La coyuntura mundial
24/03/1997
- Opinión
Si observamos la situación que ha emergido desde hace upna
veintena de años, se llega a la evidencia que en la hora del
neoliberalismo, el sistema capitalista mundial se ha consolidado
a tal punto que, en la actualidad, casi todo el planeta se rige
por las leyes del Mercado. Con el fracaso de los regímenes
políticos autoritarios de Europa del Este y el declinamiento de
las socialdemocracias, prácticamente no quedan alternativas a
gran escala frente al capitalismo. Por lo demás,
geopolíticamente, vivimos en un mundo unipolar dominado por los
Estados Unidos. La empresa, cuya regla de oro es la
competitividad en vistas a acumular más ganancias, se ha
convertido si no en la principal institución social, al menos en
la institución-patrón a partir de la cual se comparan todas las
otras instituciones. Y, a diferencia de otras épocas, esta nueva
etapa de la globalización nos toca profundamente en nuestros
modos de vida, ya que ella afecta a casi todas las esferas de la
actividad humana, no sólo la producción y las finanzas, sino
también las comunicaciones y las culturas. He allí lo que
significa la \"globalización\" de nuestro mundo, mundo en el cual
se debe constatar, sin embargo, una triste paradoja.
Cuando la producción de bienes materiales y de conocimientos ha
alcanzado una cima inigualada y que por primera vez en la
historia contemporánea, se está teóricamente en capacidad de
resolver todos los problemas ligados a la pobreza, jamás el
contraste ha sido tan grande entre esta capacidad virtual y la
disponibilidad efectiva de los bienes y conocimientos para los
seres humanos que los necesitan con mayor apremio.
En el terreno económico
El modelo económico que se ha impuesto a escala mundial
corresponde al capitalismo, es decir un modelo que se fundamenta
en la competitividad para buscar la máxima ganancia y que tiene
una fe inquebrantable en las virtudes reguladoras del mercado.
En una lógica de acumulación aparentemente sin límites, hemos
asistido en estos últimos años a un crecimiento de la economía
de mercado que se ha realizado a través de dos principales
mecanismos: la expansión geográfica del sistema en ciertas zonas
determinadas y la incorporación de nuevas ramas de producción.
Es así como, en el primer caso, se asiste actualmente a una
expansión del mercado hacia nuevas zonas, en especial China, en
tanto que el Africa en su conjunto ha sido marginada del mercado
mundial. En el segundo caso, se observa el desarrollo de nuevas
industrias, por ejemplo las de reproducción (bebes probeta,
madres sustitutas, bancos de esperma, etc.), de la comunicación
(en todas las dimensiones) y de la difusión de conocimientos,
dominios considerados sin embargo, hasta hace poco tiempo, como
dominios extraeconómicos por excelencia. Se podría decir otro
tanto de la salud y la educación, que se transforman cada vez más
en simples mercancías vendidas en el mercado, esto especialmente
con las políticas de privatización \"a todo dar\". Todo indica
entonces que el mercado y las mercancías tienden a expandirse por
el mundo e invaden cada vez más nuestra vida.
Las políticas económicas neoliberales
Las políticas económicas neoliberales que han sido y continúan
siendo aplicadas masivamente y que inspiran los planes de ajuste
estructural impuestos a los gobiernos del Sur y cada vez más a
los del Norte, pueden sintetizarse en tres direcciones: 1)
liberalización del flujo de capitales; 2) privatizaciones y
eliminación del rol empresarial del Estado; y 3)
desreglamentación y disminución del rol regulador del Estado.
