Encuentro nacional de los sin tierra
25/06/2001
- Opinión
En la ciudad de Yacuiba, Gran Chaco, se llevó a cabo, del 9 al 10 de junio,
el Primer Encuentro Nacional de Campesinos Sin Tierra de Bolivia, con la
participación de delegaciones provenientes de las diversas regiones del
país, donde se conformó la Coordinadora Nacional del Movimiento Sin Tierra.
El evento concluyó con la siguiente Proclama.
Han transcurrido 48 años desde la reforma agraria, y 176 años desde la
independencia de la República y aún hoy, nuestros pueblos y naciones
originarias siguen tratados con desprecio y como parias en la tierra que los
vio nacer y que nos legaron nuestros antepasados.
Despreciados, despojados y marginados por nuestro origen, por nuestro
apellido, por nuestro color, por nuestra cultura, por nuestras lenguas por
nuestras formas de ser y de vivir, por nuestras creencias y nuestras formas
de entender el universo, en más de 500 años, ahora el Estado boliviano y sus
clases gobernantes pretenden condenarnos a la servidumbre y el oprobio
eternos.
El destino que nos han asignado es el de obreros y campesinos pobres, el de
seres humanos sin derechos ni razón.
En los campos, la tierra que trabajamos no es nuestra. Y nuestros hermanos
están sometidos a la vil condición de ?mozos?, siervos y peones en las
haciendas de los latifundistas, terratenientes y mercaderes. En las
ciudades, nuestra vida no es mejor que la de las bestias de carga.
De los 109 millones de hectáreas que tiene Bolivia, apenas 4 millones de
hectáreas han sido otorgadas a 550.000 familias campesinas e indígenas en 48
años de reforma agraria. Sin embargo, una minoría social de apenas 40.000
latifundistas y mercaderes de tierra han sido beneficiados con la propiedad
de 32 millones de hectáreas.
Cientos de miles de aimaras y quechuas, sobreviven en el Altiplano arañando
piedras en los surcos que apenas son más grandes que los títulos de
propiedad que el Estado les debe. Y frente a ellos la opulencia, el
derroche, la soberbia y el desprecio de un puñado de latifundistas,
banqueros y comerciantes que no sólo han acaparado las tierras productivas
del país, sino que además se han apropiado de nuestros bosques, nuestras
aguas y ríos, nuestras selvas y montañas, nuestro mineral y nuestro
petróleo, nuestros animales silvestres y nuestros recursos biogenéticos. En
fin, de todo lo que la naturaleza dio a nuestros pueblos y naciones
originarias.
Sin créditos, sin semillas, sin transporte, sin mercados para sus productos,
los campesinos e indígenas son devorados por el monopolio de los gremios
empresariales que se apropian de sus productos y les pagan precios
miserables.
Los cientos de miles de originarios y campesinos sin tierra, deambulan por
las calles, de las ciudades sobreviviendo indignamente y condenados a la
mendicidad. Otros cientos de miles de hombres y mujeres se alquilan en las
haciendas por un mendrugo de pan y son condenados a la esclavitud.
Para los campesinos sin tierra no hay salud, no hay educación, no hay
trabajo, no hay salario, no hay techo ni tierra propia, no hay hogar ni
dignidad humana. Para el Estado y sus gobernantes, somos asaltantes de la
sacrosanta propiedad privada. Para los latifundistas y mercaderes de
tierras, somos delincuentes. Y más temprano que tarde, sólo hay garrote,
represión y muerte contra nosotros.
De cada 10.000 mujeres embarazadas se nos mueren 300 al momento del parto. Y
son nuestras hermanas, madres y esposas las que mueren. De cada 1.000 niños
se nos mueren más de 190 antes de cumplir 5 años de vida Y son nuestros
hijos los que mueren por desnutrición y enfermedades curables causadas por
la pobreza. De cada 1.000 estudiantes que inician la escuela sólo 5 llegan
al bachillerato , y apenas uno es del campo. Y esos niños y niñas son
nuestros hijos y hermanos. Nuestra esperanza de vida es de 39 años en
Potosí, de 55 años en Santa Cruz, 47 años en La Paz, y estamos condenados a
morir prematuramente por causa de la pobreza extrema en que vivimos.
Miles de nuestros hijos trabajan de día y de noche en las calles de las
ciudades para llevar un mendrugo de pan a sus hogares; miles de mujeres
pobres han sido lanzadas al escenario de la prostitución. De cada 100
personas en edad de trabajar, 29 no tiene empleo fijo. El salario mínimo
vital es de apenas 300 bolivianos, lo que significa 10 bolivianos por día
para alimentar una familia. Y los obreros, los empleados, los trabajadores,
ahora tienen que trabajar hasta 10 y 14 horas por día para conservar sus
empleos y salarios miserables. Más de 60 por ciento de la población urbana
nacional no tiene vivienda propia, y sus familias viven hacinadas en
tugurios sin servicios básicos de agua potable, alcantarillado e higiénicos.
