Relaciones interconectadas
Implicaciones globales del VIH-SIDA
30/06/1997
- Opinión
En una zona rural apartada de Zaire, donde una vez trabajé, el fenómeno
social que yo habría definido como "patrones de rompimiento matrimonial:
divorcio, separación, etc.", eran descritos como "dispersiones". Esta
metáfora, basada en la comprensión popular de las formas que asume la
interacción humana, emocional y sexual, refleja el vaivén de las relaciones
en la vida de las mujeres: abandono del matrimonio, regreso a la familia y,
nuevamente, otro matrimonio, entrando y saliendo de las relaciones.
Es una concepción dinámica y fluida, que no tiene un significado
dicotomizante ni moralizante como las palabras "rompimiento" o "divorcio".
Más bien hacen referencia a un fenómeno social, muy diferente de aquel en
el cual los valores religiosos y/o culturales concernientes al matrimonio
son firmemente mantenidos en su lugar por estrictas sanciones sociales. En
tales sociedades, la gente se dispersaría mucho menos.
La metáfora de la "dispersión", en su aplicación a las relaciones humanas,
no es diaspórica. Su contexto presupone un vaivén, un movimiento de
dispersión y reagrupamiento, a medida que la gente se agrupa, permanece
juntos un tiempo y se dispersa nuevamente. Un mapeo espacio-temporal
crearía una red de vías conectadas, que convergen, se dispersan, se
concentran, se disuelven, mostrando gente conectada directa o
indirectamente, por hilos de vinculación intermediada. La red sería
compleja, intrincada, anudada, entrelazada, siendo cada una de sus partes
conectada, por una o varias vías, con otras.
Dispersión: género, VIH y desarrollo
Esta metáfora de la dispersión es crucial para la comprensión de la
epidemia del VIH y para el desarrollo de respuestas efectivas. Permite una
mejor comprensión de las conexiones entre el VIH, el género y el
desarrollo, pues los enlaces que describe, no solo que conforman la
estructura por la cual el VIH se difunde, sino que permiten determinar la
naturaleza de su impacto.
La transmisión del virus del VIH involucra esencialmente cierto tipo de
contacto entre las personas: interacción sexual sin protección, intercambio
de agujas u otro tipo de instrumentos o transfusiones sanguíneas. Estos
aspectos han sido el punto de atención de la mayoría de debates y
discusiones acerca de la epidemia. Estamos más o menos bien informados/as
sobre las formas de transmisión del virus y como la transmisión puede ser
interrumpida.
Sin embargo, para entender las modalidades de propagación de la epidemia
se deben tener en cuenta la noción de "dispersión", así como las vías y
mecanismos de deseo que ponen en contacto a personas diversas, a través de
los cuales el virus se transporta. Los sitios en los cuales estas vías se
cruzan son puntos de contacto humano en los cuales la transmisión puede
ocurrir.
La metáfora de la "dispersión" puede ser aplicada no sólo a la movilidad
de las relaciones sexuales, sino también a la movilidad humana en general.
Donde existe un sistema de transporte extensivo, confiable y de fácil
acceso, la "dispersión" se hace mucho más sencilla, su alcance se extiende
y el virus se transporta con mayor facilidad. La "dispersión", que extiende
y delinea esta red de contacto humano, puede ser intencional, o ser
originada a través de factores como: el rompimiento matrimonial, la
sexualidad múltiple, o el uso de las drogas en lugares colectivos. También
puede ser un resultado de los desplazamientos: de los distintos tipos de
movilidad geográfica que incrementan la probabilidad de la dispersión en
las prácticas sexuales o de drogas; de los mercados de trabajo estacionales
o divididos por género; o de la movilidad ocupacional o de estilos de vida.
Contacto humano y dispersión
Ambos conceptos -contacto humano y dispersión- son cruciales para entender
los patrones y la velocidad de difusión de la epidemia, quién y con cuánta
rapidez se infecta. Sin embargo, generalmente esto no se reconoce: el
contacto humano es una condición necesaria de la transmisión y ha sido el
punto de atención dominante de las intervenciones ante la epidemia. Las
prescripciones relativas al uso del condón, las agujas esterilizadas y el
tratamiento de las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), junto con
campañas para difundir su uso, entendidos como su vehículo de dispersión,
se derivan de esta forma de caracterizar la transmisión del VIH. Estos son
medios que los individuos pueden emplear para prevenir o minimizar la
posibilidad de una transmisión viral.
