G-8 de Génova: Tras los enfrentamientos, nuevos anuncios de impacto

30/07/2001
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El G-8 de Génova, encerrado detrás de barreras metálicas, y el Foro Social de Génova, que congregó más de 200 mil personas pacíficas, se vieron atrapados por la violencia de algunos centenares de manifestantes enmascarados del "bloque negro", que se burlaron de manera increíble del impresionante batallón de las fuerzas del orden, el cual perdió todo control y hundió la ciudad en un caos indescriptible. La muerte de un manifestante y el allanamiento de los locales del Centro de Medios han revelado prácticas dignas de la dictadura chilena (utilización de armas de fuego, expulsión de los abogados antes del allanamiento, violencia física arbitraria, destrucción de materiales de información, etc.). Pero detrás de la gravedad de estos acontecimientos, queda por analizar el alcance de las medidas anunciadas por el G-8 en su comunicado, en el cual los jefes de gobierno de los países ricos afirman estar decididos a "que la globalización funcione para todos los ciudadanos, particularmente de los países pobres del mundo". El cambio en la continuidad La anulación de la deuda del Tercer Mundo ha sido durante todo el Foro una reivindicación central para los centenares de organizaciones presentes. Ella congrega a movimientos de todo el mundo (Jubileo Sur, CADTM, Focus on the Global South, ATTAC, las diferentes campañas europeas, etc.) No obstante, el G-8 se contenta de "desear implicar más países en la iniciativa para los países pobres muy endeudados (PPME) ya existente" (Financial Times, 23/07/2001, p.2). O sea, nada de nuevo bajo el sol, puesto que el G-8 no hace sino confirmar una iniciativa lanzada en 1996 a Lyon, y reiterada en 1999 a Colonia. Iniciativa profundamente criticada desde su lanzamiento, tanto por los movimientos sociales como por las organizaciones de la ONU - PNUD y CNUCED- o la OCDE. La segunda medida anunciada con bombos y platillos concierne la constitución de un Fondo de Salud de Génova de 1,3 mil millones de dólares, destinada a luchar contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria. Para Jacques Chirac, "es la primera vez que el Norte hace un gesto de solidaridad en favor del Sur" (Le Figaro, 23/07/2001, p.2). Sin embargo, bajo la lupa, esta generosidad anunciada se presenta muy ambigua. Primero, el monto es irrisorio con relación a las necesidades actuales (estimadas por Koffi Annan en un mínimo de urgencia de 7 mil millones). Es más, esta limosna no proviene de fondos nuevos, sino que de una reorientación de los presupuestos de desarrollo existentes. Finalmente, y es lo más importante, hace falta reubicar esta medida en el contexto del debate en torno a los medicamentos genéricos, que llegó a los medios de comunicación con ocasión del juicio de 39 multinacionales contra el gobierno sudafricano, a inicios de este año. En efecto, mientras que la única solución viable para los países del Sur es aprovechar de los medicamentos genéricos de bajo costo, el Fondo para la Salud anunciado por el G-8 apunta a reforzar los derechos de propiedad intelectual y la compra a las multinacionales occidentales de medicamentos no-genéricos. A este ritmo, la suma de 1,3 mil millones de dólares anunciada parece de lo más irrisoria y servirá más para abrir nuevos mercados a las empresas del Norte que para una eficaz lucha contra las pandemias. Es por ello que el G-8 reafirma en su comunicado su posición a favor de "derechos de propiedad intelectual sólidos y efectivos como estímulos necesarios para la investigación y el desarrollo de medicamentos vitales". El tercer gran proyecto se refiere a un Plan de desarrollo para Africa y un Foro conjunto con los jefes de Estado africanos. Este Plan apunta prioritariamente a la integración de Africa en el comercio global y la atracción de capitales privados internacionales. Para Guy Verhofstadt, Primer Ministro belga, quien preside la Unión Europea, "por primera vez, ha habido voluntad política por parte de los ricos de comprometerse en una acción de contrapartes con el continente africano" (Le Soir, 23/07/2001, p.4). No obstante, no se puede analizar el alcance de este Plan sin tener presente las próximas negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que se desarrollarán en noviembre en Qatar. Recordemos que el fracaso de Seattle fue provocado en parte por la oposición entre gobiernos del Norte y del Sur. En la ofensiva