Sin prisa, pero sin pausa
El movimiento de la Consulta Popular en Brasil
24/07/2000
- Opinión
En diciembre del 97, en una reunión realizada en la localidad de Itaicí
(Sao Paulo) se constituyó formalmente una coordinación de diversos
movimientos sociales de Brasil que pasó a llamarse Consulta Popular, para
rescatar el carácter que tuvo tal evento, en el cual participaron unos
trecientos delegados/as del Movimiento Sin Tierra, la Central de
Movimientos Populares, la Articulación de Mujeres Trabajadoras Rurales, el
Movimiento de Pequeños Agricultores, el Movimiento de Afectados por las
Represas, agentes de pastoral, sindicalistas y estudiantes.
Desde entonces a nuestros días, esta iniciativa ha logrado establecer una
presencia nacional y avanzar considerablemente en la formulación política y
teórica de un proyecto alternativo, en un proceso que camina acompasado con
el trabajo de base. Hace un año, 1.100 militantes de la Consulta Popular
(CP) protagonizaron un hecho inédito: la "Marcha Popular por el Brasil" que
arrancó de Río de Janeiro el 26 de julio y cerró su peregrinaje en Brasilia
el 12 de octubre con las actividades programadas por el "Grito
Latinoamericano de los Excluidos/as", tras recorrer más de 1600 Km., entre
cuyos propósitos primó el intercambio con los centenares de poblaciones
visitadas sobre la situación del país y la alternativa popular, como una
demostración práctica de que hay otras formas de hacer política (Ver ALAI
Nº 301, 18-10-99).
ALAI dialogó con César Benjamín, economista de profesión y miembro del
equipo de coordinación de la Consulta Popular, quien es uno de los
encargados de la sistematización de los debates y reflexiones que se vienen
realizando en el marco de esta iniciativa, que, entre otras, en 1998 se
tradujo en la edición colectiva del libro "La Opção Brasileira" (La Opción
Brasileña).
- ¿Cuáles fueron las motivaciones básicas que dieron origen a este
movimiento de la Consulta Popular?
La CP comenzó a organizarse hacia fines de 1997 debido a que los partidos
políticos habían abandonado ciertas funciones que les son propias, tanto en
el plano de la formulación política y teórica, particularmente en la
formulación de un proyecto alternativo, como en materia de la formación de
la militancia y del estímulo a los movimientos sociales. Frente a esto
decidimos desarrollar una red de militantes de base, sin carácter
partidario, que cumpla con tales funciones.
Nosotros trabajamos mucho con el concepto de una refundación de la
izquierda y tratamos de evitar dos ideas erradas. La primera es que esa
refundación no podría resultar de un evento, de un hecho. Comprendemos la
refundación como un proceso, un proceso largo, que tiene que implicar a
millones de personas; segundo, evitamos pensar esa refundación a partir de
su forma y preferimos pensar que los contenidos deben marcar ese proceso.
Por lo mismo, trabajamos en tres grandes vertientes: una transformación de
valores, una refundación en la práctica y una refundación del pensamiento.
Nos referimos, en primer lugar, a una refundación de un conjunto de valores
necesarios a cualquiera que se proponga participar y colaborar con un
proyecto de transformación social. Consideramos que en los últimos 15 años
la izquierda brasileña sufrió un proceso de deterioro de valores, lo que es
algo grave, y buscamos recuperar la dignidad de la militancia, el trabajo
de base, la solidaridad, el trabajo colectivo, valores fundamentales que
quedaron muy olvidados a medida que la izquierda fue institucionalizándose
cada vez más.
La segunda vertiente, la refundación en la práctica, no es otra cosa que un
gran reencuentro del pueblo, también en este período la izquierda se alejó
mucho del pueblo, se constituyó en aparatos partidarios y sindicales cada
vez más llamados a penetrar el Estado, a tener una vida de gabinete, a
gerenciar cuestiones que alejaron la militancia del pueblo, con excepciones
evidentemente, por lo que es preciso producir esta refundación en la
práctica que haga que nuestra militancia vuelva a insertarse en el pueblo.