Reconocemos que el contacto humano es una condición necesaria para la
transmisión del virus entre personas pero no es una condición suficiente
para la propagación de la epidemia. Si un grupo de personas siempre ha
tenido relaciones sexuales o habían compartido agujas, solo entre ellos,
sin importar la frecuencia, el virus no entraría en el grupo ni se
esparciría entre ellos. Estas serían redes cerradas de actividad sexual o
uso de drogas. Una pareja no infectada, que comparte agujas y/o tiene sexo
solo a su interior, no será afectada por tal cercanía. El aislamiento
social es, por tanto, una forma de protección social. Tal aislamiento
también puede ser geográfico. Desde luego, es una estrategia de protección
igualmente o más efectiva que las otras prescripciones ya mencionadas.
Factores sistémicos de la "dispersión"
El otro aspecto de la dispersión, y que a menudo es descuidado, es él que
impulsa la epidemia y nos obliga a plantear la pregunta: ¿bajo qué
condiciones las redes, o los circuitos cerrados sexuales o de uso de
drogas, pueden abrirse?, ¿por qué la gente empieza a moverse en las vías de
conexión de la red de contacto humano? La reflexión sobre estos
interrogantes puede ayudarnos a entender mejor los factores que determinan
la extensión de la epidemia.
Nuestra comprensión de los factores que condicionan el grado de dispersión
es todavía muy limitada, pero podemos señalar los siguientes elementos:
* Inciden las normas sociales y los valores que toleran o promueven la
dispersión, -más comúnmente entre los hombres o los hombres jóvenes-, o el
consumo de alcohol y de drogas recreacionales. En situaciones donde es
socialmente aceptado o alentado que los varones "se hagan hombres" o tengan
amantes, más allá de los patrones de conducta admitidos, se estimula la
apertura de las redes sexuales. Si solo algunas mujeres, las trabajadoras
sexuales por ejemplo, llegasen a convertirse en las compañeras sexuales de
estos hombres, estas mujeres se volverían un punto de convergencia:
mientras mayor es la cantidad de mujeres que participan, más posibilidades
tiene de abrirse el mapa de la red.
* La epidemia se esparce más rápidamente en sociedades en las cuales las
mujeres no son valoradas socialmente y en las cuales no existen sanciones
sociales estrictas contra la dispersión. Las mujeres pueden tener muy altos
niveles de participación y acceder a las instituciones sociales y
económicas y aún así no ser valoradas positivamente. Esta carencia de
valoración se manifiesta, particularmente, en la naturaleza de las
relaciones entre hombres y mujeres. En la mayoría de los países
latinoamericanos, las mujeres tienen altos niveles de participación en la
fuerza de trabajo y en el acceso a la educación y a los sistemas de salud.
Sin embargo, es la carencia de valoración de las mujeres lo que está detrás
de los siempre altos niveles de mortalidad materna, de abortos ilícitos y
de violencia doméstica en la región.
* La existencia de relaciones sociales desiguales y opresivas, que
disminuyen la autonomía de las personas -relaciones de poder basadas en la
etnia, la clase, la sexualidad, el género, o lo que sea- encaminan en estas
vías a quienes controlan, manipulan, dominan, dirigen o subyugan, y
perpetúan la discriminación, el desempoderamiento y la marginalización. En
la ciudad de México, por ejemplo, la infección afecta nueve veces más a las
amas de casa que a las trabajadoras sexuales.
* Repercute en los niveles de infección, la débil existencia de
tradiciones de solidaridad y de redes de ayuda social. En los lugares donde
no se invierte tiempo, esfuerzo y recursos en la familia y demás sistemas
locales de ayuda social, la población más necesitada, especialmente madres
solteras, adolescentes y la niñez, se encuentra marginalizada, y relegada a
las barriadas, casas asistenciales y calles.
Las tradiciones de solidaridad y apoyo pueden existir por igual en
condiciones de extrema pobreza como de riqueza, aunque las formas de ayuda
que se puedan brindar son más limitadas en situaciones de pobreza. En
general, las comunidades, naciones y familias donde el capital social es
débil, es decir, en las cuales la confianza y el respeto no son frecuentes
y la diversidad no es valorada, las tasas de infección son mayores.
