Construir con hechos la utopía de otro mundo posible
27/10/2001
- Opinión
Iniciada ya la guerra anunciada de los Estados Unidos contra el enemigo
omnipresente del "terrorismo" (término sobre el cual aún no existe entre
los organismos internacionales un consenso en cuanto a su significado); una
guerra innecesaria, irresponsable y de consecuencias impredecibles para el
futuro de la humanidad, no nos queda más que reconocer que los pueblos del
mundo hemos quedado - una vez más - excluidos de las decisiones
fundamentales que tienen que ver con nuestro destino.
El horrendo atentado contra las torres gemelas, rechazable desde todo punto
de vista, ha servido de pretexto para impulsar la actual escalada militar
en el oriente medio, precisamente el lugar del planeta donde se concentran
más del 30 % de las reservas de petróleo y de gas existentes hoy en día.
Las imágenes del evento, transmitidas una y otra vez desde todos los
ángulos, martillean la conciencia y la sensibilidad del mundo occidental,
agrandando más y más su impacto y su efecto, hasta llegar a cubrir como una
cortina de humo otros horrendos genocidios y masacres que hemos vivido en
estas últimas décadas; incluso, hasta no dejarnos ver la multitud de seres
humanos que mueren cada día de hambre y enfermedades curables como producto
de las crecientes iniquidades, injusticias y exclusiones producidos por el
capitalismo contemporáneo global liderado por las políticas de los Estados
Unidos.
No cabe duda que lo que se pretende es establecer un nuevo escenario
geopolítico internacional a partir de la recomposición de la presencia
militar norteamericana como gendarme internacional contra un enemigo
multifacético y mimetizado como "el terrorismo", lo que justificaría
acciones de prevención, represión, vigilancia, control y exterminio de
cualquier sector, grupo, organización o movimiento sospechoso de ser
terrorista (o de apoyarles), en cualquier lugar del mundo.
Es la doctrina de la Seguridad Nacional que se impuso en Sudamérica en los
años setenta, llevada a escala planetaria. El impacto directo sobre el
mundo islámico, al que pertenece la cuarta parte de la humanidad (más de
1,600 millones de personas son musulmanes, es decir "sospechosos" de
terrorismo) tiene consecuencias inimaginables como fractura de la
posibilidad de un encuentro universal plural y respetuoso de las
diversidades de cara a los desafíos planetarios del siglo XXI.
El impacto indirecto en términos de miedo, intolerancia, incertidumbre,
confrontación, segregacionismo, suspicacia, cerrazón, animadversión,
fanatismo y formas múltiples de violencia, alcanza ahora a todo el mundo.
La confrontación militar que ya se inició, no sólo no es una respuesta
proporcionada, ni menos una solución al problema, sino, por el contrario,
será el atizador principal de fanatismos y fundamentalismos. Como señala
Hobsbawn, los riesgos de revueltas y levantamientos en los países islámicos
cuyos gobiernos acepten participar en acciones militares contra pueblos
musulmanes crearía una inestabilidad estructural en dichos países (ya las
manifestaciones en Pakistán e Indonesia nos manifiestan esa posibilidad).
Por otro lado, el impacto profundo del miedo y la consecuente intolerancia,
pareciera ya cubrir la vida cotidiana del pueblo estadounidense y de otros.
Pensamos: ¿cuánto estará cambiando la vida diaria de los 6 millones de
musulmanes que habitan en Estados Unidos? ¿las reacciones crecientes de
rechazo y suspicacia ante los no anglosajones, como los latinoamericanos,
terminarán con el "sueño americano" de encontrar trabajo y riqueza en un
país seguro? ¿volverá la gente de ese país a visitar tranquilamente como
turistas cualquier país del mundo? ¿podrá alguien vestido de musulmán,
subirse tranquilamente a un tren, un autobús, un metro, un avión... sin
ser mirado con recelo?
La confrontación militar que se ha iniciado, como señala el juez Baltasar
Garzón, es la mejor muestra de la incapacidad de las jerarquías políticas,
militares, sociales y económicas de Occidente de buscar y encontrar una
salida duradera a la paz y la libertad, que sólo puede venir de la mano del
respeto a la legalidad internacional, a la diversidad, a la justicia, la
defensa de los derechos humanos. Porque estas jerarquías: "han estado más
ocupadas del progreso abusivo y vergonzante de la producción, la
especulación y el beneficio globalizados, que de una adecuada
redistribución de la riqueza, de una política de exclusión social, que de
una mayor atención a la integración de los pueblos o de una política de
inmigración progresista y solidaria; del mantenimiento y exigencia de la
deuda externa, que de la implementación de recursos en esos países a los
que ahora se les pide ayuda o comprensión, o a los que se amenaza con la
guerra final, con la 'justicia infinita' o con la paz duradera. Por esas
omisiones conscientes ahora se sufren las consecuencias terribles de una
violencia irracional extrema y fanáticamente religiosa"
Ante este escenario, bruscamente pincelado y desde las circunstancias del
momento histórico que nos toca vivir en este octubre del 2001, pienso en el
tema que nos ocupa en este foro: "Las ONGs y la acción voluntaria ante la
exclusión social", y percibo que está directamente vinculado al corazón de
los desafíos señalados. Nos corresponde, entonces, con los hechos y no
sólo con declaraciones, mostrar, demostrar, construir la utopía de otro
mundo posible, hoy quizás en condiciones más difíciles que antes.
Debemos contribuir a generar mayor capacidad crítica y de análisis; mayor
conciencia de las implicaciones y repercusiones planetarias de los
acontecimientos. Ayudar a tomar distancia de los tramposos discursos
justificadores (como, por ejemplo, llamar a la operación de ataque:
"justicia infinita" o "libertad duradera"). Ayudar a reconocer que toda la
información que recibamos ha sido ya editada y programada para influirnos
en algún sentido ya determinado. Debemos contribuir a vincular nuestra
acción local con los movimientos y temas globales que palpitan en la escena
contemporánea.
Debemos cuestionar a nuestros líderes y dirigentes sociales y políticos que
asumen posturas obsecuentes y acríticas. Impulsar corrientes de debate,
análisis, presión, protesta y propuesta que eviten el involucramiento de
nuestros países en aventuras armamentistas sin más futuro que el
agravamiento de las condiciones actuales. Debemos, en fin, contribuir a
construir en todos los espacios en que nos movamos, una cultura del
diálogo, la tolerancia, la crítica fundamentada y la defensa radical de
principios de inclusión social, convivencia humana, soluciones negociadas,
pluralismo y respeto al derecho ajeno.
En este marco, hablar de "voluntariado" implica mucho más que hablar de una
modalidad de acción. Implica una postura ética contestataria y antagónica
a los anti-valores dominantes del consumo, el elitismo, la competencia, la
prepotencia, la imposición por la fuerza o la impunidad. El trabajo
voluntario, como compromiso vital, debe ser prácticamente eficaz, pero
además, debe constituirse en un signo, un símbolo, una prueba fehaciente de
que es posible vivir con otros valores. Así, con hechos concretos,
anunciamos que "otro mundo es posible", pero también lo vamos construyendo
desde los múltiples y diversos rincones o espacios de acción a nuestro
alcance. Estos esfuerzos podrán generar efectos transformadores a escala
global en la medida que se articulen a empeños concertados, articulaciones
programáticas y encuentros significativos como los que este foro pretende.
Seguiremos conversando...
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