El tercer elemento, la refundación del pensamiento, responde a que también
en estos 15 años nuestra izquierda quedó muy atrapada en la lucha interna o
en las elecciones, tenemos elecciones cada dos años y un congreso de
partido o sindicato cada año, entonces formamos una generación de
militantes pragmáticos que saben operar en la lucha interna, en el proceso
electoral, pero perdieron mucha capacidad de pensar el país y producir un
pensamiento que esté a la altura de la propia crisis brasileña, que es muy
grave, y que no nos va a esperar y va a tener alguna solución con nosotros,
sin nosotros o contra nosotros.
Entonces, la CP se propone conducir un proceso de refundación de la
izquierda sin institucionalizarse en cuanto a una burocracia, a un aparato,
y por el contrario revalorizando la red de la base de la sociedad y
desarrollando esos elementos a los que me referí.
- ¿Qué receptividad ha logrado alcanzar esta propuesta?
Tenemos un potencial de militantes que es creciente y agrupa ya a muchos
millares de personas. Diría que hemos tenido un relativo éxito en esta
caminata, aunque continuamos percibiendo que será una caminata larga y
difícil, no somos corredores de velocidad, somos maratonistas. Estamos
preparando un gran número de militancia joven y hay otra característica
interesante: la presencia muy fuerte del pueblo más desposeído pues están
involucrados los movimientos más significativos, potencial que combinamos
con una formulación estratégica.
Hoy, es la Consulta el polo que ha formulado propuestas, no sé si mejor,
pero con capacidad innovadora, el que ha producido formación de cuadros,
con cursos, multiplicación de cartillas, libros, videos, etc. Es ya una
referencia nacional que avanza como una iniciativa muy abierta, que va
-como se dice- "haciendo camino al andar", por eso es que es una realidad
difícil de ser definida o encuadrada en algún manual, o forma preexistente,
porque la realidad es nueva.
- Cuando te refieres a la militancia, ¿cómo se da la relación entre aquella
que está articulada a organizaciones y la que se encuentra dispersa, sea
porque nunca participó de organización alguna o en algún momento la
abandonó?
Acá tenemos una realidad, numerosos militantes se alejaron de las
organizaciones tradicionales discordando con la línea institucional,
electoral, etc. Entonces, encontramos una disponibilidad de cuadros que
han visto en la CP una propuesta nueva y una alternativa. Mas no tenemos
prisa, en el sentido que preferimos errar en este momento, en el
fortalecimiento de la red de base, que errar en sentido contrario, pues si
tuviéramos prisa la CP se transformaría rápidamente en una estructura
parecida a las otras, con la hegemonía de la clase media que tiene mejor
capacidad de expresión, cuando no porque tiene tiempo para la militancia, y
no queremos eso, no queremos consolidar una estructura jerárquica donde el
poder se reproduce a través de la burocracia.
Para nosotros está claro que la estructura que estamos montando será nueva,
nuestra opción es que en caso de error es mejor errar con la base, junto
con el pueblo, que errar por una excesiva centralización y burocratización.
De ahí que es preciso hacer que esta experiencia de rescate del trabajo de
base, de rescate de la dignidad de la militancia, cree raíces políticas,
ideológicas y culturales muy solidas para que la CP pueda avanzar en
dirección de una forma nueva de organización, sin violentar estas
características. Es por eso que estamos dando tiempo para que esta cultura
que es la base de la refundación madure e involucre a millares de personas.
Obviamente no se trata de una estructura definitiva, precisará
experimentar saltos de calidad, pero es preciso que esos saltos de calidad
expresen una voluntad colectiva de millares de cuadros y no una prisa de un
puñado de dirigentes que rápidamente quieren llegar a ese punto.
Nosotros somos críticos de aquellos compañeros de izquierda que construyen
organizaciones muy homogéneas a partir de una dimensión doctrinaria muy
pura. Más bien somos eclécticos, queremos mirar bien la historia del
Brasil, verificar las contribuciones que se han dado, mirar la historia de
América Latina, de la humanidad, y estar abiertos para recoger lo que es
mejor. La CP convive con una serie de referencias que son teóricas,
históricas, profundamente ligadas al estado de nuestros pueblos y eso a
veces despierta una cierta sospecha de una izquierda más pura que la
nuestra. Pero es porque somos y queremos continuar siendo parte del
pueblo, porque entendemos que quien va a cambiar este país y este
continente es nuestro pueblo o nuestros pueblos, no somos nosotros.
