Pueblos Indígenas y Estado
23/07/1997
- Opinión
América Latina tiene una larga historia de dictaduras y regímenes
autoritarios; de imposiciones a fuerza del fusil y la bayoneta
violando los más elementales derechos de los pueblos.
En nuestra América, los Estados se han conformado en base a
criterios de la cultura occidental. Esto no es negativo en sí
mismo. Si lo es el hecho de no tomar en cuenta las experiencias
organizativas propias de las comunidades indígenas; sus formas de
organización social y política; obstaculizar e impedir que sean los
indígenas quienes decidan la manera de organizarse política y
socialmente en atención a sus necesidades e intereses. De ahí que
se diera lugar no sólo a Estados excluyentes, sino también a
sociedades en las que la cultura dominante continúa marginando a
los indígenas y a todas aquellas expresiones que intentan
democratizar la vida económica, política, social y cultural de los
países americanos.
Para los dirigentes políticos ha sido más importante y se han
preocupado por la constitución de sociedades integradas al mercado
mundial o regional, no así por la construcción de sociedades
internamente integradas. Esto no quiere decir que deba tenderse a
la igualdad, dinámica destructora que los pueblos indígenas
americanos conocemos muy bien, por medio de campañas de
aculturación o asimilación.
Las relaciones pueblos indígenas-Estado en nuestra América, han
sido relaciones que gravitan en torno a la exclusión y marginación
de los indígenas. Esto se explica fácilmente porque desde el
Estado se ha dirigido el sometimiento, la explotación y la opresión
de nuestros pueblos.
La diversidad cultural
Una de las mayores riquezas de nuestra América, como sucede en todo
el planeta, es su diversidad cultural; es la existencia de diversas
identidades. Las diferencias culturales y de identidad son
generalmente vistas por la cultura dominante como sinónimo de
inferioridad y de atraso, lo que a su vez se utiliza para
justificar la opresión. En nuestro continente existe la diversidad
cultural en cuanto a la presencia viva de las diferencias
culturales, pero no en el reconocimiento, el respeto y el derecho a
ejercer esas diferencias. La negación de ese derecho ha sido una
de las armas fundamentales de los imperios que nos han dominado y
nos dominan para mantener a nuestros pueblos en la pobreza y el
subdesarrollo.
Considerar inferiores a las culturas indígenas ha dado motivo a
imponer la idea de la integración cultural mediante el mestizaje y
la asimilación forzada como una condición para el desarrollo. Esto
quiere decir que se ha atribuido a los pueblos indígenas las causas
del subdesarrollo, cuando lo que ha ocurrido es que las condiciones
de pobreza y extrema pobreza que enfrentamos se deben a la
exclusión, marginación, discriminación y explotación a que somos
sometidos. No se quiere ver y entender que una de las principales
claves para lograr el desarrollo integral en nuestros países, está
en posibilitar que los pueblos indígenas, los pobres, los
marginados, podamos aportar nuestra inteligencia, nuestra fuerza
creadora, nuestra identidad y nuestra dignidad para producir la
riqueza común, el bienestar para todos, y no sólo la opulencia de
unos pocos.
En países como los nuestros es difícil hablar de pluralidad y
tolerancia. Todo lo contrario, la exclusión y la intolerancia han
sido y siguen siendo rasgos distintivos de estas sociedades. Se
excluye a los pueblos indígenas porque tenemos culturas, porque
tenemos costumbres y tradiciones que se califican de primitivas y
porque son diferentes a la cultura dominante: la occidental. Esa
mentalidad discriminadora y racista, que resulta absurda y
aberrante cuando estamos en el amanecer de un nuevo milenio, es una
de las verdaderas y principales causas del subdesarrollo.
Interculturalidad
Ante esto, la riqueza de la diversidad cultural de nuestra América
debe servir de base y sustento para la construcción de naciones de
nuevo tipo y de su desarrollo. Esa diversidad cultural implica
diversidad de identidades y eso nos lleva a plantear una cuestión
vital: cómo construir la identidad nacional. Me parece que un
aspecto ineludible para ello es la interculturalidad. Si hasta
ahora las relaciones entre distintos pueblos, entre distintas
culturas han sido excluyentes e intolerantes hacia los otros y han
sido marcadas por la imposición de una cultura sobre las otras, es
necesario empezar a construir las relaciones interculturales.