En breve, los Estados se retiran y encogen, lo cual, por una
parte, conlleva una disminución drástica de los programas
sociales y, por otra, deja libre juego a las empresas. Se podría
afirmar aún que las políticas neoliberales constituyen de alguna
manera la plataforma político-económica de las empresas,
especialmente de las grandes empresas. No son sin embargo ellas,
las empresas, quienes velan directamente para la aplicación de
tales políticas. Ciertamente, ellas contribuyen a ello cuando
los bancos privados se asocian, por ejemplo a través del Club de
París, y fijan condiciones para el otorgamiento de préstamos a
los gobiernos. Pero, más a menudo, la elaboración y el
seguimiento de las políticas económicas, sobre todo en el caso
de los países del Sur, se realizan sistemáticamente por las
grandes agencias económicas internacionales como el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización
Mundial del Comercio.
Resultado, las empresas, las redes empresariales y en general los
que controlan el capital, gozan actualmente de un gran margen de
maniobra. Es más, con los nuevos medios de comunicación, la
circulación de capitales es sumamente fluida y rápida, lo que
favorece la especulación a corto plazo, es decir lo que se llama
\"el dinero caliente\".
La economía mundial se encuentra entonces en buena parte bajo el
dominio de las grandes empresas transnacionales que escapan
prácticamente a todo control social. Dichas empresas están en
concurrencia las unas con las otras para obtener una mayor parte
de ganancia. Si bien éstas ven ante todo sus propios intereses
de sobrevivencia en el seno del mercado mundial, al hacer esto
favorecen el crecimiento económico en términos absolutos. Según
el Informe Mundial sobre el Desarrollo Humano de 1995 elaborado
por el PNUD: entre 1950 y 1992, el PBI mundial se ha casi
multiplicado por seis, pasando de 4 a 23 billones de dólares USA.
Sin embargo, este tipo de modelo de desarrollo, que está
orientado hacia un crecimiento virtualmente ilimitado y que
tiende a privilegiar una visión a corto plazo, no es,
ciertamente, el más apto para solucionar ciertos problemas
complejos, entre ellos los ligados a las desigualdades sociales
y al medio ambiente.
En el plano político
A partir del análisis que hacemos de la coyuntura política
mundial, hemos identificado cuatro tendencias que nos parecen las
más importantes: 1) la generalización de la democracia formal;
2) la persistencia del militarismo y de prácticas de coerción;
3) el debilitamiento del Estado y el desplazamiento del poder
hacia la esfera económica; y 4) la emergencia de nuevos
movimientos sociales
Asistimos a un movimiento político generalizado hacia una
democratización formal de las sociedades, esto a escala mundial.
Este movimiento corresponde a la difusión, ver imposición, de las
formas democráticas tales como se las concibe en Occidente. Pone
el acento, por una parte, en la realización periódica de
elecciones en sufragio universal y, por otra, en una cierta
institucionalización del poder político fundamentada en el
multipartidismo, el Estado de derecho y un sistema judicial
independiente. Es evidente que en la medida en que este
movimiento de democratización ha suscitado la caída de numerosas
dictaduras y que, a diversos grados, asegura una cierta libertad
de expresión, hace posible la renovación de autoridades electas
y permite la resolución pacífica de conflictos, representa un
avance social que desde nuestro punto de vista hay que conservar.
Sin embargo, en la medida que el modelo democrático propuesto
permanece restringido y marcado por el elitismo, permite la
exclusión social porque favorece la concentración del poder
político (definido en términos de capacidad de toma de
decisiones) en las manos de una élite y, que más allá de los días
de elecciones, las mayorías no son llamadas a participar en los
mecanismos de toma de decisiones. En ciertos casos, en especial
en muchos países africanos, a pesar de la existencia de
constituciones oficialmente democráticas, hay tantas distorsiones
y manipulaciones de parte de las élites que, en los hechos, son
menos que democracias limitadas; expresiones tales como \"parodias
democráticas\" o \"democracias ficticias\" describen sin duda mejor
la situación.
A pesar o paralelamente a esta democratización formal y
restringida de muchas sociedades, el militarismo, el
autoritarismo y, en general, el ejercicio de formas coercitivas
del poder político continúan manifestándose en todo los
continentes y entran en contradicción con los procesos de
democratización. La democracia se encuentra así bloqueada. Según
las regiones y los países involucrados, puede tomar la forma de
acciones represivas llevadas por regímenes dictatoriales,
conflictos interétnicos, luchas contra la guerrilla,
intervenciones militares bajo el pretexto del tráfico de drogas,
o aún, en el caso de América Latina, de la \"limpieza social\"
perpetrada por milicias privadas.
