La fusión Aol-Time Warner:
La "superautopista de la información" se comercializa
15/02/2000
- Opinión
Cada gran avance tecnológico en comunicación se inicia con las proclamas
que destacan los propósitos y probables efectos en favor del servicio al
público, lo cual luego termina bajo control comercial. Cuando la
radiodifusión comenzó en la década de los 20, sus auspiciantes industriales
ponían énfasis fuertemente en su potencial educativo, informativo y
cultural, con el cual ellos, supuestamente, estaban comprometidos, y en
1922 el entonces Secretario de Comercio, Herbert Hoover, afirmó que
resultaba impensable permitir que un medio de comunicación tan importante
fuera inundado por "cotorreo publicitario". Pero el cotorreo publicitario
ganó, y la historia de los medios electrónicos, desde entonces, ha sido
testigo de una hegemonía creciente de la publicidad y del desplazamiento de
la esfera pública por parte del entretenimiento y de la propia publicidad.
De manera similar, cuando el Internet comenzó a imponerse en los '80 e
inicios de los '90, se suponía que iba a constituir una "superautopista de
la información", que nos iluminaría a todos, nos juntaría y haría avanzar
la democracia. Sin embargo, Norman Solomon ha mostrado que, mientras en
1995 los principales periódicos se referieron a la "superautopista de la
información" en 4,562 artículos y sólo 950 veces al "comercio electrónico",
para 1999 esta relación había cambiado rápidamente: la mención a la
superautopista de la información se redujo a 842 veces, mientras que del
comercio electrónico se habló en 20,641 artículos.
Esto refleja la rápida apropiación del Internet por parte de intereses
comerciales y la confianza del mercado que éste ofrece perspectivas enormes
para la venta de bienes, publicidad y transacciones entre negocios.
Diariamente se anuncia a nuevos llegados u ofertas públicas de firmas
recientemente creadas con sitios en Internet, software y contactos de
negocios que permiten vender algo (desde asientos de baños, flores,
mascotas, hasta servicios de préstamos hipotecarios, autos, víveres). Y los
portales y servidores que logran articular grandes clientelas de usuarios
obtienen crecientes ganancias mediante convenios con empresas que operan en
Internet para que dirijan a esos clientes hacia sus respectivos sitios en
la red. (AOL percibe un 30% de sus ingresos de otras fuentes que los
cobros a sus clientes).
Los negocios de Internet
Debido a que en el mercado hay una presión alcista de los negocios de
Internet, el valor de las acciones de las empresas de Internet ha sido
grotescamente infladas, dando lugar a que por esta vía se hagan muchas
fortunas en la década de los 90. Las altas valoraciones de las principales
empresas también han permitido que éstas puedan comprar otras empresas por
medio de intercambio de acciones. Tal fue el caso de América On Line
(AOL), una empresa con solo 15 años, que ha sido capaz de comprar el
gigante Time-Warner con un capital valorado en 55 veces los ingresos de AOL
(la relación precio/ingresos de Time Warner era 14).
Una de las teorías de esta absorción es que los directivos de AOL reconocen
que su valor en el mercado es insostenible, entonces han tenido la astucia
de comprar acciones más solidas (o sea, con una valoración más racional),
en la cima de su propio sector del mercado. Es posible que la burbuja del
mercado de Internet se rompa repentinamente y que La Gran Fusión se venga
abajo, debido a descensos de precios que llevarían a que los accionistas
voten en contra de la fusión. Pero los costos de salirse de la fusión
serían onerosos y este escenario parece improbable. La oferta de AOL ha
presionado a otras empresas para hacer lo mismo, de modo que las acciones
del Internet y similares pueden de nuevo inflarse en base a estas
expectativas y las subsecuentes fusiones. Todo esto es maravilloso desde
el punto de vista de un pequeño grupo de dueños de las acciones afectadas y
de banqueros inversionistas y abogados que sacarán partido de otra ola de
fusiones.
Obviamente hay otros motivos de la fusión, además del aprovechamiento
realizado por AOL de una valoración inflada de sus acciones, cuyo botín
será compartido con los funcionarios y accionistas de Time-Warner. Los
gerentes de AOL han estado preocupados por su falta de acceso al sistema de
distribución por cable de alta velocidad y ancho de banda, y por la amenaza
que representan compañías como ATT, que apuntan a empaquetar el servicio de
Internet con teléfono y televisión, pudiendo ofrecer tal servicio gratis.
Time-Warner pone a su disposición uno de los principales sistemas de cable.
También les da un voluminoso "contenido" que pueden ofrecer y publicitar.
Time-Warner, por su parte, obtiene una bonanza de accionistas (salvo que
se produzca otra gran declinación en el precio de AOL antes de la venta
misma), además de un gran incremento de su base de consumidores y el acceso
a Internet.
La competencia se reduce
Ninguno de los beneficios que sacaran los participantes de la fusión
beneficia a la sociedad en general. Ambas compañías eran plenamente
viables y pudieron haber alcanzado las ventajas que conseguirán de su
contraparte de la fusión, por medio de inversiones internas, menores
adquisiciones, arreglos contractuales, o alguna combinación de éstos, si
bien más lentamente y en forma menos completa. Las "sinergias" que ellas
obtienen de la combinación no constituyen eficiencias sociales, son
simplemente amarres privilegiados que hacen posible hacer negocio sin
competir por ello, o captar con mayor efectividad los consumidores que los
anunciantes anhelan. (Un comprador global de publididad mediática señala
que "la compañia combinada tendrá una fantástica base de datos. Tendrán
una manera fenomenal de seleccionar y agrupar su base de datos de
consumidores para proporcionarme los nichos de audiencia que yo quiero").
