nuestro sistema de cálculo del tiempo implican ajustar el foco de nuestras incertidumbres y dudas, así como de nuestras esperanzas en relación a las posibilidades de progreso del bienestar humano. El período en que vivimos, la última década del siglo y milenio, posee esas mismas características. Tanto los gobiernos como las y los ciudadanos/as se preguntan en voz alta si el siglo XXI va a favorecer las condiciones para que controlemos nuestras vidas y nuestros destinos. Varias características de los actuales procesos de globalización colocan esta cuestión en el centro de las atenciones. La trayectoria del crecimiento económico capitalista tienden a reforzar a los más fuertes. Consecuentemente, puede volverse más distante la realización del bienestar humano. Crece la incertidumbre en cuanto al acceso a los medios de vida y derechos; se acentúan las desigualdades socioeconómicas, de género, raza, casta y clase; las necesidades de la reproducción humana son despreciadas y se destruye el medio ambiente. A lo largo de las últimas tres décadas de globalización asistimos a la intensificación de dichos procesos. Aunque es posible argumentar que el capitalismo siempre ha tenido un ímpetu globalizador, existen algunas características nuevas en la actual globalización que merecen ser destacadas. La velocidad y amplitud de la globalización La extrema velocidad y amplitud de la globalización en los campos económico, político y cultural, aún considerando solamente la última década. Las recientes revoluciones tecnológicas en la microelectrónica y biotecnología están alterando dramáticamente los procesos de trabajo y los patrones de empleo, las relaciones de producción y distribución, llevando a la concentración sin precedentes del poder económico en las corporaciones transnacionales. Mientras esto ocurre, hay una creciente competencia entre estas corporaciones por mercados, recursos y tecnología. Capitales y controles volátiles Los cambios concomitantes en el comercio y el sistema financiero internacional hicieron que los flujos de capitales privados globales aumentasen mucho, transformando los sistemas monetarios nacionales y mundiales en volátiles y difíciles de administrar. Esa inestabilidad ha sido utilizada como justificación adicional a las austeras políticas de control del gasto público en el plano nacional. Los sistemas de comercio internacional se esfuerzan en producir un nuevo marco de normas y reglamentaciones, pero lo que en efecto ha surgido es un organismo claramente tendencioso -la Organización Mundial de Comercio OMC- a favor de los países y actores poderosos. Todavía más cuestionable es el bosquejo del Acuerdo Multilateral de Inversión -AMI-, diseñado por los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico -OCDE- (con gran apoyo de las corporaciones multinacionales) el cual pretende imponer puniciones a cualquier país que intente restringir los flujos de capital transnacional. La globalización desigual Los procesos extremadamente desiguales de globalización están cambiando las alineaciones económicas y políticas tradicionales entre los países. Están emergiendo nuevas zonas comerciales y económicas así como nuevos polos de crecimiento. El tercer mundo, si bien nunca ha llegado a ser una entidad muy unificada, se ha fragmentado de manera decisiva; entre sus antiguos miembros están algunas de las economías que más crecen hoy en día, así como algunas de las que menos crecen. Eso lleva a una creciente divergencia de intereses y preocupaciones. El resultado es que el Sur ya no negocia con el Norte basado en estrategias sostenidas o visiones a largo plazo; esas negociaciones están ocurriendo en el terreno inestable de compromisos parciales que se construyen a partir de cuestiones específicas y de acuerdos realizados apresuradamente. Los países del Sur, actualmente, están empeñados en competir unos con otros que en establecer una colaboración entre sí. Globalizarse o morir Frente a la amenaza de "globalizarse o morir", el papel del Estado como agente que direcciona la actividad económica y negocia compromisos sociales fue considerablemente perjudicado en función de los procesos de globalización de la economía, del ataque conservador contra los gobiernos y de las incesantes presiones ideológicas por parte de las instituciones de Bretton Woods. Sin embargo, la capacidad represiva del Estado y el aparato correspondiente no se han debilitado: están dirigidos rabiosamente contra aquellos que osaron desafiar la globalización. La fragmentación de la identidad del Estado y de su capacidad de administrar la economía política está dando como resultado guerras brutales y episodios violentos, en una saga trágica de desplazamiento de poblaciones. Globalización con desigualdad de género El actual proceso de globalización tiene como característica fundamental el hecho de guardar un elevado grado de dependencia con relación al trabajo de las mujeres y un uso flexible de éste. Las trabajadoras tienen hoy un grado de movilidad internacional inusitado. Aún así, persiste la segregación ocupacional entre hombres y mujeres de todo el mundo. Las mujeres hoy en día están más activas que nunca en los mercados de trabajo pero -en términos de ocupaciones y remuneración- continúan casi tan segregadas como antiguamente. En todo el mundo, las mujeres están sometidas a una enorme presión para ganar dinero, debido a que los sistemas de seguridad social se están desmoronando y los recursos públicos para apoyar el trabajo doméstico se vuelven crecientemente inciertos. La falencia de proveer recursos, tiempo y condiciones emocionales para viabilizar la concepción y crianza de nuevos seres humanos es una de las limitaciones intrínsecas del capitalismo y, también, una de las mayores debilidades observadas en los sistemas de seguridad social surgidas en el siglo XX. Mientras la crianza de las nuevas generaciones de seres humanos esté excluida del dominio de los derechos y del apoyo de las políticas públicas, las mujeres, que son percibidas y se perciben como principales responsables por este campo de acción humana, seguirán segregadas, marginalizadas y subordinadas tanto en la esfera pública como en la privada. El crecimiento del fundamentalismo religioso El crecimiento del fundamentalismo religioso es un fenómeno global, cuyas premisas se apoyan en la noción de familia, y en normas referentes a las relaciones entre los géneros, que valoran la domesticidad femenina y la maternidad. Eso ocurre en contextos donde las transiciones demográficas que reducen las tasas de fecundidad y en los cuales las mujeres cada vez más están involucradas en la búsqueda de ingresos. A lo largo de la historia humana reciente, las guerras fueron trabadas tanto en los campos de batalla, instrumentalizando los cuerpos masculinos, como afuera, usando los cuerpos femeninos para reponer vidas perdidas en los combates. Si las negociaciones de paz en curso, pueden terminar las guerras en los campos de combate, afuera, las "guerras" siguen instrumentalizando los cuerpos de las mujeres en el plano de las prácticas sociales, de los valores, de las normas y de la cultura. La globalización de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la comunicación hacen posible una creciente hegemonía en lo que se refiere al "gusto", a los patrones de consumo, a las aspiraciones generales, así como a la cosificación de los cuerpos de las mujeres y la sexualidad femenina. Esta dinámica desafía, por un lado, a las mujeres que luchan por convertirse en ciudadanas y dueñas de sus destinos y por otro, coloca en cuestión la percepción de los "patriarcas" que perciben los cuerpos de las mujeres como su propiedad privada. El fundamentalismo es particularmente problemático porque se alimenta de la marginalización y la pérdida de control sobre sus vidas que afecta especialmente a los hombres jóvenes. En general, contiene una crítica a la globalización, aún cuando intensifica los discursos que favorecen la subordinación de las mujeres al control patriarcal. * Economista indú. Extractos de Planet of Pirate, Utne Reader, mayo-jun 97, traducido por REPEM
https://www.alainet.org/es/articulo/104330?language=en
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