Pero desde el punto de vista del sistema mundial, la
militarización representa una condición favorable para el
desarrollo económico, más precisamente para el desarrollo de la
industria armamentista. Si hay conflictos, hacen falta armas y
si hay necesidad de armas, he ahí una demanda a la cual el
mercado no deja de responder y aún estimular si es necesario.
La producción de armas constituye por lo demás, en el seno del
mercado mundial, una rama industrial de primer plano. En el
Informe 1996 del PNUD se estima que los gastos militares alcanzan
anualmente más de US$ 790 mil millones.
Por lo demás, ya se ha subrayado el hecho que la aplicación de
políticas neoliberales ha tenido por efecto el restringir la
intervención de los Estados, y de dejar el campo libre a las
empresas privadas y a las fuerzas del mercado, ello aún en lo
social como la educación y la salud. Se trata entonces de un
neto desplazamiento del poder de la esfera política hacia la
esfera económica. Ahora bien, el movimiento de democratización
al cual aludimos anteriormente no toca sino a las instituciones
políticas nacionales. Las empresas permanecen más que nunca en
el dominio privado, de tal suerte que cada vez más decisiones
importantes sobre el futuro de nuestros países y de nuestro
planeta son tomadas, sea en los consejos de administración de las
grandes compañías transnacionales, sea por las tecnocracias de
las grandes agencias internacionales (FMI, Banco Mundial, OMC,
etc.). En ambos casos se trata de no-elegidos que no son
socialmente imputables. Todo pasa entonces como si, pese a una
cierta democratización política de los Estados-nación, no
logremos ejercer mayor control sobre nuestro futuro, ya que es
el campo político nacional en su conjunto que ha sido despojado
de una porción de su poder.
En fin, la última constatación en el plano político es, sin
ninguna duda, la emergencia de nuevas fuerzas sociales.
Históricamente, el movimiento popular fue marcado fuertemente por
los análisis que se centraban en el rol histórico de la clase
obrera como fuerza del cambio social y que ponía en vigencia
formas de organización fuertemente centralizadas en torno a
partidos políticos proletarios. Luego de la crisis de los
movimientos y partidos políticos que adoptaron esta visión,
crisis que terminó con la disolución de varios de ellos, han
aparecido en la escena política nuevos movimientos sociales
portadores del cambio, a menudo independientes de los partidos.
Son numerosos y variados, abarcan todos los aspectos de la vida
(no sólo el trabajo) y los más conocidos son sin duda los
movimientos de mujeres, campesinos, indígenas y jóvenes así como
grupos ambientalistas y asociaciones de consumidores. Una
tendencia común se dibuja claramente en el seno de estos
movimientos: es la adopción de formas descentralizadas de
organización fundamentadas en redes y alianzas desde las bases.
Enfrentan igualmente un mismo problema como es la dificultad de
coordinarse entre sí para actuar globalmente en un mundo que se
globaliza cada vez más.
En el plano cultural
El proceso de globalización no concierne sólo a la economía y a
la política. En el plano cultural la globalización conlleva un
proceso de homogeneización en el cual resaltan claramente los dos
elementos siguientes: 1) la difusión-imposición de la cultura
occidental, véase de la cultura estadounidense, presentada como
la cultura universal; y 2) la tendencia a la mercantilización
de la cultura que se transforma cada vez más en una industria
como las demás cuyos productos son meros bienes intercambiables
vendidos en el mercado.