Y en el campo, esta situación de extrema pobreza es aún más dramática e
inhumana.
?Qué conciencia digna, qué hombre y qué mujer que no se respete a sí mism@,
no se rebelará ante semejantes condiciones de pobreza e individualismo en
que viven más de 6 millones de bolivianos, mientras una minoría de ricos
nacionales y extranjeros se enriquecen mucho más con la sangre, la vida y la
muerte de nuestros pueblos y naciones originarias?.
Extranjeros y despreciados en nuestra propia tierra y en nuestro propio
país, por aquellos que en verdad ?colonizaron? y se apropiaron de nuestras
tierras a fuerza de violencia, barbarie y crimen, no es posible para ninguna
conciencia libre soportar tanta iniquidad.
Ahora, cuando la globalización y la economía de mercado convierten al hombre
en lobo del hombre, a las naciones industrializadas en depredadoras de las
naciones del Sur de la tierra, a los Estados ricos en devoradores de los
Estados pobres; ahora, cuando el capital transnacional aliado con los
latifundistas, los madereros, los banqueros, las empresas petroleras, la
oligarquía minera y los mercaderes de la tierra, pretenden devastar y
terminar de saquear nuestro país y sus recursos naturales; ahora, cuando esa
santa alianza de corruptos y politiqueros que nos gobierna a nombre de una
democracia de privilegios para unos pocos, y de oscurantismo y miseria para
millones de bolivianos, ahora, cuando el Estado corrupto y explotador
construye nuevas leyes para sojuzgar a nuestros pueblos, y daba por hecho la
sumisión de millones de hombres y mujeres, de millones de obreros,
campesinos e indígenas; precisamente ahora, cuando los agoreros del
capitalismo anunciaban el fin de las ideologías y el nacimiento de un nuevo
siglo de oprobios para la humanidad; ahora en los inicios del siglo XXI se
comienzan a levantar las voces, las conciencias y los puños de millones de
hombres y mujeres que en todas las latitudes del continente americano y de
nuestra madre tierra reclaman el derecho legítimo a la tierra y a la
libertad, a la justicia y al techo propio, al pan y al trabajo, a la
cultura, a la vida, a la dignidad y a sus derechos humanos.
No podía ser de otra manera, y no debían esperar menos los que por más de
500 años usurparon nuestras tierras y nuestras riquezas, y nos convirtieron
en bestias de carga sin derechos ni dignidad. No serán suficientes sus leyes
ni sus ejércitos para contener la fuerza de los andrajosos y desposeídos, de
los cientos de miles de campesinos e indígenas sin tierra que ahora, desde
la frontera sur de su madre tierra, reclaman en multitudes los derechos que
una minoría social de privilegiados les negó por más de 500 años.
Y desde las áridas tierras del Chaco boliviano, saqueado por esas minorías
apartidas y explotadoras, se levantan los campesinos y originarios sin
tierra ocupando los latifundios improductivos para recuperar con legítimo
derecho lo que siempre les perteneció y les fue usurpado por siglos.
Con sus wiphalas y sus cantos de esperanza, con su fuerza invencible forjada
en el sufrimiento diario, con sus manos encallecidas que han dado riqueza a
una minoría de latifundistas acaparadores; con su férrea voluntad de
pueblos, para reestablecer el poder del derecho legítimo de los pobres y las
mayorías sociales, sobre la hipócrita legalidad de las leyes de una minoría
de ladrones y mercaderes; con el Instrumento político que constituyen a
diario para edificar una sociedad de hombres y mujeres libres; los
desposeídos del campo proclamamos hoy el nacimiento del Movimiento Sin
Tierra.
No nos detendrán las mordazas ni el autoritarismo de las leyes de una
minoría social. La tierra es nuestra, siempre fue nuestra y volverá a ser
nuestra.
No quedará en el país un solo centímetro en manos de los usurpadores y
mercaderes, de los oligarcas y los latifundistas. Como también no quedará un
solo campesino que no tenga su techo y su propia tierra donde trabajar.
Y junto a los pobres y desposeídos, a nuestras naciones y pueblos
originarios, los sin tierra marcharemos en toda la geografía del territorio
nacional recuperando las tierras y nuestros recursos naturales, que por
legítimo derecho nos pertenecen; devolviéndonos a nosotros mismos la
dignidad que fue arrebatada por siglos, redistribuyendo el trabajo para
nosotros mismos, recuperando nuestro derecho a la vida, a la educación y a
la salud; construyendo un Estado de naciones y pueblos originarios libres;
aplastando la iniquidad de un modelo neoliberal de despojo y saqueo que se
nos ha impuesto; y derrotando a las oligarquías y sus politiqueros que nos
gobiernan por la fuerza de sus leyes y sus instituciones corruptas.
Ha despertado al fin este gigante de pueblos y naciones oprimidas, y sólo
nos espera el camino de la victoria, de la justicia, la dignidad y del
derecho a vivir y a gobernarnos como nosotros lo hemos soñado.
https://www.alainet.org/es/articulo/105228