Globalización: de la resistencia a la alternativa
14/11/2000
- Opinión
El día 30 de noviembre se cumple un año de la manifestación de Seattle, que
comenzó a alterar el clima político internacional. Hasta allí la
tecnocracia internacional decidía a su bello placer los destinos de la
humanidad, en reuniones en cualquier lugar del mundo, aparentemente sin
encontrar resistencias.
Era reflejo de la relación de fuerzas mundiales en la primera mitad de la
década de los noventa, cuando el neoliberalismo llegó al auge de su
hegemonía. El agotamiento de su primera fase, representado por Reagan y
Thatcher, fue sucedido por su oxigenación de la "tercera vía" de Clinton y
Blair. La economía mundial, comandada por la norteamericana parecía
mantener un crecimiento estable, aunque en niveles relativamente bajos.
Ideológicamente, la socialdemocracia contribuía decisivamente para hacer de
las políticas del Banco Mundial y del FMI una casi unanimidad.
Concomitantemente había una casi ausencia de análisis y formulaciones
alternativas, quedándose los cuestionamientos casi apenas en el campo de la
crítica.
La crisis asiática, seguida por la de Rusia y la de Brasil sonaron como el
ingreso de la economía internacional a un período de turbulencias, de la
cual ella aún no sale. Desde entonces la inestabilidad se instaló en las
bolsas de todo el mundo, las economías latinoamericanas no llegaron a
recuperarse, la crisis se aproximó gradualmente de la bolsa de Nueva York y
la elevación del precio del petróleo definitivamente instaló un clima de
crisis en la economía internacional.
Del punto de vista teórico, fueron surgiendo los primeros balances generales
del siglo, con las obras de Hobsbawn, Arrighi, Robert Brenner y, a partir de
ahí, el clima internacional comenzó a cambiar. La crisis asiática, en
particular, comenzó a generar una serie de críticas a la actuación del FMI y
del Banco Mundial, produciendo las primeras fracturas en el consenso hasta
allí general a favor de las políticas de ajuste fiscal.
El Banco Mundial reaccionó a ellas promoviendo debates sobre las
consecuencias sociales negativas de las políticas neo-liberales, sin poner
en cuestión los modelos económicos generadores de esos efectos negativos,
que fueron tratados como efectos paralelos indeseables, que deberían ser
combatidos como tales.
Fue en ese contexto que surgieron las manifestaciones de malestar
generalizado de la población mundial, reuniendo en Seattle organizaciones de
los más diferentes tipos, con un abanico variado de reivindicaciones, todas
convergiendo en el ataque a las políticas de mercantización del mundo,
personificadas por la OMC, por el FMI y por el Banco Mundial. De allí para
adelante se generalizó la resistencia a la globalización neoliberal,
reflejando el cambio de correlación de fuerzas mundiales, expresadas en las
movilizaciones de Washington, Melbourne, Praga.
El desafío actual es el de elaborar plataformas alternativas, que al mismo
tiempo congreguen todo el potencial de lucha acumulado en la resistencia al
neoliberalismo, e incluir a los más amplios sectores de la humanidad,
víctimas todavía pasivas de esas políticas. El Foro Social Mundial,
convocado para realizarse en Porto Alegre, entre los días 25 y 30 de enero,
al mismo tiempo que la reunión de Davos, en Suiza, apunta en esta dirección.
El hecho de que se realicen no solo contra-manifestaciones en Davos, sino un
Foro analítico y propositivo propio ya demuestra que el movimiento mantiene
su visión contestataria y, a la vez, que se propone elaborar visiones y
propuestas alternativas. Temas tales como "?Qué forma de organización de la
economía para producir para todos?" y "?Qué sistema democrático de
comunicación de masas?" demuestran la amplitud de los temas y del horizonte
de reorganización de los recursos acumulados por la humanidad en función de
las necesidades y de las agustias de toda la humanidad.
Al argumento de que había un descontento difuso y heterogéneo, incapaz de
organizarse bajo forma de proyecto alternativo, se puede inmediatamente
responder, incluso antes de la realización del Foro, que un punto articula
el conjunto de las manifestaciones de protesta, expresado en varios carteles
en Praga: "El mundo no está a la venta", esto es, contra la mercantilización
del mundo y, por tanto, a favor de la afirmación de los derechos de todos y
de cada uno. Es en esa dirección que se realizará el Foro Social Mundial en
Porto Alegre, en el cual los brasileños tienen la obligación de contribuir
cualitativa y macisamente para demostrar que lo mejor de Brasil y lo mejor
de la humanidad están del lado de una reorganización del mundo en la
dirección del humanismo, de la solidaridad, de la libertad y de la
fraternidad.
https://www.alainet.org/es/articulo/105003?language=es
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