Entonces, tenemos una relación de respeto con la cultura popular, con el
ritmo del pueblo, con su tiempo, y no necesariamente el tiempo del
intelectual o del dirigente. Este es un proceso en el cual no hemos
partido de cero. No habría podido surgir si el MST no existiese, si la CMP
no existiese, si el trabajo de las pastorales sociales no existiese, somos
herederos y continuadores de ese trabajo. Lo que estamos haciendo es dar
una identidad común y producir un salto de calidad en la conciencia de
estos millares de compañeros, y tiene que hacerse con calma.
- ¿Esta demarcación crítica tanto del doctrinarismo como del
institucionalismo y pragmatismo y, a la vez, la constante referencia a la
cultura, se debe acaso a que se trata de una especie de revolución
cultural?
Considero que sí, que sin esa revolución cultural en el ámbito de la propia
izquierda las iniciativas acaban perdiéndose, tienen piernas cortas, acaban
repitiendo experiencias criticadas a su origen. Indudablemente que lo
humano es lo esencial. La propia CP no tiene dinero, no tiene estructura,
convive con todas las dificultades, pero si nuestro militante tiene en la
cabeza una visión del mundo a organizar, si es multiplicador en la sociedad
donde vive, si tiene la percepción de que su trabajo es parte de un todo
orgánico, si está equipado con valores de honestidad, de trabajo colectivo,
de solidaridad, de humildad, ahí sí estamos construyendo una cosa sólida
que va a fructificar.
Para nosotros el elemento humano es un elemento central, por eso es el
énfasis en la persona, en nuestro militante. El dinero es importante, el
acceso a los medios de comunicación es importante, la estructura es
importante, pero todo ello es secundario; lo esencial es esa renovación que
está dentro de cada uno, no desde el punto de vista físico, porque cada uno
tiene que ser un luchador del pueblo, un multiplicador, es esa identidad
que estamos constituyendo. Y ese militante ciertamente no será un
intelectual sofisticado capaz de discutir todos los aspectos económicos,
pero tiene que tener una visión clara del camino, del proyecto, y tiene que
transformarse en un organizador, en multiplicador. Entonces, nuestro
énfasis es formar esa red, dotarla de una identidad político-ideológica, de
una identidad social, en el sentido que esa red sea una locomotora de las
luchas sociales, y de una identidad cultural para que pueda impulsar ese
proceso de refundación.
- Si bien señalas que se trata de un proceso que se va construyendo en el
camino, cabe preguntarte si de por medio no existe la intencionalidad de ir
hacia la formación de un nuevo partido.
Por ahora, no... en el futuro, no sé. Como ésta, hay una serie de
cuestiones que nos plantean que se irá definiendo en el proceso, pues
tenemos conciencia que éste precisa de un tiempo para madurar. No tiene
sentido que mañana hagamos un congreso con 200 o 300 dirigentes y nos
descolguemos de esa base militante de millares de compañeros que son el eje
de la CP.
- Los movimientos sociales que están impulsando la CP de una u otra manera
han mantenido vínculos particulares con el Partido de los Trabajadores
(PT). ¿Cómo se presentan las relaciones entre las dos instancias?
Hay muchos compañeros que son de la Consulta y continúan en el PT o en
otros partidos. La Consulta no les pide que salgan ni se propone ser en
este momento una estructura que sustituya a las demás, lo que sí busca es
constituirse en un espacio en el que la propuesta de reformulación de
valores, de la práctica y del pensamiento prospere y eso tiene un impacto
en la sociedad y en la propia izquierda. Es una estructura que convive
pero que no subordina su dinámica a esta dinámica que criticamos.
Los militantes partidarios, como los del PT, que se integran a la Consulta
son aquellos que comprendieron, aunque no todos, que esas estructuras cada
vez más viven para sí mismas, que la dinámica interna solo produce más
lucha interna, y que la crisis no va a esperar a que la izquierda resuelva
sus pugnas internas. Es por esto que vimos que era preciso romper este
nudo de la sintaxis de la lucha interna e iniciar un reencuentro de la
izquierda con la sociedad. Y en este punto es que nos critica la izquierda
del PT pues preferiría que sigamos en la lucha interna partidaria.
- ¿A partir de qué premisas proponen este reencuentro de la izquierda con
sociedad?
Nuestro análisis, que lo expresamos en el libro La Opción Brasileña,
caracteriza el sistema político actual como una democracia restringida.
Democracia en el sentido que preserva formalidades de origen democrático.
