Reiventar la solidaridad... Repensando el planeta
Un año después de Seattle...
28/11/2000
- Opinión
El precio al instante del café de Brasil o del barril de crudo venezolano;
la acción de la Novartis suiza o la Nissan japonesa; las fluctuaciones de
Londres , Nueva York o París, ya no son un misterio ni la primicia de nadie.
En décimas de segundos las variaciones de las bolsas, las transacciones
financieras y los precios de los productos internacionales recorren miles de
kilómetros; iluminan pantallas, redacciones y medios electrónicos y...
apuntalan economías artificiales o hacen explotar crisis que "acaban" con
países o continentes enteros en tiempo virtual.
Si la globalización -del capital y del mercado- aparece como un fenómeno
planetario tan interrelacionado, contradictorio y complejo como arrasador,
no menos indetenible es, también, la nueva explosión de información-
comunicación ciudadana, una de las novedosas contracaras de este fenómeno
expansivo.
El levantamiento indígena-zapatista de Chiapas del primero de enero de 1994
inauguró el nuevo escenario de las "revueltas cibernéticas". Y tan pronto
los grupos rebeldes lanzaban su ofensiva militar-mediática en ese rincón del
sureste mexicano, las informaciones sobre el levantamiento desbordaron las
nuevas autopistas de la información internética. Respondiendo a una clara
intencionalidad política -y no a la casualidad- de los zapatistas.
Desde entonces, el despliegue de la información en red, los mensajes
electrónicos multiplicados por mil y las campañas de denuncia y solidaridad
a través de las páginas web -sólo recordar el caso de Pinochet- se
convirtien en reflejos cotidianos.
?Entre las acciones de Novartis, el precio del crudo, la bolsa de Londres y
el levantamiento zapatista o la campaña a favor del enjuiciamiento de
Pinochet, qué de diferente y qué de común? Pregunta clave y marco
imprescindible para reinterpretar e reinventar las nuevas lógicas de una
globalización en marcha pero pendiente: la de la solidaridad planetaria.
Un planeta diferente
La reflexión sobre el presente-futuro de la Solidaridad (Norte-Sur; Sur-Sur;
Sur-Norte) parte de una actual coyuntura internacional, la del fin del 2000,
profundamente diferente a la de las décadas de los 70 y 80, época explosiva
en todo América Latina, marco particular del primer parto solidario masivo
posterior a la segunda guerra.
Este nuevo contexto histórico está marcado por el fin de los "experimentos
desarrollistas" y de los regímenes de la doctrina de seguridad nacional,
suplantados por contradictorios procesos "democráticos-formales", salidas
negociadas posteriores a las dictaduras de los setenta del Cono Sur o post
conflictos bélicos en el caso de Centroamérica.
En el terreno de las relaciones internacionales predomina hoy una marcada
crisis de fondo de la "cooperación al desarrollo" -retraimiento de
presupuestos y de ideas que se alejan del 0.7% del PNB destinadas al Sur-;
el debilitamiento del modelo cortoplacista de asistencia/intervención
humanitaria al estilo Somalia; y la re-diagramación de una nueva concepción
globalizante y hegemonista.
Fundada en nuevas lógicas militares, que se comenzaron a expresar en
"Tormenta del Desierto" y terminaron de diagramarse en la cercana Guerra del
Kosovo. Y que se "renuevan" en las versiones camufladas de intervención, de
las cuales el "Plan Colombia", en plena ejecución, no es más que un ensayo
en gran escala de la histórica doctrina del "gran garrote".
Propuesta resultante de un cuello de botella planetario: el modelo
económico-social hegemónico, el de las instituciones financieras
internacionales y la OMC (Organización Mundial del Comercio) resulta
inviable e invivible para la mayoría de la población tanto del Sur como del
Norte.
Basta recordar que los tres millonarios más ricos del mundo poseen una
fortuna igual al ingreso anual de los 45 países más empobrecidos; que la
mayoría del planeta vive hoy peor que hace 15 años -826 millones de
hambrientos, según el Informe de octubre de este año de la FAO- y que
extensas regiones del globo, especialmente del Africa subsahariana,
enfrentan condiciones inhumanas de "sobrevivencia". Con países como Sierra
Leona que no superan los 26 años de esperanza de vida, Malawi 29 o Zambia 30
años. Y con regiones enteras ya condenadas a desaparecer, por el SIDA, por
catástrofes naturales o por hambre.
Cara-cruz de la moneda
Sin embargo, la globalización del capital y del mercado, desata,
dialécticamente, otras formas de mundialización: en el plano de las
comunicaciones; de ciertas tecnologías que por la misma lógica del mercado
se han ido vulgarizando; de rutas informativas, etc. Realidades todas que
potencializan la construcción de propuestas alternativas en el plano macro y
la consolidación rápida de redes planetarias inimaginables hace sólo cinco
lustros.
