Soberanía en peligro
25/09/2001
- Opinión
Durante tres siglos la piedra angular
de las relaciones internacionales fue, como nos lo recuerda
Valaskakis, "la primacía de la soberanía de los Estados-nación
reconocidos por sus pares, y la soberanía se definía -añade el
autor-como el poder jurídico más absoluto sobre la Tierra,
contra el cual no había apelación." Más adelante Valaskakis nos
advierte del enorme peligro que significaría "la aceptación de
un mundo sin soberanías" (Kimon Valaskakis, "Westfalia II: por
un nuevo orden mundial", Este País, septiembre de 2001).
Es obvio que cuando el autor citado escribía su artículo no
conocía las declaraciones del presidente de Estados Unidos ni
los crecientes apoyos que está recibiendo de la población de ese
país y de otros gobiernos, después de los sucesos del 11 de
septiembre. Pero estas declaraciones y estos apoyos nos
demuestran, sin ambages, que el peligro de la aceptación de un
mundo sin soberanías está en curso, es ya una realidad. En mi
artículo anterior ("La doctrina Bush") quise enfatizar el
desprecio absoluto de Bush por la soberanía de Estados-nación al
estar dictando al mundo sus condiciones. Me faltó decir que,
como estableciera Hegel en su Fenomenología del espíritu, para
que exista el amo se requiere la existencia del esclavo y
viceversa, y que para que Bush pueda pisotear a otros Estados-
nación en su soberanía es necesaria la aceptación de los
gobiernos de éstos y, por lo tanto, la aceptación de pérdida de
la soberanía que representan o debieran representar.
Para confirmar su supremacía como gendarme del mundo, como un
auténtico gobierno supranacional, Bush ha declarado "que algunos
gobiernos europeos tendrán que cambiar sus leyes bancarias para
cumplir con las exigencias de Washington", con el objeto de
poder congelar los depósitos de los presuntos terroristas en
cualquier banco de cualquier país del mundo (La Jornada,
25/09/01 --las cursivas son mías.)
Si las decisiones del gobierno estadunidense continúan en esta
dinámica y nadie se atreve a ponerles un alto, el resultado será
que todos los pueblos del mundo, por la vía de nuestros
gobiernos, perderemos nuestra soberanía, a menos que la hagamos
valer por los medios que consideremos necesarios. ¿Acaso
permitiremos que el gobierno mexicano entregue nuestra soberanía
bajo el pretexto, expresado varias veces por sus voceros, de la
solidaridad con el pueblo y el gobierno de Estados Unidos en su
lucha contra el terrorismo? La misma pregunta es válida para
los pueblos de los países a cuyos gobiernos se les ordena ahora
que cambien sus leyes bancarias por "exigencias de Washington".
Si el pueblo del vecino país quiere apoyar -como lo está
haciendo- la política demencial del ocupante de la Casa Blanca,
es su soberanía, aunque ésta esté enajenada por la deliberada
desinformación impuesta por el mismo gobierno de su país. Pero
no es nuestro problema. Al contrario, unirnos a Estados Unidos
en su lucha contra el terrorismo, equivale a invitar al
terrorismo a que también nos ataque. En términos pragmáticos, y
por mucho que lamentemos la muerte de inocentes en Nueva York o
en cualquier otra ciudad en el mundo, los actos terroristas
contra Estados Unidos, aceptando que vinieran de fuera, son
problema de esa nación, no nuestros. México no ha sufrido actos
terroristas extranjeros desde la Segunda Guerra mundial, ni ha
dado motivo para ello, a diferencia del imperio del norte. Pero
si nos sumamos a la campaña de Estados Unidos entonces sí nos
volveremos vulnerables, y más puesto que no tenemos ni tendremos
con qué prevenir actos terroristas en nuestro territorio, a
menos que aceptemos (también) que la CIA y el Pentágono "nos
cuiden" como se hace con las colonias, o con las bases militares
impuestas con base en la lógica de la ilegal "soberanía
limitada". La neutralidad es nuestra mejor opción, aunque Fox y
sus colaboradores todavía no quieran entenderlo.
La defensa de nuestra soberanía es la carta más importante que
tenemos los pueblos de todo el mundo contra la evidente
intención de Estados Unidos de convertirse en el gobierno
trasnacional que necesitaban los amos de la globalización para
garantizar su poder. No podemos aceptar un mundo sin
soberanías, porque aceptarlo sería lo mismo que rendirnos ante
un nuevo imperio en su cruzada por dominar al mundo bajo el
pretexto de combatir el terrorismo y defender las libertades que
ahora les niegan a los medios y a su propio pueblo. Desdeñar
nuestras soberanías es aceptar la soberanía de Estados Unidos en
todo el mundo. Fox, en nuestro caso, tiene que entenderlo. Los
mexicanos exigimos -estoy seguro- que se nos garantice nuestra
soberanía. Si hay dudas en Los Pinos, que se haga un plebiscito
de inmediato. Sabremos responder y el gobierno sabrá cuál es el
mandato del pueblo que dice o quiere representar.
https://www.alainet.org/es/articulo/105321?language=es
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