Restringida en el sentido que Brasil y América Latina en los últimos 12, 15
años vienen experimentando una contrarrevolución conservadora que en su
contenido es muy semejante a un golpe de Estado, solo que es un golpe de
Estado prolongado en el tiempo.
Nosotros tuvimos una Constituyente en 1988 que dejó mucho que desear, pero
tuvo avances democráticos. La dictadura estaba recién salida del
escenario, los movimientos populares en un momento de ascenso, por lo que
la Constitución del 88 recogió algunas conquistas democráticas. Pero desde
entonces para acá a lo que asistimos es a una recomposición del poder
conservador que ha impedido la reglamentación de la Constitución en sus
aspectos más progresistas, por tanto ésta todavía no ha podido entrar en
vigor, aunque ya ha sido objeto de reformas implementadas por congresos
conservadores. Y esto constituye un golpe de Estado.
Una de nuestras tareas es construir otro sistema, que lo llamamos
democracia amplia, que presupone una profunda reforma en las instituciones
políticas para que el pueblo efectivamente detente el control de este
sistema de poder y que este sistema de poder se base no en la alienación
sino en la participación, no en el individualismo sino en la organización,
no en la mentira sino en el debate, y así sucesivamente. Y eso nos plantea
una cuestión clave: ¿es posible transitar sin rupturas de la democracia
restringida a una democracia amplia? O sea, la propia democracia
restringida se puede desdoblar en una democracia amplia, o entre las dos
hay una diferencia de calidad que presupone una ruptura, que la
construcción de una democracia amplia choca con la democracia restringida.
Nuestra respuesta es que ella se choca, que será necesario un nivel de
ruptura cuyo momento, cuya forma, no lo tenemos claro, pero nos
posicionamos claramente como una fuerza que habla de una ruptura, de una
construcción de otro sistema político que no es un desdoblamiento interno
del actual sistema político. Y eso presupone cuestiones difíciles.
Consideramos que la crisis brasileña, tal vez podría extrapolar para el
resto del continente, no es ante todo una crisis económica. La crisis
económica es una de las expresiones de una crisis mayor, como es la crisis
de destino. ¿Qué somos y qué queremos ser? Y consideramos que la política
neoliberal solo se viabiliza cuando las fuerzas conservadoras consiguen
quebrar la autoestima de la sociedad a tal punto que acepte este conjunto
de desatinos, que acepte el quiebre de la idea de naciones, de pueblos, y
acepte pensarse como mercado.
En el debate contemporáneo de Brasil hay una secuencia muy definida.
Después de la segunda postguerra, en los años 50, 60, Brasil construyó una
identidad como un país o una nación subdesarrollada. Después de esos años
tuvo un crecimiento económico capitalista muy claro y pasó a autodefinirse
como país en desarrollo, lo que ya era una visión más optimista; un país
subdesarrollado tiene una carga estática, un país en desarrollo trae una
idea que está superando su situación. En los 80 pasó a llamarse país
endeudado, que ya traducía también un retroceso con relación a país en
desarrollo, pero por lo menos el concepto de país estaba presente. En el
90, pasó a llamarse mercado emergente.
A lo largo de las décadas fuimos un país, y al hablar de país, de nación,
está implícito que tiene que haber algún concepto de soberanía, como
también está implícito que tiene que haber un pacto social, una identidad.
Cuando esto queda de lado y pasa a llamarse mercado, se produce una
ruptura ideológica. Si bien antes tampoco teníamos propiamente soberanía,
queríamos tenerla, la idea de soberanía no podía ser dejada de lado, la
idea de solidaridad tampoco; pero cuando pasamos a decir que somos mercado,
esos conceptos quedan fuera. El mercado se refiere a flujos, el mercado no
es un bloque o un local donde se cultiva la solidaridad, al contrario, el
mercado es competencia. Se pasa así a trabajar a nivel ideológico, no solo
a nivel real, con la valorización de la ausencia de soberanía y de
solidaridad; es decir, se pasa a una construcción ideológica que nuestra
sociedad absorbe. Y esto se traduce en la gran perdida del autoestima. Y
es ese proceso que es fundamental para la política neoliberal, pues solo
con un fundamento ideológico de este tipo es que se puede vender las
empresas nacionales, destruir el Estado, destruir la legislación laboral.