En el plano ideológico esta dinámica se ve estimulada por una nueva
realidad. Se ha ido superando el momento más complejo de la crisis del
pensamiento "popular" y de la Solidaridad del fin de la guerra fría, marcada
a fuego por la caída del Muro de Berlín, y más aún -en el plano de la
Solidaridad- por la derrota electoral sandinista en Nicaragua (1990) que
implicó el quiebre de una utopía sur de poder diferente.
Este nuevo "estado de ánimo", desatado con vigor luego de la explosión
indígeno-zapatista, ha puesto en jaque a la doctrina del "fin de la
historia" y estimula una renovada capacidad alternativa de pensar y soñar.
Capacidad que los sectores progresistas, en todo caso en el Norte, habían
perdido o ejercitaban con una preocupante auto-censura en los primeros años
de la década en curso.
Tanto en el Norte como en el Sur se han ido perfilando los últimos años
nuevas expresiones organizativas y nuevos actores sociales. En América
Latina, a simple nivel de ejemplo, el Movimiento Indígena ocupa un lugar
destacado, desde Chiapas a la Patagonia argentina y chilena, pasando por las
jornadas insurreccionales de enero del 2000 en Ecuador y de abril y octubre
en Bolivia.
La fuerza creciente del Movimiento de los Sin Tierra (MST) y de otras
organizaciones nacionales en Brasil (tal como la Central de Movimientos
Populares o las diferentes pastorales) les permite perfilarse como nuevos
referentes (espejos donde mirarse), incluso para el movimiento
ciudadano/solidario del Norte.
Sin olvidar la eclosión de otras movilizaciones significativas en distintos
puntos del continente latinoamericano: de los docentes argentinos (casi tres
años de Carpa Blanca); de los campesinos cocaleros; contra la impunidad y la
memoria histórica; por el no pago de la deuda externa; contra la
privatización en sus diferentes formas en numerosos países, incluso algunos
históricamente adormecidos como Costa Rica.
E incorporando, en el debe-haber, un pujante proceso de fortalecimientos del
poder local/municipal/regional en numerosos países del Sur, del cual las
elecciones municipales de setiembre/octubre en Brasil con un neto
fortalecimiento de las fuerzas progresistas, no es más que una señal
ejemplificadora.
En el Norte, paralelamente, en el último lustro se produce una verdadera
explosión de nuevos movimientos ciudadanos como ATTAC (a favor de la Tobin a
las transacciones de capitales ), la Acción Mundial de los Pueblos, el Foro
Anti-Davos, la Declaración de Bangkok, las mil organizaciones anti-deuda
(muchas de ellas nacidas en el marco de Jubileo 2000 pero superando hoy las
limitaciones ideológicas originales), la mundializada Marcha Mundial de las
Mujeres, etc.
Particular fuerza ha logrado el movimiento convergente anti-OMC
(Organización Mundial del Comercio) que tuvo en su primera batalla frontal
contra el Acuerdo Mundial de Inversiones (AMI) en 1998 y 1999 sus mejores
precedentes .
Y que se convirtió en un nuevo "fenómeno" contestario durante las
sorprendentes movilizaciones de Seattle, Estados Unidos, en diciembre del
año pasado. Consolidándose de inmediato en la Cumbre Social Mundial -
Ginebra, junio del 2000- se robusteció con las movilizaciones de Millau,
Francia, en defensa del enjuiciado dirigente campesino José Bové. Y alcanzó
en Praga, en setiembre pasado, un punto de eclosión durante las
violentamente reprimidas movilizaciones contra el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, cuando ambas realizaban su 55va reunión
anual en la capital checa.
La participación de nuevos grupos juveniles en muchas de estas
movilizaciones y estructuras; la capacidad de proponer acciones simultáneas
mundiales (Marcha de Mujeres o acciones anti-Praga) así como una rápida
readecuación de importantes Organismos No-Gubernamentales y asociaciones
reformistas, que comprendieron la lección de Seattle, aparecen como hechos
interesantes. Operándose una novedosa concertación entre nuevos movimientos
militantes, sectores amplios de ONG, redes ecologistas comprometidas,
campañas internacionales -como contra la deuda o la Marcha de Mujeres-,
asociaciones de consumidores críticos, etc.
Ni paternalismo ni oportunismo
La recreación o reformulación de una propuesta de solidaridad confronta a
los diferentes actores a una reflexión de fondo sobre el concepto mismo, la
esencia, el sentido, las contrapartes e interlocutores y las expectativas.
Ante la explosión de nuevos actores y movimientos ciudadanos y populares
tanto al Norte como al Sur, cualquier tipo de solidaridad futura exige un
"enganche" o ligazón fuerte con esas nuevas manifestaciones ciudadanas
corpóreas.
