La injusticia global
Migraciones de mujeres
21/01/2001
- Opinión
La masividad sin precedentes de la migración de poblaciones del Sur hacia el
Norte, pone en perspectiva un conjunto de problemáticas globales que
incumben al Norte y al Sur, pues existe un estrecho vínculo entre la
mundialización de la economía, la polarización de las desigualdades y el
avance de los fenómenos de exclusión social, principales generadores de la
masividad de las migraciones.
Así, mientras las cúpulas de las transnacionales absorben el 25% del
producto interno bruto mundial, apenas dan trabajo a menos del 1% de la
población económicamente activa en los países del Sur. No obstante, los
gobiernos del Sur, cegados por la creencia de que sólo el mercado conducirá
a la humanidad hacia un mundo de bonanza, hacen desaparecer día a día las
legislaciones laborales y sociales para dar paso a las condiciones impuestas
por las transnacionales y las élites locales.
La mundialización de las desigualdades, y su neta polarización, es el
principal efecto perverso del dominio del mercado a escala planetaria. Más
aún, si las contradicciones son palpables en todos los campos, es en la
restricción a la libre circulación de personas, mientras hay libertad de
circulación para mercancías y capitales, donde se expresa, de manera
tangible, cómo según la lógica mercantil la humanidad está al servicio de la
producción de bienes y del lucro, y no al contrario.
Según la misma lógica, en América Latina y El Caribe, en flagrante
contradicción con el pretendido modernismo consumista liberal, la mayoría de
personas son afectadas por la disminución cotidiana de su poder adquisitivo,
el incremento del desempleo, el empobrecimiento, la atomización social, las
crisis urbanas y rurales, y el agotamiento de las estrategias de
supervivencia en sus propios contextos, por lo que muchas se ven obligadas a
emprender las famosas migraciones masivas, llamadas salvajes, de
trabajadoras/es hacia el Norte, pero también entre y al interior de los
países del Sur.
Para las mujeres, principales presas de la pauperización, la emigración
aparece como una posibilidad de mejorar su suerte, la de sus familias y de
sus comunidades, o de liberarse de contextos opresivos. Pero,
paradójicamente, la discriminación de género constituye, cada vez más, una
desventaja suplementaria para enfrentar la inmigración.
Con la deslocalización industrial, por ejemplo, en muchos casos restringida
apenas a la maquila y a las zonas francas, las mujeres del Sur se ven
involucradas en engranajes laborales donde se manifiestan en índices de
explotación similares a los vigentes durante la esclavitud, sin respeto del
tiempo límite de trabajo ni estabilidad laboral, sin ventajas sociales ni
condiciones espaciales salubres, sin salarios adecuados, entre otros.
La reestructuración de la discriminación
En los países del Norte, la inmigración, principalmente la clandestina, se
ha convertido en el chivo expiatorio para explicar todos los males sociales
o económicos que aquejan a esos países. Así, el control de los flujos
migratorios se presenta como "la" política necesaria para garantizar el
bienestar y la seguridad cotidiana y, con ese pretexto, se están adoptando
una avalancha de medidas técnicas y proyectos de ley xenofóbicos. De la
"lucha" contra la inmigración clandestina se está pasando al intento de
erradicación de la inmigración en general; la idea de que toda/o inmigrante
es clandestina/o y culpable hasta que haya probado lo contrario, está
generando comportamientos civiles de persecución, espionaje y delación, que
llegan a poner en peligro no sólo la seguridad de las/os inmigrantes sino la
vigencia de la democracia en esos países.
Pero, esas expresiones racistas y xenofóbicas no son una novedad, en la
historia contemporánea ella estuvo en el origen del triunfo del nacional
socialismo alemán. De la misma manera, la creencia de la supremacía de la
raza blanca sirvió de justificativo para el mayor genocidio conocido por la
humanidad: el de las "gestas coloniales" europeas en América (despuntadas en
1492) y, más recientemente del apartheid sudafricano. Las lógicas de
exclusión, principalmente contra la inmigración del Sur, han vuelto a
inflamar en el Norte la antorcha de la extrema derecha.
