Desafíos del neoliberalismo al movimiento popular
10/04/2000
- Opinión
El neoliberalismo es el modo como hoy el sistema capitalista se estructura.
Hasta los años 80, el capitalismo se mostraba con un perfil liberal: había
competencia entre empresas, los estados buscaban fortalecer las burguesías
de sus naciones, la cuestión social era una de las prioridades públicas.
Con la caída del Muro de Berlín, en 1989, se desmoronó también el mundo
bipolar. Ahora, tenemos un mundo unipolar, bajo la hegemonía de los Estados
Unidos de América. El avance de las tecnologías de comunicaciones favorece
al fenómeno conocido como globalización: la soberanía de los Estados es
ignorada, las fronteras nacionales irrespetadas, empresas y medios de
comunicación operan en la geografía mundial como si lo hicieran en las
ciudades donde están sus sedes. La competencia entre empresas desaparece
cuando se trata de mega-empresas, ahora transformadas en oligopolios que
controlan bancos y redes de restaurantes de comida rápida, clubes de fútbol
y fábricas de ropa. El capital circula sin barreras ni fronteras, la
especulación supera la producción, la búsqueda desenfrenada de lucro ignora
cualquier principio ético.
Efectos del neoliberalismo
El cambio de coyuntura exige cambio en los actores sociales, como nuestros
movimientos populares. ?Cuáles serían los efectos más evidentes del
neoliberalismo en aquel segmento de la población que los movimientos
populares buscan sensibilizar, movilizar y organizar?
1) La despolitización: el fracaso del socialismo real en Europa y la
ofensiva de los medios de comunicación centrada en el estímulo consumista
favorecen el desinterés por la política. El neoliberalismo proclama que "la
historia terminó", buscando extinguir las utopías del horizonte histórico e
ironizando los esfuerzos idealistas. La corrupción que se propaga entre
políticos profesionales y las divisiones internas de los grupos y partidos
de izquierda, refuerzan la idea de que la política es un terreno pantanoso
en el cual no se debe pisar.
Como la idolatría del mercado es alabada por el neoliberalismo, la
publicidad y los medios de comunicación buscan vender la imagen de que la
felicidad reside en la despolitización, en la diversión, en el regreso a los
intereses individuales. La vida tranquila se restringe a las esferas de la
familia, del trabajo y del placer. Ultrapasar los límites de ese círculo
hermético es correr el riesgo de meterse en dificultades y sufrimientos,
dolores de cabeza y persecuciones.
Sin embargo, es preciso no olvidar: quien no gusta de la política es
gobernado por quien si le gusta. Si a la mayoría no le gusta, mala suerte,
pues debe aceptar ser gobernada por la minoría.
2) Lo municipal predomina sobre lo nacional y lo mundial: aunque la
globalización haga del mundo una pequeña aldea que, desde el interior de
casa, nuestros ojos contemplan a través de la ventana electrónica de la
televisión, las personas tienden a sentirse impotentes frente a la magnitud
de los problemas internacionales y nacionales. Centrada en sus propios
intereses y preocupada con su calidad de vida, la mayoría parece
sensibilizarse más con las cuestiones municipales: el transporte, la
escuela, la salud etc.
Iniciativas como presupuestos participativos de las alcaldías o acciones
colectivas en el trabajo y en la construcción civil, luchas por la tierra y
por el techo, movilizan más que la solidaridad con Timor Oriental o la lucha
a favor de la demarcación de las tierras indígenas en el Brasil.
3) La práctica social predomina sobre las teorías revolucionarias: muchos
parecen cansados de las teorías, otros están irritados de conceptos y
análisis. Ya no se cree en la "conscientización", pues innumerables
militantes "conscientes" abrazan hoy, las bondades del neoliberalismo y
tuercen la nariz cuando oyen hablar de socialismo. Las obras de Marx y de
la Teología de la Liberación poco salen de las estanterías, como si la
práctica histórica hubiese comprobado que no merecen mucha credibilidad.