En este contexto, los valores económicos, en especial la
rentabilidad y la competitividad que desembocan en el culto al
individualismo son, sin lugar a dudas, los valores dominantes del
sistema mundial, valores omnipresentes en las diversas variantes
de la doctrina neoliberal. El proceso en cuestión corresponde
a un movimiento hegemónico del sistema capitalista mundial en el
campo de la cultura, de los valores y de la ideología, de tal
suerte que actualmente todo el planeta baila con los mismos
ritmos musicales y está marcado por el mismo discurso sobre las
virtudes del modelo empresarial. Cabe añadir que en este proceso
los medios de comunicación, en particular la televisión y, en
general los sistemas de comunicación juegan un rol importante.
Un tal proceso de homogeneización tiene como doble efecto
armonizar o adaptar los valores y culturas a las necesidades del
desarrollo capitalista y de insertar la cultura en el seno del
mercado mundial. Haciendo esto, numerosas formas culturales que
no entran en el modelo son eliminadas. Así, el individualismo
y el gusto de consumir ciertos productos se expanden mientras que
formas tradicionales de expresión comunitaria no tienen cabida.
Una de las consecuencias de este proceso unificador es la
desaparición de numerosas expresiones culturales, por lo tanto,
un empobrecimiento de la riqueza cultural mundial.
En tal contexto, se perciben movimientos contradictorios de
resistencia. Así, se asiste al ascenso de diferentes formas de
integrismo étnico y religioso cuyas consecuencias sociales y
políticas son a menudo desastrosas, ya que pueden intensificar
la opresión de mujeres y aún desembocar en matanzas. Tales
movimientos por lo general están manipulados por élites locales
que sacan partido de ellos. Algunas veces aún son creaciones
inéditas de los gobernantes. Se encuentran también otros
movimientos culturales de resistencia, de inspiración
democrática, llevados por mujeres, campesinos, indígenas y otros
sectores sociales que intentan preservar o afirmar ciertos rasgos
culturales propios o aún crear nuevas formas de culturas
adaptadas a su realidad. Lo que hay detrás de estos movimientos
es la lucha contra la alienación cultural y la manifestación del
derecho de las mayorías a decidir por sí mismas los modelos de
culturas que van a adoptar. Se trata entonces de la
democratización del campo cultural.
Otro fenómeno que se observa en el campo cultural y que es común
a numerosas ciudades del tercer mundo, sobre todo en los barrios
más pobres es la predominancia de una cultura de violencia. Ella
está íntimamente ligada a la dureza de las condiciones de
existencia y a la desarticulación de las formas culturales que
tradicionalmente, regían y hacían más fluidas las relaciones
humanas. Es necesario agregar a ello el impacto de la difusión
masiva, en especial a través de las redes de televisión del
mundo entero, de ciertos bienes culturales provenientes de los
Estados Unidos u otros países del Norte, que abiertamente hacen
elogio a la violencia. Ahora bien, la violencia real que emerge
se expresa a menudo en el seno de las mismas unidades domésticas
y las primeras víctimas de ello son las mujeres y los niños.
El último punto con respecto a la cultura, en este caso la
cultura dominante, es esta persistencia a presentarnos un mundo
sobre el cual estaríamos en incapacidad de actuar. Así, no es
raro escuchar a nuestros gobernantes afirmar que no pueden
influir sobre una situación, dado que no tienen control sobre el
mercado o el contexto internacional. Ocurre también que estos
mismos gobernantes o los medios de comunicación nos presentan los
problemas que vivimos (empleo, salud, educación, etc.) únicamente
como cuestiones para expertos, por lo tanto cuestiones sobre las
cuales el común de los mortales no sabría opinar y aún menos
pretender solucionar ningún aspecto. No se trata de promover un
activismo estéril o soluciones simplistas pero es necesario tomar
conciencia que esta cultura derrotista constituye en realidad una
invitación apenas velada de dejar a otros, tecnócratas y
empresarios, el cuidado de controlar nuestras vidas y nuestros
destinos.
* Paul Cliche es sociólogo canadiense vinculado a Desarrollo y
Paz.
https://www.alainet.org/es/articulo/104448?language=es
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