Una larga lucha de fracasos
01/11/1999
- Opinión
Después del Encuentro de Cartagena pensé que teníamos el desafío de
profundizar en nuestras estrategias de sobrevivencia, hacer coherentes
nuestros discursos tanto en sus análisis críticos como en sus prácticas
políticas, e instalar un diálogo entre las diferentes corrientes
feministas para construir una historia nuestra, esa genealogía que nos
falta para existir como propuesta cultural.
A las puertas del Encuentro en Santo Domingo, esta etapa de reflexiones
parece vacía, pues creo que al darnos cuenta de nuestras profundas
diferencias políticas una cierta perplejidad nos paraliza, aunque se
hayan seguido haciendo a nombre de todas, las políticas dirigidas hacia
mujeres con los mismos fundamentos de siempre dentro del espacio ralo,
ajeno, sórdido, guerrero y más que adverso de la misoginia, pero sin
mover un ápice la cultura masculinista, al contrario, gran parte del
feminismo se sigue entendiendo como parte de la masculinidad, jugando el
juego del poder desde una falsa y ajena legitimidad.
Uno de nuestros principales desafíos sigue siendo desmenuzar la
construcción del espacio simbólico de la masculinidad/feminidad como un
solo espacio inamovible: el de la masculinidad que contiene en sí mismo
el espacio de la feminidad. La feminidad no es un espacio aparte con
posibilidades de igualdad o de autogestión, es una construcción
simbólica, valórica, diseñada por la masculinidad, contenida en ella,
carente de la potencialidad de constituirse a sí misma fuera de la
masculinidad, por esto es tan profunda la sumisión de las mujeres y hace
que las que logran salirse de la feminidad vuelvan irremediablemente a
los órdenes establecidos. Me temo que el análisis de género no logra ver
esta dimensión de nuestra sumisión y en estas condiciones el retorno
constante al redil parece inevitable, incluso para las feministas, pues
asomarse al vacío de la no-pertenencia a la masculinidad como sistema, se
complementa con la falta de una historia política y cultural de mujeres
donde apoyarnos.
Cabría preguntarse ¿qué es lo que nos pasa que nuestras luchas fracasan
constantemente? Pues estas vueltas al redil tienen subterfugios para
camuflarse y hacernos creer que se está en la actuancia feminista y que
hemos logrado "grandes avances". Sin embargo, el desgastante ir y venir
por los pequeños poderes de la masculinidad, ?contienen todavía los
pactos hacia las mujeres, hacia el movimiento de mujeres o dichos pactos
van amputándose en este tránsito? Creo que hemos repetido las mismas
luchas por siglos y una cierta omnipotencia nos hace creer que nuestros
pequeños avances, son grandes cambios.
Es cierto que en algunos momentos las mujeres se instalan en los lugares
de poder de la masculinidad como la política, la cultura, la economía, la
academia, etc., pero siempre socializadas, focalizadas, entrenadas hacia
el espacio romántico-amoroso, al servicio de los intereses de la
masculinidad y en la misma ley de dominio, pues el discurso amoroso
reconstruye constantemente el espacio de la feminidad y esta es otra de
las anclas que las hace retornar.
Y yo me enamoré de las mujeres
Pensé que las mujeres tenían toda la potencialidad de hacer un cambio
civilizatorio, por su historia de esclavitud, por haber vivido siglos en
un espacio ajeno. Pensé que teníamos la potencialidad de cambiar esta
cultura basada en el concepto de lo "superior" y ejercido por "los
elegidos" y en algún momento incluso, llegué a pensar que estábamos
produciendo un sistema ideológico que gestaría este cambio, pero por más
libertarias que sean las ideas, si están elaboradas dentro de la
estructura de la masculinidad, aunque parezcan diferentes y contrarias al
sistema, se crean dentro de la misma lógica y por lo mismo no puede
existir ningún sistema dentro de la masculinidad que no termine siendo
fascista, sexista, esencialista y totalitario, pues éstos son los
contenidos esenciales de la masculinidad. Esto no quiere decir que no
haya individuos libertarios, pero los sistemas se encargan de
encausarlos, domesticarlos e invisibilizarlos en tanto sujetos sociales
pensantes contrarios a esta lógica.
En este sentido el feminismo no ha logrado verse todavía como una
propuesta civilizatoria de cambio profundo. Al contrario, la gran
mayoría de las corrientes feministas se han constituido dentro de una
posición servil de la demanda en constante espera de instalación, más
bien de reacomodación dentro de las estructuras de la masculinidad.
