La Globalización: génesis de un discurso
23/07/2001
- Opinión
El término "globalización" ha tenido una transformación que es
muy significativa, y que comprende un proceso por el cual este
término ha ido evolucionando desde la microeconomía hacia la
política. En efecto, la primera referencia del término
"globalización" está asociada al trabajo de Théodore Lewit,
aparecido en junio de 1983 en la revista Harvard Business
Review, titulado "The Globalization of Markets". El enfoque de
Lewit partía de un análisis microeconómico, en virtud del cual
el entorno cada vez más integrado de la geografía mundo hacían
que las grandes empresas transnacionales contemplen una visión
global de sus negocios.
Los mercados globales, presionados asimismo por el aparecimiento
de las inversiones de portafolio de los actores institucionales
como los fondos de pensiones y los fondos mutuales americanos,
así como las bancas de inversión, obligaban a que las empresas
cambien sus percepciones de inversión, mercadeo, ventas y
posventas, desde una base nacional hacia una concepción global,
estas transformaciones hacen que el término globalización
evolucione de la microeconomía hacia el marketing, este proceso
puede ser resaltado en el estudio de Kenichi Ohmane, titulado
Triad Power, y aparecido en 1990.
Una tercera aproximación se da a mediados de los años noventa
cuando el término "globalización" avanza hacia una concepción
macroeconómica internacional. En esta visión, las grandes
corporaciones tienen la capacidad de gestionar la producción,
distribución y consumo a nivel planetario en función de las
capacidades de los mercados nacionales y de su entorno
macroeconómico interno. Si las condiciones macroeconómicas
internas son favorables para la inversión, entonces las grandes
corporaciones estarían en capacidad de realizar grandes
programas de inversión y gasto.
Se asume que la producción mundial estaría básicamente en manos
de las grandes corporaciones, y que sus decisiones son
fundamentales para la asignación de recursos en contextos de
competitividad, desregulación y desreglamentación. Estas grandes
corporaciones operarían en red y en "tiempo real", adecuando la
estructura de costos internos al entorno externo y
aprovechándose de las condiciones internas de cada país para sus
políticas de inversión, delocalización y relocalización.
Hasta allí la deriva economicista del término "globalización",
que de una manera o de otra se adecuaba a los parámetros
teóricos, epistémicos y axiológicos definidos por el Consenso de
Washington a inicios de los años noventa. Pero desde mediados de
los años noventa y hacia fines de esa década el término se
transforma cualitativamente: del campo económico pasa al campo
político y afecta fundamentalmente la noción de soberanía
nacional y el concepto de Estado-Nación.
Reconceptualización
La nueva conceptualización del término "globalización" ya no
hace referencia a procesos económicos, ni al rol de las grandes
corporaciones mutinacionales, sino más bien trabaja con la
noción de soberanía política de los Estados Nacionales y da un
nuevo tratamiento al concepto de "sociedad", entendiéndola como
el ámbito de la realización privada y como esfera de la libertad
individual, en contraste con el Estado que sería la esfera de la
coacción.
Esta nueva reconceptualización coincide con dos procesos, por
una parte la necesidad de crear una base de legitimidad política
a la recientemente creada Organización Mundial de Comercio, OMC,
en la cual los acuerdos establecidos se convierten en acuerdos
vinculantes por sobre la normatividad de cada país, de ahí la
insistencia en la necesidad de la democracia, y, de otra parte,
la intención de las grandes corporaciones transnacionales de
asumir un peso político explícitamente reconocido en relación
con los Estados Nación, y que pudo ejemplificarse en las
fracasadas negociaciones llevadas adelante por la OCDE, a
propósito del Acuerdo Multilateral para las Inversiones, AMI.
En estas circunstancias, el discurso desarrollado alrededor de
la globalización cambia estratégicamente e incorpora un elemento
político antes inexistente. De esta manera se pasa de la
concepción original de los "global markets" a la globalización
política, en la cual son los Estados nación los que deben
reformularse internamente para adaptarse a los nuevos cambios
tecnológicos y de funcionamiento en red de empresas y
corporaciones transnacionales.
Se piden de este modo profundas transformaciones políticas a los
Estados Nación, en primer lugar una reformulación de sus
prioridades al interior de la sociedad. Los Estados deben
desmantelar toda política de reglamentación, control,
supervisión y regulación a los flujos de capital y de bienes y
servicios. De otra parte, el Estado debe suprimir toda ayuda,
todo subsidio, toda estrategia de protección de sus mercados
internos. Asimismo, en esta nueva deriva política, el término
globalización hace referencia a una nueva noción de
territorialidad, en la cual el concepto de soberanía política de
los Estados Nación, estaría desligado del concepto de
territorialidad del Estado clásico.
