No hay verdades ÚNICAS...
01/11/1999
- Opinión
Casi todo lo que hablamos en el presente sobre género necesita de más análisis
porque, a mi modo de ver, el discurso de género desdibuja las desigualdades y las
inequidades que viven las mujeres.
Quiero asumir una posición personal no como Casa de la Mujer de Colombia, no
institucional. Soy muy crítica frente al discurso del género por varias razones.
Quiero reconocer que es una categoría que ha sido útil y que viene de una corriente
del feminismo norteamericano, inglés y alemán, fundamentalmente. Tiene a mi modo
de ver varios problemas. Uno, que cuando una categoría de análisis se convierte en
discurso político, hace que se ideologice esa situación de las mujeres. Esto ha
traído como consecuencia que al hablar de género parece que hablamos de mujeres; y
de que hombres y mujeres estamos en la misma situación.
Y no digo que los hombres no tienen desventajas sino que las mujeres tenemos - al
menos las colombianas - muchas más desventajas: una mujer pobre tiene más
desventajas que un varón pobre porque las mujeres no hemos sido legitimadas como
colectivo social con capacidad de interlocución.
Estamos hablando de la categoría género no en sí misma sino en cómo políticamente
se utiliza en el discurso. Eso hace que se desdibujen las situaciones de las
mujeres. En Colombia, muchas instituciones del Estado y muchas organizaciones no
gubernamentales dicen: "tenemos programas de género", pero estos programas
benefician por igual a hombres y mujeres. Está, por ejemplo el Sena que es la
institución del Estado que da entrenamiento laboral. Hace tres años se empezó a
impulsar un programa para mujeres jefas de hogar. Cuando se les pidió información
de cómo funcionaba el Programa había más o menos 30-40% de hombres jefes de hogar.
Y cuando preguntamos dijeron: "pero es que esto es un programa de género".
No quiero plantear que las mujeres tenemos que virar la torta y tener el poder que
hasta ahora tienen los hombres. No es eso. Lo que estoy planteando es que hay que
reconocer que las inequidades más dramáticas las viven las mujeres por el sólo
hecho de ser mujeres. El sexo hace que se legitimen, se lean , se simbolicen,
desventajas en estas sociedades.
El discurso de género ha hecho perder el poder subvertor al feminismo
Así, creo que la categoría género es importante pero, en mi criterio, simplifica la
situación de las mujeres en términos de asignarle papel preponderante a los roles y
a la parte cultural cuando la situación de las mujeres es mucho más compleja y no
se puede reducir al cómo se ha construido socialmente y la valoración que se haga
del ser femenino. Porque también está el contenido de clase, está lo étnico, está
lo regional, lo cultural, un sinnúmero de variables que influyen en la situación de
las mujeres. A mí me parece muy abusivo usar sólo esa categoría. La he trabajado
a nivel académico y creo que tenemos que adentrarnos en otras complejidades de la
vida de las mujeres; sin decir que ésta no sirve, sino que tiene limitaciones.
Creo, además, que el discurso del género ha hecho perder el poder subvertor al
feminismo. Lo creo porque no es lo mismo que tu digas "violencia contra las
mujeres" a que digas "violencia de género". Esa no tiene ningún impacto en un
auditorio mientras que la primera hace visualizar el problema en sus actores: una
receptora y uno que agrede. Ahí se pierden contenidos, porque género quiere decir
relaciones de poder entre hombres y mujeres. O cuando dices explotación sexual de
género no es lo mismo que si dices explotación sexual contra las mujeres: esto es
mucho más, al menos en mi experiencia personal.
Cuando en un auditorio tu dices: "yo soy feminista" y empiezas a hablar desde la
feminista, la gente se va poniendo así: preparada. Si dices yo vengo a hablar de
género, la gente se tranquiliza, no le mueve absolutamente nada. Y cuando la idea
de género se instrumentaliza en programas públicos se queda en acciones muy
coyunturales porque no toca las estructuras mismas generadoras de las inequidades
por falta de reconocimiento al sujeto social y a los derechos que tiene, y por
falta de redistribución. La diferencia es el sujeto social y el sujeto político.