Prácticamente todas las ventajas anticipadas son "pecuniarias" y privadas,
no ahorros "reales" ni sociales.
Y los costos sociales de la fusión son sustanciales. Las falsas sinergias
reflejan un incremento del poder del mercado, así como lo hicieron en el
caso de las fusiones Disney-ABC y Time-Warner-Turner, donde las películas
intrasistema podían recibir un impulso especial en las estaciones de TV y
revistas por ellas controladas, incrementando las ventas e ingresos.
Ahora, AOL podrá otorgar una posición especial al contenido de Time-Warner,
a costa de un contenido que podría ser mejor pero que carece del respaldo
del poder comercial de una fusión "sinergística".
La competancia se debilitará, no sólo por el trato preferencial dado a los
contenidos propios dentro de este gigante verticalmente integrado, que hará
más difícil que los entes externos puedan alcanzar y/o vender a segmentos
de audiencias, pero además declinará por la carrera que emprenderán las
corporaciones rivales para alcanzar una dimensión gigantesca comparable a
AOL-Time-Warner.
Levin, de Time-Warner, aseguró que "Esto debería alentar otras
combinaciones que antes nadie habría creído posibles", como si las
consecuentes fusiones serían algo muy positivo, siendo que esto concentrará
y oligopolizará aún más a los medios de comunicación, incorporando a los
"nuevos medios" a esta telaraña de priviliegios y poder. Esta fusión
destaca el hecho que la nueva tecnología de Internet no está generando
nuevos competidores a los "viejos medios", sino que, más bien, ofrece un
nuevo medio de distribución que se está integrando rápidamente a los viejos
medios, ricos y dominantes en contenidos, dando lugar a oligopolios aún más
poderosos.
Sin duda la competencia seguirá manteniéndose en los márgenes, y todavía
podremos seguir enviándonos mensajes e iniciando nuestros propios sitios en
el web, pero la competencia se reducirá sustancialmente.
El "contenido" que la fusión también ayudará a promocionar es el de tipo
comercial -principalmente de entretenimiento-, como lo viene haciendo cada
vez más Time-Warner, este "behemot" de la cultura pop. "Entertaindom" es
el primero de muchos miniportales que Time-Warner está creando, y tendrá un
lugar de destaque en el canal de entretenimiento de AOL. Se pondrá fin a
toda neutralidad de AOL para canalizar a los consumidores hacia los
contenidos, y la hegemonía de lo comercial sobre la "superautopista de la
información", que ha sido rápidamente bordeada con carteleras
publicitarias, se consolidará gracias a esta fusión.
El poder a las corporaciones
Los 75 años de historia de la radio y teledifusión en los Estados Unidos
establecieron una virtual "ley" de la evolución de los medios de
comunicación; que la comercialización erosiona progresivamente a la esfera
pública, que sustituye con entretenimiento a los materiales de la esfera
pública, como noticias de fondo y documentales pertinentes a la política
democrática, e incluso transforma a lo que queda de noticias en
entretenimiento. Existen sólidas evidencias de que La Gran Fusión hará
avanzar ese proceso, al integrar los nuevos medios con los viejos medios
comercializados.
La fusión también traerá la gran desventaja de que, aparte de sus efectos
negativos en la competencia, centralizará aún más el poder económico,
directamente y también por las fusiones defensivas que le seguirán. Ello
inclinará el poder político en favor de las corporaciones y los ricos, ya
que los nuevos gigantes tendrán la suficiente influencia financiera y
comercial como para incidir en el proceso político. Los medios de
comunicación han admitido este "problemita", pero no le dan mucha
importancia. El New York Times editorializó que "El remedio a esta amenaza
política no es evadir las fusiones, sino definir leyes sobre las
contribuciones a las campañas" (enero 11). Lo que hace absurda esta
respuesta, es que una mayor centralización del poder entorpecerá la
posibilidad de legislar y poner en vigencia las restricciones al
financiamiento de las campañas; y de todas maneras, se puede argumentar que
el finaciamiento electoral no será controlable legalmente, en la medida en
que las enormes diferencias de poder necesariamente incidirán en el proceso
político.
Este poder económico centralizado ya ha provocado un enorme costo, no sólo
en la política electoral, sino también en sus derivados: las cortes y los
organismos de control. También ha impactado en la ideología, gracias a los
medios de comunicación cada vez más abocados a la centralización y la
comercialización. Es por ello que las regulaciones antimonopólicas y las
de la FCC (Comisión Federal de Comunicación) se han debilitado; que el
volumen y la centralización del poder económico han dejado de ser asuntos
que conciernen a la política y que la Gran Fusión es susceptible de ser
aceptada, a pesar del enorme impacto negativo en el plano social. Los
mecanismos de retroalimentación puestos en marcha, que han defendido el
proceso de fusión, continúan haciendo daño a la democracia económica y
política. Este proceso sólo se detendrá cuando veamos un movimiento social
como el que se manifestó en Seattle, pero multiplicado por millares.
* Edward S. Herman es estadounidense, autor, conjuntamente con Noam
Chomsky, de "Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass
Media" (Pantheon Books, 1988), entre otras obras.
https://www.alainet.org/es/articulo/104790
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