La monarquía universal
28/08/2000
- Opinión
Ya se desmoronó la cortina de hierro, como si fuera de puré, y las dictaduras
militares son una pesadilla que muchos países han dejado atrás. ¿Vivimos,
pues, en un mundo democrático? ¿Inaugura este siglo XXI la era de la
democracia sin fronteras? ¿Un luminoso panorama, con algunas pocas nubes
negras que confirman la claridad del cielo?
Los discursos prestan poca atención a los diccionarios. Según los
diccionarios de todas las lenguas, la palabra democracia significa "gobierno
del pueblo". Y la realidad del mundo de nuestro tiempo se parece, más bien,
a una poderocracia: una poderocracia globalizada.
Día tras día, en cada país se van recortando más y más los angostos márgenes
de maniobra de los políticos locales, que por regla general prometen lo que
no harán y que muy rara vez tienen la honestidad y el coraje de anunciar lo
que harán. Se llama realismo al ejercicio del gobierno como deber de
obediencia: el pueblo asiste a las decisiones que toman, en su nombre, los
gobiernos gobernados por las instituciones que nos gobiernan a todos, en
escala universal, sin necesidad de elecciones.
La democracia es un error estadístico, solía decir don Jorge Luis Borges,
porque en la democracia decide la mayoría y la mayoría está formada por
imbéciles. Para evitar ese error, el mundo de hoy otorga el poder de decisión
a los poquitos, muy poquitos, que lo han comprado.
El FMI y el Banco Mundial
En la época del esplendor democrático de Atenas, una persona de cada diez
tenía derechos ciudadanos. Las otras nueve, nada. Veinticinco siglos
después, es evidente que a los griegos se les iba la mano con la generosidad.
Ciento ochenta y dos países integran el Fondo Monetario Internacional. De
ellos, 177 ni pinchan ni cortan. El Fondo Monetario, que dicta órdenes al
mundo entero y en todas partes decide el destino humano y la frecuencia de
vuelo de las moscas y la altura de las olas, está en manos de los cinco
países que tienen cuarenta por ciento de los votos: Estados Unidos, Japón,
Alemania, Francia y Gran Bretaña. Los votos dependen de los aportes de
capital: el que más tiene, más puede. Veintitrés países africanos suman,
entre todos, 1 por ciento; Estados Unidos dispone de 17 por ciento. La
igualdad de derechos, traducida a los hechos.
El Banco Mundial, hermano gemelo del FMI, es más democrático. No son cinco
los que deciden, sino siete. Ciento ochenta países integran el Banco Mundial.
De ellos, 173 aceptan lo que mandan los siete países dueños de 45 por ciento
de las acciones del Banco: Estados Unidos, Alemania, Japón, Gran Bretaña,
Francia, Italia y Canadá. Estados Unidos tienen, además, poder de veto.
Las Naciones Unidas
El poder de veto significa, en buen romance, todo el poder. La Organización
de las Naciones Unidas es algo así como la gran familia que nos reúne a
todos. En la ONU, Estados Unidos comparte el poder de veto con Gran Bretaña,
Francia, Rusia y China: los cinco mayores fabricantes de armas, que a Dios
gracias velan por la paz mundial. Estas son las cinco potencias que toman
las decisiones, cuando las papas queman, en la más alta institución
internacional. Los demás países tienen la posibilidad de formular
recomendaciones, que eso no se le niega a nadie.
La Organización Mundial del Comercio
Hay derechos que se otorgan para no ser usados. En la Organización Mundial
del Comercio, todos los países pueden votar en igualdad de condiciones; pero
jamás se vota. "El voto por mayoría es posible, pero no ha sido nunca
utilizado en la OMC y era muy raro en el GATT, el organismo que la precedió",
informa su página oficial en Internet. Las resoluciones de la Organización
Mundial del Comercio se toman por consenso y a puertas cerradas, que si no
recuerdo mal era el sistema utilizado por las cúpulas del poder estalinista,
para evitar el escándalo de la disidencia, antes de la victoria de la
democracia en el mundo.
Así, la OMC ejecuta en secreto, impunemente, el sacrificio de centenares de
millones de pequeños agricultores de todo el planeta, en los altares de la
libertad de comercio. No tan en secreto ni tan impunemente, sin embargo:
hasta hace poco, nadie sabía muy bien qué era eso de la OMC, pero las cosas
han cambiado desde que cincuenta mil desobedientes tomaron las calles de la
ciudad de Seattle, a fines del año pasado, y desnudaron ante la opinión
pública a uno de los reyes de la monarquía universal. Los manifestantes de
Seattle fueron llamados forajidos, locos, despistados, prehistóricos y
enemigos del progreso por los grandes medios de comunicación. Por algo será.
https://www.alainet.org/es/articulo/104848?language=en
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