El Movimiento Feminista como movimiento social no ha logrado una
autonomía, ni una independencia del sistema y, justamente por esto, no ha
sido capaz de constituir una genealogía de pensadoras, y no es que
perdamos estas posibilidades de constitución de un espacio histórico por
nuestras diferencias políticas internas, tampoco es que no contemos con
una vasta cantidad de pensadoras, sino que no hemos logrado hilar su
trabajo teórico. Este es el triunfo de la masculinidad que no nos dejará
jamás constituir otra historia. Es más efectivo legitimarnos
parceladamente, fragmentarnos, disgregarnos e incluir a unas pocas
mujeres a la cola de su genealogía y linaje de pensadores
No es de extrañar entonces que la historia del feminismo esté en manos
del sistema y que éste sea el que se encarga de borrar todo vestigio de
esta "otra historia" de pensadoras y críticas del modelo masculinista.
Estos aspectos llevan al punto de quiebre, de autotraición y disgregación
del Movimiento Feminista donde pierde constantemente su potencialidad
civilizatoria. La intervención estratégica y continua de la masculinidad
instala la traición entre las mujeres y ésta ha sido -no seamos
inocentes- la vieja treta de desmembramiento de cualquier movimiento que
cuestione el orden establecido, ya que si lográramos constituir una
historia propia del movimiento de mujeres, podríamos recuperar no sólo el
pensamiento de las mujeres instaladas dentro de la pirámide masculinista,
donde pierden su contenido más profundo de subversión, sino que nosotras
mismas y por primera vez estaríamos cuestionando con detenimiento la
cultura masculinista.
¿De dónde partimos? Si ni siquiera estamos de acuerdo en qué historia
estamos. Para unas formamos parte de la historia oficial (la de los
hombres) y para otras, existimos nada más que como elementos a dominar,
subsumidos en la masculinidad, sin haber sido jamás parte creadora de
esta historia. Este es un hecho que tendríamos que reconocer y que
define las posiciones políticas que existen hoy dentro del feminismo.
Entre estas posiciones existe un vacío traspasado por la desconfianza del
análisis ¿Dónde se instala dicha desconfianza? ¿Cómo hilamos una historia
feminista sin negociar nuestros pensamientos, ni nuestras políticas, ni
nuestras diferencias?: Teniendo claro que es un error pretender formar
parte de un sistema social y cultural que se gestó, se funda y se
enriquece sobre la base de nuestra desvalorización y explotación.
Creo que el feminismo de los grandes cambios civilizatorios sucumbió una
vez más, esta vez entre las arenas movedizas de la masculinidad y en el
modelo light de sociedad. Esta nueva traición ¿cuánto tiempo nos va a
costar? ¿Siglos, hasta que aparezca otro foco feminista que parta de cero
nuevamente porque no está hilada nuestra historia? ¿Cómo podemos leer
como avances esta sucesión continua de olvidos y fracasos? Si desde todas
las luchas de resistencia que han tenido las mujeres no hemos podido
conseguir siquiera que no se les siga extirpando el clítoris a las
mujeres, o que el tráfico de mujeres se acabe, o que las más pobres del
mundo no sigan siendo las mujeres?
El fracaso no es regocijo. Es difícil de asumir, de ponerle palabras,
sobre todo después de estar instaladas en un lugar político que tenía la
potencialidad de un cambio profundo. No ha habido un cambio del
imaginario colectivo básico y he aquí nuestro fracaso. Aunque la vida de
algunas mujeres occidentales se ha modificado en parte y han tenido más
acceso que antes a un sistema que sigue sus mismas dinámicas de muerte,
esto no ha aportado un cambio real a la calidad de vida de la humanidad,
muy por el contrario se ha ido tornando más inhumana y en este sentido
nuestra incorporación no es un triunfo, es un fracaso, por mucho que
queramos leerlo como un avance.
Si revisamos la larga trayectoria del feminismo como movimiento político
y filosófico, nos sigue faltando el paso de liberación real, para no
repetir infinitamente a través de la historia esta lucha prolongada que
termina una y otra vez en el punto cero del Gato Pardo: de que algo
cambie, para que en el fondo nada cambie. En este punto cero, la única
posibilidad que tenemos de salida es admitir nuestro fracaso, verlo con
una perspectiva histórica, para abandonar de una buena vez la estrategia
arribista de la masculinidad que es sumarnos a los que sustentan el
poder.
* Margarita Pisano, Chilena. Investigadora. Arquitecta. Promotora de la
corriente autónoma dentro de los feminismos actuales.
* Este documento es parte de
Feminismos Plurales
Serie Aportes para el Debate No. 7.
https://www.alainet.org/es/articulo/104539
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