"Más acciones, menos reuniones", reclamaba Betinho pocas horas antes morir.
Muchos ya no quieren oír análisis de coyuntura, quieren hacer algo concreto
por los niños de la calle, por la reforma agraria, por la preservación del
medio ambiente. Por más que tales acciones sean o parezcan asistencialistas
y paliativas.
Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) tuercen la nariz a los
carismáticos, mas son éstos quienes llenan templos y estadios. La pastoral
social de la Iglesia Católica encara con desdén a las Iglesias
neopentecostales, mas son ellas que atraen a capas más pobres de la
población y promueven grandes concentraciones urbanas.
Las personas quieren menos análisis y más soluciones, más emociones y menos
razones.
4) Propuestas específicas en lugar de vagas utopías: la cultura que
transforma todo en mercadería inmediata y palpable tiende a vaciar la
atracción de las propuestas genéricas, como mundo mejor, libertad y
socialismo. Las personas no parecen muy preocupadas con el futuro de la
humanidad; quieren saber cómo asegurar su empleo, obtener un plan de salud,
llevar a la familia de vacaciones a la playa.
Durante décadas se habló de reforma agraria en el Brasil. Sólo en el
momento en que la propuesta se enganchó a las ocupaciones de tierra, que
garantizan lotes a las familias sin tierra, es que la lucha por la reforma
agraria se tornó concreta. Ya no se espera "hacer revolución" para,
después, conquistar derechos sociales. El fracaso de las luchas en
Nicaragua y El Salvador afecta a la credibilidad de nuestros proyectos
históricos. Partidos como el Partido de los Trabajadores (PT) oscilan entre
su programa original y la práctica electorera que sumerge parte de la
militancia en una disputa fratricida por cargos y mandatos. El trabajo de
base es abandonado.
Las personas están dispuestas a luchar por beneficios inmediatos, como
obtener una tierra, una casa, un empleo. Y no siempre prosiguen en la misma
disposición de lucha después de resolver su demanda personal y familiar.
5) Las nuevas banderas -ecología, relaciones de género, cuestión racial: el
enfoque político se desplaza de lo macro a lo micro, de lo global a lo
local, de lo social a lo personal. No tanto en el sentido excluyente, de
uno sustituido por otro. Mas la prioridad es concedida, ahora, a lo micro,
a lo local, a lo personal.
En busca de calidad de vida, la preservación del medio ambiente moviliza
amplios sectores de la población, superando tensiones entre clases sociales
y uniendo ricos y pobres. La emancipación de la mujer acentúa el debate
sobre relaciones de género, politizando temas hasta entonces restringidos a
la esfera privada y revestidos de tabú: la sexualidad, el machismo, la
violencia doméstica o sobre los homosexuales, etc.
La afirmación de la negritud y de la condición indígena es síntoma de la
actualización de pautas sociales que sobrepasan los conceptos del marxismo
vulgar, restringido al conflicto de clases. En el sindicalismo, la lucha de
clases da lugar a las cámaras sectoriales, a los mecanismos de diálogo entre
patrones y empleados, a la participación accionaria de trabajadores en las
empresas.
6) La emergencia de espiritualidad: el predominio de lo personal sobre lo
social favorece a la preocupación por el equilibrio y la armonía
individuales, la subjetividad, la vida espiritual. Ya que las ideologías no
suscitan tanta esperanza como otrora, muchos buscan en las religiones un
sentido para la vida.
Cansadas de racionalismo, las personas quieren rescatar el encantamiento del
mundo. Lo maravilloso, lo milagroso, lo esotérico, ejercen fuerte atracción
en este mundo en que el sueño político no encuentra lugar y las utopías
parecen aún más distantes.
Los desafíos al movimiento popular
Sin tomar en consideración esta coyuntura, los movimientos populares están
condenados al agotamiento.