En adelante, serán mecanismos de mercado quienes asignarán de
manera eficiente los recursos que cada sociedad necesite. Para
el efecto, las multilaterales de crédito, especialmente el Banco
Mundial, elaboran una nueva estrategia discursiva orientada más
hacia un discurso aparentemente crítico y con un carácter
marcadamente asistencialista. Tanto el FMI como el Banco
Mundial, van a insistir en que el error de los países es no
haber llevado a feliz término las políticas de ajuste y de
reforma estructural. De ahí que sea necesario un esfuerzo
adicional para armonizar las estructuras internas de cada país
en función de las necesidades de la globalización.
En esta nueva fase discursiva se presenta a la globalización
como una oportunidad histórica, un deber ser de la sociedad y
una finalidad política de los estados. En ese nuevo discurso, el
Estado Nación, necesariamente tenderá a desaparecer y en su
lugar se implantará una sociedad integrada a nivel planetario y
funcionando en red. Las decisiones de la regulación social y la
asignación de recursos se harán globalmente por las
corporaciones transnacionales. Los estados, o sus remanentes,
serán los encargados de vigilar el cumplimiento de este nuevo
contrato social y garantizarán la eficiencia y la eficacia
social velando por el cabal cumplimiento y observancia de los
códigos establecidos por las corporaciones. El mundo entero se
habrá transformado en un gigantesco mall, y la única condición
ontológica aceptada será aquella del consumidor. Tal es la
utopía subyacente al discurso político actual de la
globalización.
Pero, ¿no apunta acaso ese discurso a procesos reales que vive
la economía actual? ¿No estamos viviendo acaso un momento de
integración planetaria establecida por las grandes empresas
transnacionales? ¿No vemos amenazas al empleo, a la seguridad
social, a la inversión, provocadas por las decisiones de estas
grandes empresas? ¿No están acaso los estados compitiendo entre
sí por captar inversiones externas? ¿No encontramos acaso
productos de todo el mundo en nuestra mesa o en nuestro ropero?
¿No nos permiten internet y las nuevas tecnologías de la
comunicación involucrarnos de una u otra manera con todo lo que
pasa en el mundo? ¿No podríamos llamar de manera justa a todos
estos cambios como "globalización"?
Retorno al pasado
El discurso de la globalización parte de una base empírica
evidente que le sirve de sustento de referencia y de base de
apoyo y legitimidad. Nadie puede desconocer los avances en
técnicas de comunicación, las cada vez mayor interdependencia e
integración de los mercados, la circulación de los flujos de
capital, la circulación de información a nivel mundial, etc.
Pero son cambios inherentes a la misma dinámica del capitalismo
y a su conformación de un mercado mundial cada vez más integrado
y sometido a sus coordenadas de control y dominio.
Lo que otorga un cariz diferente a este mercado mundial y que
subyace a la utilización estratégica del término de
globalización, es el proyecto político de las grandes
corporaciones transnacionales. No es tanto el funcionamiento en
red de la empresa, o la internacionalización de los costos
externos por parte de las grandes empresas, o la extensión y
creciente utilización de la red internet, es más bien la
necesidad que tienen estos sectores de clausurar la historia
humana y presentar el devenir como un retorno al pasado, al
proyecto original del pensamiento liberal capitalista.
Es decir, una vez alcanzado el ideal de la democracia liberal,
solo restaría que todos los países del mundo se encaminen hacia
ese ideal, lo alcancen y se realicen como estados y como
naciones. En otras palabras, habríamos llegado a la clausura de
la historia y de su proyecto fundamental tal como había sido
definido en sus orígenes por el pensamiento liberal. La forma
por la cual alcanzaríamos esa parusía sería justamente a través
de la globalización.
La globalización es entonces una opción de tipo histórico
político que tendría una opción teleológica claramente
determinada: la formulación de un estado liberal y de un mercado
capitalista para todos los países y naciones del mundo. Después
de todo, Fukuyama, siguiendo una tradición que se remonta a
Hegel, expresa ese deseo que tendría el capitalismo por
eternizarse congelando el presente.
De esta manera, la globalización como concepto se encuentra en
plena fase de cambio. No solo que ahora es un concepto político
sino que estaría transformándose además en un ethos con
pretensiones históricas universales y validantes para cualquier
pueblo. Una vez globalizados, los pueblos del planeta vivirían
un postcapitalismo en el cual las condiciones de eficiencia,
eficacia, racionalidad instrumental, utilitarismo y hedonismo
marcarían los límites del homo económicus como condición
ontológica para todos los seres humanos. La diferencia habrá
desaparecido, los estados nación serían una rémora del pasado, y
en los horizontes de posibilidad del ser humano, solo estarían
las luces rutilantes de un gran mall que diga: "se vende".
https://www.alainet.org/es/articulo/105256
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