* En las comunidades y naciones donde la estratificación socioeconómica es
extrema, tanto los ricos como los pobres presentan altos niveles de
infección. Los ricos se dispersan porque se sienten menos atados por las
convenciones sociales, y sus estilos de vida están casi invariablemente
atados a su movilidad geográfica. A su vez, las estrategias reproducidas
por los pobres están basadas en la dispersión geográfica o sexual. América
del Sur y Central tienen una alta tasa de países en estas condiciones:
Brasil registra la mayor brecha de riqueza del mundo entre el 20% de la
población con mayores ingresos y el 20% con menores ingresos. El primer
grupo tiene un ingreso 32 veces mayor que el segundo grupo. Después de
Brasil se encuentran, en segundo lugar, Guatemala (30 veces), tercero
Panamá (30 veces), en sexto lugar Honduras (24 veces) y en décimo lugar
Chile (18 veces). (Informe de Desarrollo Humano, PNUD, 1996).
* La estructura del mercado laboral también afecta los niveles de
infección. Allí donde las oportunidades de empleo existen, o son creadas
cerca de donde la gente vive, hay menor dispersión. Exacerban la dispersión
los mercados laborales que crean oportunidades de empleo para un solo
género: las minas o fábricas que emplean únicamente a hombres, o los
espacios donde trabajan solo mujeres, en fábricas o áreas domésticas. Tales
mercados de empleo obligan, o atraen a la gente a alejarse de sus familias
y comunidades en situaciones donde la única alternativa a la soledad puede
ser la dispersión sexual.
* Las economías, los mercados y el comercio prósperos conducen a la gente
hacia las vías de dispersión. Así como lo hacen los sueños de una vida
mejor o diferente, fundados en las ilusiones creadas por el cine, o en los
mitos de las fortunas que se pueden encontrar.
Todos estos factores son sistémicos; desplazan el enfoque del análisis de
los individuos y de los conceptos de vulnerabilidad frente al riesgo o
reincidencia, que son esencialmente dirigidos a nivel individual, hacia las
circunstancias que crean las redes. Eso es, hacia los valores de los
sistemas económicos corporativos, educativos, culturales, sociales, legales
y políticos que estructuran el mundo.
El hecho de encarar factores condicionantes tan diversos y complejos nos
confunde, ¿acaso necesitamos resolver tantos problemas mundiales para poder
aminorar la expansión de la epidemia?
Aunque ha habido un éxito muy limitado en la transformación de la vida de
las mujeres y en la disminución de la pobreza en las últimas tres décadas,
la respuesta probable es: sí. Esto no implica que todos los problemas deban
necesariamente ser tratados simultáneamente; hace falta encontrar los
puntos de entrada y los enfoques y prácticas que puedan catalizar los
cambios requeridos.
La agenda neoliberal favorece la dispersión del VIH
No obstante, estos factores son considerados, en su mayoría, intratables o
inapropiados, por quienes diseñan las intervenciones del "menú VIH". Si
cada persona sexualmente activa, o que use drogas, quisiera, estuviere
capacitada y tuviera los recursos para el uso de condones o agujas
estériles, no necesitaríamos tratar los problemas anotados en el contexto
de respuesta hacia la epidemia. El asunto podría quedar en manos de quienes
se interesen por él. Pero después de 15 años de la epidemia, no hay
evidencias de generalización del uso del condón, como tampoco existía a
priori motivos para creer que fuera factible.
Se hace necesario, entonces, fijar nuestra atención en esos factores
sistémicos. Sin embargo, los planes de desarrollo nacional o la asistencia
al desarrollo, raramente se encaminan a transformar la naturaleza de las
relaciones entre hombres y mujeres, las normas y valores sociales, o las
tradiciones de solidaridad y/o ayuda social.
Las políticas de redistribución, la reestructuración de los mercados
laborales y la burocracia requerida para implementarlas han sido
reemplazadas por ideologías de racionalismo económico basadas en las
fuerzas del libre mercado, dentro de las cuales el interés público no tiene
lugar. Los bienes y servicios públicos no son ya un derecho, se han
convertido en bienes privados por los cuales debemos pagar. El mercado ha
sustituido al Estado como el principal actor en la toma de decisiones
sociales.