La solidaridad "tradicional" -fortalecida en la década pasada en torno a
Centroamérica y sus organizaciones revolucionarias- está extenuada y padece
una seria crisis de crecimiento conceptual, de formas organizativas
adaptadas, de renovación generacional y de propuestas de red.
Nadie espera hoy en el Norte, "la línea" proveniente de organizaciones
revolucionarias del Sur, (el ?qué hacer?), ni viceversa. Constituyendo un
salto de madurez conceptual, operativa y propositiva mutua que rescata más
el concepto de "convergencia" que el de "verdad revelada" por las
vanguardias de antaño.
Desde la perspectiva del marco global donde se desarrollan las nuevas formas
del movimiento ciudadano y popular en el Norte y en el Sur, la solidaridad
por país, e incluso por región (como sucedió en su momento con Chile,
Argentina o Centroamérica), no se corresponde con la nueva dinámica
internacional en juego.
Desde esta perspectiva, el repliegue hacia una solidaridad eminentemente (o
exclusivamente) sectorial o "localista", al mejor estilo de los
Hermanamientos de una ciudad con otra, como sucedió en las décadas pasadas,
corre ciertos riesgos si pierde el referente global. Y mucho más si no
ejercita seriamente el concepto de contrapartes activas, equilibradas y
retroalimentadas.
Cualquier vaciamiento de contenidos estratégicos y globales condenará a una
asociación, grupo, comité, hermanamiento a un raquitismo conceptual
irreversible. Con el riesgo de seguir existiendo por folklore, aproximación
humanitaria, amiguismo, filantropía o simplemente, inercia.
Por otra parte, más que el marco nacional, regional o local, dos aspectos
claves adquieren en esta nueva etapa una importancia fundamental. El tipo
de contrapartes o interlocutores con los que se construye esa nueva
solidaridad y la temática-concepto que motoriza la relación.
Desde la perspectiva de la "deslegitimación consecuente" del modelo neo-
liberal como tarea esencial de los nuevos tiempos, el acuerdo de fondo sobre
temas comunes con interlocutores claves a uno y otro lado del ecuador
político, aparece como el mejor reaseguro a largo plazo de una opción
solidaria.
Admitiendo que la premisa esencial de cualquier ejercicio solidario comienza
por casa y se materializa con el vecino. Con los excluidos y marginados,
llaménse éstos desempleados, inmigrantes, sin tierra, sin techo, sin
domicilio fijo... los eslabones más débiles de la cadena en cualquier rincón
del planeta.
En ese sentido, será esencial redefinir el sentido mismo de la nueva
solidaridad. Por una parte, como ejercicio horizontal que obvie cualquier
tipo de transferencia o paternalismo (ni del Norte al Sur, ni del Sur al
Norte, ni en el Norte, ni en Sur).
Por otra parte, entendiéndola permanentemente como actividad integrativa y
amplia que permita sacar réditos tanto a los actores Norte como Sur de esa
solidaridad. Globalizar una nueva relación de fuerzas planetarias a partir
de complementar lo que generen en el Norte y en el Sur esos actores e
interlocutores.
Tal como advertía en una reciente visita a Europa, Felinto Procopio Santos,
dirigente de los "sin tierra" brasileño, "si no existe ese ejercicio de
construcción conjunta, la cooperación solidaria corre el riesgo de nutrirse
de paternalismo (de parte de los actores del Norte) o de oportunismo (de
algunos actores del Sur). Si no hay intercambio, no puede haber visión
común estratégica".
El zapatismo, el MST brasileño, las luchas docentes en Argentina, el
plebiscito contra la deuda brasileña, el prespuesto participativo de Porto
Alegre, los movimientos indígeno-campesinos, la revuelta cocalera, los
combates anti-ajuste en Centroamérica, en esta nueva perspectiva, serán tan
importantes al movimiento ciudadano del norte, como Seattle, la Cumbre
Social Mundial de Ginebra, Millau o Praga lo son para el movimiento
ciudadano y popular del Sur.
Una construcción conjunta, complementaria y mutuamente aleccionadora. Donde
el nuevo concepto de globalización de la solidaridad, en construcción,
responda más a objetivos y valores comunes que al simplismo imitativo del
pasado.
No se trata de crear un nuevo Chiapas en Europa ni un Seattle en Buenos
Aires, San Pablo o Managua. Sino de repensar cada realidad (y el planeta
entero) con la certitud que si el capital y el mercado lograron globalizarse
para excluir a los pueblos, es a éstos de globalizarse para inventar las
alternativas que hagan viable un planeta, que de seguir así estará
irremediablemente condenado a su autodestrucción.
https://www.alainet.org/es/articulo/105015?language=en
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