El activismo xenofóbico ha vuelto y con él la visión que convierte a toda/o
inmigrante en sospechosa/o. No obstante, como lo señala el analista Samir
Nair, en el caso de la inmigración, "La víctima no representa una amenaza
real y el agresor lo sabe. Ella está vencida de antemano porque no dispone
ni de la posibilidad de regresar a su país de origen ni la posibilidad de
defenderse apoyándose en el derecho", los ejemplos de quienes hipotecan su
futuro con el afán de llegar a las "tierras prometidas" son conocidos en
todos los países.
Así, las lógicas que fundamentan la ofensiva contra la inmigración son parte
del remozamiento de las viejas formas de segregación, existentes desde la
época colonial, sobre cuyas bases se delinea ahora un mundo a la imagen de
una pirámide, en cuya cúspide se encuentra la minúscula élite transnacional,
el poder tecnológico, industrial, y sobre todo financiero, y en la base
inferior una masa conformada por la mayoría de la población mundial,
principalmente del Sur, lo que, como lo visualiza la economista Susan
Georges configura la estructura de un apartheid planetario.
Un nuevo comercio rentable
Siguiendo la lógica mercantil dominante, se han creado compañías, redes
comerciales y corporaciones, muchas veces legales, de importación de
inmigrantes clandestinas/os. Se estima que las mujeres son las principales
usuarias de estos servicios, no solo buscan directamente asistencia para
emigrar sino que son solicitadas por los promotores de estos servicios y, en
algunos casos, enroladas en sendos mecanismos de tráfico y comercio de
mujeres.
En estas redes de "inmigración", siguiendo pautas de segregación étnica y
socio-económica, las mujeres y niñas pasan a ser comercializadas al igual
que cualquier producto: se seleccionan, se exportan, se alquilan y se
venden, según criterios definidos en el juego de la oferta y la demanda.
Este mercado tiene principalmente dos vertientes: la exportación y venta de
mujeres y niñas para el trabajo doméstico privado y sus derivados que, por
lo general, incluye también servicios sexuales; y el trabajo sexual
propiamente dicho, que comprende la exportación, tráfico, venta, alquiler de
mujeres y niñas para efectuar trabajos sexuales de diversa índole.
Pero además del carácter inhumano de esos tráficos, una cuestión se plantea:
la creación de un mercado donde las calificaciones laborales de las mujeres
del Sur se circuscriben, cada vez más, a sus atributos físicos y a la etnia,
elementos que se usan incluso para sustentar la inserción de estas a áreas
del trabajo industrial devaluadas materialmente, minuciosas o repetitivas,
donde se confunde la necesidad de trabajar que motiva a las mujeres con
supuestos atributos naturales o culturales.
Sin duda, hay mujeres para quienes la emigración ha significado una
posibilidad real de sacar adelante, sobretodo materialmente, a sus familias
y/o adquirir los bienes soñados en sus países de origen; también hay algunas
que excepcionalmente han logrado alguna promoción profesional, pero la
mayoría no. Casi todas las mujeres inmigrantes en el Norte viven para
trabajar y no al contrario, y se gastan los días añorando un retorno que
casi nunca llega.
Las preocupaciones de la Comunidad Internacional
Desde la perspectiva de las organizaciones de personas afectadas, como es el
caso de la Coalición de Inmigrantes Indocumentados de Estados Unidos, en
palabras de su dirigenta Mónica Santana, la problemática de la inmigración
no sólo tiene que ver con la necesidad de transformaciones en la visión del
modelo económico global, sino también con el desarrollo de un enfoque
humano, que caracterice a las personas como tales y no como accesorios
necesarios al buen funcionamiento del mercado.
En ese sentido, la "Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación
Racial, la Xenofobia y otras formas conexas de Intolerancia", que la ONU
realizará en Sudáfrica en septiembre del 2001, abre la posibilidad de que
los sectores afectados profundicen sobre estas problemáticas, establezcan
interrelaciones entre ellas y planteen propuestas que encaminen hacia la
erradicación de estos males.
En el proceso preparatorio para dicha Conferencia, las organizaciones de la
sociedad civil se darán cita en Quito, Ecuador, del 13 al 16 de marzo
próximos, para en el marco del Foro de las Américas por la Diversidad y la
Pluralidad, analizar las complejidades de los temas antes citados y generar
propuestas comunes a encaminar a la Comunidad Internacional, buscando a que
de una vez por todas se sienten bases para un mundo sin racismo, sin
xenofobia y sin discriminación.
https://www.alainet.org/es/articulo/105051?language=en
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