Estos son los factores que determinan la extensión y la densidad de la
dispersión y, por lo tanto, el esparcimiento de la epidemia, y entonces,
deben ser abordados. Sin embargo las alianzas y las coaliciones necesarias
para luchar contra una agenda política y técnica inapropiada o reaccionaria
sobre el VIH, aún no se han movilizado. Las lecciones del feminismo y del
movimiento por la salud de la mujer son generalmente descuidados o
ignorados por parte de burócratas, organizaciones de servicio, activistas,
investigadores y políticos, involucrados en el tema del VIH.
Patrones de "dispersión" e impacto
La metáfora de la dispersión y su mapeo espacio-temporal ayudan también a
entender las formas en las cuales estos fenómenos interrelacionados entre
sí -género, desarrollo y VIH- influirán y serán influenciados por el
impacto de la epidemia. Para la mayoría de enfermedades, la cadena de
efectos no es muy larga, pero en el caso del VIH los encadenamientos de
efectos pueden eventualmente alcanzar casi todas las esferas del esfuerzo
humano colectivo.
Si bien las vías de expansión son modeladas por estos factores sistémicos,
no determinan la acción humana. Dos personas en similares circunstancias
socio-económicas y culturales, pueden tomar dos decisiones distintas así
como actuar y reaccionar de formas muy diferentes. Los senderos de la vida
que trazamos no están predeterminados; muestran la marca de sus
creadores/as. Así por ejemplo, si bien un grupo ocupacional como los
pilotos aéreos pueden tener una tasa de infección relativamente alta, ello
no significa que todos los pilotos sean infectados.
El impacto de la epidemia, en tal o cual lugar, estará directamente
relacionada con los patrones de dispersión, con el grado de difusión y
concentración de esta dispersión. La infección está siempre concentrada en
áreas familiares, ocupacionales y geográficas. En lugares donde el mapa
espacio-temporal de la dispersión es menos agrupado o extensivo, el impacto
será diferente de aquel donde el mapa sea más convergente o extensivo.
Pero, en última instancia, lo que determina el impacto es: quién muere y
cuándo. El impacto es la suma total de las consecuencias de las muertes
individuales, cada una de las cuales es una tragedia personal y familiar.
Cómo minimizar el impacto
La naturaleza y los patrones del impacto socioeconómico serán
influenciados por factores exógenos. Estos incluyen entre otros: las
posibilidades de reemplazar a las personas enfermas o moribundas, sin
pérdida significativa de productividad; la capacidad de las instituciones
de reestructurarse para reducir los efectos perjudiciales de la pérdida de
personal; la posibilidad de desarrollar políticas y prácticas en el mercado
laboral que tiendan a disminuir la "dispersión" en lugar de exacerbarla; la
pauta para que se logre fortalecer el capital social de una nación, el
respeto y la preocupación por los demás -sin importar las diferencias; el
grado en el cual la productividad económica, la crianza, el cuidado, el
altruismo y la empatía puedan ser compartidos entre los géneros.
Los factores sistémicos que influyen en la propagación pueden contribuir a
un análisis predictivo que, en tales o cuales circunstancias, podría
indicar la naturaleza posible del desarrollo de la epidemia en el tiempo,
facilitando así el establecimiento de prioridades para minimizar su impacto
anticipado.
Pero en último caso, la estrategia más importante para minimizar el
impacto de la epidemia será el tratamiento de los factores sistémicos que
la propagan. Existen ya comunidades y países en la región en donde un 5 a
10% de la población adulta, o más, está infectada, hombres y mujeres. Y la
epidemia se está esparciendo mucho más rápidamente que las respuestas
efectivas.
Se requiere con urgencia una política valiente de reflexión y acción,
basada en la aceptación de la complejidad, la diferencia y la conveniencia
de la duda; que se enmarque en actitudes de humildad, respeto, disposición
al cambio, de solidaridad y de la creencia en la naturaleza humana y en la
disposición de la gente para modificar su comportamiento.
* Elizabeth Reid: Directora del Programa VIH y Desarrollo, del PNUD,
Estados Unidos
* Este documento es parte de
La cara Socio-económica del Sida Serie Aportes para el Debate No. 5.
https://www.alainet.org/es/articulo/104798
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