En América Latina creo que el discurso de género ha sido mucho más impulsado por
las agencias de cooperación y por los Estados que porque sea un discurso que
permita realmente situar a las mujeres como actoras de primer orden en todos estos
procesos de transformación que se están dando en el área latinoamericana.
Estratégicamente en algunos lugares puede ser mejor hablar de género que hablar de
feminismo.
Las categorías están en constante redefinición
Disentir en este momento del discurso de género es convertirse en una excluida del
discurso dominante tanto a nivel nacional como internacional. Eso me parece
gravísimo: que para poder ser reconocido haya que jugar a lo mismo que le
criticamos a la sociedad patriarcal: la homogeneidad en los discursos, la
universalidad en el pensamiento como una extensión de lo mismo. Porque la otra
universalidad ya hoy no sé si es posible. Hablo de la universalidad como unidad.
El mundo se ha hecho muy complejo. No hay verdades únicas. Las categorías están
en constante redefinición.
Yo no tengo una postura sectaria sino crítica, que opino que es una capacidad que
no podemos perder: mirarnos a nosotras mismas y reconocer qué es lo que estamos
construyendo. Cosas que el feminismo ha hecho hay que verlas en esa dinámica
dialéctica. Porque hay discursos libertarios que las sociedades los integran y
pierden su capacidad subvertora. Tenemos que estar muy atentas a eso. De nada les
sirve ni a las mujeres ni al movimiento feminista, el tener posiciones sectarias.
Y en la discusión alrededor de institucionales y autónomas hay un sectarismo de
lado y lado. En Bolivia y Ecuador por ejemplo las feministas de uno y otro lado
tienen diferencias grandísimas. Chile también. Hoy más que nunca no me atrevería
a decir que hay una postura sino que las hay diferentes dentro del movimiento de
mujeres y, al interior de él, del movimiento feminista.
Para mí la autonomía es ganar en capacidad de tomar decisiones, de controlar la
vida de una en lo privado, en lo público. Capacidad significa el ejercicio de la
libertad y ésta a su vez la capacidad de optar frente a distintas posibilidades.
En ese sentido yo soy autónoma si es que en estas sociedades globalizadas una tiene
opciones (hay poco margen), pero uno puede identificar contradictores y
contradictoras. Ahora, si me preguntan si soy del movimiento autónomo de América
Latina yo no sabría decir. Hay cosas de ese movimiento que me parecen importantes
en la crítica a lo que ha sido la institucionalización de los programas de mujeres,
el papel de las financiaciones y las pérdidas de las mujeres como sujetos políticos
al colocarse en una postura menos crítica frente a las sociedades patriarcales.
Pero, en general no me gusta esa polaridad, eso de estar a favor o en contra. Me
gustan las posiciones radicales pero eso no significa sectarismo.
Ser críticas y propositivas
Así, todas estas cosas son mucho más complejas que el rol y que una situación de
clase. No solamente es por la vía de la solución de las inequidades económicas o
políticas, ni sólo por el reconocimiento que se soluciona la situación de
subordinación de las mujeres. Porque todo esto tiene que ver con el modelo
económico y está íntimamente imbricado en la forma de cómo producimos, quiénes son
los dueños de los recursos.
Yo tengo el firme convencimiento de que el feminismo no es sólo una opción política
sino también teórica y práctica que permite que las mujeres ganemos en autonomía y
en libertad y que tengamos una comprensión mucho más integral de las sociedades
patriarcales y adquiramos la posibilidad de ser críticas frente a esas sociedades y
ser también propositivas.
* Olga Amparo Sánchez, Colombiana. Fundadora de la Casa de la Mujer de Bogotá. Ex
directora de la Dirección Nacional de Equidad para la Mujer (DINEM).
* Este documento es parte de
Feminismos Plurales
Serie Aportes para el Debate No. 7.
https://www.alainet.org/es/articulo/104538
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