Esta nueva forma de relación entre culturas debe sustentarse en el
reconocimiento y respeto de los derechos de todos los pueblos; en
el reconocimiento de la multiculturalidad mundial y nacional, de
tal manera que contribuya a la construcción de naciones
pluriétnicas, multiculturales y plurilingües. Estas relaciones
interculturales pueden contribuir a la convivencia pacífica entre
pueblos y culturas con igualdad y justicia, constituyendo al mismo
tiempo el aporte de cada nación a la paz, la cooperación y la
solidaridad que deben regir las relaciones entre los Estados.
Las relaciones interculturales también implican comprender que la
complementación entre las distintas culturas, puede generar el
enriquecimiento continuo de la cultura propia y el enriquecimiento
espiritual y material de los pueblos. No debe significar el
aislamiento de una cultura respecto a otra, sino la apertura y la
interrelación entre éstas. Las relaciones interculturales deben
ser justas, democráticas, igualitarias, de cooperación y
solidarias. Deben basarse en la igualdad de derechos y ser el
sustento de la unidad nacional.
La interculturalidad debe también permitirnos crear nuevos
mecanismos, nuevas formas e instrumentos de relación pueblos
indígenas-Estado, cimentada en el diálogo y la consulta permanente,
que sean el resultado de un proceso de refundación de los Estados
para convertirlos en profundamente democráticos, incluyentes y
tolerantes.
Por ello hemos luchado los pueblos indígenas, y seguiremos
haciéndolo con humildad, firmeza y decisión, con el convencimiento
que esto es necesario para el futuro de la humanidad.
Decenio: marco favorable
El Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo (1994-
2004) proclamado por la ONU a finales de 1993, representa un marco
favorable a nuestras reivindicaciones y demandas. Durante el
Decenio Internacional tenemos grandes retos y enormes posibilidades
de avanzar hacia el establecimiento de sociedades más justas,
igualitarias y democráticas. Me parece que durante este Decenio,
los indígenas debemos luchar por la adopción, ratificación y/o
cumplimiento de instrumentos internacionales que se refieren a los
derechos de los pueblos indígenas.
Nos esforzaremos por hacer realidad la educación intercultural,
fundamental en las relaciones interculturales. Esta educación
intercultural no se reduce a la educación institucional, formal;
debe entenderse como ese mundo de relaciones cotidianas, de
experiencias de la vida diaria, de intercambio e interacción
permanente y continuo sometido a las transformaciones profundas que
emanan de la acción del ser humano; nace y se nutre en los
complejos tejidos sociales que moldean y dan forma a las
sociedades. La educación intercultural debe estar reflejada y ser
el sustento de la educación oficial e institucional.
Nos empeñaremos también en propugnar, fomentar y hacer realidad el
intercambio de ciencia y tecnología entre las distintas culturas y
pueblos, entre indígenas y no indígenas, tomando en cuenta que debe
haber una apropiación equitativa que promueva el desarrollo
sostenible.
Igualmente, lucharemos por la paz contribuyendo a tejer los hilos
de la igualdad, la justicia, la democracia participativa y el
establecimiento de relaciones interculturales que hagan posible la
convivencia armónica y pacífica en el marco de la pluralidad
cultural.
Para ello, haremos de la proposición el mecanismo fundamental de
nuestra participación en tanto sujetos sociales y agentes de
cambio. Debemos pasar de la denuncia y la etapa contestaria a la
proposición. Los pueblos indígenas no podemos esperar que la
solución a su problemática histórica provenga de propuestas ajenas
a ellos. La proposición, como mecanismo fundamental de nuestra
participación, nos permitirá ir remontando la grave situación en la
que vivimos y nos desenvolvemos.
La interculturalidad debe basarse en la igualdad de derechos y ser
el sustento de la unidad nacional
Coloquio Pueblos Indígenas y Estado en América Latina
Quito, 9 al 11 de julio de 1998
https://www.alainet.org/es/articulo/104411?language=es
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