Asistimos, entonces, a una crisis de fundamentos que nos coloca ante una
bifurcación histórica. Si mantuviéramos el proyecto neoliberal vamos a
tener que llevar hasta al final la destrucción de la nación, con tres
grandes consecuencias que no afectan solo a Brasil sino al conjunto de
pueblos de América Latina. La primera conlleva al fin de las monedas
nacionales, que ya esta en curso. La segunda despeja el camino al Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA), que implica la destrucción de
nuestros espacios económicos para integrarnos en un espacio único cuyo
centro de gravedad es la economía norteamericana. Y la tercera conlleva a
entregar todas las corporaciones estratégicas de base nacional. O sea, se
trata de una opción que nos conduce a una situación de colonia, la cual no
depende de si se tiene o no gobierno, sino de si se tiene o no una moneda
fuerte, si se tiene o no un espacio económico propio, si se tiene o no una
política externa propia.
En el siglo XIX, América Latina confirmó su posición periférica en la
economía del mundo pero obtuvo la independencia política, la preservó no
fue recolonizada, como lo fueron Africa y Asia por el colonialismo europeo.
O sea, fue un siglo con un perfil ambiguo; economías periféricas sin
embargo naciones independientes. El siglo XX trajo promesas de desarrollo
a las que luego se acoplaron aspiraciones de justicia social. Se dieron
diversas experiencias, la más radical fue la cubana, pero tuvimos en
Bolivia, en México, e incluso expresiones menores como la de Vargas en
Brasil, Perón en Argentina. Terminamos ese siglo sin tener ninguna
experiencia en curso, salvo la defensa de la economía cubana que está en un
momento defensivo. Y así nos encontramos ante el dilema: seremos mercados
o seremos naciones; seremos grupos que viven en la barbarie o seremos
pueblos; tendremos o no identidad.
- Ante este dilema, ¿cuáles son las alternativas que la Consulta está
presentando a la sociedad brasileña?
Nosotros estamos empeñados en avanzar en la formulación de un proyecto
popular para Brasil, que en lo inmediato implica alterar el sistema de
poder para democratizar la transferencia de recursos y las instituciones.
Esto es, primero, una democratización de la tierra, que es el principal
recurso natural del país y se encuentra terriblemente concentrada, lo cual
redunda en su baja utilización. La democratización de la tierra permitirá
hacer de ésta una fuente de trabajo, alimentos y renta, a la vez que
democratizar el poder, pues en las áreas rurales quien tiene tierra tiene
poder.
En segundo lugar planteamos la democratización de la riqueza, comenzando
por la del sector financiero, cuyo nivel de concentración también es
absurdo y creciente. En Brasil, tan solo 10 bancos controlan el 72% de los
activos financieros y el 76% de los depósitos totales del país. Dominado
por las actividades especulativas, este poderoso sistema no transfiere
recursos para las inversiones productivas, especialmente las de largo
plazo, como tampoco apoya a las pequeñas y medianas empresas, ni a las
familias ni a los trabajadores. Para democratizar la riqueza habrá que
aumentar la oferta de financiamiento a las inversiones productivas
prioritarias y ampliar considerablemente el acceso al crédito, y para
defender la economía nacional habrá que controlar todo movimiento de
riqueza financiera; todo lo cual exige que el Estado nacional asuma el
control de este sistema.
La democratización de la información también es otra necesidad, por el peso
que ésta tiene en la formación de opiniones y valores y, consecuentemente,
en la organización social y política. A nivel nacional, apenas 6 grupos
reciben el 90% de la factura de los medios de comunicación de masas. Este
mismo esquema se reproduce al interior del país donde es moneda común los
monopolios regionales cuyos propietarios ejercen un férreo control de la
política local y los cargos de representación federal. Entonces, para
liberar el potencial creador y garantizar el pluralismo, se impone una
reorganización de los sistemas de radio y televisión rescatando el sentido
de espacio público, bajo control de la sociedad.
Además impulsamos la democratización de la cultura, en tanto elemento
decisivo para la construcción de ciudadanía. Según datos oficiales,
alrededor del 18% de la población del país es analfabeta, y si añadimos a
los llamados "analfabetos funcionales", bien podemos estar hablando de una
cifra superior al 50%. El mayor patrimonio de un país es su propio pueblo,
y el mayor patrimonio de un pueblo es su cultura. Por eso, el proyecto
popular establece no escatimar esfuerzo alguno para eliminar la incultura.
https://www.alainet.org/es/articulo/104825
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