La experiencia del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)
de Brasil, sirve de referencia para un nuevo estilo de actuación. Allí lo
político (la reforma agraria) se articula como el beneficio personal y
familiar concreto (la ocupación de tierra y la conquista de un lote). Lo
utópico (el socialismo) es vivenciado en actividades colectivas
(asentamientos y cooperativas). Lo ético (la militancia y las marchas)
encuentra motivación en lo estético (los símbolos, como la bandera, la
música, las peregrinaciones, el ritual de los encuentros).
Los movimientos populares deben partir de las demandas específicas de la
población, aunque ellas no parezcan ser "las más políticas e ideológicas".
En otras palabras, no se trata de partir de aquello que las diregencias y
líderes juzgan mejor para el pueblo, pero sí de lo que interesa y moviliza,
invirtiendo el proceso.
Tal vez muchos no salgan de la casa para manifestar solidaridad a Cuba, pero
ciertamente lo harán para evitar que la alcaldía derrumbe un árbol de la
esquina. Tal vez muchos no entiendan el carácter neoliberal del gobierno,
pero quieren mantener sus empleos y conquistar mejores salarios. Tal vez
muchos no estén motivados por un debate sobre socialismo, pero están
dispuestos a trabajar para organizar una guardería para niños necesitados o
una escuela de alfabetización de adultos.
El movimiento popular debe enfrentar el desafío metodológico de partir de lo
personal a lo social, de lo local a lo nacional, de lo subjetivo a lo
objetivo, de lo espiritual a lo político e ideológico. Ahora, el trabajo de
base solo tendrá éxito si asocia la diversión y el deber, creatividad
artística y formación, estética y ética. No es más posible crear una
"cortina de hierro" que torne a los militantes inmunes a la ideología
neoliberal, al consumismo, a los encantos de la globalización. La cuestión
es cómo introducir prácticas sociales que despierten en ellos una
consciencia/experiencia críticas frente al sistema, de modo que la nueva
sociedad pueda ir siendo forjada en las entrañas de la actual, como el niño
en el vientre materno.
Cabe al movimiento popular vincular lo micro a lo macro, las luchas
específicas a las políticas públicas. Por tanto, es preciso elaborar
propuestas concretas y viables para áreas como abastecimiento, transporte,
vivienda, salud, etc. Las personas necesitan visualizar las propuestas,
sentir que son palpables y, de cierto modo, alcanzables mismo en la actual
coyuntura.
Hombre y mujeres nuevos
No es fácil hacerse nuevo sin una nueva coyuntura. Es un desafío para
nosotros, veteranos en la militancia, librarnos de lo rancio adquirido en
prácticas anteriores: los modelos ideológicos que asustan a los nuevos
compañeros; el modo malhumorado que aleja la alegría; la prepotencia de
quien se juzga vanguardista; el autoritarismo en la conducción de las
reuniones y de las actividades; la falta de transparencia ética; la ambición
por espacios de poder; el ideologismo que espanta a la gente simple que
participa por primera vez de los eventos; el radicalismo en el lenguaje de
quien no siempre se muestra radical en la práctica; la intolerancia frente a
los que entran en la lucha; los prejuicios frente a las personas de otras
clases sociales; el poco respeto por la religiosidad ajena.
Sin superar tales barreras se torna difícil dar un nuevo aliento al trabajo
de base y a los movimientos populares. Hoy, el desafío principal es ampliar
la participación y multiplicar movimientos. Por tanto, solo derrumbaremos
las barreras objetivas -de las estructuras y del sistema- cuando logremos,
primero, derrumbar las subjetivas.
Hagamos de esas palabras de Ernesto Che Guevara una exigencia a nuestras
prácticas: "Déjenme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el
revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es
imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. (...)
Hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la
justicia y de la verdad para no caer en extremos dogmáticos, en
escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas. Todos los días hay que
luchar todos porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos
concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización". ("El socialismo
y el hombre en Cuba", Editora política, La Habana, 1988, pp. 26-27. Tomado
de Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1977, t. 8, pp.253-272).
https://www.alainet.org/es/articulo/104753
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