del falsamente generoso proyecto europeo de "Todo, salvo las armas", los poderosos de este mundo continúan promoviendo la apertura de los mercados del Sur a las empresas, a los productos (particularmente de los organismos genéticamente modificados) y a los capitales del Norte, lo cual es sinónimo para los campesinos y los productores africanos, desde ya gravemente fragilizados, de competencia desleal que les condenará a desplazarse para inflar los suburbios. El fatalismo del presidente senegalés Abdulaye Wade, electo hace un año por su lema "Sopi!" (Cambio! en Wolof), es revelador en este aspecto: "En vano nos opondremos a este sistema, hay que ser realista. Estas reglas gobiernan al mundo. Como economista y Jefe de Estado, he decidido aceptarlas... No hay que engañarse. El desarrollo en Africa (...) pasará por una afluencia masiva de los capitales privados" (Le Figaro, op.cit). Capitales privados, altamente especulativos, que han sido promovidos en América Latina y en el sud-este Asiático, con los dramáticos resultados que conocemos... En fin, en lo que concierne las emisiones de gases de invernadero, el G-8 decidió no decidir nada, mientras que en Bonn, el término "legalmente vinculante" ha sido retirado de un acuerdo vaciado así de todo sentido... ¿Qué apertura a la sociedad civil? El Primer Ministro italiano, Silvio Berlusconi, está contento. Para él, "este G-8 ha trabajado bien y se ha abierto, por primera vez, a la sociedad civil" (Le Soir, op.cit). Uno podría preguntarse francamente, al analizar los acontecimientos de Génova, si Silvio Berlusconi tiene una mínima idea de lo que son la apertura y la sociedad civil. La primera implica una escucha atenta y un debate democrático sobre los grandes asuntos de nuestras sociedades. En cuanto a la segunda, no pretende para nada sustituir a los ciudadanos y ciudadanas del mundo para arrogarse el rol de actor de una gobernabilidad orgánica pos-parlamentaria, anhelada por la Comisión Europea, y que tendría como consecuencia reemplazar la democracia actual por las tomas de decisión específicas limitadas a un debate entre gobiernos y grupos de interés sectoriales privados. Así, cuando el Ministro belga de Asuntos exteriores, Louis Michel, afirma que "el fenómeno de las ONGs es totalmente irresponsable; carece de transparencia y de representatividad. Es un ente que a menudo únicamente representa a sí mismo, que tiene la pretensión de tener el monopolio de la buena conciencia (...); en breve, gente intocable", solo se puede constatar su incomprensión del movimiento democrático en curso. Éste no se limita de ninguna manera a las ONGs, ni ellas mismas tienen pretensión alguna de apropiárselo. No es para nada heterogéneo, al contrario es terriblemente diversificado: sindicalistas, pacifistas, ambientalistas, tercermundistas, defensores de derechos humanos, feministas, católicos, comunistas, ecologistas, socialistas, pluralistas, autónomos, campesinos, simples ciudadanos/as, etc. se aglutinan en foros y manifestaciones. Su meta no es de ninguna manera sustituir a los pueblos y sus representantes, sino simplemente movilizar a los primeros en vista de las insuficiencias cada vez más dramáticas de los segundos. Por ello, es por lo menos preocupante que un ministro se ofusque de que el espacio democrático público sea abordado por otros sectores que el mundo político. Es igualmente preocupante que el G-8 crea haber respondido a las demandas de los movimientos ciudadanos al prometer en el futuro cumbres más discretas. Desde las negociaciones secretas de la OCDE en torno al proyecto de Acuerdo Multilateral sobre las Inversiones (AMI), denunciadas por los movimientos ciudadanos y abandonados bajo su presión en 1998, el efecto de Drácula, que consiste en sacar a la luz del día las tomas de decisión discretas y a condenarlas a morir en razón de las reacciones democráticas de la ciudadanía del mundo, se ha vuelto una manera privilegiada de evitar que el mundo se transforme en mercancía. La democracia está siempre en construcción. El control democrático por parte de las ciudadanas y los ciudadanos del mundo está todavía en una fase incipiente, al igual que su integración activa en las tomas de decisión. Es lamentable que los gobiernos de los países ricos no se den cuenta de ello. * Arnaud Zacharie, economista belga, es miembro del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM).
https://www.alainet.org/es/articulo/105263
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